Читать книгу Debates presidenciales televisados en el Perú (1990-2011) - Lilian Kanashiro - Страница 24
7. Debates electorales televisados en España
ОглавлениеConsiderando que España no se rige por un sistema presidencial, este país, sin duda, resulta un caso peculiar que conviene estudiar. España no posee una gran tradición en materia de debates electorales presidenciales; en su haber cuenta con cinco debates en tres campañas electorales: 1993, 2008 y 2011. No obstante, y a pesar de la modesta experiencia, presenta una nutrida bibliografía al respecto. José Blanco, coordinador por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en la campaña de 2008, sostiene que los debates electorales deben ser concebidos como un derecho de los ciudadanos a recibir información para ayudarlos a decidir su voto. Señala que si en España los debates electorales no se encuentran plenamente institucionalizados, se debe en gran parte a que los protagonistas han comprobado que no existe sanción electoral si no participan en un debate; en todo caso, el riesgo de tener que enfrentarlo es mayor. Si bien la realización de un debate depende de la coincidencia de los candidatos y la armonización de los intereses partidarios y de las empresas de comunicación, para que los debates se institucionalicen es indispensable que la ciudadanía considere que es un derecho tener más información (Blanco, 2009).
Una figura clave en la promoción de los debates electorales españoles es el periodista Manuel Campo Vidal, quien es más recordado por ser el moderador del primer debate en la historia española. No obstante, su aporte en la promoción y organización de los debates va mucho más allá. No es coincidencia que cuando el periodista ocupó el cargo de director general de Antena 3 de Televisión en 1993 se organizara el primer debate televisado en España; y cuando ejerció el cargo de presidente de la Academia de Ciencias y Artes de la Televisión en 2008, se retomaron los debates televisados. Su contribución en las negociaciones y como facilitador para el desarrollo de esos eventos ha sido clave (Vidal, 2009).
Como se puede apreciar, desde un inicio se optó por la fórmula de la serie de debates, con la presencia de un moderador y sin periodistas. En las últimas elecciones españolas (2011), se acordó llevar a cabo un solo debate con las características antes mencionadas.
En 1993, se enfrentaron los candidatos Felipe González y José María Aznar en dos debates: el 24 de mayo y el 31 de mayo. El primero se desarrolló en los estudios de Antena 3 y tuvo una sintonía de más de nueve millones de espectadores. Gallego (2009a) sostiene que la versión que ha sobrevivido al tiempo es la derrota de González por su excesiva confianza. Según señala la periodista, las negociaciones fueron extenuantes y en el último minuto se seguían discutiendo aspectos vinculados a la forma. En el anecdotario ha quedado la discusión en torno al color y la temperatura del set; según los negociadores de González el color favorecía al candidato Aznar, y se tuvo que llegar a un acuerdo sobre la temperatura, que podía influir en la conducta de los candidatos y en la imagen proyectada en televisión. Vidal (2009) cuenta que, para este primer debate, el candidato Aznar contó con la asesoría de expertos norteamericanos. Si bien él no ganó esas elecciones, se convirtió en el líder indiscutible de su partido, liderazgo que antes de las elecciones era considerado improvisado y con muchas dudas.
El segundo debate de esta primera serie se desarrolló en los estudios de Telecinco. Con la lección aprendida del primero, se trató de disponer todos los detalles en las negociaciones previas. No obstante, hasta el último minuto no se tenía claro si habría debate, dado que Aznar se sentía más seguro con los resultados del primer debate y no deseaba poner en riesgo el capital simbólico ganado. El canal de televisión tenía previsto cuatro programas posibles en caso de que se suspendiera el debate. El moderador en esta ocasión fue el periodista Luis Mariñas. Dicha emisión tuvo más de diez millones de espectadores (Gallego, 2009a).
Tuvieron que pasar quince años para que España gozara nuevamente de debates televisados. Sin embargo, las organizadoras del debate no fueron esta vez las emisoras, sino la Academia de las Ciencias y Artes de la Televisión, fundada apenas en 2006. El primer debate se desarrolló el 25 de febrero de 2008, con la moderación de Manuel Campo Vidal, y tuvo una audiencia de trece millones de espectadores (Pulido, 2009). El segundo debate se produjo el 3 de marzo y su audiencia superó los once millones y medio de espectadores. En esa ocasión, la periodista Olga Viza contó con el consenso de los candidatos para moderar el evento (Gallego, 2009b).
Sobre esta segunda serie de debates se han llevado a cabo estudios desde diferentes perspectivas que contribuyen a su institucionalización. Luengo (2011) señala que el formato de los debates estuvo sometido a reglas muy estrictas, como consecuencia de las duras negociaciones que los antecedieron (p. 86). En esa misma línea, un estudio comparativo sobre los debates en tres países (Estados Unidos, España y México) concluye que en los debates españoles predomina el ataque como estrategia discursiva; también señala la influencia del formato en esta situación. También se observó que el debate se enfoca más en la discusión de propuestas que en la imagen del candidato (Téllez et al., 2010).
Con un énfasis en lo audiovisual, el estudio titulado «Cara a cara electoral televisado» plantea que el medio televisivo es un mensaje en sí mismo en la dinámica de los debates electorales televisados. Ello supone para los candidatos el desafío de adaptar sus discursos al código mediático. En ese sentido, destaca la importancia de los planos cortos en la narrativa audiovisual, que permiten construir una relación de mayor proximidad con los candidatos (Quintas y Quintas, 2010).
En el plano del discurso proyectado por los candidatos, se encuentran los estudios de Fernández (2009), quien sostiene que el debate sigue una línea más irracional que racional, ya que se presenta como un centro de pelea, donde la argumentación e intercambio de ideas no es el fin último. La interacción entre los interlocutores emplea estrategias para no crear una apariencia de agresor inmediato, sino más bien un ambiente de cortesía negativa; aun así, es cierto que el debate sigue un proceso donde el desacuerdo lleva, inevitablemente, a una descortesía explícita y, muchas veces, la conversación termina en ataque (Fernández, 2009). En esa misma línea, Cantavella y Mejía (2010) resaltan la peculiar carga agresiva que diferencia un debate de otro dentro de la misma serie. Señalan una retórica más proyectada hacia el futuro que hacia el presente y la dificultad para discernir la veracidad de las palabras de los debatientes, en gran parte, por la velocidad del discurso y el uso de términos técnicos en la discusión. Discernimiento que es posible a posteriori a partir de la cobertura periodística del evento (Cantavella y Mejía, 2010). En el mismo campo, Bañón (2010) enfoca su estudio en el uso de las pausas dentro de los discursos proyectados por los candidatos. En ese sentido, concluye que el candidato Rajoy emplea las pausas para valorar negativamente a su contrincante, mientras que, en el caso de Zapatero, las pausas le sirven para destacar el interés por ideas generales (Bañón, 2010, pp. 34-35).