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El consolidador, o memorias de diferentes sucesos ocurridos en el mundo de la Luna. Traducido del idioma lunario por el autor de Un inglés auténtico Daniel Defoe

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A nadie que haya viajado por los dominios del Zar de Moscú puede resultar desconocido el hecho de que este monarca de fama creciente, luego de haber estudiado todos los métodos para incrementar su poder, enriquecer y también pulir a sus súbditos, ha viajado a través de gran parte de Europa y visitado las cortes de grandes príncipes. Tanto a través de sus propias observaciones como por apelar a artistas virtuosos en los conocimientos más útiles, fue capaz de transmitirle a su tosco pueblo muchas de nuestras costumbres cotidianas, especialmente las que regulan la guerra y el comercio.

Los efectos de la curiosidad del príncipe excedieron con creces y notablemente sus intenciones inmediatas, ya que, debido a las mejorías que obtuvo de sus viajes europeos, organizó su armada, renovó su flota e instaló oficinas de comercio exterior en las más remotas partes del mundo. Podemos observar que sus fuerzas sitian ciudades poderosas,(15) con constantes embestidas y que sus ingenieros construyen baterías que lanzan bombas y otros proyectiles, como lo hacen otras naciones, mientras que antes no poseían nada de tal calibre, o bien todo lo tomaban a hierro y fuego y se imponían por la irrefrenable fuerza de la multitud, o bien perecían por montones, dejando las zanjas de los enemigos llenas de sus cadáveres. Ahora, podemos apreciar sus ejércitos formados en batallones regulares y a sus mosqueteros de Strelitz, que son el equivalente de los jenízaros turcos, que se visten como nuestra guardia, disparan dispuestos en pelotones y se comportan con un orden y un valor extraordinarios.

Ahora podemos apreciar que sus barcos están alistados perfectamente, con terminaciones y equipamientos elaborados por artistas ingleses y holandeses, y que sus soldados patrullan el Báltico. Petersburgo, la nueva ciudad construida por este zar comienza a parecerse a nuestra Portsmouth, con sus diques secos y húmedos, sus depósitos y astilleros de grandes proporciones. Lo cual debería hacernos recordar que alguna vez les enseñamos a construir barcos a los franceses y luego ellos crecieron lo suficiente como para decirnos cómo usarlos.

En cuanto al comercio, la gran flota que enviamos a Arcángel(16) da buena cuenta de él, por cuanto en vez de ocho o nueve viajes como hacíamos antes, ahora aprestamos cien viajes anuales, más de lo que jamás hemos hecho. A modo de comentario, señalamos que la importación de tabaco de Inglaterra hubiese incrementado aún más el tráfico en sus dominios, y no se fue ciertamente a la codicia de nuestros propios comerciantes la que provocó el bloqueo en esa área.(17)

Ese gran monarca ha mejorado su país introduciendo por tanto las maneras y costumbres de las naciones más educadas de Europa, y con una dedicación infatigable ha creado un comercio por tierra novedoso y permanente entre su país y China. Sus caravanas llegan allá dos o tres veces al año, casi tan numerosas y poderosas como las que van de Egipto a Persia: no es que sea ese el camino más corto, ni los desiertos que recorren menos salvajes e inhabitables, pero hay menos tormentas de arena –si es que este término es el adecuado– y menos tropas árabes prontas a destruirlos. Este poderoso príncipe, para que sus súbditos puedan realizar más fácilmente el viaje, ha construido fuertes e instalado asentamientos y guarniciones a determinada distancia los unos de los otros. A pesar de estar emplazados en países completamente estériles, entre rocas despobladas y bancos de arena, estos lugares son constantemente abastecidos para que los mercaderes que viajan puedan hallar alivio y encontrarse tanto con viajeros como con provisiones. Podría decirse mucho más acerca de lo atractivo de estos viajes y de cuán sencilla se ha vuelto esta empresa, baste mencionar –por ejemplo– que ellos ahora gozan de una comunicación precisa y llevan adelante un prodigioso comercio entre Moscú y Tonkín. Teniendo entre manos, sin embargo, un viaje aún más largo, no entretendré al lector con estos temas ni haré que sus expectativas crezcan en demasía.

Ahora bien, como saben, el pueblo chino es el más antiguo, y también el más sabio, amable e ingenioso.(18) Es por esta razón que los moscovitas comenzaron a recoger los beneficios de sus intercambio, y no solo por las enormes riquezas derivadas de los negocios, sino por el perfeccionamiento y refinamiento conseguido en sus maneras y costumbres, las que obtuvieron de ese país como antes había sucedido con las de los europeos.

Los chinos dominan saberes de los que esta parte del mundo jamás ha oído hablar, por ende, muchos de esos inventos útiles que nosotros tanto admiramos, entre ellos no son sino cosas comunes y trilladas, que utilizaban incluso mucho antes de que esta parte del mundo estuviese habitada. La pólvora, la imprenta, el uso del magneto y del compás, todo lo que solemos denominar “invento moderno” no solo está bien lejos de poder considerarse como tal, sino que se halla muy alejado de la perfección que ellos han alcanzado, tanto que hasta resultan difíciles de creer las cosas maravillosas que dicen de esas regiones.

Todos los viajes que el autor ha hechos a esos parajes han sido empleados para otros fines y no se han suministrado aún los detalles que permitan dar a conocer todo lo visto. Es por eso que el autor está preparando en estos momentos un esquema de todas esas excelentes artes que allá se dominan, para conocimiento público y para que la ciencia europea reconozca su monstruosa ignorancia y sus deficiencias. El escrito servirá de Lexicon Technicum(19) para la presente era y estará acompañado de diagramas útiles a tal propósito; en el daré a conocer al mundo el arte de la artillería, tal como se lo practica en China aún desde antes de la Guerra de los Gigantes,(20) en la que animales atrevidos dispararon proyectiles al rojo vivo hacia los cielos y provocaron una grieta de tal tamaño que los animó a emprender un asalto conjunto. Sin embargo, fueron repelidos y siguió una matanza de tales dimensiones que se vieron obligados a abandonar el asedio. Esta parte memorable de la historia se obtendrá del resumen de Ibra chizra-le-peglizar, historiador del Emperador de China, quien escribió los volúmenes que conocemos bajo el título de Anno Mundi 114. Los mismos pueden hallarse en la Biblioteca pública de Tonkín, impresos en hojas de diamante vitrificado con una destreza admirable, si se le golpea con un movimiento oblicuo el artefacto no se estropea y sirve aún para sus propósitos, como puede verse en la Cámara de curiosidades del Emperador. Aquí les esbozaré una idea del artefacto, de su funcionamiento y de la maravillosa capacidad de rendimiento que posee.

Si la tarea que me propongo resulta exitosa, entonces, en mi próximo viaje procedería a hacer un reporte de sus vías de navegación más admirables y de los misterios de las matemáticas chinas, las que superan con creces todo otro invento moderno, son algo realmente difícil de concebir. Para realizar ese trabajo deberé recorrer los 365 volúmenes de la obra de Augro-machi-lanquaro-zi, el más antiguo matemático en toda China, y luego efectuar una descripción de la flota de 10.000 barcos, construida y solventada por el emperador Tangro XV. En efecto, habiéndose este enterado de la llegada del diluvio universal, hizo alistar estos navíos en cada una de las ciudades y pueblos de sus dominios. Los barcos tenían un tamaño proporcional a la cantidad de habitantes en cada lugar.(21) Cuando llegó el diluvio, se subieron a los barcos todas las personas y las pertenencias que estimaban que debían salvarse, junto con provisiones para 120 días. El resto de los bienes fueron dispuestos en inmensas vasijas de arcilla selladas en su parte superior para preservarlas del agua. Los barcos, en vez que de sogas, estaban provistos de 600 brazas de cadenas, las que se fijaban con gran ingenio a la tierra para que cada barco resistiera los embates del diluvio justo encima de la ciudad de proveniencia. De ese modo, cuando las aguas bajaron, la gente no tenía otra cosa que hacer que abrir las compuertas que estaban en los flancos de los navíos y salir, reparar sus casas, abrir las enormes vasijas con sus bienes y, de ese modo, volver a su statu quo.

Probablemente pueda obtener un boceto de un barco como estos en la corte del actual emperador, ya que el mismo ha sobrevivido desde entonces y, constantemente reparado, se halla anclado en un gran lago que se encuentra a unas cien millas de Tonkín. Toda la población de ese lugar se salvó y, según sus cómputos, el número de sobrevivientes ascendió a un millón y medio de personas.

Estas cosas resultarían muy útiles por estas partes del mundo y, para hacer menguar el orgullo y la arrogancia de nuestros modernos hacedores de grandes empresas, autores de extraños relatos de países extranjeros y de ocurrencias filosóficas, y asuntos similares, si es que el tiempo y la ocasión me lo permiten, haré saber cuán infinitamente retrasados estamos en relación con estas refinadas naciones, tanto en desarrollos mecánicos como en las artes.

Además, al tratar estos temas, se hará necesario que hable de la más noble invención, que es un artefacto que recomiendo a todos los que necesiten tener buena memoria, y que bosquejaré, si es que tengo la oportunidad de verlo, para que pueda ser construido en los laboratorios de nuestra Royal Society. Opera del modo más extraordinario, una parte de la máquina le proporciona al hombre de negocios un modo extrañísimo de llevar sus papeles: si es un comerciante, podrá escribir sus cartas con una manos y copiarlas con la otra; si es un tenedor de libros, con una mano podrá llenar la columna “Deudor” y con la otra la que reza “Acreedor”; si es abogado escribirá sus escritos con una mano y con la otra pasará el secatinta. La otra parte del artefacto, provee un método de escritura o transcripción veloz hasta tal punto que supera la rapidez de habla de cualquier persona. Puede transcribirse lo que se escucha, por ejemplo, si un predicador hablara ante su auditorio teniendo la máquina ante sí, ésta registraría todo lo dicho en ese mismo momento, y volcaría con tal exactitud renglones y preceptos que no sería necesario hacer ningún control.

Me han dicho que en algunos lugares de China han alcanzado tal perfección de conocimiento que se entienden a través del pensamiento; encontrarán que este un asunto resulta ser un excelente modo de preservar la sociedad de los hombres de todo tipo de fraude, engaño, estafa y miles de inventos europeos por el estilo, que en este campo superan los de esas naciones. Confieso que no he tenido tiempo de visitar aún esos sitios, ya que asuntos imprevistos me han desviado de ahí e implicaron otros recorridos en los que he hecho nuevos descubrimientos, los que me han ocasionado gran placer y se han demostrado verdaderamente útiles. Ni bien tenga la oportunidad de visitar esos lugares, brindaré a mis compatriotas un relato acabado de lo visto que, llegado el momento, llevaré a nuestra nación, célebre por mejorar lo que otros descubren, para adquirir más sabiduría que la de los pueblos paganos; espero –sin embargo– que los haga también la mitad de honestos.

No he pasado más que unos pocos meses en ese país, pero mi búsqueda de los prodigios del conocimiento humano que ahí abundan me llevó a frecuentar a sus principales artistas, ingenieros y hombres de letras; todos los días me sorprendía enterarme de algún descubrimiento nuevo del que jamás había oído hablar. He mejorado, sin embargo, mi conocimiento superficial de sus saberes comunes, a partir de lo conversado con el encargado de la biblioteca de Tonkín, quien me autorizó a consultar la enorme colección de libros que el emperador de ese país ha atesorado. Hacer para ustedes un catálogo de los mismos hubiese sido una tarea interminable y ellos no permiten que los extranjeros tomen nota de nada, deben llevarse consigo únicamente lo que su memoria puede retener. Entre los maravillosos volúmenes de los saberes antiguos y modernos de esa vasta colección solo pude observar algunos, además de los mencionados anteriormente; más adelante volveré con ulteriores detalles sobre el tema. Hubiese sido totalmente innecesaria la transcripción de los caracteres chinos o bien la conversión a nuestro alfabeto, porque las palabras no serían inteligibles, además de ser muy difíciles de pronunciar; por ende, para evitar palabras incomprensibles o jeroglíficos, traduciré lo que esté a mi alcance y lo mejor que pueda.

La primera clase de libros a la que accedí refería la constitución del imperio, se trata de gruesos volúmenes como el de nuestra Magna Charta y están dotados de un artefacto que permite desplazarlos, para colocarlos luego en un marco: al girar una tuerca las hojas se abren y se pliegan según lo desee el lector. Se prevé la muerte inmediata de aquel bibliotecario que impida que los súbditos más prominentes de China vayan y consulten esos libros; en efecto, hay una máxima que reza que todas las personas deben conocer las leyes por las que están regidas; entre todos los habitantes de ese país no hallamos ningún loco al que los emperadores parezcan arbitrarios, ellos gozan de la más grande autoridad y siempre observan con extrema exactitud los Pacta Conventa(22) de su gobierno: a partir de la observancia de estos principios no es posible hallar en toda su historia ni tiranía en los príncipes ni rebelión en los súbditos.

Los primeros volúmenes contienen comentarios antiguos sobre la constitución del imperio, escritos mucho tiempo antes de lo que nosotros consideramos el comienzo del mundo; uno de los que llamó especialmente mi atención tiene un título parecido a De cómo se comprueba que el derecho natural es superior al poder temporal. Los autores antiguos probaban, entonces, que los emperadores chinos estaban naturalmente predestinados para dirigir al pueblo y para otorgar poder de gobierno a las personas más dignas que podían encontrar; el autor también proveía una historia exacta de 2000 emperadores, separados en 35 o 36 ramas hasta que terminaba una línea sucesoria y una asamblea de nobles, ciudades y pueblos nombraba a una nueva familia para que los gobernara. Ese libro sería considerado herético por los políticos europeos y nuestros sabios autores que desde hace tiempo refutaron esa doctrina y probaron ajustadamente que reyes y emperadores descienden del cielo ya con la corona sobre sus cabezas y que todos sus súbditos han nacido con la silla de montar sobre sus espaldas. Ni me molesté en leerlo, pero consulté los excelentes tratados de Sir Robert Filmer,(23) el Dr. Hammond L…,(24) S…l y otros, quienes han desarrollado tan sabiamente la útil doctrina de la obediencia pasiva,(25) el derecho divino, etc., que deberían ser blasfemados por la multitud y despreciados por la población, y tomar sobre sí la responsabilidad de preguntarles a sus superiores por la sangre de Algernon Sidney(26) y Argyle.(27) En mi opinión, la doctrina de la obediencia pasiva, etc., entre los hombres es como el sistema copernicano del movimiento terráqueo entre los filósofos: aunque contrario a todo el conocimiento anterior y carente de demostración al respecto, sin embargo lo aceptan porque les brinda una mejor resolución y un acercamiento más racional a muchos fenómenos de la naturaleza de lo que hacía la teoría anterior. Así, los hombres modernos aprueban el esquema de gobierno no porque sea racional y mucho menos por lo demostrado, sino porque a través de ese método pueden explicar –y defender– más fácilmente que antes toda coerción en los casos que resulten un agravio al derecho natural.

Encontré dos famosas obras sobre cirugía que proveen una exacta descripción de la circulación de la sangre, descubierta mucho antes de la alegoría de los baldes y el pozo de Salomón.(28) Presenta muchos métodos curiosos que hacen la demostración tan sencilla, que con solo verla convertirían al mismísimo y muy digno doctor B…,(29) quien maldeciría de inmediato su libro rebuscado, pensando que era el peor sinsentido que imaginar pudiera. Todos nuestros filósofos están dementes, y sus comunicaciones(30) resultan ser una sarta de disparates, llamados experimentos en la Royal Society de nuestro país. Hay un tratado erudito sobre los vientos, que supera incluso al Texto Sagrado, tanto que podríamos pensar que no fue escrito por estas personas, pues se le dice a la gente de dónde vienen los vientos y hacia dónde van; luego, proporcionan una descripción de cómo hacer anteojos con ojos de cerdo, para poder ver en la ventisca. También se nos informa acerca de sus movimientos regulares e irregulares de los vientos, y de su composición y cantidad. Sabremos cómo, aplicando algo de álgebra, calibrar su duración, violencia y extensión: dicen que en estos cálculos los autores han sido tan exactos que pueden afirmar su revolución –como hicieron los filósofos con los cometas– y decirnos cuántas tormentas ocurrirán en cada período de tiempo y cuándo; quizás esto pueda ser cierto.

Existen elementos que son por sí solos evidencian que Aristóteles nunca estuvo en China; en efecto, de haber ido hubiese visto en la biblioteca a la que me referí anteriormente, el volumen 216 sobre la navegación china. Es un grueso libro en doble folio escrito por el famoso Mira-cho-cho-lasmo, vicealmirante chino, y dicen que fue escrito cerca de 2000 años antes del diluvio; en el capítulo sobre las mareas, Aristóteles hubiese podido enterarse de la razón de todos los flujos y reflujos conocidos y desconocidos de ese elemento, y asimismo de la relación entre la luna y las mareas, acompañada de una descripción muy elaborada del poder de simpatía y del modo en que los cuerpos celestes inciden sobre el terrestre; si el estagirita hubiese visto eso no se hubiese sentido tan abrumado por no comprender este misterio.(31)

Además, se dice que ese famoso autor no era nativo de este mundo, sino que había nacido en la Luna y que había venido aquí para llevar a cabo sus descubrimientos. A través de un extraño invento llegó de ese mundo habitable y el emperador de China lo convenció de quedarse para perfeccionar a sus súbditos en los más exquisitos logros de las regiones lunares. No es de extrañar, por lo tanto, que los chinos sean artistas tan preciados y maestros en conocimientos sublimes, cuando este famoso autor los ha bendecido con incontables métodos y mejoras.

Hubo gran cantidad de temas sobre los que vertieron las obras de este maravilloso filósofo: nos legó el cómo, es decir, el modus de todas las operaciones secretas de la naturaleza; nos informó acerca de la manera en la que las sensaciones son llevadas desde y hacia el cerebro, de por qué la respiración preserva la vida, de cómo se ocasiona el movimiento y qué partes lo realizan. Encontramos también una disección anatómica del pensamiento y una descripción matemática de la caja fuerte de la naturaleza, la memoria, con todas sus claves y cerraduras.(32) Luego, tenemos esa parte de la cabeza en la que desde adentro hacia afuera la naturaleza ha colocado temas de reflexión; como una colmena de cristal, representa toda una infinidad de celdas en las que se almacenan las cosas del pasado, incluso las de la infancia y las de la concepción. Hay un Repositorio con todas sus celdas dispuestas por tema, por año, de manera numérica y alfabética. Así, cuando un animal, perplejo por haber perdido un pensamiento o palabra, se rasca la mollera, el ataque de los dedos invasores golpeando a las puertas de la naturaleza pone en alarma todos los tenedores de datos que echan a andar a toda prisa, abren los cerrojos de todas las clasificaciones, buscan diligentemente lo que se les pide y de inmediato se lo entregan al cerebro. Si no pueden hallarlo, reclaman paciencia hasta que ingresan al núcleo y dan con los pequeños catálogos que contienen los pasajes mínimos de una vida y, de ese modo nunca fallan en entregar lo requerido en el momento en el que se lo solicitan, como también en cualquier otro momento. Es así que, cuando algo subyace de manera muy abstrusa y al hurgar por toda la recámara no se lo encuentra, a menudo dan con una cosa cuando están buscando otra.

En un lugar más remoto también está la Retentiva que, como los registros en la Torre, toma posesión de todos aquellos asuntos que, por falta de espacio, son removidos de las clasificaciones en el Repositorio. Los mismos son puestos bajo llave con gran cuidado y no se liberan sino en ocasiones muy solemnes; están tras barrotes y cerrojos para que no se pierdan por ningún motivo. Es un sitio en el que la Consciencia tiene un enorme almacén y el diablo, otro. El primero se abre muy de vez en cuando, pero tiene una hendidura por la cual se cuelan hasta las más mínimas locuras y los crímenes más insustanciales que se hayan cometido en la vida; como los hombres rara vez se preocupan por revisarlos, sus cerraduras están harto oxidadas y se abren con gran dificultad y en ocasiones realmente extraordinarias, como la enfermedad, las aflicciones, la cárcel, los accidentes o la muerte. Es entonces cuando todos los barrotes se abren a la vez, presionados desde el interior con más fuerza que de costumbre, como un tonel de vino que, por falta de ventilación, estalla haciendo volar todos sus aros.

Por lo que respecta al Almacén del diablo, ante el mismo están apostados de manera permanente dos guardianes, Orgullo y Vanidad, y jamás se alejan de las puertas, mientras exhiben ostentosamente los productos que custodian, simulando que se trata de virtudes y de logros humanos. En medio de esta curiosa parte de la Naturaleza se extiende un camino real que representa el mundo, a través del cual pasan fácilmente miles de persona, a las que ni vale la pena mencionar, ni gastar palabras para decir que han estado ahí. A través de esta ruta suceden millones de hechos menores que no vale la pena recordar y de los que tampoco toman nota los guardianes a medida que pasan por el portón de las Clasificaciones; me refiero a Amistades, Ayudas en momentos de apuro, Amabilidades en las aflicciones, Servicios voluntarios y todo tipo de méritos poco oportunos, cosas que no son sino bagatelas y están hechas para el olvido.

En un rincón puede verse el Jardín de la memoria, en el que no solo se depositan las cosas más placenteras sino que se las implanta, trasplanta, injerta e inocula para así obtener la mayor propagación y desarrollo posibles. Se trata de las cosas más deliciosas, deleitables y agradables a las que se denomina Envidia, Calumnia, Venganza, Contienda y Malicia, a las que se agregan los Reproches injuriosos y todo tipo de Mal; todos ellos son acariciados en el Gabinete de la Memoria, junto con un Mundo de placeres que nunca se olvidan y que se cultivan cuidadosamente por medio de todo el arte que sea posible imaginar.

Entre la multitud de Asuntos que van y vienen hay gran cantidad de Hierba mala, Chismorreo, Parloteos, Cuentos, Engaños y Mentiras que, al hacer una parada por el camino, se hacinan en el lugar y ya no dejan sitio a los que vienen detrás y los superan en valor. Esto ocasiona que se dejen de lado excelentes opiniones, y se las abandonen para ir en pos de un mero deseo de entretenimiento. Hay muchos hechos verdaderamente curiosos y dignos de observación respecto de esta cosa pequeña pero tan precisa que se llama Memoria; de entre todos, nada hay más curioso que el maravilloso arte del olvido deliberado. Y como en este terreno no pude hallar a nadie que ejerciera un dominio absoluto, me agradó mucho encontrar a un autor que ha hecho un gran ensayo para demostrar que en realidad no hay tal fuerza en la naturaleza y que los que disimulan son todos unos impostores, que se burlan del mundo, pues es imposible para cualquier persona obligarse a olvidar algo, ya que quien pudiera recordar olvidar y, al mismo tiempo, olvidar recordar estaría en posesión de un arte superior a la del diablo.

[…]

El relato de los innumerables logros y maravillosos descubrimientos hechos por esta persona sería interminable; todo puede ser visto en la extraña Cámara de curiosidades. En particular, hay un Mapa del Parnaso en el que se delinean con increíble exactitud las celdas, recámaras, palacios y mazmorras de la famosísima montaña. Se describe su altura y se brinda una explicación erudita de lo que se sugiere puede ser la Plaza lindante el edificio desde el cual podría efectuarse el despegue para emprender un vuelo al Mundo de la Luna. Se especula incluso si el Arca de Noé no se habría posado ahí primero o si no podría ser en una de las cimas del Ararat. Se adelantan algunas refutaciones de los errores groseros y evidentes que sitúan en África el lugar desde el que se accedería a las montañas de la Luna.

Tienen incluso una musa calcinada, si se administra un poco de este polvo a una mujer embarazada, al dar luz a un niño, este será poeta, de ser niña, puta, si es hermafrodita, lunático. Dicen que muy extrañas cosas se han hecho con este calcinada fuente de la imaginación; si el cuerpo del que proviene se originara en un poema lírico, el niño será un galán y una belleza; si proviniera de un poema heroico, será un peleador; si se engendrara en una sátira, un filósofo. Dicen que otra musa fue disuelta en líquido y es mantenida a través de extraordinarios recursos; sus virtudes son sumas contra el idiotismo, el aletargamiento y toda clase de enfermedad que embote los sentidos. Si se suministra en grandes cantidades crea poesía, pobreza, alienación y deja que el demonio se instale para siempre en la cabeza.

Confieso que siempre pensé que estas musas eran un asunto tóxico por demás y había oído hablar mucho de las originales, aunque jamás había conocido antes sus virtudes; sin embargo, siempre alerto a la gente contra una dosis demasiado abundante de ingenio y creo que el médico que la prescribiera estaría loco.

Como todos estos nobles logros provinieron del maravilloso hombre del mundo de la Luna, se me ocurrieron las siguientes observaciones:

6. ese país debe ser un lugar de rara perfección donde por doquier se halla un conocimiento extraordinario;

7. sería muy útil para la mayoría de nuestra gente, especialmente para estadistas, políticos, hombres públicos, filósofos, médicos, curanderos, charlatanes, corredores de bolsa, y toda la masa de civiles o eclesiásticos que se proponen estructurar la nación, junto a los hombres de leyes, a los de espada y a los de pluma: sería algo muy útil, digo, que emprendieran un viaje a la Luna y, por sobre todas las cosas, esto sería más que beneficioso para todos aquellos que dejaran tras de sí.

8. No puede extrañar el hecho de que los chinos sobrepasen tanto a las demás partes del mundo; si sus saberes no provinieran del mundo de la Luna, serían como las demás personas.

Ningún hombre necesita preguntarse por qué desea ir al mundo de la Luna, luego de haber oído hablar tanto del conocimiento extraordinario que ahí puede obtenerse. En la búsqueda de la sabiduría y la verdad, hombres más sabios que yo han emprendido estos vuelos imposibles y se han elevado a las alturas lunares, a través de los extraños abismos de los fenómenos oscuros, que no pueden explicar a los demás, ni comprender ellos mismos, según lo atestiguan Malebranche, Locke, Hobbes, el honorable señor Boyle(33) y muchos otros eximios pensadores, además de los señores Norris, Asgil, Coward(34) y el Cuento de una barrica.(35)

Ese gran investigador de los asuntos de la Naturaleza, además de su mundo, dejó tras de sí maravillosos descubrimientos y experimentos. Nada, sin embargo, me interesó más que las diversas máquinas y los curiosos artilugios que empleaba para ir y venir de su país de origen, en la Luna. Todos los movimientos mecánicos que ha estudiado nuestro Wilkins(36) o las alas artificiales del docto español(37) que podría haberle enseñado a Dios Todopoderoso cómo reparar su Creación, son tonterías para este caballero; y ya que en la China ningún hombre ha realizado más viajes que yo a la Luna, no puedo sino relatarles cuán fácil resultó el traslado y cómo es el País.

Sus telescopios son maravillosos y de excelente calidad, y esto les ha permitido realizar descubrimientos de tierras y mares en la Luna y en todos los planetas habitados; con ellos el cuadrante de un reloj en la Luna puede verse tan nítidamente, como si no se hallara más lejos que el castillo de Windsor. Si hubiera vivido lo suficiente [el gran inventor] hubiese podido terminar la trompeta para hablar, al lado de la cual la chirimía de Arlequín nos hubiera parecido un juego de niños, pues la había ideado para transmitir el sonido a grandes distancias.(38) Hubiese sido un experimento admirable, no cabe duda, y para nosotros habría significado una gran ventaja, más que cualquier otro conocimiento llegado de esas regiones, donde Hombres pensantes hacen descubrimientos útiles a diario para mejorar todo tipo de entendimiento humano. Haber hablado de estas cosas con ellos ha sido muy placentero y ha resultado ser una gran ventaja para nosotros.

Confieso que he pensado que podría haber sido muy útil para esta nación haberse beneficiado de un invento de ese calibre y me alegré de poder pasar un tiempo allí para beneficio de mi país natal y haberme vuelto a tal punto un experto en esos artefactos que probablemente pueda transmitir mis conocimientos a la Royal Society. Es posible, entonces, que dentro de cuarenta años se diga que la institución finalmente ha llevado a cabo algo que redunde en bienestar público e Inglaterra logre recobrar la reputación y la utilidad de las mentes corrientes. Dicho esto, aclaro que en la Luna hay muchísimos telescopios, razón por la cual son muy baratos. Como he dicho anteriormente, es mi intención viajar hacia allá, modificando mis planes originales, así que volveré sobre el tema cuando relate mi llegada a ese mundo.

Debo decir que de todos los inventos para realizar el viaje, ninguno es más agradable ni provechoso que una máquina con forma de carroza en cuya parte trasera se hallen dos enormes cuerpos con alas extendidas; cuando estas son desplegadas alcanzan unos cincuenta metros de ancho, están hechas de plumas dispuestas de manera compacta para que no pueda pasar el aire. Las partes sólidas son de tierra lunar para que resistan el fuego y cada una de sus cavidades se ha rellenado de una llama autóctona que se alimenta de un espíritu que se deposita en cantidades adecuadas hasta el final del viaje. El fuego así predispuesto permite que se muevan los resortes y los mecanismos de las alas de manera que su movimiento sea exacto y regular, siempre ascendente. La persona que desee trasladarse en esta carroza aérea deberá tomar una dosis bien medida de una droga que produce un dormir apacible en el que se sueña durante todo el recorrido; se despierta ni bien finaliza el viaje.

Utopías inglesas del siglo XVIII

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