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ÉXITO Y CANONIZACIÓN, 1961-1981
ОглавлениеTal vez 1961 sea el año más señero en la trayectoria profesional y literaria de Álvaro Cunqueiro. El 23 de abril, en Mondoñedo, es nombrado Académico de Número de la Real Academia Galega. Pocas semanas antes ha tenido lugar un multitudinario homenaje en Lugo acompañado de un seguimiento especial en el diario El Progreso. Al mismo tiempo, obtiene un puesto fijo como redactor en Faro de Vigo. Es la primera vez, al menos desde 1938, que Cunqueiro tiene una estabilidad laboral garantizada. Los años siguientes le obligarán, paradójicamente, a centrarse en gran medida en su labor de redacción periodística en Faro de Vigo, en diversas series de artículos como «El envés», que mantendrá hasta el final de su vida. La elección para la Real Academia Galega no fue unánime, y mostró en sus interioridades un hecho que le acompañaría durante toda su vida: su consideración de escritor complejo, esteta y evasivo, que en el contexto de la valorización de la literatura social en la segunda mitad del siglo XX le obligó a lo largo de los años a defender su obra de ataques injustificados que la consideraban estéticamente relevante, pero de tono e importancia menor por no poseer un carácter social y políticamente comprometido. Al mismo tiempo, el hecho de que Cunqueiro, conscientemente, se moviese de manera bidimensional en el sistema literario gallego y en el castellano fue colocando su literatura en posiciones periféricas en ambas lenguas, que a la postre es una de las razones que ha motivado su postergamiento en los últimos años en el ámbito de la literatura en lengua española. Los choques en el ámbito del sistema literario gallego se patentizaron en el enfrentamiento público que con Cunqueiro mantuvo Celso Emilio Ferreiro, poeta fundador del marxista Unión do Povo Galego y adalid canónico de la literatura social en lengua gallega. Ferreiro se vio obligado a exiliarse a Venezuela en 1966, y allí, en un viaje que Álvaro Cunqueiro realizó a Caracas en 1968, mantuvieron ambos un agrio enfrentamiento que continuará con ataques poéticos de Celso Emilio a la labor periodística y literaria de Cunqueiro40.
En 1965 Cunqueiro es nombrado director de Faro de Vigo, cargo que ocupaba in pectore desde el año anterior y en el que se mantendrá hasta 1970. El trabajo en ambas lenguas, su carácter de burgués liberal con conexiones sociales amplias, la perspectiva literaria no comprometida, el culturalismo complejo, su temática abstracta y sus posiciones políticas, que en Cunqueiro eran fieramente antimarxistas y de un pronunciado cariz liberal, marcaron las diferencias de posiciones entre ambos autores. En cierto sentido, Cunqueiro y Ferreiro eran las cabezas visibles de los dos polos intelectuales que se estaban gestando en el sistema cultural gallego y que evolucionarán hacia posturas políticas enfrentadas a partir de mediados de los setenta. Asimismo, Cunqueiro ocupaba desde la década de los sesenta un importante relieve social vinculado a sus posiciones profesionales e intelectuales, que tendrán concreciones en su afianzamiento institucional por parte del Estado, como el premio Conde de Godó de periodismo que obtiene en 1966, o anteriormente, en 1962, el Juan Palomo, concedido por la relevante personalidad que seguía siendo Manuel Halcón41. Igualmente, es notable su cada vez más afianzada posición en el sistema literario español a nivel oficial, con reconocimientos informales que se unen al éxito de público y de ventas durante su firma de libros en la celebración del San Jordi en Barcelona en 1964, donde además el entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, citó elogiosamente al propio Cunqueiro en su discurso de inauguración de la Feria del Libro, en un acto que remató posteriormente con la imposición de la Gran Cruz del Mérito Civil a Ignacio Agustí, presidente a la sazón del Ateneo:
«Esto pensaba hace algunos días, al leer el precioso libro que don Luis O. Manegat acaba de dedicar, en exhaustivo estudio, a La Barcelona de Cervantes. Y me fijaba especialmente en un pasaje que también, según tuve ocasión de ver después, ha llamado la atención a mi amigo y paisano Álvaro Cunqueiro, que es uno de los “raros” de nuestras letras, dando a ese adjetivo el justo valor admirativo que le otorgaba Rubén Dario»42.
La fama de Cunqueiro como escritor se afianza a lo largo de esta década, al cultivar en mayor medida géneros populares como la literatura de viajes —que inició en 1957 con el encargo oficial por parte del Ayuntamiento de Vigo del libro Vigo, puerta del Atlántico— y, sobre todo, por sus ensayos gastronómicos, en solitario o compuestos a la par con su íntimo amigo y director de El Pueblo Gallego José María Castroviejo, Teatro venatorio y coquinario gallego (1958), o su enormemente exitoso Viaje por los montes y chimeneas de Galicia. Caza y cocinas gallegas (1962). La eficaz combinación de estilo culto y al mismo tiempo ligero, salpicado de anécdotas eruditas, será ideal para dignificar libros que superan el ámbito de la estampa turística, odepórica o gastronómica, y que con la pluma de Cunqueiro cobran un especial valor literario. Es perceptible en el encargo que en 1962 le realiza la editora Publicaciones Españolas del libro Rutas de España: La Coruña, Lugo, Orense y Santiago, o el más curioso Pesca y conservas. Itinerarios turístico-gastronómicos de la provincia de Pontevedra (1964), así como obras como El Camino de Santiago (1965), fruto de un largo reportaje que llevó a cabo junto al excelente fotógrafo de Faro de Vigo Magar. En el mismo estilo deben enclavarse sus guías para la editorial leonesa Everest: Lugo (1968) o Vigo y su ría (1971). Es cierto, como ha señalado Manuel Forcadela43, que sobre todo en los setenta el volumen de la obra en gallego de Cunqueiro es más reducido frente a sus publicaciones en castellano, y en el caso de la prosa, resultado en buena medida de autotraducciones versionadas a partir de obras anteriores, en particular los artículos pertenecientes a la sección «El envés», de Faro de Vigo. Es el caso de Xente de aquí e acolá (1971) y Os outros feirantes (1979). Debe destacarse, no obstante, la excelente calidad literaria de los artículos y semblanzas que fue publicando en prensa, en una continuidad que muestra que las fronteras de géneros se diluyen en su creatividad hasta formar, como ha sido señalado, un completo y complejo macrotexto44. La publicación de estas obras consigue acercar todavía más a Cunqueiro al mayor público de literatura gallega que trae consigo la década de los setenta y mantener vigente su excepcional calidad narrativa en un momento en que empiezan a despuntar nuevos y excelentes autores jóvenes como Méndez Ferrín, Carlos Casares o Víctor Freixanes.
Cunqueiro continúa en la década de los setenta publicando novela en castellano, pero también, a medida que pasan los años, en menor volumen, fruto, posiblemente, de haber abandonado la dirección de Faro de Vigo y retomar la actividad periodística por libre, en publicaciones tan amplias y diferentes como Sábado Gráfico, Destino, El Noticiero Universal, hasta la erótica Bazaar. Aun así, estos años ven el triunfo y la brillante repercusión que tuvo su obtención del Premio Nadal de 1969 por Un hombre que se parecía a Orestes (1969), y la aparición en la editorial Destino de sus espléndidas dos últimas novelas, Vida y fugas de Fanto Fantini della Gherardesca (1972) y El año del cometa con la batalla de los cuatro reyes (1974). Cunqueiro, además, sigue atendiendo a una escritura que sería injusto calificar únicamente de profesional: su estatuto literario atravesaba géneros y enriquecía obras como los ensayos gastronómicos y odepóricos que tanta fama le habían deparado en la década anterior, como en los títulos escritos para la editorial Everest Rías Bajas gallegas (1971). En ese sentido, deben ponerse de relieve las tres recopilaciones de sus publicaciones en Faro de Vigo, que vieron la luz en la barcelonesa editorial Táber. El envés (1969), Laberinto y Cía (1970) y El descanso del camellero (1970) revelaban literariamente su dominio del texto breve y ponían a disposición del público español buena parte de su espléndida obra articulística publicada en el restringido ámbito del Faro de Vigo.
En la misma línea de textos de gran difusión y calidad pareja debe considerarse A cociña galega (1973), un texto que tenía escrito en gran parte desde principios de los cincuenta, y que a la postre será su obra más vendida tanto en gallego como en su versión castellana, que desde 1982 ha sido constantemente reeditada. Álvaro Cunqueiro aparece nuevamente como escritor dual entre lo popular y lo cultista, entre la literatura compleja y la ligereza ensayística, pero en realidad la principal característica que alientan los textos cunqueirianos es su cualidad de ser entre ellos verdaderos vasos comunicantes temática y estilísticamente, una obra que salía, literalmente, de su inmensa erudición y de sus relaciones culturales y de amistad a lo largo de los años con escritores y bibliófilos variadísimos. Sin embargo, es cierto que esa faceta pública y popular aumenta a medida que pasan los años, al ser vinculado en general a una imagen simplificada de gourmand, que llega a manifestarse en curiosos aspectos como la campaña publicitaria en la que fue imagen del Ribeiro Pazo en las páginas de diferentes diarios gallegos, fundamentalmente en el propio Faro de Vigo.
Cunqueiro continúa escribiendo excelentes textos a caballo entre el relato y la glosa histórica ficticia habitual en algunos de sus artículos de prensa, como su Tertulia de boticas prodigiosas y escuela de curanderos, así como la traducción de Xente de aquí e acolá (La otra gente, 1975). Las ya citadas novelas de esta época presentan en cambio, mayor complejidad estructural, dentro de una disolución del género absolutamente característica y personal y propia de su evolución literaria. En ellas la ficción se diluye o se distorsiona en contenidos y estructuras, y, al tiempo, alcanza cotas de abstracción, mezcla temporal y culturalismo real o ficticio —rasgo fundamental y relevante para entender la obra de Cunqueiro— que las dotan de una enorme complejidad y personalidad en el panorama de una novelística castellana que estaba afrontando diferentes espectros de renovación y que conectaba, además, con los logros de autores europeos o hispanoamericanos como Calvino o Borges. En su prosa, Cunqueiro plantea de forma compleja el conflicto entre la realidad y la ficción, rematando siempre con la asunción de la realidad en un proceso que lleva consigo la destrucción de los sueños y, por ende, de la propia vida.
Es una paradoja, en cierto sentido, que, pese a componer buena parte de su obra en lengua gallega entre los años treinta y principios de los sesenta, sea posteriormente, a partir de la muerte de Franco, cuando el carácter de escritor canónico de Álvaro Cunqueiro dentro del sistema cultural y literario gallego se acreciente enormemente. Debe destacarse, no obstante, que en buena medida fue difuminándose la oposición de los mencionados sectores intelectuales críticos que preconizaban una literatura sociopolítica de compromiso, y que, a la postre, manifestaban una radical división entre la alta burguesía cultural heredera del galleguismo cultural del Grupo Nós y los nuevos sectores políticos nacionalistas de izquierdas vinculados al marxismo. Si la canonización de Ferreiro motivó un cierto relegamiento en la consideración literaria de Cunqueiro en parte de la década de los sesenta y los setenta, esta recuperará, en el plano estético, la figura del autor mindoniense, con la reivindicación tácita que la obra poética de Méndez Ferrín realiza de su figura en Con pólvora y magnolias (1976), al tiempo que el tránsito de Celso Emilio Ferreiro hacia un mayor esteticismo suaviza las cargas sociopolíticas de la poesía en lengua gallega en obras como Onde o mundo se chama Celanova (1975) y sus enconados ataques anteriores. A ello se unió el inicio de la publicación de sus obras completas por la editorial Galaxia y la aparición póstuma de su poemario Herba de aquí ou acolá (1988), que mostraba una profundización y maestría que señalaría un hito en la creación poética del autor y en el sistema literario gallego.
Cunqueiro, asimismo, se pronuncia cada vez más abiertamente a favor de la lengua y la cultura gallegas y de su perentoria necesidad de normalización en todos los ámbitos sociopolíticos y culturales, de un modo que aún hoy hace vigentes buena parte de sus planteamientos. En cierto sentido, Cunqueiro estaba poniendo voz a los argumentos de los intelectuales a él vinculados, herederos de la visión política y cultural del Grupo Nós, y su figura intelectual cobró en esos años, dentro de su relevancia institucional, cotas de dignidad ética y cultural para el sistema intelectual y político gallego que fueron especialmente relevantes dentro y fuera del país.
Esos espacios canónicos de público y crítica se van haciendo más notables a medida que pasan los años setenta. En esas circunstancias de re-canonización de su obra y perfil intelectual hay que valorar la concesión del Premio de la Crítica en lengua gallega a Os outros feirantes, en 1979, y la concesión por parte de la Universidad de Santiago de Compostela del Doctorado Honoris Causa, en la que Cunqueiro plasmó, casi como un testamento intelectual, su consciente, constante y abierto compromiso con la lengua gallega y, por ende, con Galicia, que tuvo otro referente icónico a nivel político, como fue el hacer visible en los medios de comunicación su influencia para pedir el sí en el referéndum sobre el estatuto de autonomía, cuando ya estaba muy enfermo, tanto en apariciones televisivas como en particular con un importante artículo publicado en Faro de Vigo el 21 de diciembre de 1980, titulado «Nunha gran hora galega». En él escribió, simbólica y conscientemente, de nuevo, «Os tempos son chegados», el verso de Pondal, la misma frase que había pronunciado casi cincuenta años antes en uno de sus primeros discursos políticos, como compromiso pleno de su talante democrático y su profundo galleguismo. Era, además, un enlace vinculado a las tesis piñeiristas y, en general, a la llamada Generación Galaxia y Realidade Galega, respecto del valor de la identidad cultural y de la lengua como símbolo fundamental de galleguidad, que políticamente se marcaría en la táctica del galleguismo difuso que tiñó la acción política de estos intelectuales en los primeros ochenta.
Cunqueiro padecía diabetes. Una dolencia en un pie fue agravándose y su estado empeoró hasta tal punto que hizo necesarias varias hospitalizaciones y sesiones de hemodiálisis cuando una insuficiencia renal complicó el cuadro clínico. El 28 de febrero de 1981 fallecía en Vigo, a los setenta años. Su hijo César destaca de modo conmovedor cómo afrontó los días finales con su «exemplo imarcesíbel de coraxe e de valor e de serenidade diante do inevitábel»45, manteniendo su lucidez y su memoria prodigiosa hasta el final.