Читать книгу Un curso de amor - Mari Perron - Страница 25
ОглавлениеCAPÍTULO 11
Libre albedrío y voluntad
11.1 Los ejercicios de este Curso de amor son pocos, y están integrados en él en lugar de presentarse aparte. Hay razones para adoptar este método. La primera es tu actitud hacia la instrucción, y el hecho de que en realidad no la deseas. Lo que deseas es aquello que sólo puedes obtener de tu propia Fuente. De nuevo, eres consciente de este aspecto de la creación, el cual ha contribuido a solidificar tu posición en contra de la unión, así como la desgana que sientes por la instrucción. Esto se debe a tu confusión acerca de tu fuente. Todo tu feroz empeño por aferrarte a tu individualidad nace de esta confusión. Si tu “fuente” fuera verdaderamente tu cuerpo y el cerebro que lo hace funcionar, entonces no habría duda de que tendrías que aprender las cosas por ti mismo, pues todo aprendizaje verdadero ha de provenir de tu Fuente.
11.2 Piensas que tu fuente y tu Creador son dos cosas separadas, e incluso con demasiada poca frecuencia recuerdas que no eres tu propio creador. Has hecho esta separación partiendo de la idea de que aquello que te creó no puede ser uno contigo. De nuevo, esto no hace sino señalar tu falta de reconocimiento de qué es realmente la creación. Y sin embargo, cuando quieres desarrollar la creatividad te das cuenta de que se trata de una celebración del creador, y al rendir homenaje a los artistas de todo tipo, esta realidad es la que honras. Cada poesía lleva la marca de su creador, como también lo hace cada obra de arte que contemplas y a la que llamas “obra maestra”, además de aquellas creaciones de manos pequeñas que cuelgas en la puerta del frigorífico o en la pared del despacho. No creaste tu Ser, y sin embargo haces de la vida una recreación de ti mismo, y al hacerlo intentas demostrar que “tú” eres tu propia fuente.
11.3 Ésta es una de las razones por las que no te gusta la idea de que quienes pretenden instruirte sepan más de lo que tú sabes ahora, y por las que empiezas cada nuevo curso de aprendizaje sintiendo como si tuvieses menos. Entonces comienzas tus intentos de adquirir lo que te falta, para así dejar de tener menos que los demás. Algunos quizás tengáis confianza en vuestras aptitudes para el aprendizaje y os lancéis a la conquista de este nuevo territorio, como lo habéis hecho en ocasiones anteriores. Éstos desearían leer cada libro con la mayor rapidez posible, resaltador en mano, y en el momento de pasar la última página, terminar con el aprendizaje de lo que enseña ese libro para pasar corriendo al siguiente. Puede que otros que sintáis menos confianza abandonéis antes de empezar, con el fin de no volver a fallar una vez más. Incluso aquellos que sientan la fuerza de estas palabras dentro del corazón y se prometan avanzar despacio, cuidadosamente, por cada página y apartado, entregándose con total dedicación a lo que este texto les pide que hagan, corren el riesgo de esforzarse demasiado en ser meticulosos, en lugar de simplemente desear aprender.
11.4 He querido atenuar cada uno de estos peligros limitando el número de ejercicios a unos pocos, sencillos, que permanecerán contigo cuando ya hayan quedado muy atrás todas las prisas, el miedo al fracaso y los serios intentos por esforzarte. Cada ejercicio es sólo una idea, y las ideas no abandonan su fuente. Todas las ideas aquí expuestas no son sino ideas de unión, que llegan para ocupar el lugar de las ideas de separación. Esto sucederá por sí solo, sin que te des cuenta, siempre que estés dispuesto a permitir que las ideas permanezcan en ti y que no intentes impedírselo. Date cuenta de que tanto las ideas de éxito como las de fracaso son perjudiciales aquí. Sentir que has tenido éxito en aprender qué es el amor es tan ridículo como sentir que has fracasado en el intento. Ninguna de las dos opciones es posible, y pensar lo contrario impedirá la entrada a toda idea de unión.
11.5 No se puede enseñar qué es el amor. Recuerda que la tarea que tienes ante ti es la de eliminar las barreras que te impiden darte cuenta de qué es el amor. Ése es el objetivo de aprendizaje de este Curso: que llegues a ser consciente de qué es el amor, y no hay curso terrenal que pueda llevarte más allá de esta meta. Lo único que hace falta es tu voluntad.
11.6 Necesitamos, entonces, hablar de voluntad y distinguirla de lo que crees que es. La voluntad y la fe van de la mano. Aquello en lo que deposites tu fe es lo que verás. Este Curso te pide que estés dispuesto a tener fe en algo nuevo. Has puesto tu fe en lo que tú mismo has hecho, y mientras permanezca ahí no estarás dispuesto a renunciar al dominio que la ilusión tiene sobre ti. Sólo puedes ser fiel a un único sistema de pensamiento. Uno es el sistema de pensamiento del yo separado, y está basado en la separación. El otro es el sistema de pensamiento de la creación, y está basado en la unión. La fe que mantienes en lo que tú has hecho, ahora se ha debilitado, y te das cuenta de que te gustaría depositar tu fe en otro lugar. Te gustaría, pero tienes dudas, y aquí es donde te surge la confusión en torno a la cuestión de la voluntad.
11.7 La voluntad no surge de la convicción, sino que la crea. Con la voluntad declaras tu apertura; no necesariamente tu creencia firme. Ves libre albedrío y voluntad juntos, y aunque son lo mismo, su aplicación es muy distinta.
11.8 Guardas bien tu libre albedrío, sabiendo que éste es lo que hizo posible la separación. Lo consideras tu única protección frente a Dios, lo único que te permite ser distinto de aquello que Dios quiere que seas. Es tu derecho divino a la independencia, que permitió que te alejaras de Dios, de la misma manera que los hijos al llegar a la mayoría de edad tienen el derecho de abandonar el hogar de sus padres.
11.9 Creer que es necesario proteger algo de Dios es una locura, y lo sabes. Mas al considerar que el libre albedrío es lo único que posees que Dios no te puede quitar, aún no has renunciado a protegerlo. No te importa que sea una locura creer que Quien te ha dado todo pretenda quitarte algo. Mientras sigas percibiéndote como un cuerpo, no podrás evitar pensar en Dios como un dios vengativo, cuya venganza final será tu propia muerte. Mientras sigas percibiéndote como un cuerpo, será más fácil aceptar que tu destierro del paraíso fue por decisión de Dios, y no por decisión tuya. Crees que puedes estarle agradecido por algunas cosas y culparlo por otras. En efecto, puede que este Dios que crees conocer te lo haya dado todo, pero también te lo puede quitar todo, y al final, seguramente lo hará. Entonces te juzgará y determinará si has de ser recompensado por una vida de bondad o castigado por una vida de maldad. Quizás acepte que vuelvas, quizás no. Un Dios así parecería tener poca fe en ti y merecer poca fe tuya, a cambio.
11.10 Así pues, depositas un poco de fe en Dios y aprecias tu libre albedrío, el verdadero dios del yo separado. Piensas a veces que éste ha sido el error de Dios, el único defecto de su plan, del cual pretendes aprovecharte. En otros momentos piensas que se trata de la maldición de Dios sobre ti, hecha para tentarte a la vida de desesperación que llevas. Pero la percepción más fuerte que tienes de tu libre albedrío es la de su poder. No importa lo que Dios quiera de ti, puedes usar tu libre albedrío para rebelarte y decidir por ti mismo, al elegir opciones distintas de las que Dios elegiría por ti. Este derecho de tomar tus propias decisiones, y el poder de exhibirlas ante Dios, es lo único que hace que tu pequeño yo separado sienta que tiene algo de poder.
11.11 No ves que a Dios no le importa en absoluto lo que decidas hacer con tu libre albedrío, pues aquello para lo que has elegido usarlo es lo único que tu libre albedrío no puede proporcionarte: tu separación de tu Creador. Él permanece tal como es, al igual que tú.
11.12 Es verdad que tu libre albedrío es poderoso, porque es parte –aunque tan sólo parte– de lo que te ha permitido creer en tu estado separado. Aunque podrías haberlo usado para crear a semejanza de tu Padre, al elegir separarte de Él –algo que jamás podría suceder en verdad– lo que has elegido en su lugar es no hacer nada en absoluto con tu libre albedrío, excepto esta única elección demente. La voluntad de volver a escoger es lo que permitirá que tu libre albedrío vuelva a ser como la voluntad de tu Padre, la cual en verdad es una con tu libre albedrío.
11.13 Tu afán de proteger tu libre albedrío es lo que nos obliga a distinguir entre la voluntad y tu percepción del libre albedrío. Tu libre albedrío es el último baluarte de tu ejército separado, la línea final de defensa, el emplazamiento donde se librará la última batalla. Antes de llegar a esta última batalla, tu voluntad para cambiar de opinión acerca de la necesidad de librarla es lo que desean tu Padre y este Curso.
11.14 Dios nunca te arrebatará tu libre albedrío, ni librará batallas para ganarlo para Sí. Esta batalla final está en tu propia mente, y forma parte de las ilusiones que has construido. Renuncia a esta profecía que has inventado, y date cuenta de que la voluntad no invalida el libre albedrío. Y aunque no quieras renunciar totalmente a ella, basta con empezar por una elección temporal, aunque habrás de elegir definitivamente para poder sentir el cambio de ubicación de la causa y dejar de preocuparte por los efectos. Pues ahora lo que deseas son efectos, sin darte cuenta de que la causa ha de reubicarse para cambiar los efectos que quieres obtener. En este momento eso no importa. Se te brinda la oportunidad de tomar una decisión temporal que puede rescindirse en cualquier momento. Tu voluntad temporal será suficiente para empezar a modificar las causas, y así traer algo de cordura a tu mente y a tu corazón, agitados.
11.15 ¿Y cuál es la voluntad que se te pide? Puede presentarse de muchas maneras y adoptar muchas formas. Puede llamarse la voluntad de cambiar de opinión o de abrirte a nuevas posibilidades. Puede llamarse un cambio de parecer, o la voluntad –aunque sólo sea por un tiempo breve– de retirar tus temores y tu protección. Pero en realidad lo que hace esta voluntad es permitir que suene tu llamada, tu llamada a amar y ser amado. Es la voluntad de recibir amor de tu Fuente y ser amado por ser quien eres. ¿Es esto pedir mucho?
11.16 Es una llamada que no nace de la debilidad sino de la fuerza, y que apela a la verdad, y no a la ilusión. Es una llamada cuya respuesta te llegará rápidamente transportada por alas angélicas, un revoloteo que tu corazón sentirá, pues los ángeles también son uno contigo. Quizás lo sientas como una soledad acrecentada durante el breve instante en que has de esperar su llegada y percibas el espacio vacío que se ha abierto ante su venida.
11.17 Esta llamada no requiere que hagas nada, excepto permanecer fiel a ella. No es necesario que pienses en ella; simplemente, déjala ser. No es necesario que le pongas palabras, pues las palabras no pueden expresarla, como tampoco pueden enseñarte qué es el amor, ni que el amor es. No necesitas concentrarte en dónde se encuentra el amor, pues el amor te encontrará a ti. No necesitas concentrarte en dar amor, pues no puedes dar lo que aún no conoces, y cuando lo conozcas no necesitarás darlo, porque se extenderá desde ti de forma natural en milagros llamados amor. El amor es lo único que llenará tu vacío, y es lo único que nunca te volverá a dejar vacío mientras se extienda desde ti hacia tus hermanos y hermanas. El amor es lo único que no te dejará insatisfecho. El amor es lo único que reemplazará el uso por la unidad.
11.18 Existes, sencillamente por tu relación con el amor. El amor es la unidad que buscas. Al elegir separación en vez de unidad, lo que hiciste fue elegir miedo en vez de amor. Al renunciar al miedo e invitar a la unidad a volver, lo que haces es enviar una invitación al amor, diciéndole: “Eres bienvenido aquí”. ¿Qué es una cena con invitados en la que el amor no está presente? Una mera obligación social. Mas una cena en la que se le da la bienvenida al amor se convierte en una celebración. La mesa se transforma en un altar al Señor, se llena de gracia y el Señor está con los comensales.