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I.7) El racismo

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Veamos que dejó explicitado Hitler sobre este tema. Me anticipo a señalar que sólo puedo efectuar un breve resumen de sus ideas ya que su libro está repleto de referencias tanto a este tema como al antisemitismo y judaísmo. Sin perjuicio de lo repetitivo que se torna su discurso, pretender un análisis completo de estos temas con lo que surge de su libro sería una tarea similiar a transcribir grandes partes de la obra, lo que obviamente no es el objetivo de este trabajo.

El tema de la raza es, en la ideología de Hitler, absolutamente central. Señala tempranamente que “no debe olvidarse que la finalidad suprema de la razón de ser de los hombres no reside en el mantenimiento de un Estado o de su gobierno: su misión es conservar su Raza” (36). Es decir que la raza está ya por encima de la idea de Estado como entidad rectora y forma de organización social. El Estado es sólo un medio para defender el fin último que es el mantenimiento y triunfo de la raza. A partir de esta simple construcción se puede concluir que todo el universo que rodea al ser humano quedará subsumido y condicionado a la protección de una raza determinada. Es ésta la piedra fundacional del primer y único Estado Racial que ha conocido el mundo.

Su gran crítica al Imperio Austrohúngaro (donde por cierto le tocó nacer) es justamente que los germanos de Austria hayan permitido la mezcla perniciosa de razas, en especial con los eslavos que terminaron incorporando en igualdad de condiciones a su Imperio.

Se instala asimismo la idea de una clase de antisemitismo nuevo, que ya no es religioso, o económico, o social, como había conocido el mundo hasta entonces, sino racial. Insisto en señalar que ambos conceptos centrales de la ideología nazi (racismo y antisemitismo) estarán íntimamente relacionados en forma permanente y por ello haré referencia a ambos temas a la vez en muchas ocasiones. Hitler sostiene que el gran error del Partido Cristiano Social austríaco fue querer imponer un antisemitismo religioso y no racial, por lo cual no pudo salvar a Austria.

La lucha contra el judío será entonces una guerra de razas. Y por lo tanto debe solucionarse con políticas raciales. Afirma entonces la existencia de pueblos zánganos que logran infiltrarse y formar un verdadero Estado dentro de otro. “Esto se da en primer lugar en un pueblo cuyo parasitismo, sobre todo hoy, el resto de la Humanidad soporta: el pueblo judío. El “Estado Judío” no estuvo jamás circunscripto a fronteras materiales... sus límites conciernen a una sola raza. Por eso el pueblo judío formó siempre un Estado dentro de otros Estados. Constituye uno de los artificios más ingeniosos de cuantos se han urdido, hacer aparecer un “Estado” como una “religión” y asegurarle de este modo la tolerancia que el elemento ario está en todo momento dispuesto a conceder a las condiciones religiosas” (37).

Creo que a esta altura ya se puede hacer alguna afirmación sobre un aspecto que ha generado dudas y debates. ¿Fue el nazismo un Movimiento antisemita y por eso adoptó el racismo como política de Estado? ¿O más bien fue un Movimiento basado en la ideología racial de una raza superior y por eso derivó en su brutal antisemitismo? Mi postura es afirmar esta segunda hipótesis. El nacionalsocialismo ha sido antes que nada un Movimiento racista que ha defendido la superioridad y los derechos de una raza (la aria) por sobre las demás. Ese Movimiento fundó un Estado racial. Y pegado a ello, indisolublemente, se tornó en brutal y fanáticamente antisemita. Justamente porque el judaísmo es la raza que amenzaba a la raza superior parasitándola y destruyéndola. Si bien ambos conceptos están, insisto nuevamente, íntimamente ligados y dieron forma al nazismo, no puedo dejar de señalar la mayor importancia de lo racial por sobre el antisemitismo. Dentro de lo racial el antisemitismo ocupa un lugar de privilegio dado el orden de valores o jerarquía que los nazis daban a las distintas razas. La única verdaderamente peligrosa para la subsistencia de la raza germánica, era la raza judía. Lucha de razas, en lugar de lucha de clases.

Pero sin desviarnos debemos seguir con el análisis de lo escrito por Hitler. Para él el matrimonio no puede ser considerado un fin en sí mismo, sino que debe servir a un fin más elevado, cual es la multiplicación y conservación de la especie y de la raza. Para ello Hitler sostiene que debe fomentarse el matrimonio entre jóvenes ya que pueden engendrar “productos más sanos y más resistentes”, y por otro lado el aumento de la natalidad hace que la selección natural funcione a pleno, sobreviviendo solo los más aptos. Sin embargo esto se combina necesariamente con políticas sociales que el Estado debe organizar para que los jóvenes tengan acceso al trabajo y a la vivienda (38). A partir de 1933 el nacionalsocialismo llevaría todo esto a la práctica, desde las políticas sociales hasta las “fábricas de bebés arios”, con un notable éxito en el fuerte incremento de los matrimonios y el aumento de la población.

La política racial definirá asimismo para Hitler la política educativa. “La educación, por ejemplo, debe tender a que el tiempo libre del que dispone el educando, sea empleado en un provechoso entrenamiento físico... debe dedicarse a fortalecer su joven organismo para que, cuando un día ingrese en la lucha por la existencia, la realidad de la vida no lo encuentre desprevenido. Esa es la tarea de la educación para la juventud. Su papel no consiste exclusivamente en insuflar sabiduría. Es también su cometido anular la concepción errónea de que el ejercicio físico es cuestión personal de cada uno. No existe la libertad de pecar a costa de la progenie y con ello de la Raza” (39). Esto sería rápidamente puesto en práctica por el Nacionalsocialismo en las Juventudes Hitlerianas y en las escuelas especiales denominadas Napolas (Nationalpolitische Erziehungsanstalt) o las Escuelas Adolf Hitler. Es coherente con esta ideología que los jóvenes alemanes fueran educados durante el nacionalsocialismo, mucho más en cuestiones físicas que intelectuales, por lo cual se produjo un notorio descenso del nivel educativo tradicional durante esos años.

Es también por demás conocido el programa de eutanasia puesto en práctica en la propia Alemania por el Nazismo. Ese programa obedecía a cuestiones estricamente raciales y justamente no estaba vinculado al antisemitismo. Nueve años antes de llegar al poder Hitler tanía claras sus ideas. Había que leerlo para saber simplemente lo que haría. Afirma en su libro que la libertad individual debe ceder el sitio a la conservación de la raza. La importancia de este antecedente hace imprescindible la transcripción textual: “Es un contrasentido dar a los enfermos incurables la posibilidad constante, por así decirlo, de contagiar a los sanos. ¿Qué sentimiento de humanidad es ese según el cuál por no hacer daño a uno solo se deja que otros cien sucumban? La cuestión de hacer imposible a los seres tarados la procreación de una descendencia también tarada es un imperativo de la más clara razón y significa... la más humana acción de la sociedad. Ahorrará sufrimientos a millones de seres inocentes y finalmente determinará para el porvenir un mejoramiento progresivo. Si el caso lo requiere se deberá proceder sin piedad al aislamiento de los enfermos incurables; bárbara medida para el infeliz afectado pero una bendición para sus contemporáneos y para la posteridad...” (40).

La cuestión de la raza tiene obvia vinculación con la Naturaleza y su selección “natural”, en especial a partir de las enseñanzas de Charles Darwin, con las teorías de la supervivencia de los más aptos. La Naturaleza tendrá para Hitler y para muchos jerarcas nazis una influencia vital en sus ideas. Así como en la Naturaleza no se mezclan las especies, Hitler sostiene que el cruzamiento de razas trae aparejado el rebajamiento del nivel de la raza más fuerte y la regresión física e intelectual y por ello el comienzo de la destrucción de esa raza superior. Todas las grandes culturas del pasado cayeron, según Hitler, en decadencia debido a que la raza de la cual habían surgido, envenenó su sangre con la mezcla con otras razas inferiores.

La condición más esencial para la formación de una cultura elevada es para Hitler la existencia de una raza inferior de la cual la superior debe servirse. Hitler afirma que primero fue la esclavización de los pueblos vencidos lo que generó las grandes civilizaciones. Mucho más tarde el hombre se sirvió de los animales para hacer sus tareas, primero se sirvió de las razas inferiores y débiles. Por eso sostiene que el ario debe seguir ese camino, y no debe mezclarse con otros pueblos a los que solo corresponde esclavizar. La mezcla de razas solo lleva, para él, a la igualación con las razas inferiores (41). Esto, que parece haber sido escrito siglos antes de Cristo, por algún filósofo o pensador de alguna gran civilización de la antigüedad, fue escrito en 1924 y puesto en práctica descarnadamente a partir de la conquista por Alemania del Este de Europa (1939 y más aún a partir del 22 de junio de 1941), ya que allí residían las razas inferiores dentro de la jerarquía racial nazi. Sin embargo, existía una raza, la antirraza en realidad, que debía ser destruida por su peligrosidad. El judío no debía ser usado como esclavo o aprovechada su potencialidad de trabajo. Esto responde una pregunta tantas veces hecha: ¿por qué los alemanes mataban a los judíos en lugar de aprovechar su trabajo, más aún en momentos de crisis de guerra? Aquellos que se lo preguntan no han entendido correctamente la naturaleza del Nacionalsocialismo. Volveremos obviamente sobre el tema.

En la concepción nazi del Estado, éste solo debe velar por la conservación de la raza superior. Por ello vuelve a sostener Hitler que el Estado debe cuidar que sólo los sanos engendren hijos y tengan descendencia. Se debe prohibir engendrar estando enfermo o siendo defectuoso. Considera execrable privar a la Nación de niños sanos. Y habla por primera vez en forma directa sobre la necesidad de los tratamientos de esterilización forzoza. “El Estado deberá obrar prescindiendo de la comprensión o incomprensión, de la popularidad o impopularidad que provoque su modo de proceder en este orden” (42). Vemos a un Hitler dispuesto a todo para imponer sus ideas raciales.

La raza tiene también para Hitler una vinculación especial con la ciudadanía, lo que luego generaría terribles consecuencias para millones de personas. Critica ferozmente la política de ciudadanía de Alemania, en la que ninguna vinculación existe con la raza. Cualquiera podía ser ciudadano alemán. “El Estado Racista clasifica a sus habitantes en tres grupos: ciudadanos, súbditos y extranjeros. El hecho de nacer en territorio alemán no supone más que la calidad de súbdito, calidad que como tal no capacita para investir cargos públicos, ni menos para actuar en política, sea activa o pasivamente. Es fundamental establecer la raza y la nacionalidad original de cada súbdito”. Para obtener la nacionalidad alemana el jóven debe concurrir a la instrucción escolar obligatoria, pasar por el entrenamiento físico obligatorio y finalmente realizar el Servicio Militar. Recién pasadas esas etapas en las que el jóven debía ser adoctrinado en la ideología racial, se le otorga su carta de ciudadanía, y el certificado de salubridad para el matrimonio. Con esto tiene todos los derechos del ciudadano alemán. En cuanto a las jóvenes alemanas, sólo serían súbditas, adquiriendo el carácter de ciudadanas a través del matrimonio. Matrimonio que debía ser expresamente permitido por las leyes raciales (43).

Una vez más todo sería llevado a la práctica a partir del ascenso del Nacionalsocialismo al poder. Es importante destacar la importancia jurídica que tendría esta política por la cual nacer en Alemania no significaría nada, ni daría ningún derecho como ciudadano, lo que permitió a los nazis generar decenas de miles de apátridas, sin nacionalidad alguna.

Asimismo para la victoria de la doctrina racial Hitler afirma que debe el Movimiento tener un Programa que sea inalterable y que no esté sometido a discusiones internas. Así el Programa de los veinticinco puntos del Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores era considerado inconmovible, de acuerdo a una ideología autoritaria. Analizaremos más adelante ese Programa de gobierno.

Una consecuencia más de la ideología racista al extremo que tenía Hitler se puede ver en el final mismo del nacionalsocialismo y la derrota y destrucción catastrófica de Alemania. La doctrina racial implica la supervivencia del más apto. Dice entonces refiriéndose a Alemania: “Si un pueblo de cien millones tolera el yugo de la esclavitud, solo para conservar la integridad del Estado, eso es peor que si tal Estado o tal pueblo hubiese sido destrozado” (44). Hitler admitió en sus últimos momentos en su búnker de Berlín que el pueblo alemán no merecía vivir por haber sido derrotado por los rusos, un pueblo considerado inferior y que en origen debía ser esclavo del pueblo germánico. ¿Alguien podía esperar seriamente que Hitler se rindiera y evitara la total destrucción de su pueblo y su país? La “Naturaleza” estaba señalando que el camino de Alemania era su aniquilación.

¿Qué fue el nazismo? Breve análisis del imperio de la barbarie

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