Читать книгу Historia de España contada a las niñas - María Bastarós Hernández - Страница 17

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Una vez en su apartamento (situado en el barrio con mayor tradición obrera de la Ciudad y dotado de tres barberías, seis talleres de bicicletas, dos tiendas de ropa vintage y cuatro cafeterías, llamadas Viva la Vida, Viva Brunch, Brunch Life y Vida de Brunch), la ­Conferenciante se desplaza procurando hacer el máximo ruido posible. Lanza el bolso, previamente abierto, sobre la cómoda del recibidor, de forma que todo su contenido se desparrame sobre el parqué en animada cacofonía, y entra en el dormitorio abriendo la puerta con innecesaria violencia.

Su marido ya está acostado, aunque solo son las nueve y media. La Conferenciante se tumba a su lado, se inclina sobre su rostro y finge un estornudo, pasa el brazo izquierdo por encima de su hombro elevado y le da un beso en la nuca. Él no reacciona. La Conferenciante le acaricia el pelo y le dice que lo quiere y que ojalá estuvieran de vacaciones como aquel verano hace quince años, cuando eran dos veinteañeros que fumaban marihuana y discutían entusiasmados sobre Lacan y Derrida y recorrían Francia haciendo autostop, durmiendo en centros sociales ocupados y alimentándose de las sobras de las mesas de las terrazas aún sin despejar. Su marido sigue sin reaccionar, pero la ­Conferenciante continúa hablando de aquel viaje hasta que la soledad de su monólogo se hace demasiado evidente, demasiado sólida, como una gran losa que descendiera desde el techo y poco a poco convirtiera el dormitorio en un zulo. Su voz adquiere un tono quejumbroso mientras ella hunde la cara en el pelo de su marido, que huele a una mezcla de suavizante y humo de cigarrillos Marlboro.

Catorce minutos después, se incorpora con los ojos vidriosos. Tras encerrarse en el baño contiguo, abre el grifo del lavabo, se sienta en el suelo, flexiona las rodillas, se quita la ropa interior y se masturba mordiéndose el labio inferior para no emitir ningún gemido.

Después de correrse de forma poco apasionada, se tumba sobre los fríos azulejos del suelo y enciende un pitillo, los párpados apretados y las mejillas convertidas en un tobogán de lágrimas.

Historia de España contada a las niñas

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