Читать книгу Contramarcha - María Teresa Moreno - Страница 12

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Si no se es nadie, los otros te acortan el nombre; es casi como si lo achicaran para mostrar tu pequeñez y falta de importancia: eso le sucedió al pobre viejo Fauchelevent, al que las hermanas de la Orden de Verga terminan por llamar “Fauvent” porque, si bien hubieran preferido ni un solo hombre entre ellas, al menos podían negarse a llamarlo largamente, gesto solo dedicado a nuestro señor Jesucristo y para nombrar la propia orden (Hermanas Bernardinas Benedictinas de Martín Verga). He olvidado casi todo de Los miserables radiales, pero no esos nombres mal pronunciados por voces formadas en el teatro español y que, por eso, ceceaban.

Contramarcha

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