Читать книгу Un curso de amor - Mari Perron - Страница 31
ОглавлениеCAPÍTULO 17
La no-planificación consciente
17.1 Ser quien eres no es un lujo reservado para los ricos ociosos, ni para los muy pequeños, ni para los ancianos. Ser quien eres es necesario para que el universo esté completo. Sin el verdadero tú, habría un vacío en el universo, y eso sería imposible. Y sin embargo, hay un modo en el que estás ausente.
17.2 Tiene que ver con la consciencia y con aquello de lo que eres consciente. Digamos que el espacio que ocuparías siendo tu propio Ser, lo está guardando para ti otra parte de tu consciencia que nunca lo ha abandonado. El reencuentro de estos dos seres es lo que producirá la compleción del universo y el retorno del cielo. Cuando dos se unen se puede usar correctamente aquí, al igual que en referencia a las relaciones. Tu decisión de separarte de Dios no es sino la separación de tu propio Ser, y ésta es verdaderamente la separación que es necesario sanar para llevarte de vuelta a Dios.
17.3 Rehúyes los pensamientos de una consciencia más allá de la que percibes debido al miedo. Sin embargo, sabes que no puedes afirmar que eres consciente de todo lo que existe en el universo, y ni siquiera que conoces del todo tu propio Ser. Lo que asusta de lo desconocido es sencillamente que es desconocido. Llegar a conocer aquello que antes te era desconocido puede eliminar el miedo, si lo permites.
17.4 Aquella consciencia de la que no eres consciente no es magia, superstición, ni locura. Sin embargo, te proteges de conocerla como si el hecho de hacerlo fuera a cambiar la naturaleza del universo mismo. Lo que cambiará es tu percepción del universo. Esto es a la vez lo que deseas y lo que temes, del mismo modo que deseas y temes conocerte.
17.5 Hay una creencia subyacente de que ya conoces todo lo que te conviene conocer, y de que conocer más supondría que cosas que preferirías no conocer –y que por ende deben ser malas– sean las que se van a revelar. Sin embargo, todas las evidencias de tus propios pensamientos te revelarán cuán dispuesto estás a aceptar lo malo de ti y de tu mundo. Por consiguiente, esta suposición de que lo desconocido ha de ser malo no puede ser válida, incluso aplicando tus propias normas de comprobación. No obstante, estimas que lo desconocido no puede ser plenamente bueno, o digno de tu conocimiento, porque el raciocinio que usas es leal al mundo que ves. Por este motivo, ni siquiera el Cielo, al que calificarías como bueno, puede ser del todo bueno, según tu estimación. ¿Por qué no es del todo bueno? Porque lo has definido como carente de mucho de lo que has juzgado como bueno en el mundo que ahora percibes.
17.6 Sin embargo, por tu propia voluntad has entrado en muchos estados desconocidos. Algunos os habéis casado, habéis tenido hijos, habéis consumido sustancias psicotrópicas, habéis probado hazañas físicas extenuantes, e incluso aterradoras. Pero todos sin excepción, por vuestra propia voluntad, os habéis adentrado en el estado desconocido del sueño, y habéis experimentado la pérdida de consciencia que conlleva. Todos habéis tenido la experiencia de soñar mientras estáis dormidos. Algunos tal vez afirmen que conocen todo lo que hay que conocer acerca de dormir y de soñar, estar casado, consumir drogas o tener hijos, pero ni siquiera aquellos que escucharían a los expertos lo creen.
17.7 Cada día es una experiencia desconocida, que afrontas a pesar de todos tus intentos por prever lo que puede traer. Y sin embargo, aunque pudiera parecer que te acostumbras a este fenómeno, no es así. Sigues haciendo tus planes y clamando contra todo aquello que los obstaculiza, aun cuando sabes de antemano que tus mayores esfuerzos de organización a menudo no sirven para nada. En Un curso de milagros se pide que “recibas, en vez de planificar”, y sin embargo pocos comprendéis el sentido de esta sencilla instrucción, ni qué es lo que os dice acerca de lo desconocido.
17.8 Lo que dice es que lo desconocido es benévolo. Lo que dice es que aquello que tú no puedas prever, puede ser previsto para ti. Lo que dice es que podrías estar recibiendo una ayuda permanente sólo por permitir que te llegue. Lo que dice es que no estás solo.
17.9 Recibir implica que algo se está dando. Recibir implica la voluntad de aceptar lo que se da. Esta voluntad es la que no ofreces. Sin embargo, ello se debe a tu falta de comprensión acerca de la naturaleza de la creación, y se puede corregir.
17.10 El pecado es simplemente la creencia de que no puede haber corrección. Éste es el error que se ha producido en la creación. Así es como lo imposible se ha hecho posible. Si no estuvieras tan empeñado en creer que no puede haber corrección, la corrección se habría producido. Éste es el error original, que es tan necesario corregir: tu creencia en el pecado o, en otras palabras, tu creencia de que lo que has escogido no es reversible.
17.11 ¿Acaso no se vuelve esto evidente en los juicios en los que te apoyas y en tu forma de tratar a los delincuentes, así como a ti mismo y a tus seres queridos? Crees que hay que pagar por los errores, no una sino muchas veces, y por muy elevada que sea la cantidad a pagar, ésta sólo “paga por” lo que se ha hecho, que nunca podrá deshacerse. ¿Qué hace un pago sino adquirir algo que luego te pertenece? ¿Qué es lo que has adquirido con todos tus esfuerzos por enmendar lo que has hecho mal? Lo que has adquirido es culpa, y la guardas para ti, como un acompañante permanente y un juicio sobre ti mismo.
17.12 ¿Entiendes ahora por qué los que juzgan no pueden entrar en el cielo? El juicio proviene de la creencia en el pecado y la irreversibilidad de todos los errores. Si no crees que puedes revertir o volver al estado en el que existías antes del error original, nunca lo harás.
17.13 Y sin embargo, lo único que necesitas hacer es volver. Convertirte en observador de tu cuerpo te ha preparado para ello. Regresa ahora al lugar que te ha sido guardado. No has perdido “tu sitio en la fila” por haberte alejado. Te lo ha guardado el más amoroso de los hermanos, un hermano que está unido a tu propio Ser.
17.14 En este espacio, al que puedes volver, no hay ni juicios ni miedo, por lo que es el repositorio de todo lo que ha procedido del amor. Ahí se conservan a salvo para ti todos los regalos del amor. Los regalos del amor son regalos de creación o extensión, regalos que has dado y que has recibido. Cada acto de amor se agrega al espacio que es tuyo en el universo y que forma parte del todo, junto contigo. Todo lo que ha procedido del miedo no es nada, y no existe fuera de tus propios pensamientos.
17.15 Sin embargo, tus pensamientos se han hecho bastante duros, y se han atrincherado en la creencia de tu derecho a juzgar. Muchos habéis abandonado vuestra creencia en el pecado pero seguís aferrados a vuestra creencia en el juicio, pensando que uno es distinto del otro. No son distintos, y mientras no te des cuenta de ello, tus pensamientos seguirán basados en el miedo, por lo que el miedo seguirá siendo tu fundamento. Pues el juicio no es sino la creencia de que lo que Dios creó puede ser cambiado, y de que lo ha sido.
17.16 El perdón, que reemplaza al juicio, ha de venir de tu corazón. Perdonar desde la lógica de la mente, y no desde la compasión de tu corazón, sólo es pensar en el perdón. Esto lo haréis muchos, e incluso decidiréis perdonar en contra de vuestro buen juicio. ¿No ves qué poco sentido tiene esto, qué poco sincero, incluso, suena?
17.17 Sinceridad es sinónimo de plenitud de corazón, un concepto que no comprendes porque está más allá de los conceptos. Pero ahora empezamos a integrar tu aprendizaje al avanzar hacia la completitud. Para dar el primer paso hacia la completitud, sólo hay que entender esto: mente y corazón no están separados. Mente y corazón unidos forman un corazón pleno, o una plenitud de corazón. Te preguntarás entonces por qué este Curso los ha tratado como partes separadas de ti. Simplemente, porque así es como los ves, y el hecho de hacerlo así me ha permitido referirme a las funciones diferentes que les has asignado.
17.18 Aquello que es lo mismo no puede tener funciones diferentes. Y ahora, tu mente y tu corazón deben trabajar juntos en la función unificada que hemos establecido: la de devolverte a tu identidad dentro de la creación de Dios.