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CAPÍTULO 4

La equidad del amor

4.1 ¿Es necesario que ames a Dios para saber qué es el amor? Cuando amas con pureza, conoces a Dios, ya seas consciente de ello o no. ¿Qué significa amar con pureza? Significa amar por amar. Simplemente amar. No tener falsos ídolos.

4.2 Antes de que puedas amar por amar, es necesario llevar los falsos ídolos ante la luz para poder verlos ahí como la nada que son. ¿Qué es un falso ídolo? Aquello que crees que el amor te conseguirá. Tienes derecho a todo lo que el amor te quiere dar, pero no a lo que crees que te aportará por medio de su adquisición. Éste es un ejemplo clásico de la falta de reconocimiento de que el amor es.

4.3 El amor y el anhelo están íntimamente ligados porque quedaron vinculados en el momento de la separación, cuando nacieron al unísono la opción de alejarse del amor y la opción de regresar a él. Por tanto, el amor nunca se perdió, sino que quedó ensombrecido por el anhelo que, interpuesto entre tú y tu Fuente, ocultó Su luz al mismo tiempo que te alertaba de Su presencia eterna. El anhelo es lo que te demuestra que el amor existe, pues aun aquí no anhelarías lo que no recuerdas.

4.4 Toda tu larga búsqueda de pruebas de la existencia de Dios termina aquí, al reconocer qué es el amor. Y con esta prueba también se demuestra tu propia existencia. Pues en tu anhelo por el amor, reconoces también tu anhelo por tu Ser. ¿Por qué habrías de preguntarte quién eres y cuál es tu propósito aquí, si no fuera porque reconoces –y así lo atestigua tu anhelo– aquello que temes no ser, pero que seguramente eres?

4.5 Todo temor acaba al quedar demostrada tu existencia. Todo temor se deriva de tu incapacidad de reconocer el amor, y con ello quién eres tú y quién es Dios. ¿Cómo no tener miedo ante una duda tan poderosa? ¿Cómo no regocijarte cuando la duda desaparece y el espacio que antes ocupaba se llena por completo de amor? Desaparecida la duda, ya no quedan sombras. Nada se interpone entre el hijo de Dios y la propia Fuente de ese hijo. No quedan nubes que oculten el sol, y la noche da paso al día.

4.6 Hijo de Dios, aquí eres un extraño, pero no necesitas ser un extraño para tu Ser. Al conocer tu Ser, se desvanece toda amenaza de tiempo, espacio y lugar. Aunque sigas caminando por una tierra extraña, no lo harás envuelto en una niebla de amnesia que oscurece lo que sería una breve aventura y la reemplaza por pesadillas de terror y confusión tan desenfrenadas que es imposible tener la más mínima seguridad, y el día se vuelve noche incesantemente, en una larga marcha hacia la muerte. Reconoce quién eres y la luz de Dios irá delante de ti, iluminando cada sendero y disipando la niebla de sueños, de los que te despertarás sin alteración.

4.7 Sólo el amor tiene el poder de transformar este sueño de muerte en la percepción consciente de la vida eterna.

4.8 Anhelar, aprender, buscar, adquirir, la necesidad de poseer, la necesidad de guardar, la llamada codiciosa, la fuerza impulsora, la pasión elegida… todas estas cosas que has elaborado para reemplazar lo que ya tienes te llevarán de vuelta, de la misma manera que te pueden llevar por el mal camino. El destino final al que llegues depende exclusivamente de tu decisión. Tu decisión, disfrazada de múltiples formas, es simplemente ésta: avanzar hacia el amor o retirarte de él, creer que el amor te es dado o creer que te es denegado.

4.9 El amor es lo único que cumple la ley de Dios en tu mundo. Lo demás supone que lo que uno tiene le es denegado a otro. Aunque no se pueda aprender ni practicar el amor, hay una práctica que debemos realizar para reconocer su presencia. Consiste en vivir de acuerdo con la ley del amor, que es una ley de ganancias, y no de pérdidas, una ley que dice que cuanto más das, más recibes.

4.10 No hay perdedores ni ganadores bajo la ley de Dios. A nadie se le da más que a otro. Dios no puede amarte a ti más que a tu prójimo, ni puedes hacerte merecedor de más amor de Dios del que ya tienes, ni ganarte un lugar mejor en el cielo. La mente, bajo la dirección del ego, ha prosperado a base de ganadores y perdedores, a base de esforzarse y de ganarse un lugar mejor. El corazón no sabe de estas distinciones, y quienes penséis que las habéis aprendido a través de los golpes y los abusos de la experiencia vivida aquí, regocijaros al saber que no es así. Esta aparente ilusión goza de credibilidad porque la mente ha hecho que sea así. Tus pensamientos han pasado revista una y otra vez a todo el dolor que el amor ha traído. Se detienen en aquellas ocasiones en las que el amor ha fallado, porque no reconocen que el amor no puede fallar.

4.11 Son tus expectativas y falsas percepciones de tus hermanos y hermanas las que te han llevado a creer que el amor puede fallar, perderse, retirarse o convertirse en odio. La falsa percepción de tu Padre es la causa de que todas las demás percepciones sean falsas, incluida la que tienes de tu propio Ser.

4.12 Cuando piensas en actuar por amor, tus pensamientos de amor se basan en el sentimiento, y deben ser cuestionados. El amor no consiste en mostrarte amable cuando te sientes malhumorado. No consiste en hacer buenas obras de caridad y servicio. No consiste en tirar la lógica por la borda y hacer tonterías que, aunque parezcan divertidas, no pueden hacerse pasar por alegría. Todos tenéis una imagen en la mente de alguien que, según vosotros creéis, sabe qué es el amor. Tal vez se trate de una persona mayor, siempre amable y bondadosa, que no se enoja con nadie y que no se preocupa por sí misma. Quizás sea una madre, cuyo amor es ciego y sacrificado. Otros a lo mejor imagináis un matrimonio de muchos años en el que cada cónyuge está entregado a la felicidad del otro, o un padre cuyo amor es incondicional, o un sacerdote o pastor siempre dispuesto a guiar. A todas y cada una de estas personas a las que admiras, les otorgas atributos que tú no tienes y que piensas que a lo mejor puedes llegar a adquirir algún día, cuando sea el momento oportuno. Porque crees que esa actitud amable y bondadosa ahora no te sirve, que el precio que hay que pagar por la ceguera y el sacrificio es demasiado elevado, que estaría bien entregarse a una pareja que fuera más amorosa que la tuya, que el amor incondicional es extraordinario, pero ¿no ha de atemperarse con el buen criterio? Y que, sin duda, para guiar a otros es necesario primero acumular una sabiduría que no está a tu alcance.

4.13 Por lo tanto, tu imagen del amor se fundamenta en la comparación. Eliges a alguien que demuestra aquello de lo que más careces, y utilizas esa imagen para castigarte, mientras afirmas que eso es lo que quieres.

4.14 Otra categoría muy distinta es la de tus ideas acerca de lo que es estar enamorado. En este contexto, el amor no sólo está lleno de sentimiento sino también de romance. Esta etapa del amor no suele considerarse duradera, ni algo que pueda mantenerse. Es el dominio de los jóvenes y la ensoñación de quienes van envejeciendo. Es sinónimo de pasión y de un desborde de sentimientos que van en contra de todo sentido común. Estar enamorado es ser vulnerable, porque en cuanto el sentido común deje de hacerte actuar según lo previsto, puede que te olvides de proteger tu corazón o de mantener tu verdadero Ser escondido. Y eso es, sin duda, peligroso en un mundo en el que la confianza se puede transformar en traición.

4.15 Cada uno se ha formado un ideal sobre qué es lo que constituye la pareja perfecta, un ideal que ha ido cambiando con el tiempo. Los que están más atados al ego podrían pensar en la posición social o la riqueza, en la belleza física y en los elementos que acompañan a una buena educación. Los más inseguros creerán en una pareja que los colme de alabanzas y regalos, y que les preste una atención que no flaquee. Quien valore la independencia, buscará una pareja con buena salud, no demasiado exigente, compañera y amante, que encaje bien en una vida ajetreada.

4.16 Crees que te puedes enamorar de la persona equivocada y elegir mejor basándote en criterios más importantes que el amor. Crees, por tanto, que el amor es una elección, algo que se les entrega a algunos y no a otros. Confías en ser un ganador en este juego, un elegido al que se le devolverá en especie cada gramo de amor que él entregue. Así, haces malabarismos con el don más sagrado de Dios, y te sientes contrariado si das amor y recibes poco a cambio. Sin embargo, en esta contrariedad reconoces la verdad de qué es el amor.

4.17 En ningún otro ámbito de tu vida esperas tanta justicia, ni un intercambio tan equitativo. Entregas tu mente a una idea, tu cuerpo a un trabajo, tus días a actividades que no te interesan ni te satisfacen. Aceptas lo que te pagan dentro de ciertos límites que tú has fijado; cuentas con que determinados logros conlleven cierto grado de prestigio; aceptas que es necesario realizar determinadas tareas para sobrevivir. Esperas que en estos ámbitos haya cierta equiparación entre lo que das y lo que recibes a cambio. Esperas que tu esfuerzo produzca resultados, que la cena que has preparado se coma con gusto, que tus ideas sean consideradas inspiradas. Pero no cuentas con ello. De hecho, a menudo supones lo contrario, y agradeces cada reconocimiento que el mundo te brinda por la forma en que pasas tus días. Porque eso es lo que haces, pasar los días, y pronto se irá agotando el número limitado de días que hay reservados para ti, y morirás. “La vida no es justa, ni tiene por qué serlo” –proclamas– “pero el amor es otra cosa”.

4.18 En esto estás en lo cierto, pues el amor nada tiene que ver con tu imagen de la vida, y en nada se asemeja a la forma en que pasas los días ni a la manera en que éstos han de terminar. El amor es lo único que se mantiene aislado en tu percepción de lo que haces aquí. Crees que al estar aislado de esta manera, el amor tiene poco que ver con otras áreas de tu vida. Se ve como una cosa personal, como algo que otra persona te entrega de una manera especial sólo a ti, y que tú le entregas a ella. Tu vida amorosa nada tiene que ver con tu vida laboral, con los asuntos que atañen a la supervivencia, con tu capacidad de triunfar, con tu estado de salud ni con tu bienestar general.

4.19 Incluso tú, que no reconoces qué es el amor, proteges lo que llamas amor de las ilusiones que has construido.

4.20 Una cosa que está aislada de la locura del mundo nos resulta útil ahora. Tal vez no sea lo que es el amor, pero lo que es el amor te ha guiado en tu decisión de aislar el amor de lo que llamas “el mundo real”, de aquello que en realidad es la suma total de lo que tú has fabricado. El mundo que tanto esfuerzo te cuesta navegar es aquello que tú has hecho de él, un lugar en el que el amor no tiene cabida y en el que, en verdad, no entra. Pero el amor ha entrado en ti, y no te abandona, así que tú tampoco debes tener un lugar en este mundo que has fabricado, sino que debes tener otro lugar en donde estés en tu casa y donde puedas morar en presencia del amor.

4.21 Algunos afortunados habéis construido dentro de vuestro mundo un lugar que se parece al hogar. Es el lugar donde guardáis el amor bajo llave, detrás de puertas cerradas. Es adonde regresáis tras vuestras incursiones en el mundo que habéis fabricado, y al entrar creéis que dejáis la locura del mundo afuera. Aquí os sentís seguros, rodeados de vuestros seres queridos. Aquí compartís las aventuras del día, encontrando sentido hasta donde podéis y omitiendo el resto, y aquí recuperáis las fuerzas necesarias para volver a salir por esa puerta al día siguiente. Os pasáis la vida con la intención de retiraros a este lugar seguro, de amor, que habéis construido en un mundo de locura, y confiáis en que viviréis para ver el día en el que podréis dejar atrás la locura, y en que seguiréis encontrando amor tras las puertas que tantas veces habéis atravesado en un viaje dedicado a ganaros el derecho de no tener que volver a dejar ese espacio seguro.

4.22 Hay quienes llaman egoísta a una vida así, y se preguntan cómo los moradores de ese sueño, a medias feliz, han obtenido el derecho de dar la espalda al mundo, aun durante las pocas horas en las que fingen poder hacerlo. Hay quienes sólo están dispuestos a aceptar, en sí mismos y en los demás, una interacción a fondo con el mundo de locura. Son los airados, que quieren exigir que otros lleven consigo a la locura el amor que tienen, para asumir la responsabilidad del embrollo que se ha hecho, para intentar restablecer orden en el caos, para hacer cualquier cosa que les permita sentirse menos solos ante lo que les muestra su enojo. El amor, dicen los airados, no se puede aislar, por lo que no sienten amor, y tampoco lo ven. Y sin embargo, también ellos reconocen el amor como lo que es cuando gritan: “Tú no puedes tenerlo mientras estas otras personas no lo tienen. No puedes guardarlo para ti, habiendo tantos necesitados”.

4.23 Dondequiera que miras, hallas pruebas de la diferencia del amor. Esa diferencia es tu salvación. El amor no se parece a nada de lo que ocurre aquí. Por eso se han construido los lugares en los que rendís culto al amor: vuestros sacramentos protegen la santidad del amor y vuestros hogares albergan a vuestros seres más amados.

4.24 De este modo, tu percepción del amor te ha preparado para aquello que es el amor. Pues dentro de ti se encuentra el altar para tu culto, dentro de ti se ha protegido la santidad del amor, dentro de ti mora el Anfitrión que ama a todos profundamente. Dentro de ti está la luz que te mostrará qué es el amor y que dejará de mantenerlo aislado de la vida. El amor no puede traerse al mundo de la locura ni el mundo de la locura puede llevarse ante el amor. En cambio, el amor permitirá que veas un mundo nuevo, un mundo en el que podrás morar en la presencia del amor.

4.25 Toma todas las imágenes que has hecho del amor aislado y extiéndelas al exterior de las puertas del amor. ¿Cuán diferente sería un mundo de amor para quienes cierran sus puertas al mundo? ¡Cuán vasto sería el alcance del mundo de amor que podrían extender, una vez que el amor se hubiera unido al mundo! ¡Qué poca necesidad tendrán los airados de persistir en su enojo cuando el amor se haya unido al mundo! Pues el amor efectivamente se une al mundo, y es en esta unión, tan sagrada como él, donde mora el amor.

4.26 El mundo no es sino un reflejo de tu vida interior, la realidad que todas tus estrategias y defensas no ven y para la cual no te han preparado. Te preparas para todo lo que ocurre fuera de ti, y no para lo que ocurre dentro. Sin embargo, es la unión que ocurre en tu interior la que produce la unión de todo el mundo, para que todo el mundo la vea. Esta unión del mundo en tu interior no es sino tu reconocimiento de aquello que es el amor, protegido y a salvo dentro de ti y de tu hermano, al uniros en verdad. No pienses que esta unión es una metáfora, una serie de palabras agradables que te consolarán si les haces caso, un sentimiento más en un mundo donde las palabras bonitas reemplazan aquello que quieren decir. Esta unión es la meta que buscas, la única meta digna de la llamada del amor.

4.27 Esta meta se aísla de todas las demás, al igual que se aísla el amor aquí. Es una meta que no atañe a lo que percibes como un mundo sin amor. No guarda relación con el mundo que te rodea, pero sí con el mundo interior, donde en presencia del amor los mundos exterior e interior se transforman en uno y dejan fuera de tu visión el mundo que has visto y que has llamado tu hogar. Este mundo extraño, donde te has sentido tan solo y asustado, perdurará un poco más, donde ya no pueda aterrorizarte, hasta que al final se desvanecerá en la nada de donde vino, mientras un nuevo mundo emergerá para ocupar su lugar.

Un curso de amor

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