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Ejemplo 3: Tony medita con un monstruo

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Poco después de su divorcio, Tony empezó a sufrir terribles pesadillas que se repetían varias veces por semana. En ellas aparecía un monstruo grotesco de dientes afilados y piel fría y húmeda que le perseguía por diferentes parajes oníricos. Era un monstruo cruel que le odiaba y quería matarle y, cuando estaba a punto de cogerle, Tony despertaba temblando en medio de la oscuridad, con el cuerpo empapado en sudor.

Cuando Tony, antiguo meditador, le contó el sueño a su maestro, éste le aconsejó meditar en el miedo asociado al monstruo. Durante los siguientes meses, Tony siguió las instrucciones de su maestro, observando el miedo, sintiéndolo y relajándose en él para poder soltarse y “liberarse”. La idea era que, en el momento en que permitiera que su mente se relajase y se permitiese simplemente “ser”, la energía atrapada en sus emociones reprimidas podría liberarse y encauzarse más adecuadamente.

No obstante, después de cuatro meses de diligente práctica, las pesadillas seguían ahí de un modo, en ocasiones, todavía más intenso y Tony seguía aterrado por un monstruo que, en su opinión, quería matarle.

Entonces fue cuando decidió emprender, además de su práctica regular, el proceso 3-2-1. Veamos un ejemplo de una de aquellas sesiones.

3. Enfréntese a ello

Es como si estuviese dentro de un ordenador. Me siento envuelto por todo tipo de artilugios y luces destellantes. Me encuentro en un entorno extraño, árido y artificial. Me siento como si fuese una presa indefensa de algo que me acecha y me persigue. Miro por encima del hombro y atisbo la sombra de una figura alta y amenazadora. Sé que ese monstruo me odia y quiere matarme. El miedo tensa toda mi musculatura. Trato de escapar, pero mi torpe intento me lleva a tropezar en ese mundo extraño. Y, a pesar de todos mis esfuerzos, el asesino está cada vez más cerca… más cerca… más cerca… tan cerca que casi me atrapa, hasta que, paralizado de miedo, acabo cerrando los ojos.

2. Hable con ello

—¿Por qué me persigues?

—Porque te odio y quiero matarte.

—¿Y por qué me odias y quieres matarme?

—Porque estoy muy enfadado contigo.

—¿Y por qué estás tan enfadado conmigo?

—¡Porque eres odioso y despreciable, y mereces morir!

—¿Y cómo experimentas eso?

—¡Como si estuviese metido en un horno rugiente de furia!

Tony y el monstruo siguen explorando durante un rato los sentimientos y la experiencia del monstruo.

1. Conviértase en ello

Cuando Tony se convierte en el monstruo, dice:

—¡Estoy muy enojado! ¡Hiervo de furia y de rabia y quisiera matarte!

Reapropiarse de la sombra

Gracias a la práctica del proceso 3-2-1, Tony acabó reconociendo que, detrás del miedo, acecha la ira. Después de su divorcio, aquella ira había acabado convirtiéndose en un elemento independiente de la sombra que, en sus pesadillas, asumía la forma de un monstruo airado. Sólo reapropiándose de la ira podría Tony relajar la represión de la sombra y liberar, de ese modo, el poder de un yo más integrado.


Figura 4.1 Traducción de las emociones e impulsos secundarios e inauténticos a sus formas primordiales y auténticas.

Entonces se dio cuenta de que llevaba varios años sutilmente deprimido. Y ello se debía a una represión que le impedía acceder a la energía contenida en la emoción reprimida. Entonces empezó a hacer ejercicios más vigorosos en el gimnasio, disfrutando en especial con las clases de kick boxing y emprendió una terapia que le permitió restablecer contacto con la energía de su ser y encauzarla más adecuadamente.

Pero esto es algo que queda lejos del alcance de la meditación. Porque, por más ejemplar que fuese durante la sentada cotidiana su trabajo de observación del miedo, el miedo era una emoción inauténtica, un síntoma de la ira, la emoción primaria. Poco importa, en tal caso, que (como hacen muchas personas) nos pasemos veinte años observando el miedo porque, de ese modo, jamás conseguiremos liberar la represión primordial (en el ejemplo que nos ocupa, la represión de la ira). Y, si no restablecemos contacto con la emoción verdadera, seguiremos proyectándola y generando a nuestro alrededor todo tipo de monstruos inspiradores de miedo (y, en consecuencia, nuestro miedo no será miedo a los monstruos, sino miedo a nuestra propia ira). Poco importaba, en tal caso, que Tony permaneciese en contacto con el miedo y creyese estar transmutándolo, porque jamás conectó ni, en consecuencia, liberó la represión de la ira, la emoción primordial y auténtica, la verdadera causa de su miedo y de sus pesadillas.

Al no atenerse a la secuencia real de la disociación (que va desde 1 hasta 2 y luego 3) y no reapropiarse terapéuticamente de los contenidos disociados (que va desde 3 hasta 2 y luego de 2 a 1), la meditación acaba convirtiéndose en una forma de establecer contacto con el Yo infinito que simultáneamente refuerza la falta de autenticidad del yo finito cotidiano que, roto en fragmentos, acaba proyectándose sobre los demás. Y estos fragmentos enajenados y ocultos, inaccesibles incluso al sol de la contemplación, acaban convirtiéndose en un molde sombrío que sabotea inadvertidamente todos nuestros movimientos.

Módulo de un minuto El proceso de la sombra 3-2-1

Uno puede hacer el proceso 3-2-1 cuantas veces quiera. Y son dos, al respecto, los momentos especialmente interesantes, al despertar por la mañana y al acostarnos por la noche, poco antes de dormir. Quien conoce la dinámica del proceso 3-2-1 sólo necesita unos pocos minutos para llevar a cabo el proceso con cualquier cosa que pueda estar molestándole.

Mañana: Revise, a primera hora por la mañana (antes incluso de levantarse de la cama), su último sueño e identifique cualquier objeto o persona que posea una carga emocional. Luego enfréntese a esa persona o a ese objeto manteniéndolo en la mente. Hable después con esa persona o con ese objeto (o resuene simplemente con ello, sintiendo cómo sería estar en su presencia). Finalmente, conviértase en esa persona o en ese objeto y asuma su perspectiva. En este caso, no es necesario anotar por escrito este ejercicio, sino que puede realizarlo mentalmente.

Noche: Elija, justo antes de ir a dormir, la persona que más le haya molestado o atraído durante el día. Enfréntese mentalmente a esa persona, hable y finalmente conviértase (como hemos descrito anteriormente) en él o en ella.

Éste es un ejercicio que, repitámoslo una vez más, puede hacer todas las veces que quiera, a primera hora de la mañana o a última hora de la noche.

La práctica integral de vida

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