Читать книгу El teletrabajo: antes, durante y tras el coronavirus - María Purificación García Miguélez - Страница 8

2. La pluralidad terminológica

Оглавление

Es bastante habitual utilizar como sinónimos términos tales como “teletrabajo”, “trabajo a distancia” y “trabajo en el domicilio”. No obstante, y como acaba de verse, aunque el teletrabajo es trabajo a distancia y puede llevarse a cabo en el domicilio, no todo el trabajo a distancia o en el domicilio es necesariamente teletrabajo. En otras palabras, la relación entre los términos no es siempre recíproca9. Aquí, al igual que en el caso de otros supuestos sinónimos, lo cierto es que existen ciertas diferencias en cuanto al contenido conceptual de cada término. Por ejemplo, en cuanto a la relación contractual y a su concreción jurídica, en lo tocante a la modalidad o intensidad de trabajo a distancia, en relación al puesto de trabajo, en cuanto al tipo de TIC que se utilizan, etc.

También existe confusión en relación a otras posibles categorías de trabajo, como ocurre, por ejemplo, entre el teletrabajo “invisible” y el smart work10. El primero de ellos, más que una categoría de teletrabajo, podría llegar a considerarse incluso como un riesgo laboral, por cuanto es aquél que “se produce de manera no organizada como una continuación de la jornada ordinaria de trabajo en el domicilio del trabajador, sin control ni remuneración”, mientras que el segundo sería una prestación de servicios caracterizada por los rasgos distintivos de movilidad permanente, comunicación continua y bilateral entre trabajador y empresa, pluralidad de lugares de trabajo, alto nivel de conectividad, trabajo remoto, acceso global y constante al conocimiento, networking, autogestión del tiempo de trabajo y horarios y jornadas de trabajo flexibles11. En suma, en tanto el último paso en relación con el teletrabajo invisible podría ser “la desaparición (en falso) de la propia laboralidad de la prestación al quedar extramuros de la relación laboral (trabajo sumergido)”12, el smart work vendría a ser una modalidad de teletrabajo combinado con una prestación presencial de forma flexible.

Cabe apreciar, por tanto, cómo la característica principal de estos modos y maneras de trabajar –y su conceptualización o no como teletrabajo– viene dada, las más de las veces, en negativo, esto es, contemplándose como ausencia del centro de trabajo en cuanto que lugar de prestación de servicios, la cual podrá pasar a llevarse a cabo tanto en el domicilio del trabajador (conforme al concepto de Small Office – Home Office o SOHO), como en cualquier otro lugar libremente elegido por éste, o incluso en lugares variables, itinerantes o nómadas, precisados o precisables, si es que así responde al interés de las partes13. Todo ello sin olvidar la relación o vinculación al uso de las TIC, ya presente en las primeras definiciones formales, como la de Jack Nilles, pionero en este campo y a quien se considera el “padre formal” del teletrabajo. Según éste, con este término se estaba haciendo alusión a “cualquier forma de sustitución de desplazamientos relacionados con la actividad laboral por tecnologías de la información”, o bien a un modo de “enviar el trabajo al trabajador, en lugar de enviar al trabajador al trabajo”14.

Así las cosas, y de atenderse propiamente al teletrabajo, la multiplicidad y heterogeneidad de sus posibles modalidades hace que la aproximación terminológica deba estar presidida por la flexibilidad, acompañada incluso –y en un momento dado– por una cierta dosis de imaginación, toda vez que teniendo presente desde un principio que el “exceso imaginativo” puede “acabar desencadenando la huida (o disfraz) del trabajo por cuenta ajena hacia el empleo sumergido o falsamente autónomo”15. En análogo sentido, habrán de quedar fuera de esta categoría de trabajo a distancia las actividades que resulten de por sí intrínsecamente externas al centro de trabajo, ya sean de carácter fijo o porque se desarrollen de forma itinerante, e igualmente deberán quedar excluidas aquéllas que no se presten fuera de la empresa aun cuando se realicen on line en el centro de trabajo, como contact center16.

Volviendo a la pluralidad de términos con los que se puede hacer referencia al teletrabajo, entre éstos se encuentran los de trabajo virtual, trabajo remoto, trabajo en casa, y otros en inglés, como freelancer, telework, teleworking, telehomework, virtual work, telecommuting, mobile work, remote work, home working electronic home work, virtualhomework, flexiplace o flexible workplace17.

De entre todos ellos, y sintéticamente hablando, los más utilizados suelen ser los de “teletrabajo” (telework o teleworking) y “teleconmutación” (telecommuting)18. Mientras el primero tiende a usarse más en Europa y en algunos otros países, el segundo es más usado en Estados Unidos y en los países de su entorno.

Etimológicamente hablando, y con vistas a establecer algún tipo de diferencia conceptual entre uno y otro término, podría decirse que la opción norteamericana resulta más estricta, al referirse al cambio que tiene lugar en el desplazamiento cotidiano y diario al trabajo (lo que viene propiamente a ser el commuting o “conmutación”, entendida ésta –por analogía de traducción– como recorrido a efectuar entre dos lugares –el domicilio y el trabajo–) y su evitación en base al uso de las telecomunicaciones, teniendo normalmente que ver con el teletrabajo en el domicilio. Aplicando un razonamiento similar, la opción europea podría entenderse como un concepto más amplio en su planteamiento19, pues se refiere al hecho de poder trabajar desde cualquier parte, con lo que resultaría en la práctica un concepto más flexible que el anterior –y por ende más difícil de delimitar en un momento dado–20.

De entre todos estos conceptos, en la literatura académica parece predominar muy claramente el uso del término virtual work, por encima de telework, telecommuting o virtual work21.

Más allá de lo anterior, atendiendo al uso global de los términos, esto es, teniendo en cuenta su empleo tanto en el ámbito académico como en el profesional y, en general, su uso cotidiano, en el ámbito anglosajón el término más habitual solía ser el de telecommuting, si bien en los últimos años ha pasado a prevalecer el de remote work, ambos por encima de telework o virtual work. Por su parte, en español, el término más utilizado, sin duda, es el de teletrabajo, por encima de trabajo virtual, trabajo flexible y trabajo remoto22.

De lo anterior se deduce no sólo la existencia de diferencias entre el ámbito académico y el ámbito general, sino que, en la práctica existen distinciones entre los conceptos, no tanto en el contexto popular (donde la prevalencia del término teletrabajo es patente), como en contextos académicos donde los términos se emplean con mayor precisión (y las diferencias no son tan acusadas). En este último, por ejemplo, virtual work parece utilizarse más en relación a aspectos y problemáticas no tanto generales, como de tipo organizacional23.

Debe tenerse en cuenta también que el uso de los términos también está relacionado con la percepción social sobre el fenómeno en cuestión. Así, por ejemplo, y en un primera fase24, que comprendería entre la acuñación del término y mediados de los años ochenta, su uso se restringía a los expertos, principalmente de Estados Unidos, en el contexto primigenio de referencia a cuestiones energéticas y medioambientales, esto es, concibiendo el teletrabajo con un propósito finalista, a modo de herramienta o alternativa a la utilización generalizada del coche –en particular, pero también los medios de transporte público, que así podrían ver solventados problemas de congestión en horas punta o, incluso reducir su horario de frecuencias– para ir al trabajo. Tras lo anterior, una segunda fase del teletrabajo, que llegaría hasta comienzos de los años noventa, se caracterizaría por la irrupción, primero, del ordenador como herramienta habitual de trabajo, y seguidamente por el desarrollo de las redes virtuales privadas que, a la vez que extendían el concepto de red local, daban lugar a la generalización del uso del correo electrónico. Respecto al ámbito de las organizaciones, al final de este período el teletrabajo se planteaba como una opción para dar apoyo al outsourcing, mientras que el desarrollo de la telefonía móvil digital y la bajada del precio de los ordenadores portátiles posibilitaban la aparición de las primeras oficinas móviles.

La tercera fase evolutiva en la concepción del teletrabajo, de límites difusos en cuanto a su conclusión –pero que bien podría vincularse dentro de algún tiempo por los autores a la pandemia de la COVID-19–, estaría asociada a la mayor globalización de la economía y la explosión de Internet, y más concretamente de la World Wide Web. En ella, mientas la primera de esas circunstancias contribuía a incrementar de forma notable la presión competitiva y la inestabilidad de los mercados –obligando a las empresas a reconsiderar sus procesos productivos y a reclamar una mayor flexibilidad en el mercado laboral–, por el lado de las infraestructuras de telecomunicaciones se ha asistido a un proceso de desregulación y privatización para potenciar la oferta y reducir costes25.

Finalmente, la cuarta fase en la evolución del teletrabajo26, que se pronosticaba inminente y más o menos coincidente con la llegada del nuevo milenio27, implicaría que el teletrabajo pasase a ser la forma habitual en la que la mayoría de personas desarrollasen, al menos parcialmente, su trabajo todos los días. En otras palabras, refrendando el paso de la consideración del teletrabajo como una manera innovadora de trabajar, a la de ser la manera ordinaria de hacerlo.

Sin embargo, a día de hoy, todas estas predicciones parecen no haberse cumplido, dando la razón a algunos críticos que sugerían que podía ser más una cuestión de debate que de materialización práctica, hasta el punto de afirmar que, en un momento dado, podría haber “más gente estudiando el teletrabajo que teletrabajadores reales”28, y habiendo sido muchas las reticencias de las empresas ante esta forma alternativa de organizar y/o desarrollar el trabajo29.

Tal es así que, a la postre, lo que más llama la atención es cómo se ha alargado en el tiempo la tercera de las fases consideradas (frente a los 10-15 años de la primera, o los aproximadamente 10 de la segunda), pese al convencimiento con el que se anunciaba la transición a la cuarta. Tras unos 25 años de relativamente pocos avances en cuanto a la extensión de la implantación del teletrabajo –no así en cuanto a los medios tecnológicos que ayudan a hacerlo posible– ha tenido que ser una circunstancia excepcional como la pandemia del coronavirus la que volviese a poner el teletrabajo sobre la mesa como cuestión de primer orden y que, como acaba de ser apuntado más arriba, la que probablemente en el futuro se indicará como punto de transición entre la tercera y la cuarta etapa de generalización de esta modalidad laboral.

El teletrabajo: antes, durante y tras el coronavirus

Подняться наверх