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Un nuevo día nacerá de ti

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El Hospital Evita de Lanús se inauguró el 2 de septiembre del 52. Junto a otros policlínicos bonaerenses, formaba parte del plan sanitario ideado por el entonces Ministro de Salud del gobierno de Perón, Dr. Ramón Carrillo, y contó como aliada fundamental para llevar adelante las obras hospitalarias a Eva Duarte y su fundación.

Mi mamá nació en ese Hospital cuatro años después que Maradona y su hermano dos años antes que el Diego. “El Nono trabajaba en la Tamet, la metalúrgica de Pompeya y tenía obra social. Pero como era el hospital peronista quiso que nazcamos ahí. Siempre nos decían que era mejor que una clínica. Para esa época ese hospital era un lujo. La Nona siempre repetía que las ventanas tenían cortinas y eso era como de lujo”, me dice por teléfono mi vieja que, como Maradona, nació en Lanús pero se crió en Lomas de Zamora.

Mi abuelo compró un terreno en un sector que empezaba a habitarse y montó una casilla. A mi mamá el cambio no le gustó porque en el nuevo barrio había sapos y calle de tierra. La familia Maradona no pudo elegir, fue al hospital público de la zona pero el nombre del mismo tenía un significado especial para Doña Tota y Chitoro. “Mi viejo fue peronista, mi vieja adoraba a Evita, y yo fui, soy y seré SIEMPRE peronista”, puso el Diez en su cuenta de Instagram el último 17 de octubre por el Día de la Lealtad.

Cada asociación de Maradona con el peronismo decanta en su relación con Carlos Menem. Todavía recuerdo la tarde que ya siendo más grande le pregunté a mi abuelo italiano: “¿Nono a quien hubieras votado en el 95?”. “A Menem, era el candidato peronista”, me respondió antes de agregarme que la mayoría del barrio lo había votado aunque ahora lo niegue. En los 90 Menem era popular, lo que no quiere decir que haya gobernado defendiendo los intereses del pueblo. Una de las 10 tesis sobre el 10 del docente y doctor en comunicación Juan Manuel Sodo dice que “Maradona es un animal olfativo-intuitivo. Tiene la astucia para ubicar, en cada momento, dónde está lo popular: la fiesta del consumo triste en los años noventa, el patria-grandismo en los dos mil; ahora, más que nunca, el anti-macrismo.”

Mi abuelo le solía bajar el precio al Maradona futbolista. Me decía que Pelé fue mejor. La razón de la bronca la encontré buscando datos para escribir esta nota. “Acordate que el nono era siciliano y la nona calabresa. Mucha pica con los napolitanos”, me aporta mi vieja recordando rispideces entre ciudades del sur de Italia. Entonces recordé la vez que le pregunté si además de la Juventus era hincha de algún equipo de la zona del sur de Italia. “Un poco de Catania”, me dijo. A los años fui contento a decirle que había ascendido el Palermo y tiró una mueca meneando la cabeza con ganas de decirme “a esos gatos los corrimos en la Taormina”.

De muy chico tengo la imagen de la vez que mi Nono volvió a Italia por primera vez después de subirse a un barco de contrabando con su hermano rumbo a Argentina. Entonces lancé la segunda pregunta que cierra el círculo de la bronca con Maradona. “¿Má, el Nono en qué año se fue a Italia?”. “Creo que en el 90, o por ahí”, me devolvió la pared. Año mundialista. Maradona eliminando a Italia en el Estadio San Paolo de Nápoles del mundial que organizó. Pedirle a mi abuelo que ame a Maradona es como pedirle a un hincha de Almirante que llore mirando videos de Garrafa Sánchez.

Los unía el peronismo o el Hospital Evita. Pero más los unían las contradicciones. El machismo con el cariño supremo. La terquedad con la solidaridad. Al fin y al cabo, las personas somos esas galletitas surtidas de almacén puestas en la misma balanza. Tanto mi nono como Maradona no fueron más que productos de la cultura popular reinante en ese momento con sus cosas buenas y malas. Porque Menem ya nos enseñó que no todo lo que es popular es bueno.

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