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Acerca del consolidador

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Ellos llaman dupekasses a la máquina a la que me he referido y, en antiguo idioma chino o tártaro le dicen apezolanthukanistes, cuya traducción sería consolidador. Como les venía diciendo, la factura de esta máquina es verdaderamente admirable, está construida enteramente con plumas y la calidad y hechura de las mismas es en verdad notable. Estimo que el lector permitirá que me detenga en su descripción, pues lo amerita la novedad del asunto y doy por sentado –además– que no hallará nada semejante en ningún otro país. Tiene 513 plumas, todas de la misma longitud y anchura, característica necesaria para la figura flotante, si de un lado fueran más anchas o largas interrumpirían el movimiento de la máquina en su conjunto. Hay una sola pluma que no se ajusta a este común denominador y está colocada en el centro, es algo así como un tirante o timón que controla todo el mecanismo.(39) Esta pluma es mucho más grande que las otras y casi tan ancha como larga, aunque lo más notable es el largo de su cálamo del que parten varias plumitas alrededor de la base que hacen que el conjunto parezca una única estructura plumífera que sirve para guiar, regular y pilotear todo el mecanismo.

No se trata aquí de plumas corrientes, todas ellas han sido recolectadas en tierra lunar por los emisarios del príncipe; cada provincia envía sus mejores ejemplares y se espera que así lo haga para que luego no deban lamentarlo. Su empleo es para el bien público y el viaje o vuelo a tan gran altura se malograría si, cuando el rey envía sus misivas a toda la nación para que junten las mejores plumas, mandaran piezas débiles, mustias o a medio crecer, aunque en ocasiones esto efectivamente ocurra. Cuando se reciben plumas maltrechas sea porque ese año la cosecha ha sido mala o porque los recolectores intentaron burlar el pedido de su rey, la máquina no funciona adecuadamente y se rompe antes de llegar a mitad de camino. Un doble infortunio ocurrió en un tiempo desafortunado cuando el rey mismo había resuelto emprender el viaje o vuelo a la Luna y se vio afectado por la infausta recolección de plumas deficientes: cayó desde grandes alturas y se estrelló de cabeza contra su propio palacio perdiendo en el acto la cabeza. Los hijos del príncipe no tuvieron mejor fortuna, aunque el primogénito era muy amado por sus súbditos.(40) Su desgracia se debió principalmente a que había hecho gran uso de una de las máquinas en viajes prolongados y las plumas estaban muy desgatadas, al punto de ya no servir para nada. Acostumbraba a hacer frecuentes viajes y vuelos a la Luna a raíz de lo cual comenzó a pedirle a sus súbditos ingentes sumas de dinero para poder regresar de esas tierras y retornar a ellos. Estaban encariñados con él y siempre cumplieron con su pedido, preferían darle lo requerido a estar sin él, aunque desde entonces se volvieron más sabios.

Llegó un día en que, debido al uso, las piezas de la máquina ya no se mantenían juntas y el príncipe se vio obligado a escribirle a sus súbditos para que recolectaran plumas nuevas y así lo hicieron. Enviaron plumas tan fuertes y tan rígidas que, cuando fueron emplazadas en los lugares correctos, la máquina se vio espléndida, pero se había vuelto demasiado pesada para que él pudiera operarla. Hizo una gran cantidad de pruebas y la colocó sobre una antigua capilla dedicada a un santo venerado por esos lares, llamada Phantosteinaschap, que en inglés traduciríamos como St. Stephen’s chap y en español capilla de San Esteban. Pues bien, el príncipe intentó todas las maniobras posibles y en eso gastó cuantiosas sumas, pero esas plumas tan duras no funcionaban y el fuego interno se obstruyó y atascó y ya no producía el humo ni quemaba, como requerido para la ventilación y circulación. Se vio obligado, por lo tanto a bajar nuevamente la máquina y llevarla hasta el Colegio de Santos Sacerdotes, en uno de sus edificios públicos. Una vez allí, diseñó círculos de ética y de política y comenzó a lanzar cifras y conjuros, pero de nada sirvió, las plumas no se movieron. De hecho, pude observar que con estas máquinas rara vez vale el arte o las estratagemas, nada las conmueve a menos que se les consiga plumas de buena calidad y bien dispuestas, de manera que puedan realizar los más diversos movimientos con la mayor precisión imaginable. Pero tiene que darse naturalmente, toda fuerza que se aplique las distorsiona y disloca y el entero orden se echa a perder, una sola pluma fuera de lugar, muy apretada o mal ensamblada y ni los dioses podrían hacer que el carro se desplazara.

El príncipe tomó conciencia de que todo su trabajo había sido en vano y, entonces, rompió la máquina en mil pedazos y les hizo saber a sus súbditos que las plumas que le habían enviado eran de mala calidad. Su pueblo, sin embargo, sabía que él se había manejado de manera ineficiente, que las plumas solo eran algo rígidas, pero de factura aceptables, y habrían sido adecuadas para su función con un gobierno apropiado de la máquina. Tomaron a mal la actitud de su príncipe y mientras vivió nunca más le enviaron nada. Este comportamiento tuvo un efecto positivo sobre él puesto que no efectuó ningún otro viaje a la Luna mientras duró su reinado. Lo sucedió su hermano, que también quiso emprender un viaje a la Luna ni bien ascendió al trono. Este había tenido un trato poco amable con los religiosos lunáticos de su propio país y se volvió abogratziariano, una secta fanática y entusiasta, parecida a los contratodosianos ingleses.(41) Admito que algunas de las mentes pensantes del lugar no eran leales con él, quien –por otra parte– ideó diferentes formas de extender el poder sobre sus súbditos, de un modo contrario a las costumbres de la gente y que iba contra sus propios intereses. Cuando el pueblo expresó su descontento sobre el asunto, él pensó que aquellos clérigos lo apoyarían, pero ellos le fallaron y confirmaron ese antiguo adagio inglés que dice “Los sacerdotes de todas las religiones se parecen”.

Reaccionó de manera nefasta y concibió un profundo odio contra quienes lo habían engañado y, como los resentimientos pocas veces se ajustan a una regla fija, desafortunadamente sus prejuicios se extendieron sobre todos los demás y, al encontrar difícil poder llevar a cabo sus propósitos para pasarla mejor, resolvió emprender un viaje a la Luna. En consecuencia y como de costumbre, envió proclamas para recolectar la cantidad habitual de plumas; para asegurarse de que no sería tratado como su hermano y su padre lo fueran antes que él, tomó el recaudo de mandar en todo el territorio mensajeros hábiles, para que tuviesen en cuenta necesidades de la gente e hicieran una selección o eliminación, al efectuar la recolección. A estos hombres en su idioma le dicen tsopablesdetooo, que podríamos traducir como “hombres diligentes” o “apóstoles con espuelas”. Sin embargo, no fue esta la única precaución del príncipe, también se preocupó por examinar cada una de las plumas que le eran remitidas, las miraba bien de cerca para ver si se ajustaban a sus propósitos. A pesar de todo, sin embargo, se encontró lidiando con una situación similar a la de su hermano, y se dio cuenta de que, en general, los súbditos estaban descontentos por su conducta respecto a la cuestión abogratziariana y, en particular, se sublevaron contra alguno de sus sacerdotes, llamados dullobardianos, u hombres de la obediencia pasiva, quienes, en los últimos tiempos, habían vuelto contra su propio príncipe la lengua y la espalda. Ante esto, el príncipe abandonó la idea de adecuar la máquina y tomó la decisión desesperada e implacable de volar a la Luna sin ella. Para hacerlo, convocó a una gran cantidad de mensajeros para que lo asistieran y, de ese modo, se idearon extraños mecanismos y métodos. Se acercaron muchos y de todas partes para contribuir con sus inventos, pero eran todos tan absurdos y ridículos que los súbditos podían advertir cómo se precipitaba a la ruina, arrastrándolos a ellos, y decidieron por unanimidad tomar las armas. El príncipe hubiese sido considerado loco si no buscaba refugio en un país extranjero y, en estos casos, es fácil observar cómo huyen rápidamente los malos consejeros cuando su señor es acechado. Cada cual pensó en sus intereses y más de uno saqueó joyas y tesoros y nunca más se supo de ellos.

Después de ese príncipe ningún otro gobernante pareció interesado en intentar emprender el peligroso viaje a la Luna de tal descabellada manera. La máquina, sin embargo, ha sido reconstruida y terminada con esmero, aunque la gente ya no está obligada por ley a proveer plumas cada tres años, para evitar lo sucedido con aquél príncipe; no se almacenan plumas por tanto tiempo que se estime peligroso usarlas, si bien la máquina se mantiene lista para el uso. A pesar de todo, sin embargo, el artefacto no ha estado a salvo de permanentes deterioros, a menudo difíciles de reparar, pues, aunque los reyes de este país, como hemos comentado, ya no se montan en él, nunca faltan cortesanos y ministros de estado inquietos que han obtenido con frecuencia su gobierno, ya sea por una excesiva permisividad de sus amos ya sea por las dificultades de los tiempos. Para poner remedio a esta situación, los príncipes se vieron obligados a cambiar más a menudo su consejo, incluso rotando los cargos, pero esto ha empeorado las cosas, puesto que la gente se ha dividido en partes o facciones aun dentro de la misma administración del estado, entablando una lucha por quién podía manejar la máquina. Muy pronto, estos oscuros navegantes se sumergieron en estos asuntos, ya estaban pensando en cómo, por su cuenta, podían conducir a toda la nación hacia la Luna.

Los autores no se ponen de acuerdo en cuanto al origen de las plumas ni saben precisar cuándo por primera vez se las empleó para los fines detallados; se hace difícil saber de qué tipo de aves las obtienen, pues algunos nombran a unas y otros a otras. Los más eruditos utilizan un nombre tan intrincado que los impresores no hallan letras para expresarlo, pues es un jeroglífico abstruso que no puedo traducir por ser el nombre de un colectivo. Seguramente se trata de un ave bien extraña, con una infinidad de cabezas, garras, ojos y dientes que si intentara describirla resultaría un relato tan fantástico que afectaría el crédito de la crónica auténtica en el que se inserta. Por el momento, será entonces suficiente que abrevie el asunto de la siguiente manera: estas aves monstruosas, que llamaré colectivo, pueden verse muy de vez en cuando y me atrevería decir que aparecen solo en épocas de grandes revoluciones y de desolación y destrucción para el país. Es entonces cuando arroja sus plumas con frecuencia y estas son recogidas por los dueños de las tierras sobre las que caen, y nadie puede hacerlo más que ellos. Ni bien las recogen, las envían a la corte y por ello obtienen nuevos títulos y se les llama con un nombre aún más difícil de pronunciar que el de las aves, aunque con un significado parecido a “representante”. Cuando las plumas se colocan en las filas correspondientes, con la gran pluma en el centro, y todas estén aprontadas, ellos obtienen el venerable título de Consolidadores, pues llaman a la máquina Consolidador, y este nombre le será dado aquí para que el lector pueda por él reconocerla.

Permítanme, sin embargo, detenerme un poco sobre la dignidad y belleza de estas plumas, que se ven solo en estos parajes remotos y en ninguna otra parte del mundo. Cada pluma tiene diferentes colores y, según la variedad de clima, suelen ser más brillantes y claras más pálidas y tenues, pues el sol les otorga un aspecto más fuerte o débil. El cañón del cálamo está lleno de una substancia con cuerpo que otorga fortaleza, brinda brillo y color a la pluma; el color se vuelve brillante o más lánguido y pálido según la cantidad de la substancia, cuando esta escasea o está seca y han perdido toda su humedad, entonces las plumas carecen de utilidad y en poco tiempo ya no sirven.

[…] Lo dicho confirma que esta máquina provee el método más seguro para efectuar el pasaje y, salvo ese único episodio [al que aludí previamente], nunca fracasó en ningún viaje y si el orden normal de los elementos se observa, no debería presentarse ningún inconveniente. Las mejores plumas resultan ser las negativas, cuyo número suprime de inmediato cualquier movimiento de caída ni bien se lo percibe. Estas plumas negativas representan el reaseguro de los viajeros, las demás sirven para flotar o para todo lo que signifique volar hacia la Luna sobrepasando las nubes, pero las plumas negativas nunca sirven para subir aunque se presente la ocasión, es por eso que estas plumas, que fueron fermentadas por el fuego y flotan más, fueron llamadas por los antiguos plumas de alto vuelo y, por cómo se yerguen, parecen estar orgullosas de su nombre. Ahora bien, tomadas en conjunto las plumas son algo muy atractivo, son fuertes, largas y bellas, su cañón está perfectamente insertado y el cálamo lleno de la materia substancial, que les otorga fortaleza; poseen un gran temperamento y poderes bien calibrados para la operación para la que fueron concebidas. Como he dicho anteriormente, son colocadas sobre dos enormes alas extendidas y gobernadas por esa llama sublime que, oculta en receptáculos apropiados, provee la ventilación a las cavidades mencionadas y, así, produce vida y movimiento. Es opinión de algunos hombres eruditos que cuando el fuego cae se produce el movimiento y que el movimiento tiende al fuego: esto ya no puede considerarse algo maravilloso, puesto que al producirse en el centro de esta máquina podría llevar a toda una nación hacia el mundo de la Luna.

Cuando se considera la longitud del viaje y la diversidad de las regiones que la máquina atraviesa, no puedo sino mencionar que la misma es atacada a menudo por feroces vientos y queda en medio de furiosas tormentas que la apartan bastante de su ruta. El artefacto se enfrenta con muchos obstáculos. Por un lado, tenemos los vientos oblicuos, que no soplan de cualquiera de los treinta y dos puntos, sino de modo retrógrado y transverso; en su idioma los llaman pensionazima, que podría traducirse como “brisas de corte”. Por otra parte, existe un viento que sopla en forma contraria al pensionazima, es el clamorio, algo así como “viento del país”, es generalmente muy tempestuoso y agitado por fuertes ráfagas en uno y otro sentido,(42) soplidos y detonaciones repentinas, algunos truenos, ocasionales fogonazos producidos por el calor y estruendos que recuerdan los disparos de un pelotón. Hay muchas otras explosiones internas que están ocasionadas por el calor del sistema que a veces no circula adecuadamente y estalla en borrascas menores de viento caliente que, en ocasiones podría provocar que las plumas se prendan fuego, lo cual sería más o menos peligroso según cuáles de las plumas ardan, pues algunas son más combustibles que otras, según su cálamo y cañón estén impregnados de la substancia mencionada anteriormente. Como es de imaginar, el mecanismo padece de frecuentes convulsiones y desarreglos provocados por estos vientos, que dificultan el viaje, pero las plumas negativas siempre aportan moderación y templanza y vuelven todo a la normalidad.

Pero, ¿qué no podría hacer un cuerpo como este? ¿Qué no podría realizar en el aire semejante elemento? Cuando una cosa es ensamblada con otra y consolidada apropiadamente en un poderoso consolidador, y no cabe duda de que podrá ir hasta la Luna y cualquiera podrá sentirse tan mejorado por tan maravilloso experimento, se producirá un vuelo maravilloso como ningún hombre ha realizado jamás, pudiendo regresar tan sabio como cuando se fue. Bueno, señores, ¿y qué si ahora nos llaman voladores de altura y nos endilgan un centenar de otros epítetos despectivos y distintivos? ¿Quién no quisiera ser un volador de altura y ser transportado y consolidado en una máquina de tan sublime elevación, con la que habían ascendido hasta las nubes hombres comunes, monarcas, parlamentarios, sí, y hasta naciones enteras. Y todo realizado con tal arte, ¿qué más puede esperarse de un viaje a la Luna? Y, por ahora, no hay más que agregar a la descripción del consolidador.

El primer viaje que realicé a ese país fue en una de estas máquinas y puedo afirmar sin dudarlo que no volvería, pero, ahora, al haber estado allá tantas veces como me lo permitió esa modalidad, es de esperar que les ofrezca algún relato de ese país, pues poco puedo decir del camino. Solo esto entiendo, que cuando la máquina se ha elevado hasta cierta altura es ayudada por las alas artificiales, que tan útiles resultan para evitar que se precipite hacia el suelo lunar o caiga hacia esta región nuevamente. Esto podría suceder dado que, pasado un determinado punto, se produce una alteración de los centros y la gravedad, el equilibrio modifica sus tendencias y la calidad magnética está por debajo del mismo, se inclina, como es de esperarse, y busca un centro que halla en el mundo lunar, lo que permite que aterricemos a salvo sobre esa superficie.

Me habían dicho que no necesitaba llevar conmigo ninguna letra de cambio ni carta de crédito,(43) pues desde mi primera llegada los habitantes serían muy corteses conmigo; jamás han padecido ninguno de nuestros mundos para que naciese en ellos el deseo de productos que ahí se originen. Se les puede mostrar cualquier cosa con toda libertad o hablar de lo que se nos ocurra o exponer sin tapujo cualquiera de las rarezas que se produzca en el país. No me detendré en las costumbres, geografía o historia del lugar más de lo necesario para familiarizar al lector sobre el hecho de que no hallé diferencias en lo que a naturaleza se refiere, salvo lo que comente más adelante. Es todo igual que acá, un mundo simple, con gente como nosotros, como si fuesen personas que habitan un lugar remoto de nuestro mismo continente.

Todas las criaturas son de las mismas especies que las nuestras, hombres, mujeres, bestias y pájaros, aunque no así los insectos. Los hombres no son ni mejores ni más grandes que los de aquí, hay mujeres honestas y putas de todo tipo, países, naciones y tribus iguales a los de esta parte del cielo. El mismo sol brilla sobre ellos y los planetas son tan visibles como lo son acá: sus astrólogos son tan afanosamente impertinentes como los nuestros, solo que a través de los maravillosos telescopios de los que hablé anteriormente han hecho extraños descubrimientos de los que nosotros nada sabemos. Con esos instrumentos pudieron fácilmente descubrir que este mundo es su luna y su mundo, nuestra luna. La primera vez que los visité, las personas que se me acercaban me llamaban “el hombre que salió de la luna”.

Pasaré a comentar algunas de las observaciones hechas en ese nuevo mundo, antes de informar sobre su historia. He oído que, por lo general, entre nosotros los que no están muy familiarizados con la Revelación se preocupan mucho por las Demostraciones; ha surgido toda una generación que, para resolver las dificultades de los sistemas sobrenaturales imagina algo vasto, poderoso e informe, pero que es representado como un gran ojo: esta sustancia óptica lo perciben como una natura naturans, o un poder generador, como si pudiésemos imaginar que el alma de un hombre se asemeja a este original, según la noción que tienen los que leen esa vieja y ridiculizada leyenda llamada Biblia, que dice que el hombre está hecho a imagen de su creador: el alma del hombre, en opinión de los naturalistas sería, por lo tanto, un vasto poder óptico que se esparce por todas sus partes, pero que se asienta, principalmente, en su cabeza. A partir de este hecho, reducen todo ser a su vista, algunos son más capaces de ver y ser receptivos a los objetos que otros; no consideran que existan cosas invisibles, sino que nuestra vista no es lo suficientemente buena, o se ha visto reducida u oscurecida, por un lado, por accidentes externos como lo son la distancia del lugar, los vapores que se interponen, las nubes, el aire líquido, las exhalaciones; por otra parte, pueden intervenir factores internos como serían los errores de distracción, las nociones descabelladas, un entendimiento nublado, las fantasías vacuas y mil obstáculos más que se interponen e impiden que la vista opere con claridad. En particular, estos obstruyen las facultades perceptivas, debilitan la cabeza y llevan a la humanidad toda a necesitar anteojos para educarse desde la etapa del nacimiento. Más aún, a partir de que usan estos ojos artificiales, logran aclarar la vista para ver lo que esta no puede ver; la mayor sabiduría de la humanidad, el más alto beneficio que el hombre debe anhelar es poder ver aquello para lo cual ha nacido ciego. Esta meta empuja al hombre a la búsqueda de medios para la recuperación de la vista y corre de la escuela hacia las artes y ciencias y ahí se hace de horóscopos, microscopios, telescopios, caleidoscopios, y todos los “escopios” y lentes que puedan curarlo del entendimiento lunar ciego que lo aqueja. Lleva esto adelante con una maravillosa habilidad y años de aplicación, luego de vagar por desiertos y pantanos de suposiciones, conjeturas, estimaciones y cálculos y vaya uno a saber qué otras cosas, que lo hicieron encontrarse con la física, la política, la ética, la astronomía, la matemática y cosas tan desconcertantes como esas que lo llevan con grandes dificultades hacia un minúsculo lugar llamado demostración. Ni uno en diez mil encuentra un camino provechoso, sino que se pierden en la jornada tediosa y sin refinamientos. Los que esto hacen envejecen siendo poco avezados para el camino, así que ni bien alcanzan a vislumbrar este ojo universal, este esclarecimiento general, mueren habiendo tenido un tiempo muy escaso para mostrarle el camino a los que vienen detrás.

Ahora bien, como la búsqueda intensa de eso que llaman demostración me llenó de deseos de verlo todo, me detuve a observar la extraña multitud de misterios que encontré en todas las acciones de los hombres, mi curiosidad se vio estimulada a indagar si es que el Gran Ojo del mundo no le había dado a nadie el don de la clarividencia o bien si es que allá hicieron de ella un mejor uso del que nosotros hicimos aquí. No debe sorprender que yo estuviese tan feliz en mi persecución de esta búsqueda al llegar a China, cuando me percaté de que en esas tierras estaban más avanzados que nosotros, confirmando la creencia de que proceden de un origen más antiguo que el nuestro. Nos han dicho que, en la edad temprana del mundo, la fuerza de la creación superaba con creces a la que vino después: en las últimas eras se ha perdido la prístina fuerza de la razón y de la invención, que pereció en el diluvio con nuestros ancestros y no recibimos ayuda desde entonces, así que hemos llegado luego de extensos tanteos a partes remotas del conocimiento, con el auxilio de la lectura, de la conversación y de la experiencia. Pero, todo esto no es sino una débil imitación, un mero parecido, el remedo de lo que se conocía en aquellos tiempos magistrales.

Ahora, de ser verdad como se ha insinuado que el imperio chino estaba poblado mucho antes de que ocurriera el diluvio y que no fueron destruidos en tiempos de Noé, no sería extraño pensar que nos sobrepasan en esta cuestión de la mirada en lo que llamamos conocimiento general, pues las perfecciones que la naturaleza nos otorgó al principio de los tiempos no fueron sofocadas en ellos por esa gran calamidad. Personalmente, me deleitaron mucho las cosas extraordinarias que vi en esos países, cuando oí acerca del mundo lunar y que se podía llegar ahí desde nuestros parajes, esto me conmovió más de lo que puedan imaginar. Yo ya había oído que algunos sabios filósofos hablan del mundo lunar y algunos están obsesionados con él. Pero ninguna de las refinadas mentes, ni siquiera el obispo Wilkins, halló el artefacto mecánico cuyo movimiento es suficiente para tratar de pasar a ese mundo. Recientemente, sin embargo, un autor muy formal(44) ha hallado que el entusiasmo(45) es una de las operaciones mecánicas del espíritu y, si hubiese llevado la cuestión hacia sus últimas consecuencias, no hay duda de que habría logrado aterrizar por estos lares, con o sin máquina. Sin embargo, él basó todo su sistema sobre una noción de viento errónea, siendo su docta hipótesis contraria a la naturaleza de las cosas en este clima, donde la elasticidad del aire es muy diferente y donde la presión de la atmósfera no tiene fuerza alguna debido a la falta de vapor. Todo su concepto se disolvió en un vapor nativo y voló hacia arriba con ese estruendo de llama lívida que llamamos blasfemia. Esta quema todo el ingenio y la fantasía del autor y deja tras de sí un olor raro que tiene esa poco feliz cualidad por la cual todo el que lea el libro pueda oler al autor. Este último, por otra parte, nunca llegó demasiado lejos, si bien embarcó hacia Dublín para poner al resguardo a los amigos ante el mínimo peligro de una conjetura.

Pero regresemos ahora hacia esas felices regiones del continente lunar en el que aterricé y que pude admirar; algo que me sorprendió, sin embargo, es la alteración del clima y, en particular, una rara salubridad y fragancia en el aire que hallé por demás nutricia y placentera. Aunque apenas perceptible a la respiración, era comprensible que sería provechoso para la vida si nos fuese suministrado por un tiempo prolongado, pues usaríamos poco y nada nuestros fuelles naturales. Ya tendré ocasión de realizar un examen crítico de la naturaleza, usos y ventajas de tener buenos pulmones, pero limitaré ahora mis observaciones a los aspectos que se relacionen especialmente con el ojo y la mirada. No fue poca mi sorpresa, os aseguro, cuando, al hallarme sobre un montículo descubrí que era capaz de ver y distinguir cosas a una distancia de cien millas y más. Al buscar más información sobre este punto, la gente me dijo que había ahí cerca un reconocido filósofo que podía aclararme la cuestión.

No tiene sentido que les diga el nombre de este hombre o siquiera si tiene nombre. La cosa es sencilla, había un hombre en la Luna, pero el intercambio que tuve con él fue muy extraño. En nuestro primer encuentro me preguntó si yo había llegado de la Luna. Le dije que no y esto lo enojó bastante, me trató de mentiroso y añadió que había sabido perfectamente y desde el primer momento de dónde provenía. Contesté que yo había llegado al mundo de la Luna y comencé a alterarme al igual que él. Transcurrió un tiempo antes de ponernos de acuerdo, su punto fue que yo había bajado de la Luna y el mío que yo había bajado a la Luna.(46) Esto no ocurrió sin antes desarrollar explicaciones, demostraciones, diseñar esferas, globos, regiones, atmósferas y mil diagramas que respaldaban cada uno de los puntos de vista. Insistí en mi posición, ya que mi experimento me calificaba para sostenerla y lo desafié a volver conmigo para comprobarlo. Él, como filósofo que era, antepuso mil principios, conjeturas y problemas esféricos para confrontar mi posición y, como toda demostración, dijo eran puros inventos míos.

Teníamos diferencias de todo tipo, y cada uno por su parte estaba en lo cierto y, a la vez ambos estábamos equivocados y teníamos razón, y viceversa. Fue muy difícil conciliar este entuerto, hasta que finalmente se produjo la demostración: lo que él llamaba Luna nos mostraba su lado oscuro tres días después del plenilunio, y a través de sus extraordinarios telescopios pude notar que el país sobre el cual daba el sol era todo Luna, mientras que el otro era todo Mundo; tanto si imaginé o si realmente lo vi, lo cierto es que distinguí las altas torres de las inmensas ciudades de China. Sobre esto y otras cosas debatimos y llegamos a la siguiente conclusión, sobre la que tanto el anciano como yo estuvimos de acuerdo, que hay dos lunas y dos mundos, esta es Luna para ellos y aquella es Luna para nosotros, como si se tratara de un sol entre dos espejos, uno brillando sobre el otro por reflexión, de acuerdo con la posición oblicua o directa que cada uno ocupe. Este asunto nos proporcionó mucho placer, pues, ¿quién no quiere estar en lo correcto? Nos complace cuando nuestras nociones son reconocidas por nuestros oponentes. Pudimos, además, madurar abundantes especulaciones útiles, tales como:

1. ¿Si lo más natural para los hombres es capitular, por qué de ambas partes pretenden tener la razón?

2. ¿Es natural para la opinión despreciar la demostración?

¿Hasta qué punto interrogarse mutuamente deviene en la mutua satisfacción?

A partir de lo observado con el telescopio, pudimos señalar también algún que otro retruécano, ambigüedades y conclusiones, a saber:

1. Que la totalidad del mundo tiene un lado ciego, un lado oscuro, y uno brillante y, por ende, lo tendrán todos los cuerpos que lo habiten;

2. Que todo asunto que hoy presente su lado oscuro, puede tener mañana su lado brillante, esto explicaría la gran cantidad de morales útiles que han surgido, como ser:

· Para el hombre no hay destino más oscuro que cuando transforma los rayos que brillan sobre él en rayos que él mismo genera.

· Como la Luna, todas las cosas que surgen hoy se ponen mañana, cambian permanentemente, fluyen y refluyen;

· El entendimiento humano es como la Luna en su cuarto creciente, la mitad está a oscuras;

3. La humanidad no debe sorprenderse por el permanente cambio de bando ni condenarlo, este se debe a la influencia lunar y está gobernado por la operación poderosa del movimiento de los cielos;

Si en el mundo hubiese algo parecido al destino, no sé de ningún hombre que esté tan predestinado como para cambiar permanentemente de bando; de todos modos, me propongo ofrecerle al lector un capítulo completo o una entera sección dedicada a la filosofía del movimiento humano, examinado y calculado esférica e hipócritamente; me explayaré sobre este punto más adelante.

Habiendo intercambiado nuestras opiniones, quedamos satisfechos con la demostración que dice que nuestros mundos son hermanos, tanto en forma como en función y en todas sus capacidades. Es decir, acordamos que hay un par de lunas y un par de mundos, y que son, de modo similar, magnéticos e interrelacionados, mutuamente influidos. Dicho esto, descansamos sobre este asunto y seguimos con otros temas.

No podría haber deseado conocer en mis nuevos viajes a nadie más que a ese hombre, nunca hubo dos personas como nosotros: él era el hombre en la luna para mí y yo el hombre en la luna para él. Dejó registro de todo lo que dije y escribió un libro que llamó Noticias del mundo de la Luna, y es como si bajo ese título leyera mis notas. Me dijeron que antes él había publicado un tratado audaz que vertía sobre relaciones alegóricas tal como las que yo le he mencionado sobre nuestro mundo. Fue citado ante la autoridad pública que no pudo soportar las reflexiones certeras bajo su condenado modo satírico de escritura; castigaron al pobre hombre, fue a prisión y su familia cayó en la ruina. No solo lo multaron ultra tenementum,(47) sino que fue expuesto en un sitio elevado de su ciudad capital, para que la multitud se riera de él como si fuese un tonto. Este castigo es parecido a nuestra picota,(48) en la que se coloca a los criminales, a los individuos que engañan y traicionan, a los que plagian escritos, a los perjuros o delitos similares.(49) La gente, que se esperaba que tratase muy mal a este hombre, por el contrario, sintió piedad por él y deseó que quienes lo habían puesto en esa situación lo soltaran, expresando su apoyo con fuertes gritos y aclamaciones, hasta que fue liberado.

Todo esto sucedió antes de mi primera visita a ese mundo, cuando arribé ya todo había terminado para este hombre, sus enemigos caídos en desgracia y expulsados, y él era más apreciado por sus conciudadanos de lo que había sido antes. Y, por el momento, no hay nada más que agregar sobre el hombre en la Luna.

Después de llegar a un acuerdo en nuestro debate sobre la naturaleza y calidad [de los mundos], expresé mi deseo de que me mostrara algún mapa o diseño de su mundo. Me trajo un par de hermosos globos y de inmediato comenzó con una descripción geográfica del lugar. Me pareció algunos grados menor que nuestro globo terráqueo, pero con más tierra que agua, creí ver algo que parecía tener un clima similar al nuestro y observé un gran territorio al norte, cerca de la latitud 50 o 56.(50) Pregunté qué país era ese y me dijo que era uno de los mejores de su mundo y que me llevaría a conocerlo, pues no estaba lejos. Me dijo que el país podía considerarse bueno, saludable, productivo, con un excepcional emplazamiento para el comercio, bien provisto de puertos, vías fluviales y bahías para el embarque, extensamente habitado y con una población bien distribuida, por cuyas venas corría la sangre de todas las naciones de la Luna. También me dijo que los habitantes eran numerosos, y que eran la gente más extraña que conocía: tanto su naturaleza como sus temperamentos, cualidades, acciones y modos de vida contenían innumerables contradicciones. Eran los tontos más sabios y los sabios más tontos del mundo; los fuertes más débiles y los ricos más pobres, los codicioso con más generosidad y los cobardes más osados; eran los traidores más leales, los más disolutos sobrios, los ariscos más corteses, los diligentes más perezosos; eran, en fin, los agitadores más pacifistas y los leales más sedicioso que nación alguna haya conocido jamás.

Realicé por mi cuenta observaciones que, como es comprensible, no podían informarme más que sobre la situación presente, la que –sin embargo– compartiré con ustedes con el cuidado y la concisión oportunos. Además, fui aleccionado por el anciano selenita respecto de todo lo que era materia histórica o considerada excepcional. En primer lugar, me informó que en este nuevo país raras veces había nubes y, por ende, no se producían tormentas de importancia; reinaban una serenidad constante, brisas moderadas que enfriaban el aire y permanentes exhalaciones nocturnas que mantienen la tierra húmeda y fértil. Como los vientos que llegan son diferentes y lo suficientemente fuertes, facilitan la navegación y los liberan de los terrores y peligros de naufragios y destrucciones, que entiende que preocupan a nuestro mundo lunar, como lo denomina.

La primera observación que hice al respecto fue que suponía que las condiciones que él había expuesto eran las causantes de la estupenda claridad del aire y de las ventajas de las extendidas capacidades ópticas de las que ellos disfrutaban.

“¡Ay!”, exclamó el anciano, “ustedes no ven nada de lo que pueden ver algunos de nuestros grandes ojos en ciertas partes de este mundo, ni tampoco nada comparado con lo que podrían ver con la ayuda de los telescopios recientemente inventados que, llegado el momento, le dejaré utilizar. Quizá, entonces, usted comprenda que esta es la razón por la cual aquí no abundan los libros como en su mundo lunar y que, exceptuadas algunas traducciones extraordinarias que hay en su país, de las que en las librerías del nuestro hallará solo algunas, el resto no justifica la gran cantidad de preocupaciones que la escritura acarrea”.

Abandonamos de inmediato las consideraciones filosóficas acerca de los vientos y yo comencé a preguntar sobre los instrumentos ópticos y las traducciones. En primer lugar, creí entender que había un extraño tipo de elemento que no aportaba nada al ojo, pero que realiza entre el ojo y el objeto una operación que no alcanzo a descifrar. Difiere mucho de lo que reza nuestra doctrina óptica y permite la formación de raros fenómenos en la vista con los que no estamos familiarizados. En casos como este no viene en mi ayuda ninguno de los refinados términos de nuestros eruditos, como visión nublada o rarificada, porque de lo que se trata es más bien de atravesar órganos, de partículas de transparencia, de emisión, de transmisión, de medios, de contracción de rayos y de mil posibilidades más de una operación sin igual que, les aseguro, encontrarán inédito de este lado de la luna.

Con la ayuda de este artefacto óptico podemos advertir cosas extrañas que en nuestro mundo no se considerarían entidades, porque no pueden ser vistas o no se logran percibir, por ejemplo:

La política de estado en todos sus meandros, desplazamientos, giros, trucos y reveses; estos se delinean y detallan con tanta exactitud que cabe la esperanza, con el tiempo, de poder diseñar un par de esferas que le otorguen certidumbre a estas cosas. En efecto, son cuestiones que resultan un enigma, incluso entre esas naciones más perspicaces y entorpece la determinación de qué forma deberían adquirir los planes y proyectos de este desconocido territorio de misterios. Algunos eran de la opinión que tendría que representarse como un hectágono irregular, una figura con cien ángulos o conos, pues lo inexplicable de este estado-ciencia se cela en un millón de rincones por descubrir, ya que la habilidad, el engaño y la hipocresía de los bribones y los cortesanos lo han ocultado, tanto que solo este d…i…escopio logra descubrirlo. Este amenaza con echar luz de manera perfecta sobre todas esas desnudeces que han permanecido ocultas en el embrión desde la creación del mundo y las falsas concepciones de una política abortiva.

Algunos eran de la opinión de que el plano debía ser circular, y asumir una forma globular, ya que todos sus lados eran iguales, llenos de manchas oscuras, callejones sin salida, laberintos y pasajes pesadillescos. Al estar dispuestos como planisferios, se verían todas las líneas de maldad de un solo vistazo: además, ofrecerían una especie de analogía, en la redondez de su figura, con el constante movimiento circular de toda política cortesana, en el recorrido establecido de la deshonestidad universal.

Otras personas habían opinado que sería más adecuada la forma era jeroglífica, como por ejemplo una mano estrechando la otra, pues representaría la afinidad entre la política de estado aquí y la política de estado en las regiones infernales, con similitudes poco amables entre la economía en el reino de Satán y la de la mayoría de los poderes temporales terráqueos; pensaron, sin embargo, que esto sería muy poco gentil. Se determinó, finalmente, que ninguno de esos esquemas estaba capacitado para proveer una descripción tan amplia y que, por ende, los bosquejos tendrían que ser sencillos, no para dividir los gobiernos sino para dividir las artes de gobierno en diferentes esquemas apropiados, a saber:

1. Un plano específico para la Pública Confianza. Aquí el experimento se lleva a cabo de inmediato: la descripción proporcionada es válida para el meridiano de cualquier país, tanto del nuestro mundo como del de ellos. Si lo giro hacia nuestro mundo veo claramente un Ministerio de Hacienda cerrado y veinte mil familias lamentándose, vendiendo sus carruajes, sus caballos, sus putas, sus enseres, etc., a cambio de pan, mientras el gobierno observa y se ríe; no muy lejos, puedo ver los Tribunales de una gran ciudad cerrados y unos cuarenta mil huérfanos a la deriva, algunos sin ropas, otros sin zapatos, otros sin dinero alguno, mientras que el magistrado de la ciudad pretende cobrarles a otros huérfanos. Estas cosas me recordaron al profeta Ezequiel, y creí escuchar a misma voz que le hablara a él llamarme y decirme: “Vuélvete aún, verás abominaciones mayores que estas”. Entonces, sin apartar la mirada del vasto mapa a través del lente del telescopio, pude observar una imponente flota alquilada para efectuar el servicio de transporte y jamás pagada; enormes tasas anticipadas, que jamás fueron recaudadas; otras recaudadas y con destino asignado, pero erróneamente aplicadas; millones de facturas al cobro, mientras que los pobres pagaban el cuarenta por ciento por su plata. Pude ver una increíble cantidad de dinero que se atesoraba y muy poco que se repartía; botines hurtados al enemigo y hurtados nuevamente en casa por amigos; barcos rescatados del mar y hundidos en los diques de incautación; mercaderes escapando de los enemigos en el mar y abordados en acciones piratas que fingían embargos, confiscaciones o reclamos de la costa. También vi a la flota turca llevada en convoyes y custodiada justo hasta las fauces del enemigo para luego ser abandonada a su mejor suerte. Ahí estaba el Sr. Pourchartrain(51) silenciando a la ciudad de París y saqueando el Banco de Lyon.

15. Más allá pudimos ver el Estado de Guerra entre Naciones. Estaban los franceses agradeciendo por victorias que nunca alcanzaron y algunos individuos que se dirigían a la Sublime Gloria de la gran Retirada para felicitarla. Se oficiaba un Te Deum por las victorias terrestres y una Acción de Gracias por las que se consiguieron en el mar; podían verse por ahí dos ejércitos luchando, ambos plegándose en retirada y yéndose a casa, dando gracias a Dios por nada; por aquel otro lado vimos el Plan de Guerra Tardío, como el de Irlanda; más allá estaban todos los oficiales maldiciendo a un general holandés puesto que el granuja quería echar a perder una excelente guerra, que con una decente gestión y un buen manejo de la situación podría haberse extendido unos veinte años; había también ejércitos enteros dándole caza a las dos vacas de un irlandés mientras arriaban ganado negro que declaraban ser el noble fin de esa guerra. Vemos un país atravesado por murallas de piedra y pueblos sólidos en el que cada campaña, el comercio de la guerra, es llevada a cabo por soldados, con las mismas intrigas que se cuecen en la Cámara del Parlamento; millones de contribuciones incrementadas e ingentes sumas recolectadas pero ningún impuesto reducido; la entera Flota de Indias es sorprendida(52) y no encontramos ningún tesoro, cuantiosas sumas perdidas por los enemigos que los amigos no hallan, barcos cargados con plata volátil, puesto que zarpan con las estibas llenas y regresan vacíos. Viajes que se emprenden no para batirse con alguien, pero para saquear a cualquiera, dos millones robados al mercader honesto y ni un penique repartido entre la gente honesta.

Vimos capitanes que reclutaban hombres con los gobernadores y luego dejaban que se fueran por su cuenta; también comprobamos que se acondicionaban barcos por el precio de dos millones al año, los que no entraban en combate sino una vez cada tres años, y que luego debían batirse en retirada por falta de pólvora y municiones. Vimos tratados de partición(53) ignorados por completo, confederaciones sin aliados, aliados privados de su cuota de participación, príncipes sin ejércitos, ejércitos sin hombres, hombres sin dinero, coronas sin reyes, reyes sin súbditos, más reyes que países, y más países de aquellos por los que valiera la pena pelear. Vemos al rey de Francia que, para castigar a sus vecinos, trata de manera deshonrosa a los rebeldes, y aunque había maldad en ello, lo llevó a cabo de todos modos;(54) al mismo tiempo, presta asistencia a los rebeldes húngaros que se habían alzado contra el emperador. M. Ld N. rechazó una acción tan deshonrosa –como es la de ayudar a los rebeldes Camisards–(55) estrechando lazos con el Almirante de Castilla, y así invadir los dominios de su amo, a quien había jurado lealtad. Podemos ver a protestantes luchando contra protestantes, para ayudar a los papistas; papistas contra papistas, para ayudar a los protestantes; protestantes pidiendo auxilio a los turcos para mantener la fe, contra unos cristianos que la quebrarían. Vemos a los suecos peleando por venganza y llamando a eso religión;(56) a los cardenales que deponen a un príncipe católico, para entronizar una tiranía luterana,(57) llamando a eso libertad; observamos que los ejércitos eligen a los reyes, dándole a eso el nombre de libre elección; y vemos a los franceses que conquistan la Saboya, para asegurar la libertad de Italia.(58)

El mapa de las Políticas de Estado contiene gran abundancia de transacciones civiles, que no podrían ponerse al descubierto más que en este maravilloso país y a través de su prodigioso invento. En primer lugar, este permite observar a un eminente prelado endeudando a todo el mundo para aliviar al Pobre y hacer pasar el Robo de Dios por Sacrificio: es la puerta de entrada al destino de las naciones. Observamos que el Duque de S---y ha sido comprado tres veces y que sus súbditos han sido vendidos en cada una de las ocasiones; a Portugal comprado dos veces y ninguna de provecho; a España comprada una vez, pero poco dispuesta a inclinarse por el oferente; Venecia quiere ser comprada, si hubiera ofertantes; Bavaria fue adquirida, pero huyó con la plata; el Emperador fue comprado y vendido, pero eludió el mercader; los franceses compraron reinados que no pueden mantener, los holandeses se quedan con reinos que no pueden comprar y los desembolsan su dinero y no compran nada.

En lo que a asuntos civiles se refiere, pudimos observar religiones sin territorio y mucho territorio sin religión, muchos conflictos sobre la paz y ausencia de paz en las intenciones; había saqueos sin violencia, violencia sin persecución, conciencia exenta de buena obras y buenas obras sin caridad; había facciones que se cortaban la garganta unas a otras por amor a Dios, derribando iglesias de propaganda fide,(59) y produciendo divisiones por medio de la asociación. Por ahí, tenemos Paz y Unión alcanzadas para pasar por el camino más corto;(60) exterminio y destrucción se jactan de ser la vía para conseguir abundancia y placer. Podrán verse todas las naciones sabias, diría un autor erudito, de haberlas encontrado, pues serán las que tengan leyes exclusivas para la seguridad general y la satisfacción de sus súbditos. Estatutos ocasionales(61) pueden tener aquí una descripción específica, categorial e histórica: que hablen por sí mismos.

Ahí tienen ustedes el Ascenso, lo Original, la Legalidad, la Utilidad y la necesidad de la Obediencia pasiva, representados bellamente como Sistema de la Divinidad, y claramente demostrado por una descripción geográfica. Todo esto excede la comprensión por nuestros medios y puede discernirse con la ayuda del telescopio, de modo que resulte coherente la resistencia, el tomar armas, el acudir a la ayuda de fuerzas extranjeras, y así sucesivamente… Se despliegan, entonces, claramente las políticas de la Iglesia de Inglaterra, y un mapa de las lealtades: queda bien a la vista, de manera tan patente como la nariz en la cara de un hombre (que prueba que tiene una sola), que una persona puede abdicar, pegar media vuelta y destronar a su príncipe y, sin embargo, considerarse libre de culpa, por completo inocente, respecto al quiebre, al incumplimiento, a la usurpación, o al afianzamiento de la doctrina de la resistencia pasiva:(62) puede dispararle a su príncipe y sin la intención de matarlo, pelear contra él sin provocar una rebelión, tomar las armas sin instar a una guerra contra el príncipe. Algo más allá persiguen a los disidentes, sin deseos de que presten conformidad a esa Iglesia que estarían dispuestos a derrocar; que rueguen por el príncipe que no se atreven a nombrar, y nombren al príncipe que no está en sus oraciones.

Con la ayuda del telescopio se abren extrañas perspectivas en el vasto, oscuro y misterioso mundo de la política de estado. Sin embargo, lo que es aún más extraño y requeriría de grandes volúmenes para entrar en detalle, aportar ingentes diagramas, tortas, gráficos, y miles de otros graciosos elementos para su demostración es que con este enorme e inteligente descubrimiento resultan llanas no solo las cosas que lo son, sino que todas las grandes contradicciones se vuelven racionales, reconciliadas con la práctica y reducidas a la demostración. El autómata alemán, el movimiento perpetuo, el Primer Motor de nuestro mundo miope resultan bagatelas para estas agradabilísimas disquisiciones.

Se nos presenta claro y lógico el motivo por el cual un parlamentario paga 5000 libras(63) para ser elegido, ya que no puede ganarse honestamente ni un penique al sentarse en su escaño: es fácil entenderlo, ya que lo que debería reclamar en la corte lo recibe más rápidamente estando ahí. Para decirlo más llanamente, las grandes propiedades provienen de sitios pequeños, y las que las doblan en tamaño, de ninguno. Es fácil ser hallado honesto y confiable aprovisionando las naves francesas lejos de los almacenes ingleses, cuando es nuestra flota quien lo necesita; una mirada más amplia y la perspectiva lunar harán que estas cosas sean no solo claras, sino también lógicas y comprensibles para todos. No cabe duda que todo esto puede parecerle extraño a cualquiera que no haya estado en esa región clarividente, y comprender que aquellos que en Inglaterra llamamos “arribistas” son los verdaderos amigos de los disidentes y han sido más diligentes y leales respecto de sus intereses que cualquier persona en toda la nación; así es, señores, y todo el cuerpo social debería agradecerles.

[…]

Utopías inglesas del siglo XVIII

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