Читать книгу Más de mil pequeñas cosas que hace la gente feliz y exitosa - Marc Chernoff - Страница 7
ОглавлениеABRIR LOS OJOS
HEMOS OÍDO MUCHAS historias conmovedoras de individuos que han cambiado su perspectiva para ver y sentir el amor que los rodeaba, es decir, para experimentar más plenamente la profunda felicidad que ya está aquí, esperando a que accedamos a ella y la vivamos totalmente. Una de estas historias tiene como protagonista a un joven llamado Jaydee.
Cuando era niño, solía pasar los domingos por la mañana con su padre en un muelle de pesca. Pero a diferencia de todos los que iban ahí, ellos nunca pescaban. La primera vez que fueron, Jaydee vio cómo los otros niños, con sus padres, lanzaban sus sedales al agua. Durante horas, él y su padre estuvieron ahí sentados observando, hasta que se fueron sin lanzar ni un solo sedal.
De camino a casa, Jaydee estaba triste y a la vez enojado. Le dijo a su padre que nunca le perdonaría su crueldad por no pescar con él como lo hacían las otras familias. Su padre lo miró, sonrió y le dijo:
–Te quiero, Jaydee. –El niño no dijo nada, y su padre le preguntó–: ¿Viste lo felices que estaban todos los otros niños y niñas? ¿Viste sus sonrisas? ¿Pudiste sentir la felicidad en su corazón?
Tras un momento de silencio, Jaydee espetó:
–¡Me da igual! ¡Solo quiero pescar como todos los demás!
Regresaron al muelle de pesca docenas de mañanas de domingo durante la infancia de Jaydee. En todas las ocasiones vieron a niños y niñas saltando, riendo y alegrándose cuando un pez mordía el anzuelo. Pero ellos siguieron sin arrojar ni un solo sedal al agua; se limitaban a permanecer sentados al final del muelle y observar. El padre de Jaydee nunca le explicó por qué tenían ese comportamiento, pero no necesitó hacerlo. Porque años más tarde, cuando entró en la adultez, Jaydee se dio cuenta de que esas mañanas que pasó sentado en ese muelle fueron las que le enseñaron a amar.
El amor que nos perdemos
No hemos olvidado nunca la historia de Jaydee. Con demasiada frecuencia nos comparamos con los demás y juzgamos cómo «deberían» ser las cosas. Con esta actitud, nos perdemos la forma en que son realmente. Nos perdemos el amor que tenemos justo delante, proveniente de las personas más cercanas y de aquellos a quienes observamos a distancia.
La felicidad que se despliega a nuestro alrededor es una experiencia para admirar y con la que maravillarse. Cuando nos tomamos tiempo para hacer esto, es decir, para ser realmente testigos y escuchar en lugar de mirar para otro lado o juzgar con demasiada rapidez, podemos aprender mucho sobre nosotros, los demás y el amor.