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Capítulo 1

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En el anterior capítulo

Aquí va todo muy rápido. Si os digo la verdad, creo que he dormido solo dos horas. Eli llegó al centro del laberinto, y entre las dos estuvimos atendiendo a Maca y hablando con ella largo y tendido. Y cuando pareció que Maca asimilaba lo que acababa de vivir, y aun así continuaba queriendo quedarse, Eli nos sacó del laberinto e invitó a Maca a que regresara a su habitación sin hacer ruido. Le dijo que, si quería, podía ir con Faina, que Maca se sentía segura con ella y que era bueno que durmiese acompañada. Matilde había asegurado que esas imágenes se borrarían y no se emitirían jamás. Eli y yo salimos de allí sin que nos vieran, como perfectas espías, tal y como había hecho Axel, y una vez fuera, nos metimos en el Evoque que nos estaba esperando desde hacía un par de horas.

Creo que me dormí a las cinco, después de contarle a Eli lo que me había pasado con Axel. A mi amiga parecía que le iba a estallar la cabeza. Se hacía cruces y no entendía nada.

—Tú jamás harías eso sin consenso.

—Lo sé. Pero Axel está convencido de que lo otro también es mío.

—Bueno, ¿y de quién coño es el Misoprostol? Soy la única, además de Axel, que entra en esta habitación. Y mío no es —asegura.

—Ya sé que tuyo no es. Tal vez, las personas del servicio que vienen a ordenar nuestras habitaciones... —meso mi pelo con desesperación—. Yo qué sé. Estoy mal.

Nos tumbamos en la cama y dormimos abrazadas, como dos gatas heridas, cada una a nuestra manera.

Tres horas después, alguien está aporreando la puerta con mucho nerviosismo.

Me levanto y, cuando toco el suelo con los pies, advierto que me duelen mucho las plantas y que tengo alguna que otra herida. Gajes de correr una maratón nocturna sin zapatillas.

Voy a abrir la puerta, no sin sufrimiento.

Es Matilde, que entra como un huracán a mi suite. Eli sigue durmiendo, pero con el ruido que hace la directora, abre un ojo y se medio incorpora al ver a Matilde.

—¿Qué pasa? —pregunto aún con mucho sueño y un dolor de cabeza descomunal.

Matilde sacude el iPad que tiene entre las manos y lo lanza sobre la cama.

—Quiero que eches un vistazo a todo lo que sale en la prensa rosilla. Y que me expliquéis cómo se ha colado toda esta información —exige muy mal humorada— confidencial a los medios. Nos van a joder.

Antes de que Eli secuestre el iPad, lo cojo yo.

La primera plana de la revista me deja muerta, sin color en las mejillas y todo lo rojo en el pelo.

Cuando leo el titular, me doy cuenta de que esa aventura en la isla va a salir muy cara, porque no solo ha puesto en peligro mi relación, además, también va a poner en peligro la seguridad del programa y el anonimato que Axel siempre ha querido para él.

El titular reza con una foto de Axel de fondo:

«ES ESTE HOMBRE LLAMADO AXEL GAEL, EL HIJO BASTARDO DEL DIFUNTO Y PODEROSO ALEJANDRO MONTES?».

Más abajo, otro titular con una foto mía reza:

«ESTÁ BECCA FERRER TRABAJANDO EN UN NUEVO PROGRAMA EN LA ISLA PARADISIACA DE SAMANÁ?».

Y, por último, lo más vergonzoso de todo:

«TIENEN BECCA FERRER Y EL RECIÉN DESCUBIERTO HIJO DE ALEJANDRO MONTES, UN AFFAIRE?».

Y acompañan el titular con una fotografía aérea de Axel y yo en nuestro lugar secreto de la Villa Equipo, tumbados en el suelo, besándonos, semidesnudos.

Repito: semidesnudos. Pero ¿qué es esta pesadilla? Parafraseando a Mafalda:

Que paren el puto mundo, que me quiero bajar.

Estoy a punto de abrir el vídeo que me ha pasado mi hermana Carla y que ha grabado en Villa Chicos.

Dice que en él sale Axel con Jennifer, hablando a escondidas. Y saber eso, después de todo lo que me acabo de encontrar, me pone muy tensa.

Axel cree que estoy embarazada de él y que no le he dicho nada porque estoy intentando abortar.

En la prensa amarilla acaba de salir la noticia de si Axel Gael es hijo de Alejandro Montes, de si yo estoy grabando un programa nuevo en Samaná y de si él y yo tenemos un lío.

Y todas esas imágenes de las revistas las acaban de sacar de aquí, del lugar donde estamos ahora.

Y para colmo, esto.

Me tiemblan las manos.

Matilde está pidiendo explicaciones a gritos y yo estoy a punto de echarla de la habitación a patadas. Porque a la que menos le interesa que se sepa nada, es a mí, y obvio, también a Axel.

—Pero ¿acaso esto es verdad? —Matilde agarra de nuevo el iPad y se lo queda mirando embobada—. Ya no es que se hayan enterado de que estamos grabando un programa para competir con las Tentaciones, que sí, que es una perrería. Pero ¿acaso Axel es hijo de Alejandro Montes? —sus ojos se le van a salir de las cuencas—. ¿Y me estás diciendo que tú y él estáis...?

—Dame un minuto —le pido a Matilde, con la vista fija en mi móvil—. No sé cómo ha llegado toda esta información a la prensa, pero lo averiguaremos.

—Pero ¿es verdad? ¿Alejandro Montes tenía otro hijo? Conozco a Fede y él nunca me dijo...

Alzo la mirada azul eléctrica y rabiosa y le digo con toda la educación que tengo:

—Eso tendrá que contestártelo Axel, no yo. Es su vida privada.

Matilde alza sus cejas negras, se toca la barbilla con el índice y añade con interés de mujer alcahueta:

—¿Y vosotros tenéis un lío?

—No —contesto sin pensármelo. No, porque Axel me acaba de dejar, pienso amargamente. El cretino ha roto conmigo. Es que me pinchan y no me sacan sangre—. Nosotros no tenemos nada.

—Pues las fotografías aéreas no dicen eso. Ahí hay algo. Si él te está dando besitos y haciendo tirabuzones en el pelo con los dedos, venga ya.

—No es nada. Solo jugamos y ya está.

Matilde resopla. Es evidente que no se cree ni una palabra.

—Me da igual lo que seáis. No entiendo nada de lo que está pasando igualmente. Lo de Juanjo me ha dejado helada, no esperaba tener una experiencia así, y ahora esto... pero da igual. No importa, porque lo único que me importa es este programa, cobrar mi nómina y sacarlo adelante. Nos queda una semana más, montáoslo como queráis, pero que nada de esto —sacude el iPad—, os afecte. Yo me encargaré de que el equipo no abra la boca ni diga ni mú y que no os molesten.

Eli se acerca a Matilde y con voz comprensiva y cómplice le sugiere que me deje sola.

—Voy a hablar un rato con ella. No dejes que nadie entre en esta habitación —le pide en voz baja.

Matilde se va, Eli cierra la puerta y después apoya su espalda en ella, echándome un vistazo compasivo.

—Calma, Becca. Coge aire. Tranquila ...

—¡Y un huevo! —le muestro el móvil y le enseño el vídeo que aún no he abierto y que me ha mandado Carla—. ¡Esto es el fin! ¡Todo va a volar por los aires y no sé qué consecuencias acarreará! Y, para colmo, ¡Carla me ha enviado esto ahora mismo!

—¿Carla? —abre los ojos muy interesada y se acerca a mí—. ¿La misma que está volviendo loco a Carlos y que no se acuerda de con quién ha venido? —hay mucho resquemor en su voz.

—Sí. Esa.

—Ah, muy bien. O sea que no se viene al corralito porque prefiere dormir con Carlos, pero sí va de reportera dicharachera en la villa grabando a Axel sin su permiso. Fantástico —dice irónica—. Enséñamelo.

Me siento en la cama con el móvil entre las manos. No sé qué me voy a encontrar, pero ya sé que me va a hacer daño, porque ya me lo ha hecho. Axel me ha mentido. No sé por qué razón lo ha hecho, pero me ha mentido.

—Dale al play —me ordena Eli.

—¡Pues claro que le voy a dar! —envalentonada, subo todo el volumen y veo la imagen como si se tratase de la escena de una película.

Becca y Chimpún

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