Читать книгу El caso Mata-Hari - Lionel Dumarcet - Страница 12
Capítulo 2
De una vida de ensueño a una vida soñada
Antes de la audacia
ОглавлениеLa «pasión» que le esperaba en París durante su estancia en Indonesia tardaría todavía algún tiempo en concretarse. Tuvo que transcurrir un año para que Margaretha dejara su Holanda natal y partiera a la conquista de la capital francesa.
No sabemos casi nada de esta época, aunque algunos relatos apócrifos dan a entender que la «revelación» del desnudo data de este periodo. Margaretha, que todavía no había encontrado su vocación de bailarina, buscaba manifiestamente su camino y creyó encontrarlo en la profesión de modelo. Inspirar a un pintor y ser fuente de su genio, asistir a los meandros de la creación podían ciertamente fascinar a un espíritu tan fervoroso como el de Margaretha.
EL DESTINO DE NON
Cuando se separó de su marido en agosto de 1902, Mata-Hari obtuvo del tribunal de Amsterdam la custodia de su hija y una pensión mensual de cien florines. Pero Mac Leod no acató nunca la decisión de la justicia y, al elegir una carrera de bailarina en París, Mata-Hari le facilitó las cosas. Cuando ella reaccionó era ya demasiado tarde. Sólo volvió a ver a su pequeña alguna vez después de sus triunfos parisinos. Pero para entonces, la niña ya se había olvidado de su madre.
En 1912 Mata-Hari, que entonces se encontraba en la cresta de su popularidad, intentó llevársela con la ayuda de su fiel Anna, pero la vieja sirvienta falló en su intento a causa del miedo. En 1914, cuando estaba instalada en Amsterdam, intentó de nuevo ver a Non, pero acabó renunciando ante las dificultades que su marido le creaba. Después de la ejecución de su madre y de su boda en Holanda, Non tuvo que partir «como institutriz a las Indias holandesas».
La iniciativa no acabó bien. Non murió en su cama, el 10 de agosto de 1919, de una hemorragia cerebral, con tan sólo veintiún años. La hija no siguió nunca (ni siquiera en parte) el camino de su madre.
El camino era muy ambicioso, pero la experiencia se encargó de acortarlo. Aun así, sabemos a través de Guillaumet cómo hizo su debut en el mundo del arte la diva preferida de París. Se presentó en los talleres del pintor, quien más tarde relató su primera conversación:
– Me gustaría trabajar como modelo.
– Está bien, le dije yo. Muéstreme su cuerpo.
–¡Oh, no! Sólo quiero posar de cabeza. Soy la viuda de un coronel muerto en las Indias, tengo dos hijos y me encuentro sin medios para educarlos.
– En ese caso, como es bonita no le será difícil encontrar algunas sesiones con su cara; pero le pagarán mucho menos que si consiente en posar desnuda porque, según las apariencias, debe estar muy bien formada. De todas maneras, no voy a insistir.
La señora Mac Leod se lamentó entonces del sacrificio, para ella terrible, del pudor; de la ofensa que esto constituía por el gran nombre que ella llevaba, etc. Pero cuando yo le dije que hiciera lo que quisiera, ella se desnudó bruscamente. Fue así como pude ver, en la cruda luz del taller, sus bonitas espaldas, sus bellos brazos, sus preciosas piernas. Pero, ¡qué pena, tenía el pecho marchito! Esto explicaba por qué usaba siempre esas pechinas de metal como inseparable sostén.
El relato, aparte de reducir a nada la historia del pezón arrancado, muestra que, desde su primera estancia en París, Mata-Hari poseía un talento para la invención que debió de ir en aumento. En realidad, le faltaban algunos atractivos apreciados por los pintores de la época. Con su pecho «marchito», no podía rivalizar con esas mujeres de formas opulentas tan valiosas para Renoir y tantos otros. Después de sufrir otros fracasos en el mundo de la pintura, tuvo que enfrentarse a la evidencia. La gloria no se conseguiría con la apariencia pasiva de la modelo. Y tuvo que tomar la decisión de atacar.
Habiéndose instalado varios días en Nimègue, llegó primero a Amsterdam y después a La Haya. Por todas partes vivía el mismo fracaso, la misma incomprensión, el mismo rechazo. Su familia no le resultaba de ninguna ayuda y acabó por darle la espalda. Sólo le quedaba una alternativa. Conquistar París. En algunos meses, sus deseos se realizarían.
¿En qué momento esta mujer que buscaba su camino encontró el detonante que cambió irremediablemente el curso de los acontecimientos? ¿Cuándo y cómo la joven holandesa tuvo la revelación? ¿A partir de qué momento Mata-Hari cogió el puesto de Margaretha y la oruga se convirtió en mariposa? ¿Fue un hombre de circo, como afirma Waagenar, el verdadero desencadenante de esta transformación?
En 1904, Margaretha volvió a París con «cincuenta céntimos en el bolsillo y sin dudarlo dos veces, fue a instalarse en el Gran Hotel». ¿Verdad o mentira? Qué importa, el éxito estaba allí.
De vuelta en los márgenes del Sena, se decantó por la única actividad en la que podía demostrar algún talento: montar a caballo.
Encontró sin dificultad un puesto de trabajo en una escuela de equitación de la calle Benouville dirigida por un tal Molier. Allí mezcló rápidamente la equitación y la acrobacia, antes de asociarlas a las representaciones de danza. Colette, sin duda testigo de sus evoluciones en el mundo de los caballos, explicó años más tarde:
Montada sobre un caballo blanco creaba otro tipo de danza.
El autor de Claudine dijo también:
Ella aún no bailaba, pero sabía desnudarse progresivamente y mover su largo cuerpo moreno, delgado y confiado. Llegaba casi desnuda a sus recitales, bailaba apenas con la mirada hacia abajo y desaparecía envuelta en sus velos.
¿Fue en el circo Molier donde la futura Mata-Hari tomó consciencia del poder irresistible de la desnudez haciendo de amazona ligera de ropa? En la época del desnudo arqueológico y vulgar, esto no tendría nada de sorprendente. Su temperamento imaginativo sería el que prepararía este descubrimiento.
Nada era para ella más fácil. Le bastaba con abrir la carpeta de sus recuerdos coloniales. Disponía de un valiosísimo material que subrepticiamente todavía no había florecido. El atractivo de lo desconocido, un exotismo tentador mezclado con un erotismo latente sabiamente dosificado no podía más que atraer a un público que sólo quería dejarse embriagar. Una vez que lo hubo descubierto, abandonó rápidamente el caballo en favor de acrobacias menos peligrosas para el cuerpo y ciertamente mucho más excitantes para el espíritu de los hombres.
Aunque le debió costar, la decisión estaba tomada. Puesto que ella no podía inspirar talento quedándose quieta, suscitó entusiasmo con el movimiento. Decidió ser a la vez actriz y dueña de su cuerpo. El movimiento se convertiría en desnudo, y el desnudo en instrumento de conquista.
Con el tiempo y el éxito de su parte, siguió teniendo pretensiones de bailarina. Y probablemente también sin ilusión. Efectivamente, muchos años más tarde confió al pintor Piet Van der Hem que:
Yo nunca he sabido bailar bien. La gente venía a verme porque fui la primera en tener la audacia de exhibirme en público completamente desnuda.
Este «precioso desnudo», vulgarmente conocido desde entonces como strip-tease, iba a tener un buen futuro. En cuanto a su iniciativa, fue paradójicamente un registro muy diferente el que dejaría su nombre a la Historia.