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Luke

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¿Mi prototipo de chica ideal? Buf, ni idea. Lo único que sé es que aún no la he conocido. No he conocido a ninguna que me haya hecho decir: «Sí, esto es lo que quiero para el resto de mi vida». Es que ni por asomo.

—Confesionario de Luke, día 1

No sé si es importante tener aliados en este juego, pero de todas formas yo los tengo.

Siempre se me ha dado bien hacer amigos. Todavía no hemos empezado a grabar siquiera y ya he llegado a un acuerdo con Ivy, la culturista rubia; otro con Michael, el chaval informático; y otro con cuatro deportistas que parecen el grupo de «los guays». Nos hemos comprometido a ayudarnos hasta el final. Y si sumamos eso a mi relación con la productora ejecutiva, podríamos decir que no está nada mal. Además, estoy seguro de que haré más amigos.

Penny, por ejemplo.

O… no.

Ahora le gusta huir de mí, pero cuando estaba pegado a ella hace un momento no podía disimular que se siente atraída por mí igual que yo no podía ocultar lo dura que me la había puesto. La pobre tenía toda la piel de gallina, incluso en esas pequitas tan monas.

Nos volvemos a poner en fila para pasar a la siguiente habitación: las chicas a un lado y los chicos al otro.

—A ver —dice uno de los miembros del personal mientras se pasea por el pasillo—. No estamos en directo, pero lo vamos a grabar todo en una sola toma, así que no habléis y tampoco os desnudéis. Comportaos, chicos, por favor. Primero grabaremos a Will Wang mientras camina de espaldas hacia las puertas. La cámara lo enfocará a él, y quiero que todos os asoméis y saludéis o choquéis los cinco mientras pasa por vuestro lado, y que os presentéis mirando a cámara. Entonces, cuando grite «¡esto es Matrimonio por un millón de dólares!», cruzaréis las puertas a toda prisa y os colocaréis en vuestra marca. ¿Entendido?

Aplaudimos y jaleamos entusiasmados. Silbo y Ivy pone los ojos en blanco sin dejar de aplaudir.

—¡Venga, venga, venga! —brama.

Es una puta bestia. Si tengo algún rival, es ella. Hay otros cachas, pero ya me he hecho amigo de todos. Estoy listo para ser el líder.

—Tres… Dos… Uno… Grabando —anuncia el director.

—¡Hola! En directo desde las instalaciones deportivas del Instituto de Tecnología de Georgia. ¡Bienvenidos a la primera temporada del programa que va a arrasar! Esta noche nos acompañan cincuenta concursantes que no tienen ni idea de lo que van a tener que hacer para conseguir nuestro premio. Lo único que tienen en común son sus ganas de ganar el mayor premio de la temporada: ¡un millón de dólares! ¡Esto… es… Matrimonio por un millón de dólares!

Corre de espaldas mientras habla. Presenta a algunos concursantes y abre la puerta de un empujón. Aprieto los puños y sigo al líder.

No puedo creer que esté aquí, haciendo esto, ni que haya dejado a Jimmy y a Flynn a cargo del bar las próximas tres semanas y que les haya pedido que se aseguren de que la abuela está bien. Antes de irme, le dije que iba a estar fuera un tiempo para dedicarme a la tele y que me pasaría las próximas tres semanas sin saber ni dónde estaría ni qué haría. Y sigo sin saberlo. Solo sé que lo van a retransmitir para todo el país.

Formo parte del juego.

Cruzo las puertas corriendo. Es como si fuese la final de un campeonato y fuésemos el equipo local. Las gradas están abarrotadas y el público grita. Deben ser actores, porque están demasiado emocionados. Gritan e intentan tocarnos cuando paso corriendo. ¡Hostia puta!

Casi freno en seco cuando veo lo que tengo delante.

Es una piscina olímpica.

Y está llena de globos.

Uno de los concursantes que tengo detrás me da un codazo y me señala dónde está mi marca, una X en el suelo con el nombre «LCROSS». Me coloco ahí y saludo a mis falsos fans. Devuelvo los besos que me lanzan unas chicas muy monas y entonces me animan con más energía.

—¡Vale, chicos, en esto consiste el juego! —grita Will Wang cuando estamos todos. Se sube a un podio con vistas a la piscina, desde donde un cámara nos graba desde arriba. He contado al menos diez cámaras. Busco a Penny y la encuentro en la otra punta, muerta de miedo—. Hemos llenado esta enorme piscina con globos. Hay por lo menos un millón. Cuando toque el silbato tendréis que tiraros y encontrar el globo con vuestro nombre. Fácil, ¿no?

Examino los globos. Lo primero que noto es que los nombres están escritos con permanente. Alzo la vista y veo que una de mis mayores amenazas, un tío rapado lleno de tatuajes y piercings llamado Ace, está haciendo lo mismo.

Me mira con cara de pocos amigos.

Se va a enterar este cabrón.

—Pero ¡hay una trampa! —anuncia Will Wang con una sonrisa—. Si alguien encuentra vuestro globo primero, puede dároslo de manera desinteresada.

Casi me entra la risa. Nunca he conocido a muchas personas que estén dispuestas a compartir un millón de dólares.

—Aunque también puede explotarlo, en cuyo caso dicho concursante quedaría eliminado de la competición para siempre.

Varios ahogan un grito.

¡Sí, hombre! Eso no me va a pasar a mí. Me lo he currado para estar aquí y tengo aliados.

Estoy preparado.

—Si explotan vuestro globo, solo podrá salvaros una cosa, pero lo descubriremos más adelante. Sin embargo, antes de poneros a explotar los globos de todos los concursantes, tened en cuenta que es posible que necesitéis a esa gente más tarde. Está en vuestras manos.

Alzo la barbilla y me preparo para tirarme con el objetivo de encontrar mi globo sin explotar ninguno.

—Esta fase acabará con dieciocho concursantes. Sí, más de la mitad seréis eliminados. Los primeros que encuentren sus globos pasarán a la siguiente fase. —Coge aire y levanta una mano—. ¿Alguna pregunta?

Todos negamos con la cabeza.

—¡Preparados! ¡Listos! ¡Ya!

Saltamos a la vez mientras suena una música horrorosa de fondo.

Se desata el caos. Globos de todos los colores vuelan por todas partes.

Entonces, noto algo viscoso entre los dedos de los pies y lo entiendo todo. En esta piscina no solo hay globos.

Parece… gelatina.

Percibo el olor mientras me abro paso. Y entonces la veo. Gelatina de lima pegajosa y dulce.

Gritos. Voces. Estallan las primeras peleas y Wang llama a la calma. Se oye la fricción del látex de los globos al rozarse y el chapoteo de la gelatina, pero hay un sonido más estridente aún: el de los globos al explotar. Por todas partes.

Me dirijo hacia los dos globos que vi antes y me fijo en que en el primero pone «SHVETA PATEL». Vadeo hasta el otro y lo cojo antes que Silas Chen, el chaval de mi grupo. Sonrío de oreja a oreja al leer el nombre: «PENELOPE CARPENTER».

—¿De quiénes son? —me pregunta mientras busca como un loco entre los globos y la gelatina de los cojones.

—No está el tuyo.

—Me lo darás si lo ves, ¿no?

—Claro.

Me giro en una dirección diferente y me sumerjo en un mar de lima y látex mientras una mujer se lanza sobre mí. Está llorando, las lágrimas se deslizan por su rostro y tiene gelatina entre las tetas.

—¡Qué asco!

—¡Jódete! —grita alguien detrás de mí, y estallan más globos—. ¡Eh, tú, gilipollas, dame ese puto globo!

Pedirnos que nos comportáramos era demasiado.

—Nuestra primera concursante, Greta Waltz —dice Will con tono solemne—, ha sido eliminada.

No veo más globos escritos desde mi posición privilegiada, así que me enderezo y busco a Penny. Lleva todo el rato en la otra punta de la piscina, y ha estado revisando cada globo despacio y con cuidado. Vadeo hacia ella mientras aparto la gelatina de mi camino y, justo en ese momento, me encuentro con una chica ataviada en un sari. Los globos la cubren por completo e intenta mantener la cabeza a flote.

—¿Shveta?

Apenas puede oírme porque hay demasiado ruido.

—¿Sí?

Le entrego su globo.

—¿En serio? —Lo levanta y lo estudia con atención—. Madre mía, gracias.

Sigo abriéndome paso entre el caos para llegar hasta Penny cuando Will Wang anuncia:

—¡Ya tenemos a nuestra primera concursante, damas y caballeros! ¡Shveta Patel, de Nueva Jersey!

Y nos suelta todo el rollo de la vida de Shveta. No dejo de mirar los globos a mi alrededor mientras cruzo la piscina.

Han descalificado a otros cinco concursantes más; uno de ellos, que es de mi grupo, echa pestes por lo bajo con aires de ofendido mientras se dirige hacia la pared donde están los demás perdedores. Entonces veo a Ace, que aprieta un globo hasta hacerlo explotar.

—¡Y otro que muerde el polvo! —exclama Will Wang—. Ace Moulder está en racha. Ya ha condenado a tres personas. ¡Los demás concursantes rezan para que sus globos no acaben en sus garras!

Joder. Bueno, aún no han dicho mi nombre. A medida que me acerco, noto a Penny más preocupada. Sigue revisando cada globo con esmero, pero arruga un poco la frente y de vez en cuando le echa un ojo a la pared de los perdedores, como si se imaginase ahí.

—¡Penny! —la llamo a voces.

No me mira.

Es verdad, olvidaba que no responde a ese nombre.

—¡Penelope Carpenter!

Ahora sí que me mira; se le iluminan los ojos cuando ve el globo rojo en mis manos.

Entonces, Ace aparece de la nada a mi espalda y se lanza a por el globo que llevo en las manos. Lo aparto de él en el último segundo, pero entonces se me escapa y se va volando. Intento cogerlo, pero está fuera de mi alcance y flota hacia Ace, que lo mira con una sonrisa de oreja a oreja.

Levanta las manos para atraparlo y el globo le roza la yema de los dedos.

Mierda.

Aprieto los puños y corro hacia él. Lo hundo por los hombros y lo sumerjo en olas de látex y lima. Aprovecho que las cámaras no nos están enfocando y le propino un puñetazo en la garganta que le hace atragantarse con el aire que le queda en los pulmones. Cuando salgo a la superficie hay un foco apuntándome.

La irritante voz de Will Wang retumba por todos lados:

—¡Miren eso! Luke Cross es el príncipe azul de Penelope Carpenter. ¿No es todo un caballero, chicas?

Me limpio la mierda verde de los ojos y sujeto el globo con firmeza ahora que tengo a Penny delante.

—¿Lo vas a explotar delante de mis narices? —pregunta, preocupada.

—No. —Se lo entrego—. ¿Por quién me tomas?

—No sé —murmura, y se recoloca las gafas—. Gracias.

Mientras sale de la piscina, Will Wang anuncia:

—Y la siguiente concursante que pasa a la segunda fase es… ¡Penelope Carpenter!

Ella me mira y me dedica una amplia sonrisa.

Vaya, vaya, vaya, pero si sabe sonreír y todo. A lo mejor no es tan estirada como yo pensaba.

—Eh, nenaza —grita alguien detrás de mí.

Me giro.

Ace sostiene un globo amarillo que lleva mi nombre.

Mierda.

Antes de que se me ocurra qué hacer, lo aprieta entre las palmas de las manos y lo hace estallar, y no puedo mirar otra cosa que no sea su asquerosa sonrisa de satisfacción.

Mi gran boda millonaria

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