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Capítulo 2

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Parece ser que Axel estaba colocando una cámara en una de las zonas ocultas y sin cámaras de Villa Chicos. Es un jardín, hay una especie de jacuzzi natural hecho en la misma superficie de la tierra. El vídeo no se ve muy bien porque es de noche y Carla no puede encender la linterna del móvil para no ser vista. Llego a estas conclusiones yo sola, porque Carla no ha dicho nada.

Y de repente, veo aparecer a Jennifer entre los arbustos. Se me hiela el alma.

Axel se da la vuelta y la mira con desconfianza.

—¿Te ha seguido alguien? —pregunta Axel crujiéndose el cuello hacia un lado.

Vale, eso significa que Axel ha quedado con ella. Desconozco cómo lo ha hecho, pero es una cita acordada.

—No —Jennifer sonríe. Lo conoce desde hace tiempo, lo mira como si lo hiciera—. ¿Sigues crujiéndote el cuello? A la Reina eso le ponía caliente.

A Axel el comentario le desagrada. Lo percibo en cómo aprieta la mandíbula y se le marcan los tendones del cuello. Lo terrible es pensar que ella sepa algo tan íntimo como eso, y que nombre a una tal Reina.

—¿Qué haces aquí, Jenni? ¿Qué haces en un programa como este?

Ella dibuja un mohín de desinterés en los labios y se quita importancia.

—Bueno, al final, me gusta la farándula. Me gusta más de lo que pensaba.

—Yo nunca lo dudé, teniendo en cuenta lo mucho que te agrada llamar la atención.

Jennifer sonríe y se acerca a Axel con aire lobuno.

—No. Pero no me importa llamarla si es a cambio de billetes. Todos queremos de eso, ¿no? Además, tú no puedes hablar de discreción. Fuiste la pareja de la artista más grande que ha dado este país en mucho tiempo: Tori Santana.

—No me compares. Yo era invisible. Nuestra relación nunca salió a la luz.

Jenni se echa a reír.

—Claro que no. A Tori no le venía bien estar emparejada. Era el sueño de muchos y de muchas, por eso debía mostrarse accesible. Pero tú estabas ahí... insististe, no te despegabas de su lado. Y aun así, estabas tan cegado que no te dabas cuenta de sus infidelidades.

Esa chica tiene veneno en la lengua. Es una serpiente.

—A ti lo que te molesta es que Tori era tu sueño. Tú la querías para ti. Eras la presidenta loca de su Club de Fans. Una auténtica obsesa torista.

—Y a mucha honra—Jennifer levanta el antebrazo y muestra, entre sus intrincados diseños, una T con murciélagos. Y recuerdo que las toristas se tatuaban la inicial del nombre de la artista. Todo me sienta mal—. Aunque también estuve obsesionada contigo. —Se muerde el labio inferior mientras lo mira de arriba abajo con un deseo que me ofende.

—Querías cualquier cosa que estuviera en contacto con ella —responde Axel con un tacto que brilla por su ausencia—. No solo la querías a ella. Te bastaba con estar cerca de algo que hubiera tocado, para olerla.

—Y yo a ti te molestaba.

—Te volviste peligrosa, Jennifer. Es lo que sucede con las fanáticas. Que, o estás con ellas y les sonríes y les das lo que quieres, o se enfadan, y se convierten en enemigas. Las más acérrimas.

—Tori no era mi enemiga. Era mi diosa. El único que se interpuso entre ambas fuiste tú.

Axel entrecierra su mirada, ahora ya muy ensombrecida y llena de desconfianza y le pregunta dando un paso hacia ella:

—¿Qué estás haciendo aquí exactamente?

—Solo disfrutar —abre los brazos—. Y hacerme un hueco en la televisión. Tanto tiempo siendo la presidenta del club de fans de una megaestrella, además su mejor amiga, da para un montón de noticias, contactos y chismorreos, ¿no crees? Sé cosas sobre ti, Alexander Gael. O, debería decir: Alex Montes.

—No me llamo Alex. Me llamo Axel, no me toques los cojones —Su tono es tan mordaz como su desprecio—. ¿Qué agencia te ha representado y te ha traído aquí? —quiere saber Axel.

Entiendo por qué le hace esa pregunta. Duda de la selección del casting y duda del más que frágil hermetismo sobre el programa. Yo ahora también. Todo esto parece sacado de una pesadilla.

—¿Eso importa? Lo que importa es que estoy aquí. Que es mi momento y que tengo cuentas pendientes.

Juanjo será mi trampolín para darme visibilidad. Y después solo tendré que hablar sobre todo lo que sé. Se lo arrebataré a la tonta de Macarena.

—Si Macarena es lista, dejará a ese gilipollas infiel —contesta Axel, aguerrido—. Ya todos sabemos lo que hiciste en el baño con él. Mañana por la noche se verá en la sesión de cine.

De acuerdo. Ahora lo comprendo. Este vídeo es del martes o del miércoles.

—No hay imágenes —aclara Jennifer—.

Además, Juanjo lo negará.

—Sí, pero ya te encargarás tú de hacer de tentadora ofendida para que se entere, ¿no? Ya lo dirás de algún otro modo, para darle más emoción. Siempre te gustó el teatro.

—¿Me tienes miedo, Axel? Claro que me lo tienes —se responde a sí misma—. Llevas años viviendo en las sombras, escondiéndote ... pero no te preocupes, yo te sacaré de ahí, como tú me sacaste de la vida de Tori —advierte muy desafiante.

—De la vida de Tori te saliste tú sola cuando asomó la cabeza tu vena narcisista, celosa y psicopática. A ella no le gustabas.

—Lo mismo me decía a mí de ti —replica dañina—. Por eso se follaba al viejecito. A tu padre. ¿Lo sabías que el hijo que ella esperaba no era tuyo, grandullón? —se está burlando de su dolor en su cara—. Te hizo creer que sí, pero era mentira. Tori se reía de las ganas que tenías de tener un bebé con ella. Que se lo recordabas muy a menudo. Estabas tan enamorado, tan ciego... No te culpo.

Su brillo cegaba —explica con gesto soñador—. Y sí, se quedó preñada. Pero no de ti.

«Qué mala puta», pienso a punto de lanzar el móvil contra la pared. Y qué mentiroso calculador, Axel.

—Ni siquiera ella estaba segura de quién se había embarazado. —Un punto para Axel por tomárselo así, con sorna. Nunca se supo de quién estaba embarazada. Jennifer esto no lo sabe y cree que era de Alejandro, como le diría Victoria.

—Estás acabado.

Y, mientras tanto, yo haciendo apuntes mentales: comprar un bidón de gasolina, aplicar sobre la piel de Jennifer y lanzarle descuidadamente una cerilla prendida.

—Jennifer, solo quiero que recuerdes algo —la voz le sale rasposa y apenas se hace sitio entre los dientes—: Que nunca haya hecho gala del poder de mi apellido, no significa que no lo tenga. Piensa en ello cuando quieras meterte en la televisión. Si esto se sabe, olvídate de continuar, pero ni en este programa ni en ningún otro. Además, tengo información de ti que no gustará.

Ella deja ir el aire entre los dientes.

—Oh, no diré nada, tranquilo. Yo no —está mintiendo—. Por suerte, vuestra competencia os odia. Creo que sí tendré trabajo. Valgo mucho por lo que callo. Pero valdré tres veces más cuando lo explique. A mí no me valen tus amenazas, Axel. Me necesitáis para entretener a Juanjo y que su historia tenga continuidad. En este programa hay muy pocos efectivos y no estáis en disposición de echar a nadie más. Me vas a tener que comer con patatas, guapo—su tono victorioso me remueve la bilis—. No tenéis más tiempo. Así que no creo que me echéis. Tú me jodiste la vida y me alejaste de lo que más deseaba. Yo voy a joderte la vida que puedas tener. Aunque, ¿quién va a querer estar con un tío tan gris y tan poco hombre como tú que reniega de quién es?

—Aún recuerdo las noches que venías a golpear mi puerta para acostarte conmigo, incluso estando Tori dormida en mi cama. Por lo visto, te encanta arrastrarte con hombres como yo —eso me deja congelada—. Pero tengo muy buen gusto, yo no me acuesto con pseudohomicidas —Ah, menos mal.

Jennifer se echa a reír con fuerza. Mira a su alrededor y contesta:

—No sé cómo coño estás haciendo el papel de cámara en este programa. Pero yo voy a hacer volar tu tapadera por los aires. Tenlo por seguro.

—No estás aquí por azar, ¿verdad? —intuye Axel. Jenni se lo piensa unos segundos y decide no responder.

—Ha sido un placer volver a verte, Axel. Supongo que me seguirás viendo unos días más, hasta el final del programa. Me iré de aquí con Juanjo, y para entonces habré soltado muchas perlitas que servirán de entrantes para toda esa prensa rosa y amarilla hambrienta de titulares.

—Tú haz lo que consideres, que yo haré lo propio.

Jennifer le enseña el dedo corazón, se da media vuelta y desaparece del lugar secreto de Villa Chicos.

Para entonces, el vídeo se corta. Se ha acabado.

Apago el móvil y lo dejo en la mesita de noche. No sé muy bien qué hacer. Estoy intentando comprender mis emociones, porque mi Reina de las Maras quiere exigir la cabeza de Axel por ocultarme algo así, y la hija del Padrino quiere tirotear a Jennifer.

No tengo pistola, por tanto, lo segundo no puedo hacerlo, pero no querría tener un encuentro con Axel en este preciso momento porque me siento muy inestable, y soy como una granada. Como me lance, la explosión va a ser grotesca y las ondas afectarán a todo lo que se encuentre cerca. Me levanto de la cama con muchos nervios.

—Becca, siéntate —la voz de Eli me deja ver que ella está tan alucinada como yo por lo que ha visto—. Siéntate a mi lado y a ver si entre las dos entendemos lo que acabamos de ver. —Toca el colchón con la palma de su mano—. Ven.

—Axel me ha mentido. Le he preguntado varias veces si le pasaba algo y siempre me lo ha negado. Yo sabía que no era verdad, pero aun así ha insistido —no dejo de andar de un lado al otro—. Madre mía, que está en el programa la presidenta del club de fans de Tori Santana. Que tiene una T cutre tatuada en la piel y sabe casi todos los secretos de Axel. Todas sus miserias y todo lo que le ha hecho tanto daño.

—Porque Tori se lo contó.

—Por supuesto. Esa tía era especialista en traicionar a sus más allegados.

—¿Cómo Axel se pudo enamorar de ella? —Eli sacude la cabeza como si cayera en la cuenta de algo—. Ignora lo que he dicho. Todo el mundo estaba enamorado de ella, Axel no está hecho de hierro. Bueno, está claro que aquí lo que importa es que Jennifer ha filtrado las noticias a los medios, ¿no?

Me remuevo el pelo con la yema de los dedos.

Quiero entender por qué estamos en esta situación.

—Eso parece, sí. No tengo pruebas pero tampoco dudas.

Me paso la mano por la cara. Es que, si me pinchan, no me sacan sangre. Tarde o temprano debía saberse lo de Axel. Alguien lo iba a descubrir.

Pero en estas noticias no sale solo lo de Axel, es que se ha filtrado lo del programa y también que es posible que él y yo tengamos una relación.

Es decir, es como si hubieran sacado tres armas de destrucción masiva de golpe, con la intención de no dejar a nadie en pie.

Y yo me estoy tambaleando. Pero aún no he caído al suelo. Y no es mi intención.

Becca y Chimpún

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