Читать книгу Contramarcha - María Teresa Moreno - Страница 8

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Es cierto: donde otros se explayaron, yo puse el punto final. Al narrar la novela de mis lecturas, me detuve poco después de un episodio de apariencia trivial: el del día en que vi a mi profesora de Castellano, detrás de mí, en la cola para tomar el ómnibus que me traería del colegio. Entonces aturdida, como ciega, le ofrecí mi lugar –ella se negó con un leve golpecito en el hombro para impulsarme a subir–. Retrocedí espantada y terminé huyendo: no volví más a clase. Creo recordar el instante de vacilación sobre si tenía o no que pagar su boleto, el temor a la obligada charla de circunstancias, pero nada explica, en ese tropiezo por cortedad que seguramente habrá hecho sonreír a la profesora acostumbrada a las extravagancias de los tímidos, sus vastas consecuencias. Fue una contramarcha, lamento la jerga militar pero es precisa. En efecto, algo se puso en marcha entonces, algo, no por confuso, menos decidido: de hecho en la contramarcha se impone más la decisión por el desvío que su nuevo sentido. No hay plan ni deseo, sí lo que importa: al contrario que en la retirada, no es el otro el que nos obliga con su acción.

Después vino una deriva gozosa entre caídos del siste­­­ma escolar, libertarios de poca monta, buscavidas amistosos que tomaban de la cultura lo que les venía bien, sin dis­ciplina impuesta ni peso de los ideales, en tiempos en que la palabra “bohemia” ya no se pronunciaba sin ironía. Eran mis compañeros del nocturno en el que terminé la escuela secundaria. Entonces leía con frecuencia, como quien devora, y sin comentarios; escuchaba sí, con atención curiosa, las improvisaciones de aquellos que, como yo, parecían no querer llegar a ninguna parte: vivían de trabajos esporádicos y completaban el nocturno por flojas cuestiones de currículum laboral, sin miras a la universidad. Afuera del afuera, yo, que tampoco trabajaba, hacía mi educación sentimental. Mucho más tarde, escribí en diversos artículos, en libros, sobre mis lecturas posteriores. Ahora prefiero contar la infancia y la adolescencia tardía de lo que he leído. Y con el resto, no insistir.

Contramarcha

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