Читать книгу El caso Mata-Hari - Lionel Dumarcet - Страница 9

Capítulo 2
De una vida de ensueño a una vida soñada
Un poco estrella

Оглавление

Cuando no fantaseaba demasiado, Mata-Hari contaba que su padre «era un comerciante muy conocido. Mi madre era una gran señora tan guapa como rica. Recuerdo mi infancia en el castillo de Caminghastate».

En realidad, Adam Zelle fue un sombrerero, ciertamente opulento pero de pretensiones aristocráticas totalmente falsas. La venta de sombreros y las especulaciones petroleras juiciosas le habían permitido enriquecerse y brillar con el brillo, a veces excesivo, que da el dinero. El vendedor de sombreros enriquecido con rapidez tuvo además la satisfacción de verse nombrado con el título de «barón» por unos compatriotas compasivos o quizás irónicos.

Su vanidad se vio definitivamente consagrada poco después de su boda, en 1873, con la visita oficial del rey Guillermo III a Leeuwarden. El consejo de la ciudad decidió efectivamente rendir los honores a su soberano formando la guardia a caballo. La lógica o la compasión quiso que la presencia de un «barón», aunque fuera ficticio, se impusiera con esta excepcional ceremonia. Adam Zelle reinó así en medio de la burguesía local con su suficiencia engalanada.

Pero el talentoso sombrerero no se conformaba fácilmente. Conmemoró su ascensión y, además, se hizo inmortalizar con un retrato ecuestre. La obra, que se guarda en el museo de La Frise, ofrece la imagen de un hombre de aire altivo, ligeramente barrigudo y con una barba oscura. Llevaba ese día el objeto de su eterna distinción, un sombrero de copa. Alexandre Cohen, periodista originario de Leeuwarden, dijo:

Nunca lo vi sin su sombrero de copa, siempre apoyado en el pomo de la puerta de su tienda, los pulgares deslizándose sin parar por la sisa de su chaleco.

En cuanto al castillo de Caminghastate, contrariamente a lo que afirman algunos, existe y se conserva bien. Es un hermoso edificio llamado Residencia Amelands, que fue propiedad de la familia Camingha. Aún se puede ver en el centro de la ciudad, ¡frente al antiguo almacén de sombreros de un tal Adam Zelle!

El sombrerero de Leeuwarden fue «ennoblecido» en 1873 y continuó prosperando. En 1877 podía presumir de tener una renta que superaba los doscientos mil francos anuales. Esta opulencia financiera le hizo consentir excesivamente a sus cuatro hijos y, en especial, a su única hija, Margaretha.

Uno de los regalos que más alimentó la crónica local fue, sin duda, la carroza de cuatro plazas arrastrada por cabras que le regaló en su sexto cumpleaños. Al principio, el objeto dejó atónita a toda la ciudad por su pretensión, después fue la envidia de todos y terminó generando unos celos cuyas consecuencias obligaron al comerciante a apartar a su hija pequeña de la sociedad infantil frisona.

«M’greet», como la llamaban familiarmente, no sólo turbaba la monotonía local al utilizar objetos fuera de lo común, sino que ya destacaba por su esplendorosa belleza. En un país de rubias evanescentes, su «silueta morena de cuerpo esbelto y sus ojos atrevidos» sobresalían. Un experto local explicaba que «este carácter genético le había llegado a través de la rama materna, la familia Van der Meulen, cuyos ancestros lejanos descendían de los woudkers, tribu que vivía en los bosques de Frisia que tenía como característica común la piel morena».

Aunque formara parte de ellos, Margaretha Zelle no se parecía en nada a sus congéneres. Esta diferencia, sin duda cuidadosamente cultivada por su padre, era algo de lo que la futura Mata-Hari fue muy pronto consciente.

La señora Kerkhof Hoogslag, que fue una buena amiga, comentaba a propósito de esto:

Ella sabía que era distinta de todas nosotras y muchas no lo podían soportar y se morían de celos. Tenía una bonita voz. Se arriesgaba a llevar vestidos extraordinarios, todo lo contrario que nosotras. Evidentemente, esto provocaba muchos celos, pero yo la defendía siempre porque no los usaba para eclipsarnos, sino sencillamente porque esa era su manera de ser. Estaba en su naturaleza el hecho de brillar. Las otras veían a veces algo de impúdico en sus modales pero, para mí, era sencillamente su peculiar manera de ser.

Su gusto por la provocación y su espíritu de rebelde la llevaban a transgredir las reglas. Cuando estudiaba en la institución más prestigiosa de la ciudad, la casa de la señora Buys, M’greet no dudaba en abandonar el uniforme del colegio para salir «con un vestido amarillo de rayas rojas, o incluso completamente vestida de terciopelo rojo, deambulando y coqueteando bajo la mirada atónita de sus amigas».

A pesar de los excesos, no hay duda de que el futuro ídolo de todo París adquirió en casa de la señora Buys las buenas maneras que le permitieron desenvolverse en sociedad. Sam Waagenar, su biógrafo más talentoso e ilustrado (véase «Fuentes de información»), afirma que aprendió allí también «el arte de la caligrafía y que conservaba de esta época una hermosa escritura, altiva y noble».

Los numerosos documentos redactados de la mano de Mata-Hari que han llegado a nuestros días permiten comprobar que, aunque no tenía una grafía de sorprendente belleza, poseía a pesar de todo una escritura muy regular y de fácil lectura.

¿Qué significó para ella el dominio de varias lenguas extranjeras? ¿Tuvo esta «mujer internacional» una educación lo bastante extensa como para dominar, antes de su boda, otros idiomas aparte de su lengua materna? Es posible con respecto al francés, que en esa época era la lengua hablada por la elite más rica de Europa. No se ha comprobado el grado de conocimientos de la lengua de Voltaire que adquirió Mata-Hari desde su primer paso por París en 1903, sobre todo después de una estancia de varios años en las Indias holandesas.

Teniendo en cuenta su posterior vida de cortesana, quizá sería más conveniente evocar esta ciencia tan particular y preguntarse: ¿fue muy eficaz el aprendizaje de las lenguas que practicó en la cama?

Sin embargo, en 1889 el cuento de hadas se acabó de repente. La mala suerte llevó a la ruina a Adam Zelle. El «barón» no pudo soportar el fracaso y decidió ir a buscar fortuna a La Haya. Mujer y niños se vieron obligados a quedarse en Leeuwarden y a cambiar la casa familiar por un pequeño y modesto piso.

En mayo de 1890, el desafortunado sombrerero volvió al domicilio conyugal. Pero la suerte estaba echada. Adam Zelle, su mujer y sus hijos no recuperaron jamás (al menos juntos) su esplendor de antaño. Las relaciones de la pareja se deterioraron rápidamente. El 4 de septiembre se anunció la separación legal de los esposos y Adam se marchó definitivamente para instalarse en Amsterdam.

Nueve meses después murió Antje. La familia Zelle queda totalmente dividida.

Es difícil saber cuál fue la reacción de M’greet ante el abandono del padre al que tanto apreciaba. Su actitud posterior hace pensar que decidió pasar página a los altercados familiares.

Margaretha, con sólo catorce años, dejó Leeuwarden y se fue a casa de su padrino, el señor Visser, que vivía en Smeek, un pequeño pueblo cercano. Pero no estaría allí mucho tiempo. Su nuevo protector decidió muy pronto enviarla a Leiden, donde podría formarse y trabajar en una guardería infantil.

Para los familiares de Margaretha, la elección fue muy poco acertada:

No pudo haber sido peor – diría mucho después la señora Kerkhof Hoogslag—. Ella no estaba en absoluto preparada para una carrera como esa, que podía servir para una chica con vocación maternal, pero M’greet era un caso distinto.

Aunque es una opinión realizada a posteriori, no por eso pierde sentido, puesto que en su momento Mata-Hari luchó sin mucho entusiasmo para recuperar a su hija.

La experiencia, de todas maneras, iba a durar bien poco. La encantadora adolescente en que se había convertido Margaretha hizo enloquecer al director de la escuela, el señor Wybrandus Haanstra. Esta pasión no tuvo nada de platónica, e incluso hubo malas lenguas que afirmaban que abusó de ella hasta que la apartaron de la institución. Así fue como Margaretha dejó Leiden y fue acogida en La Haya por otro de sus tíos, el señor Taconis. La rueda del destino empezaba a girar.

Por su parte, el padre de Margaretha se olvidó completamente de ella hasta que, algunos años más tarde, descubrió a Mata-Hari. Y como había perdido el arte de hacer negocios, no podía desperdiciar la oportunidad de beneficiarse de algunas prerrogativas de padre. Intentó aprovechar la ocasión que se le presentaba sin demostrar el más mínimo pudor familiar. Si su hija era famosa, ¿por qué no él? Ella triunfaba en el mundo del arte, y él se veía ya triunfando en el mundo de las letras. Durante el año 1906 reunió el mayor número posible de documentos, con los que pensaba publicar nada más y nada menos que la biografía de la célebre bailarina. Pero el editor, al preguntar a Rudolph Mac Leod sobre la veracidad de algunos hechos demasiado extravagantes, presintió que el proyecto sería un fracaso y lo rechazó.

Lejos de desmoralizarse, Adam Zelle repartió la edición puerta por puerta y consiguió, a finales de 1906, publicar La vie de Mata-Hari: la biographie de ma fille et mes doléances à l´égard de son ancien époux, donde las declaraciones más increíbles testificaban que, en materia de mitomanía, el atavismo familiar se revelaba incluso como un destino inevitable.

El caso Mata-Hari

Подняться наверх