Читать книгу ¿Qué fue el nazismo? Breve análisis del imperio de la barbarie - Marcelo Rolando Blanco - Страница 12
I.5) La lucha por el “espacio vital”
Оглавление“Lebensraum” es un término que en alemán significa “espacio vital”. Esta expresión fue acuñada por el geógrafo alemán Friedrich Ratzel (1844-1904), influido por el biologismo y el naturalismo del siglo XIX. Establecía la relación entre espacio y población, asegurando que la existencia de un Estado quedaba garantizada cuando dispusiera del suficiente espacio para atender a las necesidades del mismo. Alemania había perdido en la Gran Guerra una porción importante de su territorio, llegando inclusive a quedar dividida por el famoso “corredor polaco” y la Ciudad Libre de Danzig, jurisdicciones éstas que le habían pertenecido antes de la primera guerra mundial. Pero era un Estado con una población númerosa y en crecimiento (mucho más que Francia y Gran Bretaña, por ejemplo). Casi 62 millones de habitantes contra menos de 40 millones en Francia.
Este hecho generó en Adolf Hitler la preocupación por el tema del “espacio vital”. El veía a Alemania, derrotada, y “apretada” con su enorme población, entre su vecina venenosa, Francia, y la “nueva” Polonia creada por los Tratados de París de 1919. Y más allá el gigante ruso con su extensa geografía, y la amenza del comunismo y la eslavización europea, vista como raza “inferior” (concepto contrario a la “germanización”, como éxito de la raza superior). He aquí un verdadero cóctel para el desarrollo de una sus ideas más claras (no por ello justas) expresadas en Mi Lucha.
Afirma Hitler que Alemania tiene una población que crece en 900.000 personas por año. Esto llevaría en un corto tiempo al problema de la búsqueda de sustento para evitar el hambre de esas masas. Esta desproporción entre población y recursos alimenticios, tendría a su criterio cuatro posibles soluciones, lo que no significa que esté de acuerdo con todas ellas. La primera solución sería imitar a Francia y restrigir artificialmente la natalidad. Pero ésta no es una limitación impuesta por la Naturaleza, sino por el hombre mismo. El sostiene que las limitaciones impuestas por la Naturaleza son las únicas aceptables por cuanto allí sobrevive el más apto, el más fuerte, desplazando al débil e inútil. Darwin ya comenzaba a hacerse presente en sus ideas raciales. Cuando es el hombre el que limita la procreación, y la población no crece, luego debe esforzarse por mantener con vida a todo aquel que nace y se desarrolla, inclusive a aquellos débiles y enfermos que la Naturaleza hubiese expulsado por aquello de la supervivencia del más fuerte. En su concepto un pueblo que proceda de esa forma está destinado a la extinción porque se irá degenerando progresivamente.
La segunda solución es la llamada colonización interior. Es ni más ni menos que la política de compensar el aumento de población alemana con una intensificación brutal del cultivo agrícola consiguiendo mayor producción de alimentos. Sin embargo advierte que con esta política el hambre sobrevendría en distintos momentos, producto de malas cosechas o de la total fatiga de los suelos que ya no poducirían lo necesario. Ya se encarga de señalar en este análisis que todavía hay en el mundo suelo en extensiones formidables a la espera de quien quiera conquistarlo y cultivarlo. Y ese suelo no estaría reservado para una Nación en particular por cuanto la Naturaleza no conoce fronteras políticas. Ese suelo está reservado a los pueblos que tengan la energía para conquistarlo. Critica esta solución ya que las extensiones de suelo existentes en Alemania no alcanzarían para asegurar el futuro de la Nación, “sin la conquista de nuevos territorios”.
La tercera opción, la menos explicada por Hitler, es la adquisición de nuevos territorios por medios pacíficos colocando allí a millones de nuevos habitantes a fin de mantener la Nación sobre la base de la propia subsistencia.
La cuarta opción es puramente comercial y radica en que la industria y el comercio alemanes se desarrollen y produzcan para la demanda extranjera, generando las riquezas necesarias para que la población viva a costa de los beneficios resultantes.
Es decir que, en resumen, las opciones son de política territorial o de política comercial. Hitler critica la decisión de Alemania de principios del siglo XX de seguir una política comercial en lugar de expansión territorial. En un adelanto claro de lo que sería su política exterior señala “si es cierto que el mundo ofrece espacio suficiente para todos, entonces que se nos de también el suelo necesario para nuestra vida. Esto naturalmente, no será hecho de buena voluntad. El derecho a la propia conservación dejará entonces sentir sus efectos y lo que es negado por medios disuasorios tiene que ser tomado por la fuerza. En consecuencia la única posibilidad hacia la realización de una sana política territorial radicaba para Alemania en la adquisición de nuevas tierras en el continente mismo.... Si hubiese el deseo de adquirir territorios en Europa, tendría que darse de un modo general a costa de Rusia. El nuevo Reich debería nuevamente ponerse en marcha, siguiendo la senda de los guerreros de antaño, a fin de, con la espada alemana, dar al arado alemán la gleba y a la Nación el pan de cada día” (27).
Estaba entonces claro que la expansión territorial sería una política que el nacionalsocialismo desarrollaría buscando el “espacio vital” para su población. Pero además ya estaba claro que el objetivo sería buscar ese territorio en la inmensa extensión de Rusia. La invasión a Rusia había sido predicha por Adolf Hitler, diecisiete años antes de producirse.
En su libro señala una crítica a la política de Alemania anterior a la Gran Guerra, por la cual el país renunció a la expansión territorial y por el contrario intentó dominar al mundo por el crecimiento económico e industrial. Eso llevó a Alemania a una brutal industrialización y crecimiento del proletariado urbano en contra de la clase agricultora y produjo un brusco contraste entre el rico y el pobre. “La ostentación y la miseria vivían tan cerca una de la otra, que las consecuencias fueron y debieron ser lógicamente funestas. La pobreza y el paro creciente comenzaron su siniestro juego, sembrando el descontento y la exacerbación en la gente. El resultado fue la lucha política de clases” (28).
Fue parte de la política exterior de Hitler, previa a la guerra, la idea de anexionar antiguos territorios que habían pertenecido a Alemania antes de la Gran Guerra y perdidos como consecuencia del Tratado de Versalles. Si bien esta idea es distinta al “lebesraum”, ambas tienen la misma raíz expansionista. Y sin ocultamiento alguno Hitler predice lo que haría al respecto: “La reintegración de territorios perdidos no se realizará por la sola virtud de invocaciones al Todopoderoso o por esperanzas piadosas en la justicia de una Liga de las Naciones, sino únicamente por la fuerza de las armas” (29). “Del mismo modo que nuestros antepasados no recibieron como don del Cielo el suelo sobre el que vivimos, sino que lo ganaron con riesgo de sus vidas, así también no será por concesión graciosa que nuestro pueblo obtenga en el futuro el espacio vital, y con él la seguridad de su subsistencia. Será únicamente por obra de una espada victoriosa” (30).
Vuelve más adelante a inisistir en la expansión territorial que garantice la subsistencia ante el aumento de la población germánica. Pero aparece nuevamente claro el objetivo: “Terminemos con el eterno éxodo germánico hacia el Sur y el Oeste de Europa y dirijamos la mirada hacia las tierras del Este... El coloso del Este está maduro para el derrumbamiento. Y el fin de la dominación judaica en Rusia será al mismo tiempo el fin de Rusia como Estado” (31).
En este punto analiza Hitler inclusive la posibilidad de una alianza con Rusia, previa a la guerra de aniquilación entre las dos grandes potencias. Advierte que la Rusia bolchevique tiene como objetivo conquistar toda Europa y que Alemania constituye el gran objetivo de su lucha. Nada de esto dejó de suceder más adelante en la realidad. Esa lucha es vista por Hitler como la supervivencia de la raza más fuerte, una lucha de extinción para una de las dos. Finalmente establece una especie de Código de política exterior, al afirmar que la Nación alemana no debe permitir la formación de dos potencias continentales en Europa (con lo cual “permite” la existencia y fortaleza de Gran Bretaña). Alemania no debía permitir la formación en sus fronteras de una segunda potencia militar. Y termina la idea señalando “no olvideis nunca que el derecho más sagrado en este mundo es el derecho sobre la tierra que queremos cultivar y el sacrificio más sagrado, la sangre que derramaremos por esa tierra” (32).
Es hora de preguntarse si cabía alguna duda a los políticos europeos de la época sobre la conducta que seguiría el líder nazi al llegar al poder y contar con una Alemania unida y rearmada. Alguna vez la historia también deberá ocuparse de juzgar a aquellos que por omisión y teniendo a la vista con claridad los acontecimientos que podrían suceder, nada hicieron para evitarlo. En este caso la responsabilidad es aún mayor por cuanto lo que sucedería ya estaba escrito. Sin embargo, creo que el mundo occidental ha aprendido esa lección luego de su desangramiento más terrible. No dejar que los líderes mesiánicos crezcan, se popularicen y se armen, puede parecer una intromisión violatoria de los derechos soberanos de cada Estado. Sin embargo a la luz de las experiencias vividas en Europa en los años treinta, esa actitud parece tener justificación. El nacimiento y desarrollo del nazismo no debería olvidarse jamás, como ejemplo de lo que la humanidad no debe permitir. A ello podríamos sumar, obviamente, muchos otros ejemplos, que no son parte de este trabajo.
Ese crecimiento y desarrollo que tuvo el nazismo en Alemania se fundó en uno de sus pilares más importantes que fueron sus “fuerzas de choque”. Todo Movimiento político que desee “ganar la calle”, enfrentarse a sus enemigos, hacerse bien visible, y finalmente, sembrar el terror en sus opositores, necesita gente fanatizada y decidida a enfrentarse a todo. Adolf Hitler logró con éxito solidificar a ese grupo de fanáticos, y mediante ellos, deshacerse de sus enemigos políticos.