Читать книгу ¿Qué fue el nazismo? Breve análisis del imperio de la barbarie - Marcelo Rolando Blanco - Страница 11

I.4) La idea sobre las masas

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Se pueden decir y escribir muchísimas cosas sobre la personalidad y el gobierno de Adolf Hitler, se pueden tener muy diversas opiniones de muy variados temas, pero quizás aquello en lo que no se puede disentir es en su increíble manejo de las masas, del pueblo, del “volk”. Está fuera de discusión que se ganó a las masas y que las manejó para sus ideales e intereses, con su carácter de líder carismático. Otra cuestión es ¿por qué se las ganó? O ¿qué condiciones debieron darse para que eso sucediera? Pero su idea sobre las masas populares y la utilidad de las mismas estaba clara.

Señala Hitler en su libro que tuvo en su estancia en Viena a George Von Schönerer y a Karl Lüeger como a sus dos grandes formadores de ideas políticas. Pero establece una clara diferencia aprendida entre ambos pangermanistas austríacos. El primero no entendió, a su criterio, que era la gran masa del pueblo la que debía prestarse a la lucha en pro de convicciones políticas, por cuanto la burguesía no tenía espíritu combativo por depender siempre de intereses económicos que le infundían el temor de sufrir perjuicios si se jugaba por sus ideales. La fuerza combativa de la burguesía no alcanzaba para hacer triunfar al Movimiento Pangermanista. Por el contrario Lüeger consagraba su actividad política a ganarse la adhesión de las capas sociales cuya existencia se encontraba amenzada. Comprendió la importancia de tener consigo a las capas inferiores del pueblo (16).

Entendió Hitler rápidamente la forma de llegar a las masas. De allí su preocupación por la oratoria. Un discurso puede estar vació de contenido, pero su fuerza y llegada a la masa del pueblo está en su “forma”, no en su “fondo”. El análisis de lo que se dice queda para las clases pensantes, los analistas políticos. La forma, el modo, es lo que llega a las masas y las enciende. Y en esto, pocos pueden dudar de su astucia y de sus logros. Durante su gobierno sus discursos multitudinarios han estado vacíos de contenido profundo o de ideas importantes, son meras repeticiones de frases y afirmaciones incendiarias (Goebbels afirmaba que una mentira repetida diez veces se transforma en verdad), pero la forma en que se expresaba y llegaba al pueblo bastaba para encender a la masa. Es por eso que en su libro critica al Movimiento Pangermanista diciendo que cuando sus discursos quedaban en el seno del Parlamento Austrohúngaro, se convirtió en un “club de disertaciones académicas”. Señala entonces que “desde tiempos inmemoriales la fuerza que impulsó las grandes avalanchas históricas de índole política y religiosa no fue jamás otra que la magia de la palabra hablada. La gran masa cede ante todo al poder de la oratoria. Todos los grandes Movimientos son reacciones populares, son erupciones volcánicas de pasiones humanas y emociones afectivas aleccionadas, ora por la Diosa cruel de la Miseria, ora por la antorcha de la palabra lanzada en el seno de las masas....” (17).

Reconoce que todo Movimiento que tenga grandes ideales no puede perder de vista el contacto con la masa del pueblo ya que sin la fuerza de la masa del pueblo no pueden realizarse grandes ideas. El Movimiento no debe ir en dirección del Parlamento, sino en la dirección “del taller y de la calle”. La masa, una vez agitada en una dirección le da fuerza y tenacidad al ataque (18).

La indudable habilidad que tenía Hitler en el manejo de las masas lo llevó a pensar que es una condición importante para la fuerza de la masa, que la misma se mantenga unida, bajo un ideal. Y para ello se debe concentrar a la masa en la idea del “enemigo único”, el “adversario”. Dice entonces que los grandes conductores de pueblos tienen el arte de no dispersar la atención del pueblo y sí en concentrarla contra un único adversario. Porque cuanto más concentrada esté la voluntad combativa de un pueblo, mayor será la atracción magnética de un Movimiento y mayor será la fuerza del golpe. Llega a afirmar Hitler que ese arte de los conductores está también en hacer parecer que pertenecen a una sola categoría inclusive varios adversarios diferentes, para que la masa no vea a varios enemigos a la vez y siga concentrada. De aquí surge en forma indudable su permanente insistencia de la amenaza “judeobolchevique” para Alemania y el germanismo. ¿Por qué juntar en un mismo problema al antisemitismo y al anticomunismo si no es para seguir la idea de concentrar a la masa contra “un solo” enemigo? Para él los grandes enemigos de Alemania eran los judíos y los bolcheviques. No es cierto ni necesario afirmar que los judíos eran comunistas, o que los comunistas eran judíos. Pero la idea de juntarlos no hace más que seguir la línea política de concentración de la masa en un adversario mortal, uno solo, al que habrá que eliminar.

Hitler afirma “de ahí que sea necesario que una mayoría de adversarios sea siempre considerada en bloque, de manera que la masa de los propios adeptos estime que la lucha se dirige contra un enemigo único. Esto fortalece la fe en la propia causa y aumenta la indignación contra el enemigo” (19).

La experiencia de Viena le hizo ver lo que para él era lo mejor de los dos grandes Movimientos, el Pangermanista y el Cristiano Social. Extrae las mejores ideas de ambos y señala claramente los errores políticos que ambos cometieron y por lo cual no lograron salvar al Imperio Austríaco (sólo a éste ya que Hitler despreciaba fuertemente la mezcla de razas que se había generado con la creación del Imperio Austrohúngaro y la consiguiente mayoría eslava).

El Movimiento Pangermanista a su criterio había manejado muy bien la idea de la regeneración y supremacía alemana, era nacionalista, tenía un concepto nuevo de antisemitismo racial y no religioso, que no había profundizado pero que en todo caso “estaba por buen camino”, según sus concepciones. Pero había fallado fatalmente al no luchar para ganarse el favor de las masas. Y finalmente su lucha contra la confesión cristiano-romana había sido tácticamente errada. Hitler destacaba la importancia política del apoyo de una institución tan importante como la Iglesia católica. Volveremos más adelante sobre un aspecto de vital importancia que significa el cambio de concepto de antisemitismo tradicional por el racial, que se constituyó en la base y pilar del Movimiento Nacionalsocialista, transformando a Alemania en un caso único en la historia de la humanidad.

El Movimiento Cristiano-Social en Viena no tenía una clara idea del nacionalismo y tampoco del problema del judaísmo, pero era el que tenía sí una excelente noción de la importancia de las masas y de la cuestión social y la importancia del socialismo (20).

Aparece entonces ahora como muy claro el origen de las ideas de Hitler sobre el nacionalismo y el socialismo, y su unificación política en un “nacionalsocialismo”. Pero debemos seguir en el análisis de este aspecto de vital importancia que es la relación con las masas populares.

Hitler afirma que la lucha contra el marxismo no puede darse desde un partido “burgués” o de “derecha”, ya que éstos partidos no atraen a las masas proletarias y son antagónicos con sus intereses. Insisite en que la lucha debe darse desde un gran Movimiento que atraiga a las masas (21).

El concepto relativo a las masas va estar en “Mi Lucha” muy ligado a otro tema de vital importancia en la vida del nacionalsocialismo, que es la propaganda. Para Adolf Hitler la capacidad receptiva de las masas era muy limitada, su capacidad de comprensión iba paralela a su falta de memoria. Estas afirmaciones nos dejan una clara idea de que lo suyo no era un “amor” socialista por las masas del pueblo, sino simple y llano “utilitarismo”, ya que las masas eran el pilar con el cual construir el ideal de su Movimiento. La fuerza de las masas servía a su causa. Sentado entonces que la capacidad de las masas tiene grandes limitaciones, señala que la propaganda es eficaz sólo cuando se dedica a muy pocos puntos y sabe explotarlos. La masa no es capaz de retener ni entender una multiplicidad de temas. Remata el tema escribiendo “la propaganda, por consiguiente, no fue creada para proporcionar a esos señores blasés una distracción interesante y sí para convencer a la masa. Esta necesita, por ser de más lenta comprensión, de un determinado período de tiempo, antes de estar en condiciones de tomar conocimiento de un hecho y, solamente después de repetirles millares de veces los conceptos más elementales, es cuando su memoria entrará a retenerlos. La variación de la propaganda no debe alterar jamás el sentido de aquello que es objeto de esa propaganda” (22).

Hitler comienza en su obra a acuñar un término importante que es el concepto de “nacionalización de las masas”. El logro del Movimiento político debía ser en primer lugar ese. El concepto era, ni más ni menos, buscar que las masas polulares se hagan nacionalistas y tengan en mira el bien de la Nación. Y aquí entonces vuelve a tener conceptos claramente socialistas al afirmar que sólo es posible el incremento económico sostenido para los empresarios, cuando se restablece la solidaridad con el pueblo. Y sostiene que la educación nacional de la gran masa se lleva a cabo únicamente mediante un mejoramiento social para que el pueblo participe del acervo cultural de la Nación. Esa gran masa del pueblo no está constituída en su opinión, ni por académicos ni por diplomáticos, sino por el pueblo obrero. Y para nacionalizarlo se debe obrar con un “criterio intolerante y fanáticamente parcial”. Hitler tiene una fuerte tendencia a exaltar todo lo emocional frente a lo intelectual y pensante, que desprecia visceralmente. Desde lo emocional señala que hay que conquistar a la masa. “La fe es más difícil de estremecer que el saber, el amor está menos sujeto a transformaciones que la inteligencia, el odio es más duradero que la simple antipatía. Y la fuerza motriz de los grandes cambios, en todos los tiempos, no fue el conocimiento científico de las masas, sino un fanatismo entusiasta y, a veces, una ola histérica que los impulsa”. Insiste en que el Movimiento debe buscar sus adeptos en las poblaciones obreras y sólo recurrir a los intelectuales en la medida en que éstos hayan entendido el objetivo buscado. Sin embargo agrega que lo que en ese momento alejaba al obrero de la comunidad nacional, era la actitud hostil de sus dirigentes hacia la Nación. El ataque al Sindicalismo, con su clara tendencia marxista e internacionlista (lo que choca de frente con el nacionalismo) comienza ya en Mi Lucha. Ese ataque se llevaría a la práctica, brutal y fanáticamente, el 2 de Mayo de 1933, prohibiendo y eliminando los Sindicatos, y encarcelando o deteniendo en campos de concentración a sus dirigentes (23).

Junto a la idea de la nacionalización de las masas y la propaganda dirigida a ellas, está la importancia de la oratoria. Es sabido que Hitler, luego de la Gran Guerra, se descubrió a sí mismo como un gran orador, obviamente para las masas populares. En su libro expresa en conjunto, y quizás en forma desordenada, estas ideas. Afirma que su Movimiento debe reclutar a sus adeptos de las masas obreras, a las que debe arrancarse la utopía del internacionalismo comunista, “libertarle de su miseria social y redimirle del triste medio cultural en que vive, para convertirlo en un valioso factor de unidad animado de sentimientos nacionales...”. La propaganda debe tener un objetivo definido y dirigise a un grupo determinado. “No se debe perder de vista también que las más bellas ideas de una doctrina... solo se propagan a través de los espíritus más simples. No se debe considerar lo que tiene en mente el genial creador de una idea, sino en qué forma y con qué éxito el defensor de esa idea la comunicará a las grandes masas... En una asamblea popular no es el mejor orador aquel que espiritualmente se acerca más a los oyentes de la clase pensante, sino aquel que sabe conquistar el alma de la muchedumbre... La propaganda no debe dirigirse hacia las personas que ya militan entre los Nacionalsocialistas, sino hacia los enemigos del Nacionalsocialismo, siempre que sean de nuestra raza” (24).

Masas, propaganda, y oratoria. Elementos necesarios para llegar al fanatismo. El fanatismo es para Hitler una forma esencial de hacer política, y llegaría a ser un pilar de su Movimiento y más tarde de sus tropas y del pueblo que lo siguió. Asegura que “el futuro de un Movimiento depende del fanatismo y hasta de la intolerancia con que sus adeptos sostengan su causa como la única justa y la impongan sobre otros Movimientos... La magnitud de toda organización poderosa que encarna una idea, estriba en el religioso fanatismo y la intolerancia con que esa organización, convencida íntimamente de la verdad de su causa, se impone sobre otras corrientes de opinión” (25). “La fuerza de la palabra de un estadista que habla a su pueblo no se debe medir por la impresión que produce en el ánimo de un profesor de Universidad, sino por el efecto causado en el seno del pueblo mismo. Y es sólo ésto lo que da medida para apreciar la genialidad de un orador” (26). Nadie puede discutir que logró su objetivo de nacionalizar a las masas del pueblo alemán, que las manejó utilitariamente para cumplir sus ideas, que la propaganda de su Movimiento fue eficaz, y que fue un orador admirable, poseedor de un magnetismo único para el público no pensante, para la muchedumbre fanatizada. Todo esto ¿lo convierte en un estadista? No es el momento para discutir este aspecto. Lo que sabemos con seguridad es que todo esto no lo hace menos responsable por haber desatado un infierno que nunca antes la humanidad había vivenciado. Sin embargo debemos advertir que estos elementos -masas populares, propaganda, una gran oratoria, fanatismo- siguen al alcance de la mano de cualquier “estadista” astuto y capaz. De allí que el peligro de que la historia se repita no es irreal.

¿Qué fue el nazismo? Breve análisis del imperio de la barbarie

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