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CAPÍTULO 7

Lo que te guardas

7.1 En este punto es preciso realizar una importante inversión del pensamiento antes de que podamos continuar. Como se ha afirmado y se ha subrayado incontables veces ya, y aquí se repetirá, lo que des es lo que recibirás en verdad. Lo que no recibes es una medida de lo que te guardas. Tu corazón está acostumbrado a dar de una manera que tu mente no comparte. Tu mente desearía guardar todas las ideas por lo que te podrían aportar, y siente resentimiento cuando alguien tiene una idea que produce fruto y logra obtener todas las cosas deseables que hay en este mundo. “Yo tuve esa idea”, te lamentas cuando otro triunfa donde tú has fracasado. “Yo podría haber llegado donde esa persona está si no fuera por la injusticia de la vida”, te quejas. Tu mente habita en su propio mundo, hecho, en gran medida, de la repetición de frases que comienzan con: “Si tan sólo…”. Tu corazón, en cambio, sabe de dar y de recibir, un retorno no basado en el mundo de tu mente ni en las circunstancias físicas. A pesar de las decepciones más graves, tu corazón sabe que aquello que das, en verdad lo recibes.

7.2 Y sin embargo, pretendes negarte a darle una parte de ti mismo incluso al amor, y esto es lo que hemos de corregir. Pues lo que te niegues a dar, no lo puedes recibir, y no puedes recibir una parte del cielo, ni conocer una parte de Dios o de tu propio Ser. Para recibir en verdad debes darlo todo. No obstante, ahora nos centraremos más en lo que te guardas que en lo que das, pues aún no comprendes lo que podrías dar, porque no reconoces qué es lo que tienes para dar. Sí reconoces, sin embargo, lo que te guardas, y puedes empezar a reconocerlo en todas las situaciones. A medida que en tu corazón se vaya despertando la conciencia de qué es lo que te reservas, empezarás a darte cuenta de qué es lo que no das y, al mismo tiempo, de qué es lo que tienes para dar.

7.3 La comparación de una cosa con otra, una comparación que busca diferencias, las magnifica y les pone distintos nombres, es la base que sustenta todo aprendizaje en vuestro mundo. Se fundamenta en el contraste y los opuestos, así como en la clasificación por grupos y especies. Se distingue y se separa no sólo a cada persona, sino también a grupos de personas, parcelas de suelo, sistemas y organizaciones, el mundo natural y el mundo mecanicista, el cielo y la tierra, lo divino y lo humano.

7.4 Para poder identificarte en este mundo, has tenido que reservar una parte de ti y referirte a ella diciendo: “Esto es lo que me hace único”. Sin esta parte tuya que has clasificado como única, tu existencia parecería tener incluso menos sentido del que tiene ahora. De este modo, aquello que más te distingue, o aquello que has decidido que más te separa, es lo que más valoras.

7.5 Este pensamiento ya constituye por sí solo todo un sistema, pues es el pensamiento principal según el cual vives tu vida. Dedicas tus esfuerzos a mantener la ilusión de que lo que eres ha de ser protegido, y que tu protección depende de mantener separada esa parte de ti. Al igual que el amor que mantienes aislado de este mundo, este pensamiento también se puede aprovechar, porque reconoce que estás tan aislado de este mundo como lo está el amor. Aunque las duras realidades del mundo ocupen tu cuerpo y tu tiempo, no permites que el mundo se apropie de esta única parte tuya que has apartado. Esta parte se encuentra resguardada dentro de tu corazón, y es con la que ahora vamos a trabajar.

7.6 Se trata de la parte que grita “¡nunca!” a aquello que te quiere doblegar. La vida se percibe como un continuo sustraer, y esto –proclamas– no te lo van a quitar nunca. En aquellos cuya vida está amenazada, se llama “deseo de vivir”. Para aquellos cuya identidad está amenazada, es el grito del individuo. Para algunos es la vocación de crear, y para otros la vocación de amar. Algunos se niegan a abandonar la esperanza y entregarse al cinismo. Otros lo llaman ética, moral, valores, y declaran que esa raya es la que nunca cruzarán. Es el grito que proclama: “Yo no venderé mi alma”.

7.7 Regocíjate de que haya algo en este mundo que no negociarás, algo que consideras sacrosanto. Ese algo es tu Ser. Sin embargo, este Ser por el que sientes tanta estima que nunca renunciarías a él es precisamente aquello que debes estar dispuesto a dar libremente. Éste es el único Ser que contiene la luz de quien eres en verdad, el Ser que está unido con Cristo en ti.

7.8 Es a este Ser a quien va dirigida esta llamada. Permite que sea escuchada y sostenida dentro de tu corazón. Guárdala gozosamente junto con aquello que ya ocupa tu corazón: el amor que has apartado y la parte de ti a la que no vas a renunciar. A medida que aprendas que aquello que des lo recibirás en verdad, verás que aquello que mora en tu corazón es lo único digno de que lo entregues y lo único que desearías recibir.

7.9 Volvamos ahora a lo que desearías guardarte, para observar los efectos que ello tiene sobre ti y sobre el mundo que parece mantenerte separado. Ésta es, en efecto, la primera lección y la más genérica en lo que respecta a la reserva: el mundo no te mantiene separado. Tú te mantienes separado del mundo. Esto es lo que ha convertido al mundo en lo que es. Aquello que te reservas permite que rija la ilusión y que la verdad esté guardada bajo llave en una cámara acorazada, tan impenetrable desde hace tanto tiempo que la has creído olvidada. No te has dado cuenta de que la cámara acorazada es tu propio corazón, ni de que la verdad es lo que has elegido mantener seguro y apartado ahí. Cuando llegues a creer que esto es así, y que aquello que des lo recibirás en verdad, abrirás de par en par las puertas de esta cámara de seguridad, y toda la dicha que te has negado, retornará. Un poderoso viento barrerá tu corazón y provocará un gran intercambio, así como la liberación de todo el amor que le has negado al mundo. Fluirá en todas las direcciones y no dejará ni un rincón del universo sin tocar. En un instante sobrevendrá lo eterno. La muerte será un sueño en el momento en que el viento de la vida, reunido consigo mismo, sople desde direcciones que están más allá de toda dirección, e insufle el hálito de la vida en aquello que ha estado durante tan largo tiempo encerrado. Después, vendrá una brisa suave que ya nunca más te abandonará, mientras la vida respirará en unidad.

7.10 Aquello que te reservas adopta muchas formas que, sin embargo, no son sino los efectos de la misma causa que mantiene la verdad separada de la ilusión. Donde haya llegado la verdad, ya no habrá ilusión. La verdad no precisa tu protección, pues la verdad llevada ante la ilusión ilumina la oscuridad con su luz y la hace desaparecer.

7.11 Sólo hay dos formas de reserva: aquello de ti que le niegas al mundo, y aquello del mundo que te guardas para ti. Un agravio, por ejemplo, es algo que has elegido para ti, una parte de una relación que has disgregado y que observas con desprecio y superioridad moral. No te das cuenta de que eliges esta forma de reserva a veces decenas, o incluso cientos de veces al día. Una llamada telefónica no devuelta, un atasco en la carretera, una palabra áspera, un recado olvidado… todo ello pueden ser ofensas que te guardas y te niegas a soltar. Ya al comenzar el día, puede que tengas varias de estas ofensas en la mente, donde las conviertes en motivos para seguir acumulando reservas. Ahora cuentas con un pretexto –o varios– para tener un mal día. ¿Por qué habrías de darle algo a alguien cuando el día ya te ha tratado tan mal? Te reservas incluso las sonrisas, porque has elegido anteponer los agravios al amor.

7.12 Es posible que decidas hablar de tu mal día con aquellos que te encuentres, y si te muestran una medida adecuada de comprensión, puede que consideres que has recibido algo a cambio de los resentimientos que llevas contigo. Si resulta que lo que se ha intercambiado es de igual valor, tal vez incluso los sueltes. Sin embargo, una respuesta poco comprensiva simplemente se añade a tu lista de ofensas, hasta que el peso de la carga que llevas termina siendo más de lo que puedes soportar. Ahora buscas a alguien sobre quien puedas descargar el peso que llevas, con la esperanza de que puedas traspasar tus ofensas en bloque a otra persona. Si lo consigues a través del enfado, el despecho o la mezquindad, te sientes culpable y te retraes aún más en tu propio sufrimiento.

7.13 De lo que no te das cuenta es de que cada situación es una relación, incluso aquellas tan simples como una llamada telefónica no devuelta o un atasco. Te relacionas con alguien o con algo en cada situación en la que te encuentras, y lo que tienes contra ellos es lo que reservas para ti. Te has llevado una parte de ellos y te la guardas de manera poco amable, no para unir sino para separar. Totalmente inconsciente, tú también eres objeto de estos caprichos de tus hermanos y hermanas, por lo que a veces partes de ti quedan desperdigadas aquí y allá. Sabes que están perdidas sin saber cómo se produjo la pérdida ni dónde puedes recuperar las partes que faltan, y sin saber que puedes prevenir toda pérdida siendo uno. Lo que está unido no puede ser partido ni desperdigado, sino que ha de permanecer íntegro. Lo que está unido reside en paz y no conoce la ofensa. Lo que está unido mora intacto en el amor.

7.14 Hay otra manera en la que te reservas partes de las relaciones para ti. En este caso, la reserva no se produce en forma de agravio, sino en forma de ser especial. Te reservas algo para hacerte especial, siempre a expensas de otro. Todos tus esfuerzos por ser mejor que tus hermanos y hermanas son así: toda competición, toda envidia, toda codicia. Todas ellas están relacionadas con la imagen que tienes de ti mismo y con tus esfuerzos por reforzarla. Es tu deseo no de ser inteligente, sino de ser más inteligente que tu compañero profesional. Es tu deseo no de ser generoso, sino de ser más generoso que tu pariente. Es tu deseo de ser más rico que tus vecinos, más atractivo que tus amigos, de tener más éxito que el hombre promedio, que la mujer promedio. Compites no sólo con otras personas sino con grupos y naciones, con equipos y organizaciones, con religiones, y con vecinos y familiares. Es el deseo de tener razón, de tener el control, de tener más, o de ser más. Es la vida basada en la comparación de la ilusión con la ilusión.

7.15 Tú no consideras que esto sea reservarte algo. Sin embargo, apropiarte de algo a expensas de otro, lo es, y en vuestro mundo no sabéis apropiaros de algo sin negárselo a otro. Ahora habéis creado la situación en la que os reserváis vuestra inteligencia, no vaya a ser que otros lucren con ella. Queréis que vuestra inteligencia se conozca y se reconozca, pero que se conozca y se reconozca como vuestra. Si alguien quiere la inteligencia que tú puedes ofrecer, algo tiene que dar a cambio. Lo que exiges puede variar desde la admiración hasta el dinero, pero es todo lo mismo, y la exigencia siempre existe. Es el rescate que insistes que hay que pagar, el homenaje que consideras que se te debe rendir, sin lo cual te reservarás lo que tienes. Y agradeces estas cosas por las que puedes pedir rescate al mundo, pues sin ellas serías tú quien habría de pagar.

7.16 Éstos son ejemplos de lo que guardas del mundo para ti. ¿Y las cosas tuyas que le niegas al mundo? En realidad, ambas categorías son similares, pues aquello que guardas apartado de los demás, aquello por lo que pides un rescate y que no entregas libremente, tampoco lo puedes usar tú. Esas ideas que vas guardando, esa creatividad de la que sólo tú sacarías provecho, esa riqueza que acumularías… son cosas tan inútiles cuando se guardan para ti solo como lo serían si no existieran. No te conducen a la verdad ni a la felicidad; no pueden comprar el amor ni el éxito que buscas. Lo que le niegas al mundo, te lo niegas a ti mismo, porque no estás separado del mundo. En cada situación, lo que pretendas guardar es lo que no vas a tener, porque es sólo a ti mismo a quien se lo niegas.

7.17 Ahora debemos volver a la relación y corregir cuanto antes cualquier idea errónea que tengas, en especial las que podrían hacer que esto parezca un asunto baladí, o un asunto específico, no susceptible de generalización. Toda relación existe en la totalidad. Los pequeños ejemplos utilizados antes pretendían ayudarte a reconocer la relación en sí misma, la relación como algo distinto de los objetos, las personas o las situaciones con las que te relacionas. Ahora corresponde desarrollar esta idea.

7.18 Ampliar tu visión de lo específico a lo genérico es una de las tareas más difíciles del programa de estudios. Será fácil ver por qué esto es así cuando reconozcas hasta qué punto tu pensamiento está ligado a lo específico. Nuevamente, ésta es la razón por la que apelamos al amor y al conocimiento escondido de tu corazón. Tu corazón ya ve de una manera mucho más completa que como percibe tu mente dividida. Hasta vuestro lenguaje y vuestras imágenes reflejan esta verdad, esta diferencia entre la sabiduría de tu corazón y la de tu mente. Se dice que el corazón se rompe, pero la imagen que estas palabras evocan es la de un corazón resquebrajado; no la de un corazón partido en trozos. Tu cerebro, en cambio, está dividido en los hemisferios derecho e izquierdo, cada uno de los cuales tiene una función distinta. Aunque tu cerebro y tu mente no son lo mismo, la imagen que tienes de tu mente, y de lo que hace y lo que no hace, está vinculada con la imagen que tienes de tu cerebro. Deja que esta imagen se vaya y concéntrate en tu corazón como un todo, sea cual sea tu visión de su estado actual. Aunque esté herido, ensangrentado, roto o pleno, descansa íntegro dentro de ti en el centro de quien eres.

7.19 Es desde este centro desde donde la verdad iluminará tu camino.

7.20 Es desde este centro desde donde llegarás a comprender que la relación existe en la totalidad. Hemos empezado a desalojar la idea de que te encuentras separado y solo, como un ser desconectado de todos los demás. Aún no has perdonado del todo aquello que ha generado esta percepción errónea, ni lo harás hasta que hayas alcanzado una mayor comprensión. Pues no puedes abandonar la única realidad que conoces sin creer en la verdad de lo que realmente eres y sin haber alcanzado una mínima comprensión de ella.

7.21 Si no puedes estar solo, debes de estar permanentemente en relación. En consecuencia, la relación no debe de depender de la interacción, tal como tú la entiendes. Es fácil observar la relación entre un lápiz y tu mano, entre tu cuerpo y otro cuerpo, entre los actos que realizas y los efectos que parecen causar. Todas estas relaciones se basan en lo que os dicen vuestros sentidos, que son la evidencia en la que os habéis apoyado para entender vuestro mundo. Quienes depositan su confianza en maneras de saber que no están regidas por los sentidos aceptados, despiertan recelo. Y sin embargo, aceptáis muchas causas de vuestros sentimientos, desde cambios en las condiciones meteorológicas hasta enfermedades no constatadas y no verificables. Habéis dado permiso a otros, a quienes atribuís una mayor autoridad de la que vosotros tenéis, para proporcionaros su versión de la verdad, y con el fin de mantener la coherencia elegís creer en la versión de la verdad que predomina en vuestra sociedad. De este modo, la verdad es distinta según el lugar en el que te encuentres, e incluso parece estar en conflicto. Te aferras a verdades conocidas, pese a ser consciente de su inestabilidad en el tiempo y en el espacio, y de esta manera vives con la negación constante de que, incluso aquello que te es conocido, no te es conocido en absoluto. Por tanto, te aferras a la única cosa segura que impregna tu existencia: la certeza de que la muerte te llevará a ti y a todos tus seres queridos.

7.22 Date cuenta de que, cuando se te pide que abandones esto, se te pide que abandones una existencia tan morbosa que cualquiera con un poco de cordura se alegraría de lanzarla al viento y pedir otra opción. Existe otra opción. No en sueños de fantasía sino en verdad. No en formas y circunstancias cambiantes, sino en constancia eterna.

7.23 Acepta una nueva autoridad, aunque sólo sea durante el corto tiempo que te llevará la lectura de estas palabras. Empieza con esta idea: la de abrirte a la posibilidad de que una verdad nueva sea revelada a tu corazón, que espera. Sostén en tu corazón la idea de que, mientras lees estas palabras –y cuando hayas terminado de leerlas–, su veracidad te será revelada. Permite que tu corazón se abra a una nueva clase de prueba de lo que constituye la verdad. No pienses en otro resultado que no sea tu felicidad, y cuando la felicidad llegue, no la niegues, ni niegues su fuente. Recuérdate que cuando el amor llegue para llenar tu corazón, no lo negarás, ni negarás su fuente. No es necesario que creas que esto ocurrirá; sólo que te abras a la posibilidad de que pueda ocurrir. No le des la espalda a la esperanza que se te está ofreciendo, y cuando nueva vida llegue fluyendo a liberar a la antigua, no olvides desde dónde llegó.

Un curso de amor

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