Читать книгу ¿Qué fue el nazismo? Breve análisis del imperio de la barbarie - Marcelo Rolando Blanco - Страница 8
I.1) Las ideas sobre la democracia como forma
de gobierno
ОглавлениеEl desprecio de Hitler por los sistemas democráticos de gobierno y por los políticos en general era absoluto y visceral.
Su primer análisis lo hace respecto del Parlamento del Imperio Austro-Hungaro. Señala el fracaso del Parlamento austríaco por la falta de una mayoría alemana. Pero agrega que el problema es el propio parlamentarismo al que cataloga como “manifestación de la decadencia de la Humanidad. La democracia del mundo occidental es hoy la precursora del marxismo, el cual sería inconcebible sin ella. Es la democracia la que en primer término proporciona a esta peste mundial el campo propicio donde el mal se propaga después”. Concluye en la absoluta inutilidad del Parlamento, lo que da lugar a la idea de su eliminación (1).
Para Hitler el sistema parlamentario falla por cuanto se trata de una masa de hombres que deben decidir por mayorías asuntos de los cuáles muchas veces no tienen idea. Dice que los Parlamentos están llenos de incapaces con falta de conocimientos de las materias que deciden y por sobre todo falta de honestidad. Aprovecha la crítica para hacer la comparación con un sistema de gobierno en el que las decisiones las toma un único líder. Por el contrario, en el parlamentarismo los diputados se “esconden” tras la masa del grupo y ninguno se hace responsable de las decisiones. “El parlamentarismo democrático de hoy no tiende a constituir una asamblea de sabios, sino a reclutar más bien a una multitud de nulidades intelectuales, tanto más fáciles de manejar cuánto mayor sea la limitación mental de cada uno de ellos. Ninguna medida, por perniciosa que fuere para el país, pesará entonces sobre la conducta de un bribón conocido por todos, sino sobre la de toda una fracción parlamentaria. Prácticamente, pues, no hay responsabilidad, porque la responsabilidad solo puede recaer sobre una individualidad única y no sobre un gallinero de parlanchines que son las asambleas parlamentarias”. “En oposición a ese parlamentarismo democrático está la genuina democracia germánica de la libre elección del Führer, que se obliga a asumir toda la responsabilidad de sus actos” (2).
Poco más adelante señala que la forma de destruir al Parlamento es entrando en él con un movimiento político y minándolo desde adentro, o bien atancando desde fuera la misma institución parlamentaria (3). Con ocho años de anticipación Hitler señaló claramente lo que haría en el Paralamento cuando su organización política creciera lo suficiente. Nadie lo creyó capaz seguramente.
Culpa directamente al Parlamento alemán respecto de la derrota de 1918 en la Gran Guerra. Los partidos comunista y social demócrata se oponían a la guerra y no permitieron ampliar la instrucción militar del pueblo alemán para continuar la lucha (4). Esto llevaría a la famosa teoría del “puñal por la espalda” esgrimida siempre por Hitler como argumento contra los políticos y los judíos, haciéndolos responsables por la derrota alemana. Ello le serviría también como plataforma para eliminar el Parlamento, los partidos políticos y a los políticos opositores mismos.
Con la más brutal sinceridad señala Hitler que su movimiento político es antiparlamentario y que su participación en esa institución será al solo efecto de destruirla por dentro por ser el parlamentarismo sinónimo de decadencia. Y agrega que su misión no es la de fundar una Monarquía o consolidar una República, sino la de crear un Estado germánico (5). El rechaza el parlamentarismo como sistema basado en la decisión de las mayorías, porque ese principio degrada al “Führer” a la condición de simple ejecutor de la voluntad y opinión de los demás. ¿Cabe alguna duda de lo que haría si tuviera la posibilidad de llegar al poder? Ni Imperio ni República, su única idea era la de ser el único líder de un gran Estado germánico. La idea del totalitarismo ya estaba clara, lo que agrava la responsabilidad de aquellos que en 1933 permitieron su ascenso al poder. Basta aquí decir que Hitler no llegó al poder por ningún golpe de estado, sino que, dada la importancia de su movimiento político (ya que consideramos que no fue simplemente un partido), se le ofreció la Cancillería de Alemania. Ello a pesar de que nunca tuvo mayoría absoluta en ninguna de las elecciones que se celebraron previo a su ascenso al poder.
Para finalizar este acápite del análisis, Hitler defiende la idea de que sólo un político o un partido debe lograr la victoria y critica las coaliciones típicas del parlamentarismo europeo. “Jamás debe olvidarse que todo lo realmente grande en este mundo no fue obra de coaliciones, sino el resultado de la acción triunfante de uno solo. El éxito de las asociaciones ya trae en su origen el germen de la corrupción futura. Las grandes revoluciones ideológicas de trascendencia universal son imaginables y factibles únicamente como luchas titánicas de grupos individuales y nunca como empresas de concertación. En consecuencia el Estado Nacionalsocialista jamás será creado por la voluntad condicionada de una “cooperativa nacionalista”, sino solo gracias a la férrea voluntad de un Movimiento único que sepa imponerse por encima de todos los demás” (6). Es ésta una de las tantas aplicaciones que Hitler hará en su política del darwinismo social, el éxito del mejor, la victoria del más fuerte dominando a todos los demás.