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La herencia de los escribas

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Los escribas eran confiables y en caso de dudas se los enviaba a realizar una visita forzada a los dioses vigentes en el momento. Esta confiabilidad fue transmitida y recepcionada por el instrumento público. El escriba transformado en escribano (una simple cuestión de declinación idiomática) es la autoridad certificante que confiere carácter de veracidad e infalibilidad probatoria a un documento (salvo, por supuesto, la redargución de falsedad, ya que todos somos confiables, pero a veces cometemos errores).

Por otra parte, y a efectos de convalidar aquellos casos en que los nuevos escribas no participan en la certificación del documento, fue necesario recurrir a los testimonios de diversos “expertos” que los validarán respecto de su confiabilidad probatoria (autenticidad, integridad, no repudio, etc.). A estos expertos en confiabilidad probatoria documental (como soporte de la decisión judicial expresada en la obligada sentencia), se los fue dividiendo en dos grandes grupos (y muchas otras partes complementarias o suplementarias): los peritos en documentología, documentoscopía y los calígrafos. Luego de un tiempo, las incumbencias se fusionaron a tal punto que hoy resulta difícil determinarlas con precisión jurídica aceptable.

En consonancia y en igual sentido, el auge de la Criminalística proveyó al instrumento judicial de una serie de expertos que colaboran en apoyo a sus decisiones, entre ellos, médicos legistas, laboratoristas, físicos y químicos, contadores, agrimensores, balísticos, planimétricos, fotógrafos periciales, microscopistas y cortamos aquí la lista porque llevaría demasiado tiempo y es suficiente con analizar exhaustivamente la nómina de los cuerpos periciales forenses para notar su profusión y variedad.

Argentina, a partir de la década del 40 del siglo pasado, construyó una sólida estructura pericial, en particular soportada por la Policía Federal (Departamento Scopométrico) y de la Provincia de Buenos Aires (con su exponente máximo internacional: Vucetich y el Sistema Dactiloscópico Argentino), la Medicina legal se consolidó en la Morgue Judicial y los jueces pudieron contar con pericias científica, tecnológica y técnicamente soportadas, apoyadas en un método criminalístico estricto y expresadas mediante informes periciales, cuya estructura resultaba equivalente y fácil de interpretar para el lego en la materia (en particular, los jueces que debían evaluarlas).

Estas funciones periciales se consolidaron y tuvieron un accionar tan serio y brillante que rodearon al perito oficial de un aura de certeza y conocimiento que lo colocó un escalón por encima de sus colegas de oficio o de parte (hoy consultores y asesores técnicos).

Un informe de autopsia de Morgue Judicial es cosa seria. Claro, aunque esté firmado por un funcionario policial o judicial, ha sido realizado por un médico (siete años de carrera de grado), con más de cinco años de experiencia laboral, especializado en Medicina general, Traumatología y Cirugía general, matriculado y que con ese bagaje académico, realiza una carrera de posgrado de dos años, donde lo capacitan en Criminalística y Derecho, entre otras cosas, pudiendo al fin recibirse de médico legista y firmar autopsias.

La credibilidad del escriba se ha expandido y difundido entre la sociedad en general y, en particular, entre la sociedad judicial. El perito oficial es confiable, tal vez no tanto como un instrumento público, pero seguramente mucho más que sus iguales de oficio o de parte.

Manual de informática forense III

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