Читать книгу De santos y milagros - Álvaro Cunqueiro - Страница 11

LA GUERRA CIVIL

Оглавление

Cuando estalla la guerra Cunqueiro toma la decisión de apoyar el levantamiento de Franco. Su importante vinculación pública con el galleguismo cultural y, en menor medida, con el Partido Galeguista y los hombres del Grupo Nós le hacían correr un serio peligro en esas circunstancias. En el plano político, aunque su militancia fue breve, Cunqueiro aparecía como suplente en el Consejo Directivo del Partido Galeguista. En 1931, en Ribadeo, había dado uno de sus escasos mítines de apoyo al ORGA, acompañado por Fole, terminándolo al grito del verso de Pondal de «Os tempos son chegados». De principios de 1936 data su afiliación a la galleguista y demócrata Asociación de Escritores de Galicia. Como intelectual que ostentaba puestos relevantes en el ámbito de un sistema literario, además, en el que la lírica ocupaba una posición determinante, Cunqueiro se manifestó públicamente a partir de 1935 sobre temas políticos de primera importancia en relación con Galicia, en particular el de la consecución de su autonomía, en un marco estatutario similar a los existentes para el País Vasco y Cataluña.

Todavía en fecha tan cercana a la sublevación como el 27 de junio de ese mismo 1936, Cunqueiro había publicado en El Sol un artículo de encendido apoyo a dicho Estatuto autonómico, que debía ser aprobado en Cortes precisamente el 19 de julio, y el día 28 de junio otro similar en El Pueblo Gallego. Como señala Armesto Faginas, su principal biógrafo, el apoyo personal de Álvaro Cunqueiro al levantamiento del general Franco fue renuente y mucho más motivado por circunstancias externas que por afinidades ideológicas plenas9. Ello se hace patente por el propio testimonio de Cunqueiro en una carta personal dirigida al periodista Augusto Assía, a la sazón en Londres, en la que declaraba:

«Agora por ista banda falar é cousa pouco doada e ben nobre. Entrou un tropel de voces e de armas e non hai que facerlle […]. Desaiunei hoxe con esto: “Resucitar el Imperio, por la Contra-Reforma” e aínda non estou reposto. Quizaves volva a Cruz Verde e na estampa toledá se retrate —cinco esclaviñas era o litúrxico— un novo Gran Inquisidor. Ben en serio, ¡pobre España! ¡E probes de nós tamén! Eu non sei ben aínda —vou para 24 anos— si lle é duro ó home “aguantar” a súa condición de home, pro anque eisí fora, eu amaría sempre, sober todo, a miña liberdade»10.

Cunqueiro, no obstante, se afilia a la Falange, evita el alistamiento militar alegando motivos de salud y, ayudado por el sacerdote Márquez Cortiñas, consigue una plaza de profesor de Letras en el colegio de Santa Marta de Ortigueira, para empezar a desempeñar labores docentes en octubre, con el inicio de curso. Un mes después, pasa a encargarse del semanario local oficial de la Falange, Era Azul. Guión de Falange Española y de las JONS de Ortigueira, que elabora él mismo casi en su totalidad y sale de imprenta el 12 de noviembre de 1936. Los textos de Era Azul, plenamente adscritos a la retórica y los contenidos del nuevo Régimen, llaman la atención del jefe provincial de la Falange en Pontevedra, Jesús Suevos, posteriormente director general de Radiodifusión. Suevos toma nota del talento de Cunqueiro y lo recluta para la redacción de un renovado El Pueblo Gallego, de Vigo, requisadas sus prensas y depurado su consejo de redacción tras la declaración del estado de guerra en la ciudad. Los artículos cunqueirianos de El Pueblo Gallego, más amplios pero igual de trabajados en el «clima de fastuosidad literaria de la prosa de la época»11, continúan la estela de Era Azul en cuanto a su retórica y el estilo entre barroco y modernista del Régimen. Con todo, es interesante destacar el hecho de que Cunqueiro autotradujo textos publicados anteriormente en gallego en este mismo diario, una práctica muy interesante que demuestra en buena medida que su labor de redacción era bastante genérica, al tiempo que insistía en unir al enfoque político el plano culturalista que había sido habitual en sus colaboraciones anteriores a 1936. No obstante, hay que poner de relieve el hecho de que Cunqueiro realizara estos artículos y declarara su participación anterior en El Pueblo Gallego de un modo público y consciente. En momentos tan complejos como los iniciales de la guerra civil, debemos sopesar hasta qué punto Álvaro Cunqueiro estaba corriendo un cierto peligro, en el sentido de que ese reciclado de artículos en lengua gallega anteriores a la guerra pudiese crear algún problema ante sus superiores. Pensamos que es algo que debe ser destacado, y que en cualquier caso esa actitud de recuperación de textos —que no de contextos— ponía de relieve un autorretrato que privilegiaba su condición de escritor e intelectual, aun pudiendo considerarse este artículo como una retractación pública que, insistimos, era en aquellas circunstancias sumamente arriesgada.

Con todo, este hecho no parece que le plantease especiales problemas a Cunqueiro, y el paso de los meses llevó a que tanto sus artículos como los poemas que fue publicando en El Pueblo Gallego fuesen elogiosamente alabados entre los cuadros del Régimen. El Pueblo Gallego, dirigido hasta 1938 por Manuel Halcón, cambia de director cuando este es trasladado a San Sebastián, a las prensas de La Voz de España. Halcón reclamará la presencia de Cunqueiro, quien de pleno derecho convierte el periodismo en su profesión. El 24 de octubre de 1938 obtiene el carnet oficial de periodista, al ser incluido con el número 256 en el Registro Oficial de Periodistas12. Cunqueiro residirá y trabajará en San Sebastián hasta 1939, momento en que Manuel Halcón, nombrado director de ABC, vuelve a reclamarlo para dicho periódico, donde pronto pasa a ocupar labores de responsabilidad editorial. La carrera periodística de Cunqueiro fue, pues, enormemente rápida e importante: junto a su labor en ABC, su pluma es requerida en esos años por diversas publicaciones y revistas como el diario Arriba, la Hoja Oficial del Lunes, el propio diario La Voz de España, y varios periódicos gallegos. En Madrid, además, participa en recopilaciones de exaltación bélica franquista como la Antología poética del Alzamiento (1939), de Jorge Villén, o la Corona poética de sonetos en honor de José Antonio Primo de Rivera (1939), siguiendo la publicación de poesía política de circunstancias que ya habían visto la luz en las páginas de Era Azul y Pueblo Gallego.

Podemos calificar los textos de guerra de Cunqueiro, sin lugar a dudas, como prosa de combate, completamente adscrita a la retórica franquista13, y, en particular, a los rasgos falangistas de exaltación épico-heroica e histórico-patriótica de la guerra civil como cruzada católica de liberación, un rasgo este último que se refuerza con la línea ideológica ultratradicionalista propia del diario La Voz de España. Sin embargo, en buena parte de los artículos de Cunqueiro destaca como un rasgo estilístico personal una prosa poética de enorme perfección formal, teñida de culturalismo, que incluye referencias complejas en sus artículos a autores no tan usuales en el canon de las citas fascistas como Von Kleist, cuya hispanofilia, en cualquier caso, era bien conocida. Si en Era Azul el componente mítico de alabanzas al caudillismo-cesarismo de Franco y José Antonio eran la tónica habitual, en La Voz de España, como hemos señalado, cobra más importancia el componente religioso, ultracatólico y tradicionalista como base de la mayor parte de los artículos. En este periódico las semblanzas políticas e históricas pasan a ser tratadas casi como semblanzas hagiográficas, y Cunqueiro no será una excepción en sus artículos. En ellos, como era habitual en los discursos culturales y en las interpretaciones históricas propias del Régimen durante el primer franquismo, el alzamiento pasa de ser defendido desde la justificación militar hasta la órbita del panegírico religioso, imbricado además en una teoría del providencialismo histórico bajo el culto a la personalidad de Franco y José Antonio14, dos rasgos que pueden entenderse como haz y envés, para usar una palabra muy cunqueiriana, de buena parte de la masiva propaganda ideológica a medida que fue afianzándose la victoria en la guerra civil.

En ese sentido, hay varios jalones en los artículos de Cunqueiro publicados en La Voz de España que es interesante reseñar: no sólo procederá a las alabanzas políticas del Régimen, sino que abrirá sus artículos a comentarios directa y estrictamente religiosos, de elogio a temas de actualidad como la elección de Pío XI o la loa intensamente retórica y culturalista que hace de la celebración del Día de las Misiones, dejando a un cierto lado la faceta de articulista exclusivamente político que le había acompañado hasta el momento. Si bien el espíritu de cruzada con el que se interpretaban de forma oficial los acontecimientos históricos presentes y pasados de España es tónica constante de la prensa oficial, los artículos cunqueirianos de este tipo muestran el tan característico tono culturalista vuelto ahora hacia la sacralización de los contenidos. Como será, señalamos, la tónica habitual de la retórica nacionalcatólica15, estos artículos presentan las figuras de Franco y sus ejércitos directamente vistas desde el prisma del discurso hagiográfico. La santidad de Franco es vista como un hecho histórico indudable, vinculado directa y providencialmente al golpe de Estado del que la propia persona del general es considerada brazo armado de Dios y, por ende, susceptible de enlazarse históricamente (y también retórica y literariamente) con apóstoles y reyes caballeros, en un continuum simbólico claro bajo este engranaje mitológico16. Esta historicidad y esteticismo puede ejemplificarse en la aparición recurrente de personajes muy determinados como el Apóstol Santiago, el Cid o Carlomagno, de relativa asiduidad retórica en La Voz de España; un Carlomagno, además —no debe olvidarse—, invitado de honor, al estilo del sitial vacío en la Mesa Redonda, en las famosas Cenas de Carlomagno que dandista y aristocráticamente tenían lugar en el Hotel París de Madrid entre lo más granado de la posterior intelectualidad falangista: con José Antonio Primo de Rivera eran comensales obligados a esa cita mensual Sánchez Mazas, Mourlane Michelena, Agustín de Foxá o Dionisio Ridruejo17. Similar retórica hagiográfico-providencialista aparecerá posteriormente en los artículos cunqueirianos de ABC, quizá literariamente más elaborados en su culturalismo y erudición, e impregnados de este esteticismo y de contenidos —y decorados— muy determinados —Medievo, la figura de la personalidad carismático-heroica militar y/o religiosa, sacralización, sublimidad formal y de contenido, tonos decadentistas aristocratizantes con cierta vinculación plástica al Art Decó— que serán un rasgo fundamental en su creación literaria anterior a 1950, aquí sin embargo más centrado en la alabanza política del Régimen dentro de un Madrid recién conquistado, y en el que se hacía necesario el panegírico históricoreligioso como compromiso de justificación del largo asedio al que había sido sometida la capital.

1940 será un año decisivo para la consagración literaria de Cunqueiro en el Madrid de la inmediata posguerra. Siendo ya un periodista cada vez más conocido, pasó a ocupar la vicedirección de Vértice, una de las revistas culturales de referencia dentro del primer franquismo, cuando Manuel Halcón fue nombrado su director. Junto a Cunqueiro publicarán personalidades culturales de la Falange de primera hora tan relevantes como Eugenio d’Ors, Dionisio Ridruejo, Pedro Laín Entralgo, o Aranguren, entre otros. Al tiempo, comienza sus colaboraciones en Escorial, fundada por el propio Ridruejo, en la que tenían intereses empresariales Jesús Suevos y Sánchez Mazas —de cuya amistad íntima Cunqueiro siempre se enorgulleció; además, su obituario le hizo obtener en 1966 al mindoniense el premio Conde de Godó de periodismo— y en la que participaba, además, otro escritor gallego de vinculaciones similares a las de Cunqueiro con el Régimen, Gonzalo Torrente Ballester. En rigor, como se puede apreciar, Cunqueiro actúa como periodista general y colaborador en particular de las revistas más oficiales, directamente asociadas a los Servicios Nacionales de Prensa del Régimen, al albur, en mayor o menor medida, de los hombres que controlaban los servicios de propaganda. En ese sentido, podemos afirmar que su pluma se limita a estar al oficio de la retórica oficial del nuevo régimen.

Dentro de los escasos márgenes en los que podía moverse en sus artículos, Cunqueiro, como vemos, procuraba adaptarlos a las características de la publicación a la que iban destinados. Los artículos de Vértice entroncan en mayor medida con la estética cuasimodernista históricamente estetizante, tan característica de algunos autores del fascismo español18. Cunqueiro se dota de una prosa poética de envergadura compleja, e insiste en la creación de atmósferas culturalistas aristocráticas, de marcado elitismo cultural, como correspondía a una publicación pensada como motor literario de los sectores socioculturales más elevados de la naciente posguerra.

Si la carrera periodística de Cunqueiro estaba siendo fulgurante, su presencia en la vida cultural de principios de los cuarenta era, también, cada vez mayor. Así, compaginó sus labores periodísticas con la participacion en la vida teatral de la capital, adaptando La primera legión, del norteamericano Emmet Lavery, que fue estrenada con gran éxito de crítica y público el 3 de diciembre de 1940 en el teatro Español. Ese mismo año da a la luz su primer y único libro de poesía en castellano, Elegías y canciones (Barcelona, Apolo, 1940), que como bien ha puesto de relieve César Antonio Molina19 son diecinueve poemas directamente traducidos de poemas en gallego anteriores a la guerra, en los que destaca el carácter metafísico y nostálgico de sus contenidos, mezclando elementos ajenos al Régimen, como la alabanza del vanguardista Manuel Antonio, y algunos más transidos de cierta religiosidad, que podían encajar con la poesía interior propia de ciertos quehaceres poéticos del franquismo. Volvemos a encontrarnos con que Cunqueiro traza líneas continuistas con su poética y sus formas creativas anteriores en lengua gallega. Las colaboraciones culturales en las revistas de la época van fraguando nuevos textos de índole variada, como la importante Historia del Caballero Rafael (1940) y la pieza dramática Rogelia en Finisterre (1941), ambas publicadas en los suplementos literarios de Vértice. La Historia del Caballero Rafael, que tuvo una excelente acogida, consagró a Cunqueiro como escritor de la nueva prosa castellana tradicional-modernista, gracias a un tema que tendrá gran relevancia en su obra novelística, los lazos entre el sueño y la realidad, la imposibilidad de la vida sin imaginación y la soledad como base metafísica de la existencia y de la propia imaginación. Andrés Trapiello la ha definido como «la primera novela fantástica de la literatura española, anticipadora en cierto modo de Borges o Calvino, que escribieron las suyas veinte años después…», lo que nuevamente pone de relieve la intrínseca coherencia general de la narrativa cunqueiriana20. En Rogelia en Finisterre el elemento religioso vuelve a imponerse con fuerza, pero conviene subrayar el tratamiento del personaje femenino de la protagonista desde puntos de vista novedosos respecto de su sexualidad y de su independencia personal.

Al tiempo de estas publicaciones, se suceden nuevas colaboraciones en empresas variadas como Santo y Seña —de la que el ABC de 7 de agosto de 1942 informaba del nombramiento de Cunqueiro como director— o Primer Plano, una publicación estrictamente cinematográfica dirigida por Adriano del Valle. En 1944, en la revista Fantasía, publica sus relatos Balada de las damas del tiempo pasado y Siete cuentos de otoño. Cunqueiro calificará con posterioridad estos textos muy modestamente, como «páginas de aprendizaje»21, pero en ellos alcanza un alto dominio de una prosa poética de enorme profundidad y una retórica compleja tanto en sus formas externas como en su construcción compositiva. Importante es también el hecho de que vuelve a mantener lazos con el incipiente mundo cultural gallego superviviente a la guerra y a las depuraciones, que en esos primeros años, y pese a la oposición del Régimen, intentaba mantener viva la llama del galleguismo, desde presupuestos antimarxistas y tradicionalistas. La colaboración editorial con Ramón Otero Pedrayo, cuya valía intelectual Cunqueiro admiraba profundamente, será un puente mutuo para estos vínculos culturales, porque las excelentes relaciones sociales del escritor mindoniense en el Madrid franquista podían indudablemente ser de ayuda a un catedrático al que se le impedía el acceso a las instituciones educativas y estaba desterrado en su pazo de Trasalba. «A parte (sic) de Rosalía, que es un fenómeno aparte y extraliterario, sin duda Otero Pedrayo. No se valoró suficientemente ni su novela ni sus ensayos. Hay en él un exceso de barroquismo, pero fue la figura más importante de todos los tiempos»22.

Cunqueiro participa en un número suplemento de la tradicionalista y católica revista Misión, fundada en Ourense por Pedrayo y Risco, dos eximios representantes, como hemos señalado, del sector tradicional del Grupo Nós y del Partido Galeguista. La revista, en su etapa madrileña de 1943, estaba dirigida por José Luis Peña Ibáñez, cedido el testigo por Manuel Cerezales. Cunqueiro refuerza, pues, una conexión que ya había establecido al solicitar la participación del mismo Pedrayo en Santo y Seña, y asume los valores estéticos tradicionales de la publicación, en la que destacaba el tratamiento de elementos culturales gallegos y un contenido universalista heredero en cierta medida de los valores del Grupo Nós. Bajo el título «Alemania y el Camino de Santiago», Cunqueiro retoma una temática recurrente en la revista: la revisión ensayística de santos vinculados a Galicia. Si Pedrayo había analizado la importancia histórica y espiritual de San Martín de Braga —aspecto que ya había tratado de manera importante en su Ensayo histórico sobre la cultura gallega (1933)—, Cunqueiro prefiere redirigir la tradicional temática jacobea hacia posturas políticas nacionalcatólicas transidas de un enorme culturalismo, de nuevo entre una prosa poética de cargazones retóricas y complejidades constructivas características del estilo que desenvuelve durante los primeros cuarenta.

En cierto sentido, puede afirmarse que Álvaro Cunqueiro establece a principios de los cuarenta una estructura de combinación entre la obra periodística y literaria que posteriormente será su línea de trabajo habitual, con mayor o menor grado de ocupación en las tareas plenamente literarias cuando las responsabilidades periodísticas lo obligaban a dedicar más tiempo a estas.

De santos y milagros

Подняться наверх