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Introducción general

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Liliana Martínez Pérez

El fenómeno migratorio contemporáneo en Cuba finca sus raíces en el siglo xix, cuando la isla todavía mantenía su condición de colonia del imperio español. Después del proceso emigratorio relacionado con las guerras de independencia y durante las primeras décadas del siglo xx, Cuba se transformó en un país preponderantemente receptor de migración, sobre todo española pobre. No fue sino hasta las décadas de 1940 y 1950 que la isla se convirtió de nuevo en un país expulsor de individuos, que salían buscando mejores empleos y salarios, a consecuencia del conflicto ideológico y político generado por la Revolución cubana, hacia el país que ha constituido desde entonces su principal destino migratorio: Estados Unidos.[1]

Sin embargo, durante la última década del siglo xx y la primera del xxi, el proceso migratorio cubano adquirió una singular relevancia tanto cuantitativa como cualitativa. Por una parte, aunque inició con un carácter coyuntural y explosivo (1994), alcanzó pronto una pauta de permanencia casi crónica que lo ha convertido en un factor demográfico explicativo del sistemático crecimiento negativo de la población de la isla. Por otra, tal proceso se constituyó en el síntoma más claro de la insatisfacción social, aunque en su mayoría “apolítica”, dada la variedad y novedad de las estrategias —documentadas, indocumentadas, públicas y privadas— utilizadas por los emigrantes para salir del país, ahora más dispuestos que en el pasado a llegar a los más variados destinos.

Las peculiaridades del fenómeno, pautadas a nivel nacional por la gradual flexibilización del “marco regulatorio” vinculado a la política migratoria de la isla, se interrelacionaron y complejizaron a raíz del nuevo contexto internacional surgido del desmembramiento de la antigua urss y el fin del bloque socialista del Este europeo (1989-1991). El impacto inmediato y profundo de estos cambios en la economía cubana, a principios de los años noventa, desarticuló la capacidad del Estado para proveer o mantener empleos, bienes y servicios a la población por más de una década, lo que favoreció las prácticas más diversas de supervivencia, individuales y familiares, entre las que destacó la emigración.

Asimismo, la crisis financiera mundial de 2008 complicó el deficiente e inestable desarrollo económico cubano alcanzado durante el primer lustro de la década del dos mil, lo que generó nuevas reformas sociales y económicas orientadas a una mayor liberalización del modelo económico cubano. Esta reciente reestructuración del Estado no disminuyó el patrón emigratorio inaugurado por la crisis de principios de los noventa, sino, al parecer, hasta la aprobación e implementación en 2013, de una nueva ley de migración.

En este sentido, no es azaroso que, casi veinticinco años después de iniciado el Período Especial en Tiempos de Paz (como lo definió el gobierno cubano), solo dos ámbitos públicos se han reformado radical aunque lentamente: el modelo económico y la política migratoria del país. El primero, forzado por las críticas circunstancias políticas, productivas y financieras internacionales; el segundo, a raíz de la presión y las prácticas migratorias de la sociedad cubana durante estas dos décadas y media.

Por otra parte, tanto el gobierno de Estados Unidos como el de otros países receptores de la migración cubana reciente —algunos, antiguos destinos de los isleños, como España, Venezuela y México— debieron replantear su relación con la isla y su política en cuestiones migratorias durante esas dos décadas. Estos reacomodos resultaron más o menos tensos y problemáticos, no solo para Estados Unidos —el principal destino de los cubanos y promotor y ejecutor del bloqueo/embargo económico, comercial y financiero al gobierno de la isla, primero parcial y total un año después, desde fines de 1960 hasta la fecha—,[2] sino también para los demás países receptores de cubanos. Éstos, por otra parte, debieron lidiar con sus propios contextos socioeconómicos, sus políticas inmigratorias y su mayor o menor autonomía frente a la política restrictiva del gobierno estadounidense hacia las relaciones diplomáticas y el comercio de terceros países con la isla. Políticas que fueron reforzadas en 1992 con la Ley para la Democracia en Cuba (Ley Torricelli) y la aprobación de la Ley para la Libertad y la Solidaridad Democrática Cubana (Ley Helms-Burton) en 1996 (cusa, 1996).

Así, la recepción, devolución, tránsito y/o inserción laboral, social y familiar de estos migrantes en contextos muy diferentes al tradicional y ampliamente conocido de Estados Unidos se fue convirtiendo en un asunto política y académicamente significativo por la posibilidad de descubrir nuevos factores explicativos de la emigración de los cubanos, así como probables distinciones en relación con las características, las estrategias, las experiencias y las consecuencias a corto, mediano y largo plazo, para Cuba, Estados Unidos y los demás países receptores.

Con el afán de reconstruir las tendencias y problemáticas más generales del proceso migratorio cubano, desde la segunda mitad del siglo xx hasta la actualidad, a continuación se presenta un breve panorama del mismo, basado en la comparación de los datos aportados por las fuentes gubernamentales cubanas y las estadounidenses; así como, en lo posible, con los de algunos de los países que ya destacan como destinos de la emigración cubana más reciente, en particular España y México.

Según los Anuarios Demográficos de Cuba, se distinguen tres periodos en el fenómeno emigratorio cubano de la segunda mitad del siglo xx a la actualidad: 1960-1972, 1973-1993 y 1994-2012. El año 2013 resulta por sí mismo un hito en el devenir del fenómeno en los últimos 52 años, en la medida en que, por primera vez después de 1959, se presenta un saldo migratorio positivo en la isla (gráfico 1).


La línea representada en el gráfico 1 está constituida por el saldo o diferencia entre los individuos que entraron y salieron de la isla, de manera temporal o definitiva, en cada uno de esos años.[3] Los montos son negativos, excepto en 1959 y 2013, porque desde 1960 hasta 2012 salieron más individuos de los que entraron al país. Aunque estos datos no permiten conocer cuántos de los que salieron y no regresaron en un mismo año lo hicieron de manera temporal o definitiva —lo que permitiría distinguir en este conjunto a los emigrados de los migrantes temporales por trabajo, estudio o visita familiar fuera del país—,[4] sugieren tres modalidades del proceso a lo largo de un poco más de medio siglo.

El periodo 1960-1972 parece caracterizarse por una emigración masiva e intensa, con volúmenes de saldo migratorio externo que se sitúan entre los cincuenta y setenta mil emigrantes por año. Así, en esos trece años posteriores al triunfo de la Revolución, la suma migratoria fue de 573 909 emigrantes.

La fase 1973-1993 destaca por contener el mayor saldo migratorio anual de los años examinados, en 1980 hubo -141 742 emigrantes; sin embargo, ese único año aporta la mitad de todos los emigrantes de los 21 años del periodo, que acumula un total de -281 845 emigrantes, por lo que los años 1973-1993 podrían considerarse como de estancamiento migratorio (si se excluye 1980, el promedio de emigrantes por año se limita a -7005 individuos).[5]

Finalmente, los años 1994-2012 inician con un pico migratorio cercano al promedio estadístico de emigrantes del primer periodo (-44 147). Aunque pequeño si se lo compara con el pico migratorio del segundo, parece resaltar por un permanente saldo migratorio anual ubicado entre los treinta y los cuarenta mil emigrantes, lo que explica que en diecinueve años el total de emigrantes (-637 513 individuos) rebase la cifra del primer periodo, el más intenso de los tres.

La comparación de estos saldos migratorios externos con las cifras de individuos nacidos en Cuba residentes en Estados Unidos —según año de llegada y estimados por la Current Population Survey-Basic (cps-b) de julio de 2013— parece confirmar el comportamiento del flujo basado en la fuente cubana, y que Estados Unidos fue el destino principal de los emigrantes cubanos, aunque los periodos propuestos difieran ligeramente en los años contabilizados (1960-2010) y en los de corte, debido a los criterios de agregación temporal de la información generada por la cps-b: 1960-1974 (tres quinquenios: quince años); 1975-1993 (un quinquenio y siete bienios: diecinueve años), y 1994-2010 (siete bienios y un trienio: diecisiete años) (gráfico 2).


En el gráfico 2 se muestra la masiva migración de cubanos a Estados Unidos en los años sesenta, avalancha provocada por el triunfo de la Revolución, en enero de 1959. Pero si se observa la diferencia entre la cifra de salida de Cuba y la de llegada a Estados Unidos en esos quince años (386 419 individuos estimados por la cps-b, de 1960 a 1974; es decir, el 66.06% del saldo migratorio según la fuente cubana: -584 875 emigrantes), podría suponerse que buena parte de los migrantes indicados por esta segunda fuente no viajaron directamente a Estados Unidos sino a países distintos (Venezuela, México y España, entre otros), donde quizás se establecieron o les sirvieron de trampolín para llegar finalmente a territorio estadounidense.

Como lo demuestran varias investigaciones, este flujo migratorio se distinguía de aquellos de naturaleza económica que le precedían tanto por su marcado carácter político, como por su composición socioclasista. Lo conformaban individuos que, en su gran mayoría, no simpatizaban con la revolución triunfante, pertenecían a los sectores de la clase media y alta del país y constituían una buena parte del capital humano profesional y económico de la isla en aquellos años.[6]

El segundo periodo, visto desde la fuente norteamericana, se caracteriza por la coyuntura migratoria de 1980 cuando en unos meses salieron de Cuba más de 125 000 personas por el puerto del Mariel, las cuales llegaron casi en su totalidad y de modo directo a Estados Unidos; pero, dadas sus características sociales, no fueron tan bien recibidas como la mayor parte de la primera oleada: 2746 individuos fueron considerados excluibles por las autoridades norteamericanas, por lo que se les encarceló a su llegada y más tarde fueron devueltos a Cuba.[7] Este hecho denota tanto el cambio en la composición sociodemográfica y de clase de la migración cubana a Estados Unidos con respecto al periodo anterior, como la conversión de la migración cubana en instrumento de presión política de los gobiernos involucrados.[8]

En este segundo periodo sorprende la estimación de la cps-b de 29 899 individuos nacidos en Cuba, que habrían llegado a Estados Unidos entre 1990 y 1991, lo que resulta muy alejado del saldo migratorio externo que indica la fuente cubana para estos dos años (-9152 emigrantes). Algo similar ocurre en el bienio 1992-1993, para el que la fuente norteamericana estima 35 973 individuos nacidos en Cuba que llegaron a Estados Unidos, mientras que la cubana consigna un total de -8907 emigrantes.

Estas diferencias podrían deberse a cuestiones técnicas de la estimación, a la recolección de los datos o al incremento en la llegada de cubanos a Estados Unidos, durante estos años, por vías indirectas, es decir, desde terceros países —y por esto no documentadas por Cuba—. Resultaría interesante, a futuro, comprobar las probables razones de estas discrepancias, máxime si se considera que la aguda crisis económica de Cuba a raíz de la desintegración del llamado campo socialista, del que dependía en buena medida la economía de la isla, se hizo evidente —aunque no del todo patente— a partir del bienio 1989-1990, por lo que es probable que los migrantes cubanos de estos primerísimos años noventa hayan decidido no retornar de manera definitiva a la isla después de haber salido como migrantes temporales por motivos de estudio o contrato laboral (Rodríguez, 1997: 52).

El tercer periodo migratorio (siguiendo la temporalidad de la fuente norteamericana) confirma el pico de 1994, acotado si se le compara con lo ocurrido en 1980, así como la tendencia sostenida de porciones grandes de cubanos que arriban a Estados Unidos durante la primera década del mismo. La llamada “crisis de los balseros”, en el verano de 1994, supuso que en unos meses abandonaran la isla cerca de 34 000 individuos, que, casi en su totalidad, arribaron a costas estadounidenses sin cobertura marítima o aérea segura como había acontecido en las oleadas migratorias previas.[9]

Los acuerdos migratorios firmados en 1994 y 1995 entre Cuba y Estados Unidos se encaminaron a finalizar con esa práctica, asentada en el tratamiento diferenciado de los migrantes cubanos que llegan a este segundo país por vía indocumentada o irregular, estimulados por la Ley de Ajuste Cubano.[10] Sin embargo, la tendencia mostrada por las fuentes consultadas apunta a la persistencia del fenómeno, quizás debido a la flexibilización de las políticas emigratorias promovidas por el gobierno cubano desde fines de los años noventa, y a la apertura de otros países de la región latinoamericana y de Europa a la inmigración cubana.

No obstante, lo que más llama la atención de los estimados de la cps-b para la segunda parte del tercer periodo —casi toda la primera década del siglo xxi— es la llegada a Estados Unidos, en el bienio 2004-2005, de una cantidad sustantiva de individuos nacidos en Cuba (112 208), muy cercana al estimado de 1980 (116 412) producida por la migración de los “marielitos”, y casi el doble de lo reportado para esos años por la fuente cubana consultada (-68 777).

De nuevo, más allá de las posibles causas técnicas de la discrepancia entre ambas fuentes, resulta significativa la evidencia del probable arribo de cubanos a Estados Unidos —sobre todo en la primera década de este siglo— vía terceros países.

En este sentido, el incremento sistemático y sustantivo de los individuos nacidos en Cuba, residentes en otros países de la región y de Europa, de nueva y antigua inmigración cubana, no solo confirma el dinamismo y la versatilidad del fenómeno de 1990 a 2012, sino también el aumento de la migración de tránsito, regular e irregular, entre los cubanos de reciente migración (gráfico 3).[11]


En particular, el arribo de cubanos a España en las dos últimas décadas es muy significativo. Los datos censales confirman un crecimiento de más del 100% entre un censo y otro (1991, 2001 y 2011) y lo mismo ocurre en el caso de México (1990, 2000, 2010), aunque la magnitud de las cifras difiere sustantivamente a favor de España. No obstante, los datos sobre esta población en los censos más recientes de los demás países latinoamericanos no están disponibles o no han sido procesados, lo que impide confirmar la tendencia relativamente creciente que se ha observado en la última década del siglo xx.[12]


Por otra parte, la fuerte migración de cubanos a España parece estar muy relacionada con la condición de residencia estable en el país (gráfico 4), lo cual autoriza a suponer que se trata de un proceso migratorio sobre todo documentado y regularizado, cuya motivación principal es permanecer en ese país e insertarse laboral y familiarmente, con la consecuente probabilidad de sostener un vínculo estrecho con la isla a través de visitas, remesas e invitaciones de familiares.

Mientras, el aumento de migrantes cubanos residentes en México, según las fuentes institucionales y las reiteradas noticias periodísticas, parece más asociado a la presencia e incremento de migrantes indocumen­tados vinculados probablemente a las redes de tráfico de cubanos hacia Estados Unidos, y no solo de migrantes documentados interesados en residir en el país (gráfico 5).[13]


Los datos del Boletín mensual de estadísticas migratorias de México, expuestos en el gráfico 5, reportan un total de 16 342 cubanos asegurados en las estaciones migratorias mexicanas entre 2001 y 2012, de los cuales solo se devolvieron al país de origen 4233, lo que significa que aproximadamente 1 de cada 4 migrantes indocumentados que arribaron al país fue retornado a la isla. Aun cuando es probable que una parte de los que no fueron devueltos terminara residiendo en México, esta cifra casi triplica la diferencia entre el número de cubanos censados en 2000 y 2010 (5550 individuos), lo que reafirma la importancia del estudio a futuro de la reciente migración isleña a México como país de tránsito a Estados Unidos, con sus múltiples consecuencias sociales, económicas y políticas para los migrantes y los países involucrados en el proceso.

El saldo migratorio positivo del año 2013, por último, podría estar relacionado con una incipiente normalización del proceso migratorio cubano auspiciado por las nuevas regulaciones de la Ley de Migración, aprobada a fines de 2012 e implementada a partir del 14 de enero de 2013. Dada la eliminación de varias de las restricciones y sanciones a la emigración establecidas por el gobierno cubano en décadas pasadas, es posible que muchos de los cubanos que salen de la isla como turistas, estudiantes o por contratos temporales de trabajo en el exterior, así como muchos de aquellos que optaron por residir de manera permanente en el exterior en años previos, estén retornando al país, proceso que resultaría de la mayor importancia estudiar a futuro en la medida en que pudiera establecer una nueva tendencia del proceso migratorio cubano.

En resumen, el fenómeno migratorio cubano de los años noventa a la actualidad confirma que este proceso resulta relevante no solo por sus cifras —destacan varios picos importantes de emigrantes cubanos a Estados Unidos y otros países en el periodo—, sino por las modalidades y estrategias empleadas para su realización (migración de tránsito, indocumentada y documentada), y por la transformación —probablemente vinculada a lo anterior— de las motivaciones, experiencias y expectativas de los sujetos involucrados en el proceso migratorio, así como de las reacciones político-gubernamentales de Cuba y de los países receptores de esta emigración.

Cubanos en México

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