Читать книгу Un curso de amor - Mari Perron - Страница 22
ОглавлениеCAPÍTULO 8
Separarse del cuerpo
8.1 Has determinado que los pensamientos de tu corazón son tus emociones. Estos pensamientos son distintos de la sabiduría de tu corazón, de la que ya hemos hablado: la sabiduría que sabe poner a un lado el amor, así como tu propio Ser. Las emociones, los pensamientos de tu corazón, son aquello con lo que ahora vamos a trabajar, y al hacerlo separaremos la verdad de la percepción que tienes de ella.
8.2 Este programa de estudios pretende ayudarte a ver que tus emociones no son los verdaderos pensamientos de tu corazón. ¿En qué otro lenguaje podría hablar tu corazón? En un lenguaje susurrado y tan suave que no lo conocen quienes no cultivan la quietud. El lenguaje de tu corazón es el lenguaje de la comunión.
8.3 Comunión es la unión que aquí definiremos como de nivel superior, aunque en verdad, la unión no se divide en niveles. En el aprendizaje, la idea de niveles te es útil y te ayudará a ver que avanzas desde una etapa, o nivel de aprendizaje, a otra. Se trata de un proceso de recordar más que de aprender, y esto también lo entenderás a medida que vayas recuperando la memoria. Tu corazón te ayudará a recordar en vez de pensar y, de esta manera, el recordar se percibirá como el lenguaje del corazón.
8.4 No se trata de recordar días pasados que hayas vivido en la Tierra, sino de recordar quién eres en verdad. Brota desde la parte más honda de ti, desde el centro en el que estás unido con Cristo. No habla de experiencias vividas aquí, no viste ningún semblante y no lleva ningún símbolo. Es el recuerdo de la totalidad, del todo indiviso.
8.5 Multitud de pensamientos y también de emociones parecen bloquear tu camino a la quietud, donde puedes hallar este recuerdo. Sin embargo, como ya has comprobado una y otra vez, el Espíritu Santo puede usar para un propósito más elevado lo que tú has hecho, cuando tu propósito esté unido al del espíritu. Así que examinaremos una nueva forma de observar las emociones, una forma que permitirá que te faciliten el aprendizaje, en vez de bloquearlo.
8.6 Concibes el corazón como la sede del sentimiento, por lo que asocias las emociones con tu corazón. Sin embargo, en realidad las emociones son las reacciones de tu cuerpo ante estímulos que llegan a través de tus sentidos. Así, la visión de una preciosa puesta de sol puede llenar tus ojos de lágrimas. Un mínimo contacto entre tu mano y la piel de un recién nacido puede hacerte sentir como si tu corazón se desbordase de amor. Palabras ásperas que llegan a través de tus oídos pueden hacer que tu rostro se sonroje y tu corazón lata con una pesadez que identificas como enfado, o con un escozor que llamarías vergüenza. Problemas que se van acumulando y que parecen más de lo que podrías soportar pueden causar una perturbación emocional, o incluso una crisis nerviosa. En estas situaciones, o bien se producen demasiados sentimientos al mismo tiempo, o bien se desconecta totalmente todo sentimiento. Al igual que con todo lo demás en este mundo, te esfuerzas por conseguir un equilibrio que permita que tu corazón lata a un único ritmo estable, que las emociones surjan de una en una, y que tengas sentimientos que puedas controlar. Y sin embargo, te sientes controlado por los sentimientos, por emociones que parecen tener vida propia, y por un cuerpo que reacciona ante todo ello en formas que te hacen sentir incómodo, angustiado, eufórico o aterrorizado.
8.7 Nada de esto refleja lo que tu corazón te diría, sino que encubre el lenguaje del corazón y sepulta la quietud bajo el siempre cambiante entorno de la vida vivida en la superficie, como si tu propia piel fuera el patio de recreo de todos los ángeles y demonios que desearían danzar sobre ella. Lo que desearías recordar queda reemplazado por los recuerdos de estas emociones, tan numerosas que sería imposible contar incluso las de un solo día, incluso en aquellos que afirman no tenerlas. No es a tus pensamientos a los que acudes en busca de pruebas para tu resentimiento, de municiones para tu venganza, de dolor para tu recuerdo. Es a tus emociones a las que recurres, esos sentimientos que dirías que provienen de tu propio corazón.
8.8 ¡Qué disparate creer que el amor podría morar con semejantes compañías! Si éstas se encuentran en tu corazón, ¿dónde está el amor? Si estas ilusiones fueran reales, no cabría el amor en absoluto, pero el amor mora donde la ilusión no puede entrar. Estas ilusiones son como lapas sobre tu corazón, adheridas a la superficie, aunque sin impedir que tu corazón cumpla su función ni que lleve dentro aquello que te mantiene a salvo, sobre este mar tempestuoso.
8.9 A salvo, dentro de tu corazón, se encuentra la realidad del amor, una realidad tan ajena a ti que crees que no la recuerdas. Sin embargo, ésa es la realidad hacia la que nos dirigimos mientras viajamos en lo profundo de ti hacia el centro de tu Ser.
8.10 Incluso aquellos de vosotros cuyas percepciones siguen bastante erradas sabéis que existe una diferencia entre lo que hay en la superficie y lo que hay por debajo. Con frecuencia, lo superficial de una situación es lo único que se ve: la superficie de un problema lo único que se reconoce, la superficie de una relación lo único que conoces. Habláis abiertamente de estos niveles de ver, reconocer y conocer, y decís a menudo: “En un nivel superficial parecería que…” para, a continuación, intentar ver por debajo de la superficie a fin de encontrar las causas, los motivos o razones de una situación, problema o relación. Con frecuencia, a esta búsqueda se la denomina “buscar la verdad”. Aunque tu manera de buscar la verdad en lugares donde no se encuentra hace que permanezca oculta para ti, tu reconocimiento de que existe una verdad en un lugar distinto de la superficie ahora nos es útil, como también lo es tu reconocimiento de que existe algo distinto de aquello que aparece en la superficie.
8.11 ¿Qué es lo que pretendes hacer cuando intentas mirar por debajo de la superficie? ¿Pretendes mirar por debajo de la piel, o en los recovecos ocultos del corazón o de la mente? Sin unión, por mucho que busques no encontrarás la verdad. Y aunque hay una parte de ti que sabe esto, en vez de unión prefieres un juego de especulación, conjetura y causa probable. Buscas explicaciones e información, en vez de la verdad que dices buscar. Buscas juzgando, en vez de perdonando. Buscas desde una posición de separación, y no desde un lugar de unión llena de gracia. Quizás estés pensando ahora que si supieras cómo funciona esta unión, sin duda la utilizarías para encontrar la verdad, así como para otros objetivos. Te gustaría resolver problemas, ser una persona que en un tribunal de justicia supiera distinguir el bien del mal, la verdad de la mentira, la realidad de la ficción. Ni siquiera ves que lo que deseas es incluso más separación, y que la separación no puede dar origen a la verdad ni nacer de la unidad.
8.12 Hasta tus deseos más elevados están cargados de superioridad moral, que sigue siendo superioridad moral por muy noble que sea la causa que te consideres dispuesto a abordar. Quisieras ver en la mente y el corazón de otro con el fin tal vez de ayudarle, aunque también para tener poder sobre él. Cualquier cosa que llegaras a conocer la considerarías tu propiedad, y considerarías como tu derecho el disponer de ella. ¿Cuánto peligro representarías si la unión fuera así? Y con razón lucharías contra ella para impedir la revelación de tus propios secretos. Esta percepción errónea de la unión te mantendría alejado de la meta que buscas, la meta que no es ninguna meta sino tu única realidad, el estado natural en el que existirías si no fuera por tu decisión de rechazar tu realidad y tu verdadera naturaleza.
8.13 ¿Ves ahora por qué la unidad y la totalidad van de la mano? ¿Por qué no puedes reservarte una parte de ti mismo y hacer realidad la unidad que es tu hogar? Si fuera posible existir en unidad y seguir reservándote, la unidad sería una farsa. ¿Para quién reservarías algo? ¿A quién se lo negarías? La unidad es la totalidad. Todo para todo.
8.14 Hemos hablado ya de lo que se encuentra en la superficie. Hagamos un experimento.
8.15 Piensa ahora en tu cuerpo como la superficie de tu existencia, y contémplalo. Toma un poco de distancia de él, pues no es tu hogar. El corazón del que hablamos no mora en él, ni tú tampoco. Los cuerpos separados no pueden unirse en un todo. Se hicieron para mantenerte alejado de la totalidad y para convencerte de la ilusión de tu estado separado. Da un paso atrás. Visualiza tu cuerpo únicamente como la capa superficial de tu existencia. Es lo que aparenta ser, y eso es todo. De la misma manera que no permites que otras condiciones superficiales te oculten la verdad, tampoco dejes que tu cuerpo te impida verla. Aun cuando anteriormente no hayas encontrado la verdad, sí has reconocido aquello que no es la verdad. Tu cuerpo no es la verdad de quien eres, por mucho que aparente serlo. Por ahora, vamos a considerarlo el aspecto superficial de tu existencia.
8.16 Vamos a dar otro paso más, porque muchos seguís pensando que aquello que se encuentra dentro del cuerpo es lo que es real: tu cerebro y tu corazón, tus pensamientos y tus emociones. Si el contenido de tu cuerpo fuera lo real, el cuerpo también sería real. Del mismo modo que si una situación superficial contuviera la verdad, sería la verdad. Si tu cuerpo y lo que se encuentra dentro de él no son quien eres, te sientes como si te hubieras quedado sin hogar. Es necesario que te sientas así para que puedas regresar a tu verdadero hogar, pues si estuvieses encerrado en tu cuerpo y lo aceptaras como tu hogar, no aceptarías otro.
8.17 Tu “otro” hogar es el que sientes que has abandonado y al que sientes el deseo de regresar. Sin embargo, es donde ya estás, y no podrías estar en ningún otro lugar. Tu hogar está aquí. Crees que esto es incompatible con la verdad según la estoy revelando, la verdad de que el cielo es tu hogar. Pero no lo es. No existe un aquí en el sentido que tú le darías, de ubicar tu realidad en un lugar, en un planeta, en un cuerpo. Dios está aquí y tú perteneces a Dios. Éste es el único sentido en el que puedes o debes aceptar la noción de que aquí es donde perteneces. Cuando te des cuenta de que Dios está aquí, sólo entonces podrás afirmar con veracidad que aquí es donde perteneces.
8.18 Ahora que has tomado distancia de tu cuerpo, y estás participando en este experimento para reconocer el elemento superficial de tu existencia, quizás seas más consciente que nunca de encontrarte en un lugar y un momento concretos. Al dar ese paso atrás para observar tu cuerpo, esto es lo que verás: una forma que se mueve a través del tiempo y el espacio. Tal vez seas más consciente que nunca de sus actos y de sus dolencias, de su robustez o debilidad. A lo mejor te estés dando cuenta de cómo gobierna tu existencia, y te estés preguntando cómo podrías pasar incluso un momento sin ser consciente de él.
8.19 Esta experiencia de pérdida de la conciencia corporal se describió con gran belleza en Un curso de milagros como el “instante santo”. Tal vez no consideres que la observación de tu cuerpo sea la mejor forma de lograr esto. Pero al observar, aprendes a tomar distancia de lo que ves. Sin embargo, es necesario recordarte aquí que has de observar con el corazón, y no con la mente. Esta práctica contendrá una santidad, un regalo de visión que trasciende tu visión habitual.
8.20 Es posible que empieces por sentir compasión hacia ese cuerpo que durante tan largo tiempo has considerado tu hogar. Ahí va, una vez más, durmiendo y despertándose. Una vez más, alimentándose de energía. Una vez más, consumiendo esa energía. Una vez más, cansándose. Un día más recibes el día con saludos que residen en tu corazón. Cada día te dice que todo viene para pasar. A veces esto es motivo de regocijo, a veces de tristeza. Pero nunca puedes evadir el hecho de que cada día es a la vez un comienzo y un fin, que la noche es tan segura como el día.
8.21 A lo largo de estos días que se suceden, se mueven otros muchos cuerpos como el tuyo. Cada uno es diferente… ¡y hay tantos! A medida que te vayas convirtiendo en observador, es posible que te sientas abrumado simplemente por la magnitud de todo aquello que ocupa el mundo junto a ti. Habrá días en que esto te hará sentir como uno entre muchos, como un minúsculo peón de poca importancia. Habrá otros en los que te sentirás superior, como la culminación del mundo y de todos sus años de evolución. Habrá días en que te sentirás muy terrenal, como si éste fuese tu hogar natural y el cielo para tu alma. Habrá otros en los que sentirás todo lo contrario, y te preguntarás dónde estás. Sí, ahí está tu cuerpo, ¿pero tú dónde estás?
8.22 Aunque no puedas observarlos, te darás cuenta de cómo el pasado te acompaña a lo largo de tus días, así como también el futuro. Los dos son como acompañantes que durante algún tiempo acoges con agrado porque te distraen, pero que se resisten a abandonarte cuando quieres que se marchen.
8.23 ¿Dónde habitan este pasado y este futuro? ¿A dónde va el día cuando es de noche? ¿Cómo has de entender todas estas formas que deambulan por tus días junto a ti? ¿Qué es, en realidad, aquello que estás observando?
8.24 Se trata de tu representación de la creación, que comienza cada mañana y termina cada noche. Cada día es tu creación, sostenida por el sistema de pensamiento que le dio origen. Observar esto es ver su realidad. Ver esta realidad es ver la imagen de Dios que tú has creado a semejanza de Dios. Esta imagen se basa en tu recuerdo de la verdad de la creación de Dios y en tu deseo de crear como tu Padre. Es lo mejor que sabes hacer, teniendo en cuenta tu mala memoria. Aun así, es mucho lo que te dice.
8.25 Todo se sostiene por medio del sistema de pensamiento que le dio origen. Y existen sólo dos sistemas de pensamiento: el de Dios, y el del ego o del ser separado. El sistema de pensamiento del ser separado lo ve todo a través de la separación. El sistema de pensamiento de Dios lo ve todo a través de la unidad. El sistema de pensamiento de Dios es de permanente creación, renacimiento y renovación. El sistema de pensamiento del ego es de permanente destrucción y desmontaje, descomposición y muerte. Y sin embargo, ¡cuánto se asemejan entre sí!
8.26 ¡Qué propio de la memoria es el pensar que se recuerda algo hasta en el más pequeño detalle, sin tener idea de qué se trataba en realidad! Los recuerdos siempre acaban deformados y distorsionados por lo que tú quisieras que fuesen. Todo el mundo ha tenido al menos un incidente largamente recordado que, una vez expuesto a la luz de la verdad, resultó ser una mentira de estrafalarias dimensiones. Son los recuerdos de los seres queridos que estabas convencido de que querían hacerte daño cuando en verdad lo único que querían era ayudarte. Los recuerdos de situaciones que creías destinadas a ponerte en evidencia, o a destruirte, y que en verdad tenían el propósito de enseñarte lo que necesitabas aprender para llevarte al éxito del que ahora gozas.
8.27 Así es que tu recuerdo de la creación de Dios es un recuerdo que conservas hasta en el más pequeño detalle, y sin embargo los detalles enmascaran la verdad hasta tal punto que toda la verdad se entrega a la ilusión.
8.28 ¿Cómo puede ser que te muevas por el mismo mundo día tras día, en el mismo cuerpo, que observes muchas situaciones similares, que te despiertes ante el mismo sol que sale y se pone, y que sin embargo vivas cada día de forma tan distinta que un día te sientes feliz y otro día triste, un día sientes esperanza y otro desesperación? ¿Cómo es posible que aquello que se creó tan a semejanza de la creación de Dios sea tan opuesto a ella? ¿Cómo puede la memoria engañar los ojos de esta manera, y sin embargo no engañar al corazón?
8.29 Ésta es la verdad de tu existencia, una existencia en la que tus ojos te engañan; pero tu corazón no cree en el engaño. Tus días son la prueba de esta verdad. Aquello que ven tus ojos te engañará un día, mientras que aquello que ve tu corazón desmontará el engaño al día siguiente. Y así es como un día vivido en tu mundo es el infortunio encarnado, y el siguiente es gozo puro.
8.30 Regocíjate de que tu corazón no se deje engañar, porque ahí es donde encontrarás el camino al verdadero recuerdo.