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3.1 América

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Observamos que existen líneas permanentes de investigación de sismicidad histórica en América Latina. Un caso interesante es el de Ecuador: con apoyo de IRD de Francia, la Escuela Politécnica Nacional del Ecuador (en adelante EPN) —en cuya Escuela de Ciencias se encuentra el Departamento de Geofísica, el que desde 1983 es denominado (como su par peruano) Instituto Geofísico— viene realizando una importante contribución en la investigación sísmica contemporánea. Uno de los objetivos específicos del área de sismología del Instituto Geofísico —institución oficial encargada del monitoreo de la actividad sísmica en el Ecuador— es “conocer los procesos anteriores”, siendo una de sus líneas de investigación, “la historia sísmica y volcánica”.7 En lo que concierne a registros sísmicos, la EPN reemplazó al Observatorio Astronómico de Quito —establecido en 1873 por el jesuita alemán Juan Bautista Menten—, institución que los inició de manera sistemática en 1910, con la instalación de modernos sismógrafos.8 El Instituto Geofísico plantea entre sus responsabilidades “la identificación y el análisis de las fuentes sísmicas en el territorio ecuatoriano”. En el 2003 tenía entre sus investigaciones la que José Egred desarrollaba con el título “El terremoto de Riobamba de 4 de febrero de 1797”, sismo considerado como el más destructor de la historia ecuatoriana. En el resumen de la investigación se lee:

El terremoto de Riobamba de 1797 es el más destructor que ha soportado el territorio ecuatoriano en su historia desde la conquista española y, por consiguiente, es el que mayor cantidad de muertes causó, pese a la poca densidad de población en la época en que ocurrió. El presente trabajo es un estudio de los parámetros sísmicos y efectos del terremoto, basado en la investigación realizada en los archivos históricos y bibliografía nacionales y en el Archivo General de Indias de Sevilla, España, que fue auspiciado por la organización francesa ORSTOM (actualmente IRD)…9

Esta investigación se transformó, luego, en un exhaustivo artículo que reunió toda la información acerca de dicho sismo.10 Cabe destacar la breve introducción a la sismicidad histórica ecuatoriana que se encuentra en la página web de la institución,11 donde se incluye una tabla que identifica los terremotos de grado VIII registrados a partir del siglo XVI y un útil mapa que indica los lugares de ocurrencia de los de grado VII y VI, también desde la época colonial. En dicha tabla se indica 1541 como el año de ocurrencia del primer evento para el que se cuenta con registros históricos, terremoto sentido por los expedicionarios españoles que iban en procura del País de la Canela, encabezados por Gonzalo Pizarro. Este sismo es un caso interesante, pues a pesar de haber ocurrido en territorio ecuatoriano, sus efectos debieron sentirse también en el Perú, debido a su gran intensidad, razón por la cual lo mencionamos en el actual catálogo histórico-sísmico .

Otro país de gran actividad en el campo de la sismicidad histórica es Venezuela. A mediados del 2002, la Fundación Venezolana de Investigaciones Sismológicas (Funvisis) organizó las Terceras Jornadas Venezolanas de Sismología Histórica, con el apoyo del Ministerio de Ciencia y Tecnología, entidad de la que forma parte.12 Las jornadas empezaron en 1997, con éxito rotundo, debido a la favorable acogida de académicos venezolanos, testimoniada en las comunicaciones presentadas. En forma paralela, el Laboratorio de Geofísica de la Universidad de Los Andes (Mérida) lleva adelante, en la actualidad, un programa de investigaciones en sismicidad histórica,13 y ha retomado una de las conclusiones que emanó de las Primeras Jornadas, a saber: la necesidad de crear una base de datos que contenga toda la información sobre sismos históricos ocurridos en Venezuela.

Sin embargo, en términos de resultados, los avances más importantes los tiene México, gracias a la acción conjunta de la Universidad Nacional Autónoma de México y el dinámico Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas).14 El equipo de investigadores de Ciesas partió de la interrogante: ¿por qué estudiar la historia sísmica de México? Indicaba que la sismicidad puede estudiarse a través de dos vías: el registro instrumental —corto en el tiempo: remontable apenas a comienzos del siglo XX— o la evaluación cualitativa basada en el análisis de documentos históricos que describen daños. En México, la sismicidad más activa se produce en la zona de Oaxaca, donde la placa de Cocos se introduce debajo del continente; otro panorama es el que se presenta en el centro de Jalisco, lugar en el que actualmente la actividad sísmica es apenas perceptible, incluso para los sismógrafos. Sin embargo, en 1569 un gran sismo asoló la zona, dato que se conoce gracias a la información proporcionada por frailes franciscanos que relataron la caída de iglesias de cal y canto. Si esto se desconociera, la evaluación del potencial sísmico sería muy diferente y ello tendría directa incidencia en un cálculo imperfecto de los diseños estructurales de las edificaciones concebidas por los ingenieros (Suárez Reynoso, 1996: 11).

De ello surge, entonces, la necesidad de establecer estimaciones confiables de peligro sísmico. En la investigación de sismos históricos se cuenta con un componente sismológico y otro social. El primero consiste en conocer qué ocurrió durante un sismo y, a partir de eso, derivar su localización, magnitud aproximada y otros parámetros; luego los resultados se evalúan, eventualmente de manera estadística, a fin de precisar mejor el peligro sísmico de la zona. Sin embargo, ello topa con graves limitaciones derivadas del carácter de la información histórica, la cual, de suyo, es fragmentaria, subjetiva y parcial; por consiguiente, impide cumplir satisfactoriamente las metas. El segundo componente, el social, propone una metodología para la búsqueda e interpretación de las descripciones de los daños y efectos de los sismos, talón de Aquiles de un vasto número de recopilaciones de sucesos históricos (ibíd.: 12). El estudio de los efectos contribuye decisivamente a definir los modos en que una sociedad se enfrentó al peligro sísmico.

Virginia García Acosta relata que los sismos sucedidos en México D.F., en 1985, fueron el germen del desarrollo de una conciencia de riesgo sísmico y, también, de un renovado rescate de la historia sísmica de México. El proyecto demandó varios años de esfuerzos y se inició bajo el auspicio de Ciesas. Empezó revisando algunas cronologías sísmicas disponibles y luego pasó a revisar fuentes primarias para las épocas prehispánica y colonial. Las cronologías disponibles para México tuvieron que ser ampliadas y afinadas. Un primer resultado apareció en 1987, y demostró que los catálogos disponibles sufrían de omisiones e imprecisiones. Una segunda etapa se prolongó entre 1987-1991 y sirvió para recoger más información, ampliándola hasta el siglo XIX. La búsqueda se inició en bibliotecas y archivos del Distrito Federal, y luego pasó a provincias, elegidas con base en su potencial sísmico; finalmente, las búsquedas llegaron al Archivo General de Indias. El resultado es notable: un catálogo descriptivo hecho a partir de un esfuerzo multidisciplinario, plasmado en una doble visión de los sismos: como fenómeno natural y, también, social.15

Es evidente que los tres casos reseñados distan de ser los únicos, pero son enormemente útiles de conocer, en la medida en que permiten aquilatar el valor de experiencias exitosas en las que la difusión y conformación de equipos multidisciplinarios han ofrecido resultados palpables y de gran impacto social y académico.

Historia de los sismos en el Perú

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