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Y sin darte cuenta amanecerá

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Enfrente de la casa de Goyo Carrizo vivía un albañil que trabajaba a metros de la cancha de Argentinos Juniors. Fue quien lo llevó a una prueba. Al finalizar la práctica siente una mano en la cabeza y una voz: “sos el único que va a quedar”. Era Francis Cornejo. Así empezó a jugar en el Bicho, Gregorio Carrizo. A los tres meses lo encaró al técnico.

-Hay uno en el barrio que juega mejor que yo, ¿lo puedo traer?

-Ya está todo completo

-Pero es mejor que yo

Hablaba de Diego de Estrella Roja de Fiorito, el de la calle Azamor a cuatro cuadras de su casa de Chivilcoy. Lo conoció en el patio del colegio Remedios de Escalada que quedaba entre la estación y la Ribera. Le llamó la atención un nene pateando una bolsita rellena con papeles de alfajores. Se pusieron a patear juntos. Tenían 7 años y estaban en primer grado. Así nació la amistad que derivó en la prueba de Pelusa en Argentinos. Después del entrenamiento Francis Cornejo fue hasta Fiorito a buscar la cédula de Diego. Doña Tota le mostró la partida de nacimiento pero no estaba convencida con que juegue en el Bicho. Tenía 8 hijxs y trabajaba todo el día. No podía llevarlo a entrenar.

“Mi papá se hizo cargo los primeros años, nos llevaba y nos traía de acá al predio de Malvinas. Eran casi dos horas de viaje. Nos colábamos en el tren en Fiorito, después cruzábamos caminando el puente Alsina, que Diego siempre dice que para él era como cruzar el puente de Manhattan, y ahí nos tomábamos el colectivo. A la vuelta llegábamos dormidos a casa”, cuenta Goyo en una entrevista en El Gráfico.

La carrera de Diego tomó un camino ascendente. Goyo subió a Primera un año después del debut de su amigo. Luego vinieron algunas lesiones y una decisión que le trabó avanzar en su carrera. No quiso irse de Fiorito donde jugaba partidos por mucha plata. “Una vez estaba citado en cancha de Huracán para jugar con la Tercera, pero la noche anterior jugué acá, me doblé el tobillo y no pude ir”, cuenta en la nota con el periodista Diego Borinsky. Reconoce que Maradona de chico tuvo una mentalidad adelantada “quería triunfar en Primera, yo prefería jugar acá”. Así y todo jugó en algunos clubes del Ascenso antes de dejar el fútbol profesional a los 30 años.

Dirigió tres categorías de Huracán en liga, no en AFA, donde tuvo al Kaku Romero Gamarra. También le pagaron para que traiga jugadores de Mendoza. “Este pibe es un crack”, dijo cuando lo vio al Pity Martínez. Le consiguió una prueba en Boca. “Es buen jugador, pero muy chiquito, y Boca no espera”, le respondieron. Misma respuesta recibió cuando lo llevó a El Porvenir y a Banfield. Se lo recomendó al empresario Marcelo Simonian, que lo ubicó en Huracán.

Después que Diego pasó a ser Maradona, Goyo lo vio muy pocas veces más. Como los buenos amigos apareció en las malas. “Diego se estaba preparando en un campo para el Mundial 94. Me había enterado por un muchacho del barrio que en una reunión con gente famosa, Diego estaba pasado y se quiso tirar por el balcón. Me puse muy mal, averigüé la dirección del campo y me fui para ahí. Alcancé a darle una carta a uno que entraba con una camioneta. Al rato, veo que viene una camioneta levantando tierra a lo loco, tocan bocina, y gritan “Goyo, Goyo”, y me metí en el campo, Diego bajó y nos dimos un abrazo y llorábamos los dos. “No llores, si estamos juntos”, me decía Diego. Después entramos en la casa y estuvimos como cuatro horas hablando en la habitación.”

-Diego, yo ando mal, boludo, hay veces que no tengo nada para comer, a mi casa viene gente que me dice ‘vamos a meter caño’ o ‘vamos a vender droga’ y yo los saco cagando. Vos sos fuerte, dejate de joder, vos superaste un montón de cosas difíciles, no podes llegar a esto”.

-Sí, tenés razón. Tenés razón, Goyo, pero esto es duro, no te metas en la droga, no te metas.

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