Читать книгу Errores del corazón - Un hombre enamorado - Alma de hielo - Linda Lael Miller - Страница 7

Capítulo 3

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LA besaste? —Seth Anderssen soltó una carcajada que resonó por todo el café Coffee Pot.

Josh hizo una mueca y cerró los dedos alrededor de la taza, deseando haber mantenido la boca cerrada. Al fin y al cabo, Anna, la hermana de Seth, era amiga de Stacie. Si Seth le decía que había comentado su cita, podía llegar a oídos de Stacie. Y ella podría suponer, erróneamente, que estaba interesado.

No lo estaba, en absoluto.

—¿Volvió a entrar en la casa? —preguntó Seth en un tono de voz exageradamente inocente—. ¿Para que pudierais empezar a conoceros mejor?

—¿Estás preguntándome si me acosté con ella? —Josh se enfrentó a los ojos azules de su amigo.

Aunque no había nadie cerca, Josh había bajado el volumen de su voz. El fracaso de su matrimonio había sido la comidilla del pueblo mucho tiempo y no pensaba repetir la experiencia.

—¿Lo hiciste?

—Claro que no —contestó Josh con voz firme, para no dejar lugar a dudas—. Acabábamos de conocernos. Además, no es mi tipo. Y yo no soy el suyo. Me lo dijo.

—Eso cuéntaselo a quien pueda creérselo —dijo Seth con una sonrisa ladeada.

—Es amiga de Anna —Josh recalcó cada palabra, irritado por las mofas de su amigo, sin saber por qué. A Seth siempre le había gustado pincharlo. Era una actitud habitual en él.

—También es muy bonita —señaló Seth.

—Es una chica de ciudad. Una flor de invernadero, inadecuada para este clima.

«Igual que Kristin», pensó para sí.

—A veces esas variedades híbridas dan sorpresas…

—Entonces, sal tú con ella… —Josh se calló al darse cuenta de que la idea de que Stacie saliera con Seth lo incomodaba en cierto modo.

—No soy su pareja perfecta —Seth tomó un sorbo de café—. Tú sí.

Las palabras flotaron en el aire un momento.

—No creo en eso —protestó Josh—. Piensa en Kristin y en mí. Todos decían que éramos la pareja perfecta. No duramos ni tres años.

Aunque había comprendido que estaban mejor separados, el fracaso de su matrimonio seguía irritándolo. Había pronunciado sus votos muy en serio y había estado dispuesto a hacer lo que fuera para que funcionase. Pero había descubierto, de la peor manera, que para que un matrimonio tuviera éxito, ambas partes debían ser partícipes de ese compromiso.

—Eso es porque a ti y a la bruja malvada no os emparejó un ordenador.

—No digas chorradas. Crees en eso tan poco como yo.

—Rellené los cuestionarios, ¿no?

—Sólo porque sabías que Anna no te dejaría en paz si te negabas.

—Hablando del rey de Roma… —Seth miró hacia la puerta—. Tenemos compañía.

Josh supo, sin girar la cabeza, quién estaba allí. El ruido de los tacones había sido la primera pista. El leve olor a jazmín, mezclándose con el de la comida grasienta del café, fue concluyente.

—Stacie, Anna, ¡qué sorpresa! —Josh empezó a levantarse, pero Anna hizo un gesto negativo.

—Tranquilo. No vamos a quedarnos. Vi la furgoneta de Seth aparcada en la puerta y quería hacerle una pregunta rápida.

—¿Qué puedo hacer por ti, hermanita? —Seth se recostó en la silla y se llevó la taza a los labios.

—Necesito más hombres —Anna miró de reojo a Stacie—. Es decir, necesitamos más hombres.

—Siento que Josh no fuera lo bastante hombre para ti —dijo Seth con voz compasiva, mirando a Stacie.

Josh le lanzó una mirada fulminante. Los ojos de Seth chispearon.

—Yo no he dicho eso —las mejillas de Stacie adquirieron un favorecedor tono rosado.

—Seth es un bromista —la tranquilizó Josh con una sonrisa. Odiaba verla incómoda. Su expresión preocupada hacía aflorar su instinto protector y deseó tomarla en brazos…

Atónito, controló sus pensamientos diciéndose que no eran más que una reacción a su aspecto.

Estaba tan bonita como los jacintos silvestres que alfombraban su prado. En vez de llevar pantalones vaqueros, como la mayoría de las mujeres de Sweet River, llevaba unos pantalones cortos del color del cielo de verano y una blusa suelta y sin mangas, blanca, con algo azul debajo.

Aunque los pantalones le llegaban a medio muslo y la blusa era discreta, Josh recordó la sensación de ese cuerpo contra el suyo. De hecho, aún saboreaba la dulzura de sus labios y la caricia de su sedoso cabello en la mejilla.

—Por mí, de acuerdo —dijo Seth—. ¿Qué dices tú, Josh?

Josh volvió a centrar su atención en las tres personas que lo contemplaban, expectantes. Pensó que podía admitir que su mente había estado divagando por un camino sin salida o aceptar. Al fin y al cabo, Seth ya había accedido.

—Me parece bien —dijo.

—Fantástico —Anna sonrió—. Os veremos a las ocho.

Una vez concluida su misión, las mujeres fueron hacia la puerta levantando miradas de admiración a su paso.

—Podría resultar interesante —dijo Seth.

—¿El qué?

—Ya sabía que no estabas escuchando.

A Josh no lo preocupó la sonrisa irónica de Seth, sino el brillo travieso que vio en sus ojos.

—Suéltalo —lo urgió, con el estómago encogido.

—Anna quiere que convenza a más tipos para hacer el cuestionario —dijo Seth—. La mayoría de los rancheros de la zona irán al baile de esta noche. Le he prometido buscar candidatos.

—¿Así que sólo tenemos que reclutar? —Josh sintió una oleada de alivio. Su imaginación se había desbocado un segundo.

—Eso es lo que tengo que hacer yo —recalcó Seth—. Tú tienes una tarea distinta.

—¿Cuál es? —Josh se quedó inmóvil. Tenía la extraña sensación de que debía preocuparse.

—Escoltar a Stacie al baile —Seth hizo un gesto a la camarera para que sirviese más café—. Anna cree que cuando los tipos vean lo bien que te emparejaron, querrán participar.

—No me veo bien —Stacie se miró al espejo y arrugó la frente. Con pantalones vaqueros y una camisa de manga larga con botones de perla, parecía una extra de una película del Oeste, en vez de una elegante mujer del siglo xxi.

—Lo sabía —Anna miró los pies de Stacie y las botas Tony Lama que habían comprado en el pueblo—. Ya te dije que sería mejor comprar medio número más…

—Me están bien —la tranquilizó Stacie, presurosa.

Si las botas eran de rigor en los bailes del Oeste, había encontrado unas perfectas para ella. Las de cabritilla de color rosa eran las más bonitas que había ofrecido la tienda.

—Vale —Anna ladeó la cabeza, confusa—. Si no son las botas, ¿qué es lo que falla?

—Yo. Josh —todos los miedos que habían inquietado a Stacie desde que oyó el plan de Anna, salieron a la luz—. El que vayamos juntos al baile. No quiero hacerlo.

Anna abrió los ojos como si ésa fuera la primera noticia que tenía. Era ridículo, considerando que no habían dejado de discutir el tema desde que Anna había soltado la bomba en el café. A Stacie la había anonadado que Josh aceptara el plan. Cuando la había llevado a casa, tras su primera y única cita, ambos habían tenido claro que un romance entre ellos no tenía cabida.

—Pensé que te gustaba —Anna sonó dolida, como si Stacie estuviera criticando a su amigo.

—Ya te he dicho que Josh es un tipo fantástico —Stacie se sentó en la cama y soltó un largo suspiro—. Pero no es el hombre para mí. Y esto… —tocó el cuello de la camisa de estilo vaquero— no soy yo.

Anna no dijo nada un momento. Luego cruzó la habitación y el estrás que decoraba su falda vaquera destelló a la luz. Se sentó en la cama, junto a Stacie.

—No digo que tengas que quedarte en Sweet River y casarte con él. Sólo que vayáis juntos al baile. Diviértete un poco.

—Ir como pareja suya parece tan… —Stacie se esforzó por encontrar las palabras que pudieran expresar sus sentimientos sin herir a su amiga.

—¿Engañoso? —Anna la miró a los ojos.

Stacie asintió, aliviada al ver que Anna entendía por fin.

—Fuimos emparejados, pero no somos pareja.

—Creo que piensas demasiado —Anna se llevó un dedo a los labios y escrutó a su amiga.

Stacie parpadeó, atónita. Era la típica respuesta que solía darle su familia…, como si la considerasen demasiado estúpida para entender. Lo esperaba de ellos, no de su amiga.

Alzó la barbilla, pero cuando se enfrentó a la mirada de Anna, no vio condescendencia en sus ojos azules.

—¿Por qué crees que rellenaron el cuestionario la mayoría de los hombres? —preguntó Anna.

—Porque tu hermano los obligó.

—Buena respuesta. ¿Por qué más?

—Se sienten solos y buscan su alma gemela.

—Puede —concedió Anna—. ¿Por qué más?

Stacie se removió en el sitio, intrigada.

—El proyecto de Lauren en realidad no se centra en el matrimonio o en las relaciones de larga duración —explicó Anna.

—¿No? —Stacie no pudo ocultar su sorpresa. Había estado segura de que el objetivo final de Lauren era el emparejamiento.

—Josh y tú tenéis mucho en común, ¿verdad?

—Me gusta cocinar. A él le gusta comer —contestó Stacie tras pensarlo un poco.

—¿Qué más? —Anna controló una sonrisa.

—A ambos nos gustan los animales —añadió Stacie—. Y es muy fácil charlar con él.

—Disfrutaste con su compañía —afirmó Anna con desparpajo—. Y él con la tuya.

Stacie asintió. No podía negarlo. De hecho, Josh la había llevado a casa por la ruta larga, para charlar un rato más. No había parecido incómodo, a pesar de lo sucedido. Aunque no había vuelto a besarla, era obvio que le habría gustado hacerlo.

—Algunos tipos sí buscan esposa —Anna se levantó y fue a mirarse al espejo—. Pero muchos se conformarían con conocer a alguien que disfrute con su compañía. Alguien con quien salir y pasarlo bien. Alguien que sea su amiga y palie su soledad.

Stacie tardó un momento en asimilar eso. Recordó la tarde pasada con Josh. Ambos se habían divertido. Tal vez sí fuera suficiente.

—Vale. Lo haré —aceptó a regañadientes, deseando no estar cometiendo un error—. Pero me niego a llevar sombrero y a participar en los bailes de cuadrilla.

Errores del corazón - Un hombre enamorado - Alma de hielo

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