Читать книгу Un curso de amor - Mari Perron - Страница 24
ОглавлениеCAPÍTULO 10
Uso y comprensión
10.1 En primer lugar, consideremos qué es aquello que el cuerpo usaría. Aunque te consideres su esclavo y sometido al peso de su control, ¿quién es el “tú” que el cuerpo controlaría? ¿Cómo puede obligarte a hacer algo distinto de lo que tú elijas hacer? Aprende bien esta lección, pues en ella reside la cura de toda enfermedad y la esperanza de toda sanación. Aunque parece que es el cuerpo el que te dice lo que sientes y te insta a actuar de acuerdo con sus sentimientos, ¿cómo puede ser así? En sí mismo, el cuerpo es neutro. Pero mientras le atribuyas la capacidad de proporcionarte placer, el cuerpo también te proporcionará dolor. No puedes elegir el uno sin el otro, porque la elección es la misma. El cuerpo es una herramienta hecha con el fin de que la utilices para mantener la ilusión de tu separación. Sólo aparenta tener poder porque crees que es ahí donde has puesto el tuyo. Si esto fuera cierto, entonces sí manejaría un gran poder. Pero aquello que tú has hecho no puede ser investido con el poder de la creación sin que tú te unas a él. ¿Cómo podrías tener un vínculo mayor, piensas, que el que tienes con tu propio cuerpo? Si ni siquiera estás unido a esta presencia que llamas tu hogar, ¿cómo se puede esperar que te unas a otros?
10.2 Ahora debemos retomar el concepto de relación, pues la idea de cuerpos integrados en una unión más estrecha que la unión que sientes con el cuerpo que consideras tuyo es efectivamente un disparate. La unión se produce en la relación, no en la forma física. La unión no es la destrucción de una cosa para construir otra: la unión hace que cada una sea íntegra, y que en esa integridad sea una con todo. En realidad, esta unión nunca ha dejado de existir, pero mientras no tomes conciencia de su existencia, no tendrás acceso a los beneficios que te ofrece. Por mucho que yo quisiera que así fuera, que yo te cuente la verdad de tu existencia no es suficiente en sí para hacerte consciente de lo que has escondido de ti mismo durante tan largo tiempo. Yo sólo puedo decirte dónde buscar, y ahorrarte incontables años de búsqueda ahí donde la verdad no se encuentra, sólo con que estés dispuesto a buscar donde yo te indique que la encontrarás.
10.3 Hay aspectos de lo que te estoy diciendo que aceptas sin dificultad, y otros que no entiendes y prefieres esperar un poco antes de ponerlos en práctica. Lo que en realidad no entiendes es el concepto de “totalidad”. Todas las cosas forman parte de una totalidad, incluido el sistema de pensamiento que has elaborado para proteger la ilusión por la que sientes tanta querencia. Tu sistema de pensamiento es completamente ajeno a la verdad, a la vez que completamente coherente como sistema. No puedes abandonar un postulado y conservar otro, porque al conservar una parte, conservas el todo. Esto llevará al aparente fracaso en tu aprendizaje de lo que yo quiero que aprendas. No puedes dejar de aprender aquello que Dios quiere que yo te enseñe, mas tampoco puedes aprenderlo por partes. El sistema de pensamiento de la verdad es igual de coherente que el sistema de pensamiento de la ilusión, y no puedes tomar lo que quieras y dejar el resto. Así que seguiremos señalando las diferencias entre los dos sistemas de pensamiento para que tus ideas puedan empezar a cambiar, hasta que al final tu corazón se ponga al mando y realice la única elección que tienes que hacer. Tu corazón –que no hay que confundir con la bomba que hace funcionar el cuerpo, sino identificado como el centro de tu ser– no tiene un sistema de pensamiento aparte del tuyo, por lo que ha de existir en la realidad en la que crees encontrarte.
10.4 Toda transformación se inicia en la fuente, y éste es el caso tanto de la ilusión como de la verdad. Percibes tu cuerpo como tu ser, y tu ser como la “fuente” de todo lo que has hecho y sentido en todos los días que llevas sobre la Tierra. Sin embargo, tu verdadera Fuente se encuentra en el centro de tu Ser, el altar a tu Creador, el Ser que compartes en unidad con Cristo. Cristo es la “parte” de Dios que reside en ti, no en separación sino en la totalidad eterna en la que Dios y tú juntos existís en verdad.
10.5 Para aquellos de vosotros que lleváis ya un largo tiempo viajando, así como para aquellos que acabáis de empezar, este abandono del cuerpo como vuestro hogar y como la fuente de todo lo que sois es el mayor obstáculo que debéis superar. Mientras observáis el cuerpo y os aventuráis a pensar en una vida sin él, una y otra vez os topáis con su realidad. Justo en el momento en que empiezas a soltar la percepción del cuerpo, es cuando te pueden acosar las jaquecas, el dolor de espalda y otros males aparentes. Se trata del yo separado, obra tuya, que te llama de vuelta al cuerpo para demostrarte que es insuperable. En este punto, muchas personas intentan liberarse de las dolencias con el pensamiento, y cuando fracasan lo toman como una prueba más de su sujeción al cuerpo. Guárdate de toda tentativa de hacer desaparecer el cuerpo y materializar milagros con el pensamiento. Este deseo simplemente muestra que no conoces la fuente de la sanación y que no estás preparado para ser sanado.
10.6 Que todavía no estés preparado no significa que no llegarás a estarlo, del mismo modo que haber perdido algo no significa que ya no exista. Sin embargo, tu yo separado aduciría todas las pruebas que demuestren que ha fracasado en ser cualquier cosa que no sea separada, y con celeridad te señalaría la imposibilidad de ser algo distinto de lo que eres: un cuerpo. Éste es el “hecho” que te susurra constantemente al oído, la mentira con la que intenta hacerte creer que todo lo demás que aprenderías aquí es igual de imposible. Haces caso a esta voz porque ha sido tu maestra y tu acompañante constante en la separación, y no te das cuenta de que lo que te ha enseñado es precisamente a estar separado. Quedas advertido de que nunca dejará de entrometerse mientras atribuyas algún sentido a lo que te dice.
10.7 Piensa en otra persona, en un maestro, o en tu padre o tu madre, cuya “voz” escuches en algún momento de tus días. Ya sea que desees oír esa voz o no, que dicha voz en su momento fuera sabia o insensata, el simple hecho de que se repita la mantiene en tu memoria. Puede ser la voz que te dice: “Ponte derecho”, o “Eres especial”, o “Nunca llegarás a nada”. Puede haber muchos entre vosotros que hayáis utilizado alguna terapia para aquietar los mensajes negativos que escucháis, y después de mucho esfuerzo hayáis logrado sustituir lo que era negativo por mensajes de carácter más positivo. ¡Y esto sólo son mensajes que provienen de una fuente externa! Tus propios pensamientos son mucho más persistentes e insistentes que aquéllos. Llevan más tiempo contigo y de forma más constante. Hace falta vigilancia para desalojarlos.
10.8 No te digo esto para desanimarte, sino para animarte a no abandonar. Tu propósito ahora es el más sagrado posible y el cielo entero está contigo. Lo único que hace falta es que sigas estando dispuesto. Lo único que puede hacerte fracasar es que abandones. Te pongo estos ejemplos que te llevarán a decir: “No será fácil”, pero te digo que tampoco será difícil si recuerdas esto: lo único que hace falta es tu buena disposición. Cuando tu yo separado te susurre: “Tu cuerpo es un hecho”, sólo necesitas decirte: “Sigo estando dispuesto a creer lo contrario”.
10.9 Sé consciente también de tu anhelo de recompensa. A medida que te sientas más cerca de Dios y de tu verdadero Ser, a medida que seas más consciente de ti mismo como una “buena” persona, que además se esfuerza por ser aún mejor, empezarás a buscar tus recompensas. Más adelante, recordarás estos momentos y sonreirás, y soltarás alguna carcajada ante la inocencia de estos deseos que simplemente revelan que te encuentras en el inicio del programa de estudios. Querer una recompensa por ser bueno, por hacer más esfuerzo, por estar más cerca de Dios que tu hermano o tu hermana, son todos deseos de tu yo separado que desea algo para sí mismo y para todos sus esfuerzos. No es más que una etapa transitoria, aunque algunos quizás os entretendréis en ella durante un período largo. Permanecerás ahí hasta que te des cuenta de que todos sois buenos y que no puedes hacerte merecedor de más bendiciones de Dios que tu hermano. Permanecerás hasta que te des cuenta de que Dios ya os ha dado todo a todos.
10.10 De nuevo, sólo declara tu buena disposición, tu voluntad de creer que tienes todo lo que necesitas, a pesar del “hecho” de que no parece ser así. Tu buena disposición es lo único que te hace falta para atravesar esta etapa y pasar a la siguiente. En vez de sentir desánimo por el hecho de que Dios no te conceda todos tus deseos aquí, alégrate, pues éstos no son todavía tus auténticos deseos, y las recompensas que elegirías aquí son como el polvo en comparación con aquellas de las que te irás dando cuenta a medida que avances.
10.11 Llegados a este punto, dediquemos unos momentos a hablar de los milagros. En palabras sencillas, los milagros son una consecuencia natural de la unión. La magia es el intento de hacer milagros por tu cuenta. En los inicios de tu aprendizaje, sentirás la tentación de jugar al juego de la fantasía. Aunque no creerás que no eres tu cuerpo, querrás fingir que lo crees. Entonces puedes sentir la tentación de creer que al hacer de cuenta que no eres un cuerpo, puedes hacer de cuenta que no sientes el dolor de una jaqueca o el frío de un día de invierno, y así incluso puedes llegar a sentir un poco menos de dolor, un poco menos frío. Pero este intento de autoengaño es aplaudido por tu yo separado, pues sabe que el hecho de fingir algo no lo convierte en realidad.
10.12 Estos intentos de autoengaño están basados en tu falta de comprensión, más que en tu falta de creencia. No hubieras llegado hasta aquí en tu lectura si creyeras que eres tu cuerpo y nada más. Desde hace mucho tiempo sabes que eres más que carne y hueso. Creer no es tu problema. Tu problema es comprender. Aunque crees en Dios, no comprendes a Dios. Aunque crees en mí, no comprendes cómo es que estas palabras vienen de mí. Aunque crees en el cielo y en la vida más allá de la muerte, no comprendes qué son ni dónde están. Y creer en algo que no comprendes te hace sentir raro, cuando menos, y delirante en el peor de los casos. Quieres creer, y por lo tanto crees. Pero también quieres “tener razón” sobre aquello que crees. Lo cómodo de tu creencia en Dios, en mí, en el cielo y en la vida después de la muerte es que dudas de que se vaya a demostrar que estás equivocado mientras estés aquí. Si lo estuvieras, simplemente te pudrirías después de tu muerte y ¡nadie sabría cuán grande era tu error! Si estuvieras equivocado, por lo menos habrías creído en algo que te dio consuelo y, en última instancia, no te hizo ningún daño.
10.13 Sin embargo, no se puede decir lo mismo tan fácilmente acerca del concepto de no estar separado. Lo único que te resulta realmente difícil de creer es que estás en unión con tus hermanos y hermanas, ahora mismo, hoy. Creer en Dios sin comprender a Dios es una cosa. Creer en tu unión con tu prójimo sin comprender ni la unión ni a tu prójimo es algo muy distinto. Esta creencia no necesariamente te dará consuelo, y queda por saber si no te hará daño. ¿Y si crees en la bondad de tu prójimo y resulta que esa creencia no está justificada? ¿Y si depositas tu confianza en alguien y resulta que esa confianza es inmerecida? ¿Y si simplemente eres ingenuo y te toman por tonto? ¿Y si estás equivocado?
10.14 Otro temor similar es el que asalta tu corazón cuando te planteas abandonar tu creencia en el cuerpo. Creer que no eres tu cuerpo mientras te desenvuelves dentro de él es algo muy distinto de creer en Dios. Sobre esta cuestión, todas las evidencias dirían que estás equivocado. Todas las pruebas que te aportan tus ojos y tus oídos, así como las de la ciencia, dirían que tú eres tu cuerpo. Incluso la historia parece demostrar este hecho, cuando miras atrás y recuerdas que incluso Jesús murió antes de poder resucitar como espíritu.
10.15 Estoy aquí de nuevo para enseñarte, porque mi vida fue el ejemplo. ¿Crees que cuando caminé sobre la Tierra era un cuerpo? ¿O crees que era el Hijo de Dios antes de nacer en forma humana, mientras existí en forma humana y después de resucitar? Con razón a esto se lo llama el misterio de la fe: Cristo ha muerto, Cristo ha resucitado, Cristo volverá. ¿Qué es lo que falta en este recitado? Cristo nació. En ningún lugar del misterio de la fe se dice que Cristo se haya hecho cuerpo.
10.16 No se te ha dicho que el cuerpo no existe, sino sólo que no es lo que tú eres. Al igual que todas las herramientas que tú has construido, es una ilusión, porque las herramientas no te hacen ninguna falta. Sin embargo, mientras creas lo contrario, te parecerá completamente real. Renunciar totalmente al cuerpo es una elección que no necesitas hacer. A medida que avances en tu aprendizaje, comprobarás que ello es posible, aunque puede haber razones para no realizar esa elección. En este punto, sin embargo, lo único que se te pide es que veas tu cuerpo como aquello que es, tanto en el sentido del propósito con que lo hiciste, como en cuanto al modo en que ahora puedes ser guiado a utilizarlo para el bien de todos.
10.17 Para muchos, la disyuntiva parece haber sido: “¿Prefieres tener razón o ser feliz?”. Sólo el ego elegiría tener razón antes que felicidad. Mientras observas tu cuerpo, observa también cómo actúa con respecto a las opciones que elige. Pregúntate: “¿Qué elección puede haber conducido a esta situación o hecho?”, puesto que antes del hecho siempre habrá habido una elección. Nada le sucede al Hijo de Dios por casualidad. Esta observación ayudará a volver a situar la responsabilidad de tu vida en tus manos, que es donde corresponde que esté. No estás indefenso, ni tampoco estás sometido al capricho de fuerzas que se encuentren más allá de tu control. La única fuerza que está fuera de tu control es tu propia mente, y no tiene por qué ser así. Cuando empieces a preguntarte: “¿Qué elección podría conducir a la felicidad en vez de a esto?”, empezarás a observar una diferencia en cómo responde tu cuerpo ante lo que parecen ser hechos externos y, después, un cambio en los mismos hechos externos.
10.18 Es posible que tu mente aún prefiera tener razón a ser feliz, así que es importante que permitas que tu corazón te sirva de guía para realizar esta nueva elección. Cuando te encuentres en una situación que no te guste, muestra nuevamente tu buena disposición a encontrar algo de felicidad en ella. Estas instrucciones dadas a tu corazón empezarán a producir un cambio en tu estado mental.
10.19 Lo que tú llamarías “tu estado mental” es más bien una atmósfera general, un ambiente, un estado de ánimo, y es un entorno que determina tu corazón. A los pensamientos de tu yo separado esto les importa bien poco, y considerarían que tales preocupaciones son irrelevantes para su bienestar. Su supervivencia per se es su única preocupación, una preocupación que no se refiere únicamente a necesidades como el alimento y el abrigo, sino incluso a la supervivencia del sistema de pensamiento del yo separado. Para esta cuestión, la felicidad no es una prioridad, mas tener razón sí que reviste bastante importancia. El yo separado prefiere mostrarse serio y apesadumbrado antes que alegre y despreocupado. Tomarse la vida con seriedad es una de sus principales estrategias, ya que reconoce su propia seriedad como algo necesario para mantener su separación. La alegría es verdaderamente el mayor peligro para el yo separado, porque proviene de la unión y fortalece el atractivo de la unión a expensas del atractivo de la separación.
10.20 No eres consciente de la rapidez con la que el yo separado se apresura a sabotear todo movimiento que te aleja de la separación y te acerca a la unión. Muchos habéis reconocido vuestra tendencia a minimizar vuestras posibilidades de felicidad y a maximizar vuestras posibilidades de infelicidad a través de las elecciones que hacéis. Recordáis épocas de felicidad con nostalgia, y os preguntáis qué falló y por qué no pudisteis mantener ese estado feliz. Puede haber muchos motivos prácticos que expliquen la desaparición de la felicidad, pero en la soledad que su pérdida conlleva te preguntarás, al menos brevemente, por qué hubo que optar por lo práctico. Sin embargo, si al mirar atrás el yo separado comprueba que eligió tener razón por encima de ser feliz, se congratulará, a pesar de su infelicidad, y dirá: “Hice lo correcto”. Se verá como vencedor sobre los sueños de felicidad descabellados, y dirá que se alegra mucho de haber entrado en razón antes de que fuera tarde.
10.21 Cada uno de vosotros es consciente de un umbral que, una vez traspasado, no deja camino de regreso. Dicho umbral con frecuencia es una felicidad tan plena que, una vez que la has experimentado, dices: “No seguiré soportando esta desesperanza”. Para otros. este umbral es lo contrario: una experiencia de dolor tan grande que preferirían morir antes que continuar de la misma manera. Otro umbral es el que eligen los adictos, que después de experimentar la inconsciencia del yo separado a través de las drogas, el alcohol, o incluso el trabajo continuo o las compras, se niegan a volver a la realidad de aquel yo. Si no la pueden abandonar, la bloquearán. Algunos, al llegar a dicho umbral, dan la vuelta. Se niegan la alegría, el dolor o la inconsciencia que harían imposible el regreso, y se consideran afortunados por no ir al lugar donde el cambio se haría inevitable.
10.22 El yo separado está tan instalado en el miedo que los temores conocidos de su existencia le parecen preferibles a los temores desconocidos de cualquier otra clase de existencia. No se le ocurre que pueda ser posible elegir una opción en la que el miedo no tenga ninguna cabida, pues la ausencia del miedo es algo que nunca ha conocido.
10.23 Si el cuerpo es el aspecto superficial de tu existencia, y el miedo se encuentra debajo de la superficie, observa las ventajas de este ejercicio: sitúa tu cuerpo por delante de ti, donde puedas observarlo en silencio. Mientras contemples cómo tus manos realizan su trabajo, o cómo la sombra se forma en el suelo al andar de un lado a otro, estarás aprendiendo la única separación que puede serte útil.
10.24 El primer hallazgo significativo que harás será que no todo lo que oyes entra por tus oídos. Encontrarás que estás lleno de pensamientos: pensamientos acerca de tu cuerpo, la misma clase de pensamientos que podrías tener sobre el cuerpo de otra persona. La diferencia será que estos pensamientos no parecerán haberse originado en tu cabeza. Puede que te des cuenta por primera vez, o de un modo diferente, de que siempre has oído tus pensamientos sin contar con tus oídos. Quizás ahora estés diciendo: “Pues claro, así es como oímos nuestros pensamientos, ésa es la naturaleza del pensamiento”. Pero, ¿en algún momento antes has considerado la naturaleza de tus pensamientos, o simplemente los has dado por sentados?
10.25 Los pensamientos no se ven ni se oyen, y sin embargo te acompañan constantemente, y nunca más claramente que cuando realices este experimento de desapego del cuerpo. Por eso lo llevamos a cabo, y con independencia de que consideres que te ha salido bien o que has fracasado totalmente, te darás cuenta de nuevo de que tus pensamientos definen quién eres con mayor exactitud que tu cuerpo. Con independencia de que divaguen sin rumbo o estén bastantes centrados, tus pensamientos son, en mayor medida que el cuerpo que observas, la fuente de todo lo que eres y todo lo que haces.
10.26 Puede que te rías de ti mismo por participar de este ridículo experimento, pero te darás cuenta de que el deseo de reírte de ti mismo es genuino y de que no proviene de la mezquindad. Habrá un ser más feliz a quien este juego le parezca divertido, y no le importará en absoluto que salga bien o no. También esa risa, así como las ganas de divertirse que la han provocado, surgirán sin la participación del cuerpo.
10.27 Pronto desarrollarás la capacidad de ver sin los ojos del cuerpo. Al principio, esto también parecerá un juego tonto, un truco de la imaginación. Al comienzo observarás únicamente aquello que puedes “ver”: tus brazos y tus piernas, la sombra que se forma mientras caminas… pero cada vez más verás el cuerpo como un todo. Lo verás desde atrás mientras lo sigues a lo largo de su día, incluso en un principio sin darte cuenta de que esto está ocurriendo. Y comprobarás que mientras observas, eres más consciente de lo que te rodea, y más consciente de que tu cuerpo forma parte de todo lo que está ocurriendo. Ahí están tu cuerpo y otros seis cruzando la calle. Ahí está tu cuerpo sentado ante una mesa de trabajo, en un edificio entre otros muchos. Te darás cuenta de la escasa frecuencia con la que hasta ahora eras consciente de la calle por la que caminabas, de los edificios que había a cada lado, del cielo abierto arriba, o de todos “los demás” que la recorrían contigo. Te sentirás más integrado en el todo, en vez de menos integrado, y esta sensación te sorprenderá.
10.28 Sigue adelante ahora, pues esto es sólo el comienzo. Experimenta sólo por divertirte, y sin dejar lugar al desaliento. No se trata de una prueba, así que no puedes suspender. Sólo estás jugando. Juega a observarte desde arriba. Ahora, ¿puedes verte desde esta altura? Y dando brincos, ¿puedes adelantarte para ver cómo tu cuerpo viene hacia ti?
10.29 Este cuerpo del que afirmas que es tu “ser” no es más que una forma: ¿cómo puede ser que no lo veas?
10.30 Lo que sentirás a medida que avances es cómo la visión de túnel del yo separado va cediendo ante la visión expandida del Ser unificado. Mientras sientes cómo esto ocurre, empezarás a ser consciente de sensaciones que tampoco están ligadas al cuerpo. Al igual que los pensamientos que ni ves con los ojos ni escuchas con los oídos del cuerpo, estas sensaciones tampoco dependerán de los sentidos de tu cuerpo.
10.31 Notarás bastante resistencia a este experimento. Considerarás que eres demasiado serio para jugar a este juego y que tienes mejores cosas que hacer. Sin embargo, por mucho que te resistas, la idea ha sido plantada y te encontrarás participando en él, a veces aparentemente “contra tu voluntad”, a pesar de estar decidido a no hacerlo. Cuando empieces a sentir los efectos del experimento, también aparecerá el miedo, sobre todo si te tomas el juego demasiado en serio. Habrá ocasiones en las que no querrás reírte cuando sientas el impulso de hacerlo, y otras ocasiones en las que, después de un solo instante de visión expandida, recibirás con gratitud la vuelta a la visión de túnel. Sentirás alivio al tocar el suelo con los pies y comprobar que el contorno de tu cuerpo sigue intacto. No obstante, recordarás las ganas de reírte dulcemente de ti mismo, así como la visión expandida. Recordarás que por un momento tu cuerpo no parecía ser un contorno que te contenía dentro de sus límites. Y entonces recordarás que éste es un Curso para recuperar el recuerdo, y que la memoria es el lenguaje del corazón.
10.32 En este punto, muchos de vosotros os rebelaréis, pensando que esto no es aquello para lo que os habéis inscrito. Tal vez lo único que queráis sea leer este Curso, sin tener la obligación de realizarlo. Querréis centraros en la parte teórica, y no aplicar la parte práctica. Pediréis la información, y diréis que, en realidad, preferís no vivir la experiencia. Lo que queríais era la guía del viajero, no el viaje en sí. Esto es lo que demasiados de entre vosotros buscabais, y muchos os seguís resistiendo a daros cuenta de que habéis recibido más de lo que esperabais. Se ha llegado a una puerta, se ha traspasado un umbral. Aquello que tu mente seguiría negando, tu corazón no puede hacerlo. Has recuperado un pequeño destello de la memoria y ella no te abandonará al caos que pareces preferir. Te llamará constantemente para que la reconozcas y le permitas crecer. Tirará de tu corazón con la mayor delicadeza. Su susurro se escuchará entre tus pensamientos. Oirás su melodía en tu mente. “Vuelve, vuelve”, te dirá. “Regresa a casa, regresa a casa”, cantará. Sabrás que hay un lugar dentro de ti en el que se te echa de menos, en el que se te añora, donde estás a salvo y donde eres amado. Se ha abierto un espacio para un poco de paz en la casa de tu locura.