Читать книгу Madurez escolar - Mabel Condemarín - Страница 39
2.7Desarrollo motor y psicomotor
ОглавлениеCon las naturales diferencias individuales para cada niño, la mayoría desarrolla sus habilidades motoras en la misma secuencia y aproximadamente a la misma edad, de acuerdo a una programación genética. Se podría afirmar que el desarrollo motor es un marcador, un índice del desarrollo global. El ambiente desempeña un papel importante, en la medida que un entorno enriquecedor puede favorecer determinados logros, mientras que un ambiente empobrecido produce el efecto contrario.
Se espera que al concluir la preescolaridad, ya cercano a los seis años, el niño haya logrado suficiente desarrollo y coordinación de movimientos, tanto finos como gruesos, como para iniciar su enseñanza básica. El desarrollo no es un proceso parcelado en áreas independientes, sino que estas se interrelacionan y se influyen mutuamente. Por ejemplo, alrededor de los seis años, el niño será capaz de subir y bajar escaleras con rapidez, correr y cambiar de dirección sin detenerse, patear y dar botes a una pelota, reconocer su lateralidad, saltar en un mismo pie (y avanzar saltando), trepar, además de hacer lazos, atar botones, tomar un lápiz y realizar una muy variada gama de movimientos. Al momento del ingreso al primer año básico, se espera que pueda realizar las tareas motoras que le permitan adaptarse, jugar, interactuar con los otros y participar del entorno escolar.
Mientras el lactante realiza movimientos gruesos no disociados y en general, su capacidad de relajación es muy escasa, en el preescolar ya hay capacidad para contraer y relajar voluntariamente determinados segmentos corporales, aunque todavía presenten algunas paratonías, es decir, dificultades para relajar voluntariamente la musculatura. También es normal que muchos movimientos corporales voluntarios se acompañen de movimientos asociados involuntarios (sincinesias). Estos movimientos son dependientes de la edad y se presentan por lo general en la extremidad dominante, cuando está trabajando la no dominante, o viceversa. Por ejemplo, cuando el niño está dibujando o tratando de hacer algunas letras con su mano derecha, se puede ver que realiza movimientos con su mano izquierda (Förster, 2012).
Aún cuando el preescolar haya logrado grandes avances en su desarrollo motor, todavía es esperable que presente dificultades de disociar movimientos de segmentos corporales, por ejemplo, para realizar simultáneamente movimientos diferentes con una mano y con la otra. También presentan impersistencia motora, es decir, dificultad para mantener una postura sin variaciones por un tiempo más o menos largo: de ahí que pedirles que se mantengan quietos por un rato, puede ser una tarea difícil para muchos de ellos. Se espera (hacia el final del período del preescolar) el desarrollo de praxias complejas, logro importante para que el niño inicie, por ejemplo, el aprendizaje de la escritura, que implica disociación simultánea de movimientos del brazo, la muñeca, la mano y los dedos (Förster, 2012).
El desarrollo motor fino y grueso presenta diferencias en relación al género. Por ejemplo, se puede observar fácilmente cómo en todas las tareas las niñas presentan menos movimientos asociados que los niños, mientras ellos por lo general, pueden correr más rápido. La impresión de que las niñas son más coordinadas en sus movimientos, se basa en primer lugar, en que ellas se desempeñan antes y mejor que los niños en tareas motoras complejas y adaptativas, y en segundo lugar, a que las niñas muestran menos movimientos asociados (sincinesias) durante todas las tareas motoras, lo que determina que sus movimientos parezcan más armoniosos (Förster, 2012).
Por su estructura genética, el tono muscular en los niños puede variar entre la hipotonicidad y la hipertonicidad. La primera determina una mejor motricidad fina, mientras la segunda favorece el desarrollo motor postural, con escasa presencia de sincinesias.
El desarrollo motor fino y grueso, al igual que otros dependientes de procesos maduracionales, sigue secuencias predeterminadas desde el nacimiento en adelante. Hay hitos importantes que se alcanzan en determinados momentos, como por ejemplo, la marcha, el control de esfínteres, distintas coordinaciones de movimientos. Es competencia del neurólogo determinar la presencia o gravedad de alteraciones o retrasos en el desarrollo motor y psicomotor, no obstante, eso no exime de la necesidad de estar alerta a detectar precozmente desviaciones de la norma.