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Sobrevivir a la primera fase Nell

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¿Que cuál es mi estrategia? No lo sé. Dado que no soy muy deportista, supongo que usaré el cerebro. Una vez casi me ahogué en menos de un metro de agua.

—Confesionario de Nell, día 1

A pesar de que de cintura para abajo estoy cubierta de gelatina de lima, me dirijo a las plataformas de los ganadores como si flotase en una nube.

No me lo creo. He sobrevivido a la primera fase.

Gracias a él. Al chico sucio que no deja de mirarme.

Courtney y yo bromeábamos con que sería la primera expulsada. Apostábamos a que acabaría el primer día de grabación durmiendo calentita en mi cama.

Pero no solo no me han expulsado, sino que ya no estoy entre los cincuenta semifinalistas.

Estoy entre los dieciocho finalistas.

He memorizado la lista de premios de la carpeta negra, así que sé lo que recibiremos cada uno. Cincuenta mil dólares.

¡Cincuenta mil dólares!

Y sin mover un dedo. Me han dado mi globo y…

—Y el siguiente eliminado es —sé que duele, chicas, lo siento— Luke Cross. Estoy seguro de que todas las mujeres que nos están viendo ahora mismo están gritando. Nuestro príncipe nos dice adiós. Lo cierto es que pensaba que aguantaría más —confiesa Will Wang en tono piadoso.

Levanto la cabeza horrorizada y veo que Luke se dirige hacia la otra pared, cubierto de gelatina. Es la pared de los perdedores.

No. No.

¿He sido yo? ¿Es culpa mía?

Sostengo el globo en las manos; el globo que lleva mi nombre y que Luke rescató para mí. No dejo de darle vueltas al hecho de que debería ser el suyo y que le corresponde a él estar aquí en vez de a mí.

Shveta me da un abrazo.

—¡No me lo creo! ¡Hemos pasado a la siguiente fase!

El corazón me retumba en los oídos mientras veo a Luke ahí de pie, apoyado en la pared, con cara de enfado. Seguro que lamenta el día en que ayudó a una torpe como yo. Se cruza de brazos y mira el suelo.

Me. Siento. Como. Una. Cabrona.

Pasan diez minutos más, los necesarios para que los concursantes que quedan exploten o encuentren el resto de los globos. Cuando ya han salido todos de la piscina y se han incorporado al bando de los ganadores o los perdedores, Will Wang dice:

—Veamos. Diecisiete personas han encontrado sus globos y treinta y tres han visto morir sus sueños en los primeros minutos de Matrimonio por un millón de dólares. Pero, como he explicado antes, los que se han quedado sin globo aún tienen una oportunidad para volver a concursar.

Baja del podio y camina hacia Shveta con una sonrisa.

—Nuestra primera ganadora. Ahora descubriréis en qué consiste Matrimonio por un millón de dólares. Os vais a dividir en equipos. Me gustaría que hicieses explotar tu globo cuando cuente tres y que cogieses el papelito de dentro.

Entonces empieza a contar y, en cuanto llega al tres, Shveta aprieta su globo hasta hacerlo estallar. Cuando el papelito cae a sus pies, se agacha y lo desdobla.

—Lee el nombre para nuestro público, por favor —le pide Will Wang.

Ella arruga la nariz.

—Ace Moulder.

La multitud jalea.

—¡Acércate, Ace! —dice el presentador. Ace se pavonea desde su puesto en el bando de los ganadores y se acerca a ellos mirando con recelo a Shveta. Will Wang coge su globo, lo revienta y saca el nombre de Shveta Patel—. ¡De ahora en adelante seréis compañeros y trabajaréis juntos!

A Ace se le escapa un sonoro «joder», y Shveta parece aterrorizada. Will les hace un gesto para que vayan a unas gradas, y Ace se coloca detrás de Shveta. Se los ve encantados.

Entonces Will Wang me mira.

—Nuestra concursante número dos, la encantadora y brillante doctora Penelope Carpenter.

Esta vez el aplauso es leve, pero, de pronto, me doy cuenta de que me van a emparejar con uno de estos hombres. Will mira mi globo. Me cuesta reventarlo, así que cierro los ojos con fuerza cuando lo hago. Will recoge el papel y lo lee.

—Como hemos dicho, los perdedores todavía tienen una oportunidad. Y ahora mismo un afortunado perdedor está a punto de volver al concurso, cortesía de nuestra bella doctora. —Me entrega el papel—. Lee el nombre en voz alta, por favor.

Lo miro y, por primera vez, me alegro. Porque por fin siento que podría estar en buenas manos.

—Luke Cross.

Mi gran boda millonaria

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