Читать книгу Mi gran boda millonaria - Katy Evans - Страница 16
Luke
Оглавление¿Mi estrategia? Es la misma que uso para la vida. Sé bueno con los demás y el resto vendrá solo.
—Confesionario de Luke, día 1
—¡La tímida pero encantadora doctora Carpenter ha salvado a Luke Cross! —exclama Will Wang—. ¡Ven aquí, grandullón!
Will Wang empieza a cansarme, pero me la suda.
Paso a la segunda fase. Cincuenta mil dólares.
Alzo el puño y me alejo de la pared de los perdedores. Le doy un abrazo a Will y saludo a la multitud de falsos fans que me animan como locos.
—No me des las gracias a mí, dáselas a tu chica —me dice.
Me dispongo a darle un abrazo, pero ella da un paso atrás y casi se cae a la piscina. Tiene cara de cervatillo asustado, supongo que debido a las cámaras. Levanto el pulgar para animarla.
—¿Él va a ser mi compañero? —susurra, aturdida.
—¡Pues claro! ¡Pero enseguida llegaremos a eso! —anuncia Will, con tanta alegría que me pregunto si habrá desayunado crack—. ¡Vamos a conocer a las siete parejas restantes!
Will sigue emparejando a los concursantes. Los siguientes son Ivy, la culturista con la que me he aliado, y Cody, el flacucho asiático que no conozco. Me pongo al lado de Penny; diría que está temblando.
—¿Estás bien? —le pregunto.
—No… No me creo que haya llegado tan lejos —dice.
—¿No? Pues yo voy a por todas —le aseguro—. Si quieres acompañarme…
Ella enarca una ceja.
—¿No vas a machacarme?
—No, tía, no. Ahora que eres de mi equipo no.
Se queda callada un momento, lo que dura el aplauso a la siguiente pareja: Brad, uno de los deportistas de mi grupo, y Natalie, una motorista cañera de mediana edad que lleva un corsé de cuero y piercings.
—Seré una carga para ti.
Me río.
—¿Cuánto debe de pesar una cosita como tú?
—Me refiero a que… si quieres ganar, estarías mejor con… —Señala a los demás—. Cualquiera.
—Puede. Pero estoy contigo. Estoy bien.
Ya se han decidido el resto de los equipos: somos nueve parejas. Will Wang dice:
—¡Estos son! ¡Estos son los equipos de Matrimonio por un millón de dólares! ¡Cada uno de estos individuos tiene como mínimo cincuenta mil dólares asegurados!
Todos vitoreamos. De puta madre.
—Pero, perdedores, todavía os queda una posibilidad más para volver al concurso, y vamos a descubrirla ahora mismo.
Bajan las luces y ponen una música épica de fondo.
Will Wang explica:
—Emparejados, se os va a dar la opción de participar en el próximo desafío. Si aceptáis, ¡obtendréis como mínimo setenta mil dólares! ¡Lo único que tenéis que hacer es decir «sí»!
Me encojo de hombros y grito:
—¡Sí, tío!
Will se ríe.
—Echa el freno, vaquero. Quizá quieras saber dónde está la trampa, lo cual nos lleva al objetivo principal del programa. John Phillips, ¿estás ahí? Sube al escenario conmigo, por favor.
En ese momento, un hombre trajeado se levanta y la multitud se aparta para dejarlo pasar. Sube al podio a paso ligero, le estrecha la mano a Will y se coloca a su lado.
—John está aquí por una razón muy especial. Mejor dicho, una ceremonia muy especial.
Las cámaras nos están enfocando las caras; aquí hay gato encerrado.
—De hecho, John es juez de paz.
La multitud ahoga un grito. Penny se pone tensa.
—Sí. ¡Si queréis participar en el próximo desafío y en cualquier otro que venga después, vosotros y vuestras parejas tendréis que casaros!
Ahogan un grito más sonoro. Las pantallas de arriba se centran en las expresiones de estupor de los concursantes. Penny está temblando. Ivy parece cabreada. Ace no deja de repetir la misma palabrota una y otra vez. La chica india se ha sentado en el suelo y se ha tapado la cara con las manos. Menudo caos.
Yo, en cambio, no podría estar más tranquilo.
El programa se llama Matrimonio por un millón de dólares. ¿De verdad no se les pasó por la cabeza que casarse sería parte del concurso?
Voy a por todas.
—Viviréis con vuestra pareja como si fueseis uno solo. Durante el concurso lo haréis todo juntos. Habrá desafíos que pondrán a prueba vuestra resistencia, vuestra fuerza y vuestra capacidad para trabajar en pareja. Si ganáis, cada uno os llevaréis doscientos cincuenta mil dólares y tendréis la posibilidad de anular el matrimonio si lo deseáis. Pero si decidís seguir casados de manera legal, ¡os llevaréis el millón de dólares y una luna de miel con todos los gastos pagados!
Miro a mi alrededor. Todas las parejas son polos opuestos. Parece que hayan pasado nuestros test de personalidad por una máquina y hayan elegido a la persona menos compatible con nosotros para emparejarnos.
—Entendemos que supone un gran compromiso por vuestra parte, por lo que os vamos a dar a cada uno de vosotros y a vuestra pareja cinco minutos para que lo habléis detenidamente y decidáis qué hacer. Pero, por favor, tened en cuenta que vuestra decisión será definitiva y que os tendréis que casar aquí y ahora. Luego cogeréis un vuelo y el concurso empezará de verdad. —Les guiña un ojo a los perdedores—. Si abandonáis ahora os iréis a casa con cincuenta mil dólares, pero si decidís continuar ¡ganaréis setenta mil y tendréis la oportunidad de conseguir más! El tiempo empieza… ¡ya!
Me vuelvo hacia Penny. Se abraza a sí misma, no me mira.
—Oye, por mí lo hacemos.
No dice nada.
Entonces, agito una mano delante de su cara.
—¿Estás loco? —espeta al fin mientras me mira—. No me casaría contigo en la vida.
—Vale. Olvídate del matrimonio. Lo que importa es el dinero. Y yo lo necesito.
Entonces, deja escapar un suspiro.
—Pero… mis padres…
—Que les den a tus padres. Que le den a todo el mundo. ¿Qué más da? Podemos anular el matrimonio cuando ganemos, pero tanto tú como yo necesitamos el dinero, ¿a que sí? Piensa en todos los concursantes a los que has vencido para llegar a este escenario. Vamos a hacerlo, coño.
Baja la vista al suelo.
—No vamos a ganar.
—Claro que sí, tía. Tú aportas la inteligencia, ¿no? Yo la fuerza. Nos las apañaremos nos pongan los desafíos que nos pongan. Confía en mí. Vamos a arrasar.
Se aparta el pelo de la cara y mira la cuenta atrás; nos quedan menos de dos minutos para tomar una decisión.
Le doy un codazo.
—¿De qué tienes miedo?
—Pues… no sé —musita con un hilo de voz—. ¿De hacer el ridículo delante de todo el país?
—No dejaré que eso suceda. ¿Algo más?
Me mira con unos enormes ojos azules y me llega, justo ahí. Al alma, a la polla. Quiero separarle esos labios suaves y carnosos con la lengua y dejarme llevar.
—¿De enamorarte de mí? —le pregunto con una sonrisa de oreja a oreja.
Abre los ojos como platos y se sonroja.
—No. De eso no.
—Perfecto. Entonces ¿qué? ¿Qué dices?
Se mira la mano. Al principio no lo pillo, pero luego sí. Ahí es donde iría el anillo.
—Es que… toda mi vida he soñado con una boda romántica. Con un anillo de verdad, un vestido blanco, una iglesia, una tarta nupcial y un hombre del que esté enamorada. Esto es cursi y artificial y no…
Justo entonces suena la alarma.
—¡Tiempo! —exclama Will Wang, que enfila hacia los concursantes con el micro—. Veamos. Shveta y Ace. Antes de que nos reveléis vuestra decisión, decidnos, ¿os habéis divertido en Matrimonio por un millón de dólares hasta ahora?
Ace frunce el ceño. Shveta responde:
—Sí. Hasta ahora.
—Ah, de acuerdo. ¿Y tú qué has decidido? ¿Sí o de ninguna manera?
Shveta se inclina hacia el micrófono.
—He decidido que… de ninguna manera. No voy a continuar. Gracias.
La multitud empieza a cuchichear.
—¿Y por qué has renunciado a la posibilidad de ganar un millón de dólares?
—No puedo hacerlo —explica Shveta mientras Ace la mira con cara de pocos amigos—. En mi cultura somos muy estrictos con el tema del matrimonio.
—Vale, vale. —Le pasa el micrófono a Ace—. ¿Cómo te ha sentado la decisión de Shveta?
—Pues como el culo, aunque tampoco quería casarme con esta zorra.
Will se aleja, incómodo, porque parece que Ace esté a punto de arrearle un puñetazo a lo primero que encuentre, como su cabeza, por ejemplo.
—No se preocupe, señor. Existe la posibilidad de que vuelva a incorporarse a medida que avanza el programa. Si para el próximo desafío se casan menos de nueve parejas, las vacantes se sortearán entre los que estáis eliminados.
Me acerco al oído de Penny y ella se pone tensa de nuevo. Madre mía, ¿siempre va a estar nerviosa conmigo?
—Mira. Ace está eliminado. Nuestra suerte mejora por momentos.
Y lo sé. Lo sé por cómo esquiva mi mirada o por la forma en que se pone rígida cuando estoy cerca. Puede que a su cuerpo le atraiga, pero ahí está su pedazo de cerebro para decirle que no, que huya lo más lejos y rápido posible en la otra dirección.
Y es probable que le vaya mejor así.
Su respuesta va a ser que no.
—¡Pareja número dos! —Will Wang nos habla mientras se acerca a nosotros—. El príncipe azul y la encantadora doctora. ¡Esto sí que es una pareja llamativa! Doctora Carpenter, ¿y tú? ¿Te lo has pasado bien hasta ahora?
Traga saliva y asiente.
—Perfecto. Pues no hagamos esperar al público. ¿Qué dices? ¿Vas a ir a por el millón o tu aventura acaba esta noche? ¿Sí o de ninguna manera?
Me mira un segundo, acerca los labios al micrófono y musita:
—Sí.
Y me entran unas ganas tremendas de abrazarla. Lo haría si no supiera que se apartaría muerta de miedo.