Читать книгу El caso Mata-Hari - Lionel Dumarcet - Страница 10
Capítulo 2
De una vida de ensueño a una vida soñada
Una boda de más
ОглавлениеDe su estancia en La Haya lo ignoramos casi todo, salvo que un día de marzo de 1895, mientras hojeaba el Het Nieuws Van den Dag, su mirada se sintió atraída por un pequeño anuncio cuyo texto, que varía según los autores, decía algo así como:
Oficial de permiso que sirve en las Indias holandesas desearía encontrar una mujer joven de carácter agradable con vistas al matrimonio.
No sabemos en qué momento la Margaretha anterior a Mata-Hari encontró esa fascinación por los uniformes. Tal vez buscaba la figura paterna. Sin pensarlo mucho, decidió probar suerte. Y para no dejarlo todo al azar, adjuntó a la respuesta una foto de su encantadora carita. A pesar de eso, el anuncio no tenía nada de serio y parecía ser más bien una broma.
El oficial en cuestión (Rudolph Mac Leod) ignoraba, efectivamente, que tal iniciativa era obra de uno de sus amigos, el periodista De Balbian Verster. Podemos suponer que la curiosidad ayudó a Mac Leod a decidir abrir las cartas y que la presencia de un cliché fotográfico facilitó el trabajo.
Socialmente, la boda iba a ser para Margaretha un éxito. Afectivamente fue algo totalmente distinto. El militar era algo rudo, y la boda no le hizo renunciar a los abrazos fáciles de jóvenes indígenas demasiado sumisas.
Rudolph Mac Leod era de origen escocés, pero descendía de una rama de la familia establecida en Holanda a principios del siglo XVIII. Su familia había contado con militares importantes, entre los que destacaron uno de sus tíos, general y ayuda de campo del rey Guillermo III, y un primo, que fue vicealmirante. Su padre había sido un modesto capitán de infantería cuyo enlace matrimonial compensó de largo el bajo grado que había alcanzado, ya que se casó con la hija de una familia de la aristocracia local, Dina Louise, baronesa de Sweerts de Landas, nombre prestigioso que ayudó a olvidar la ausencia de dote.
Su hijo Rudolph se alistó como voluntario a los dieciséis años y consiguió escalar rápidamente gran número de peldaños en la jerarquía militar. A los veinte años ya era sargento, y al año siguiente, en 1877, fue ascendido a teniente segundo. Entonces pensó que un ascenso rápido pasaba obligatoriamente por las colonias, de modo que se presentó voluntario para acompañar las tropas coloniales, lo que molestó bastante a su familia. Durante los diecisiete años de servicio ejemplar, Mac Leod adquirió, además de algunas medallas, unos hábitos de vida poco tolerables para una mujer, y menos aún para la futura Mata-Hari.
Además de un carácter bastante difícil, el titular de la Cruz de los oficiales y de la Cruz de Atjeh (que consiguió en la jungla de Sumatra) mantuvo costumbres demasiado desenfrenadas. De Balbian Verster explicó que, poco después de su enlace con Margaretha, el siempre fogoso oficial le pidió una noche que hiciera compañía a su joven esposa, ¡porque «se había citado con dos chicas a la vez»!
Además de estos «pequeños defectos», a la edad de treinta y nueve años sufría ya diabetes y reumatismo articular. Su tercera esposa lo describió como «un soldado de palabra brusca, duro de pelar y avaro; por lo demás, perfectamente leal y de noble corazón».
La descripción no es muy atractiva. Es de suponer que las bodas y los años fueron atenuando su carácter irascible.
Aunque se casó tardíamente, parece que Mac Leod terminó por tomarle gusto a la institución del matrimonio, puesto que se casó dos veces después de su divorcio con Mata-Hari. En lugar de agotarlo, su primera boda le dio alas.
Margaretha, sin duda, tenía prisa por salir de su precaria situación. Entonces ya se sentía fascinada por el encanto de los uniformes y por las promesas de un exotismo que iría en aumento, y al principio no vio ningún defecto en su hermoso oficial. Además, el temperamento volcánico que dio a Mata-Hari su reputación y del que nunca se escondió empezaba a estar en plena ebullición. Así se deja entrever en una carta fechada el 22 de mayo de 1895, dos meses después del pequeño anuncio:
¿Me preguntas si estoy dispuesta a hacer tonterías? Pues bien, Johnie, ¡mejor diez veces que una! No tienes más que pedirme lo que tú quieras, porque de todas formas seré tu mujer dentro de unas semanas. ¿No es una maravilla que los dos tengamos el mismo temperamento fogoso?… Mi amor, me gustaría ponerme todo lo que tú encuentras bonito. La seda rosa me queda muy bien porque soy morena y tengo la tez mate. Seguramente esos camisones son preciosos. Pero, perdona mi ignorancia, ¿hasta dónde tendría que llegar el camisón: por debajo o por encima de la rodilla? Sin duda son muy escotados. ¡Respóndeme y compraré la seda! Y el pantalón, ¿es del mismo modelo que el mío blanco? Tan pronto como lo sepa, me ocuparé de ello. No tengas miedo de que no esté preparada ese día. Llegó exactamente en la fecha prevista, hace ya algunos días, de manera que mañana podemos hacer ya todo lo que tú quieres. Mantén tu amor encendido, tesoro, que yo mantengo el mío, y prepárate para cuando vengas.
Lascivia, impudor, gusto por los vestidos provocadores, por los placeres carnales: hay ya toda una Mata-Hari en esa carta de juventud.
El 1 de julio de 1895 se celebró el acto oficial. Rudolph Mac Leod se casaba en el ayuntamiento de Amsterdam, para lo bueno y para lo malo, con Margaretha Zelle.
Como luna de miel, el achacoso oficial impuso su preferencia por Wiesbaden, una casa de salud que estaba de moda. Mac Leod no era el único militar que frecuentaba el lugar y tuvo que soportar miradas concupiscentes sobre la joven esposa. Margaretha era cortejada con descaro por fogosos oficiales de fiesta, y tuvo que soportar por primera vez los arrebatos de su temible esposo.
Sin embargo, encontró pronto una agradable compensación a esos disgustos diarios, gastando sin pensar el dinero de la casa. Esta temporada de descanso puso en evidencia, además del carácter veleidoso de Mac Leod, la inclinación de su joven esposa al despilfarro.
A pesar de la búsqueda de juventud, el oficial colonial sufría continuos problemas de salud y tuvo que aplazar dos veces su vuelta a las Indias holandesas. Durante este periodo de reposo obligado, Margaretha dio a luz un hijo, el 30 de enero de 1897, quien recibió el nombre de Norman Jon. Y como una buena noticia nunca llega sola, el feliz padre recuperó la salud y pudo por fin embarcarse con su familia, a bordo del Princesa Amalia, en dirección a la lejana y exótica Asia.