Читать книгу La tonalidad precisa del rojo - Manuel Broullón - Страница 15

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IX

Profanaciones (I)

El empleado se ríe sin parar. Tú también, contagiado por aquella espontánea manifestación de alegría. Con su mano, él coge una de las botellas que hay dispuestas en fila sobre la estantería del fondo, tras su espalda, rompiendo el armónico caos de formas y colores de aquella formación. Sirve un vaso pequeño –el tamaño del continente advierte de la importancia del contenido–. Sin parar de reír y con un hueco hipo que le entrecorta el habla, te explica que en la ciudad roja a aquel licor lo llaman «el vino santo». El estruendo cesa de pronto y su rostro, demudado, como si una maldición hubiera caído arrojada desde los cielos, te pide perdón con un hilo de voz: «te he escandalizado, porque en el país de donde vienes tú…». No puede ni terminar la frase, desvelando un temor irracional, fanático, expresado con un silencio elocuente.

En este silencio te puedes reconocer como extranjero, de repente, y quizás por ello, por ser un extranjero que ha dejado atrás sus altares y sus santos, eres capaz ahora de levantar el vaso y de brindar con placer profano aquel diminuto cáliz secular. También de seguir riendo, alegre, junto a alguien desconocido con quien, a pesar de todo, cabe celebrar la vida.

La tonalidad precisa del rojo

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