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ОглавлениеPrólogo
Por Glenn Hovemann, editor del texto inglés original
Durante casi tres años, Mari Perron oyó una voz interior, como si le estuviera dictando, y transcribió lo que la voz le decía. El resultado, sin editar (1), es Un curso de amor. Según se señala en el texto de forma explícita, se trata de una “continuación” de Un curso de milagros, si bien no existe una conexión formal entre los dos cursos. Ambos se recibieron de manera idéntica. En ambos, Jesús es totalmente claro acerca de su identidad como la Fuente.
Los dos cursos se recibieron con un intervalo de aproximadamente treinta años entre sí. Helen Schucman recibió Un curso de milagros a lo largo de un período de siete años, hacia finales de los años sesenta y principios de los setenta; Mari recibió Un curso de amor entre diciembre de 1998 y octubre de 2001. Ambos Cursos se caracterizan por un grado poco común de autoridad e inteligencia. La naturaleza pionera de su espiritualidad trasciende sobremanera lo que las dos mujeres hubieran sido capaces de escribir por sí solas. Los lectores que conocen Un curso de milagros reconocerán el estilo característico y brillante, aunque es probable que a la mayoría el lenguaje de Un curso de amor le resulte mucho menos complejo y más accesible que el de su predecesor.
El dictado que Mari transcribió señalaba específicamente a este Curso como una “continuación del material didáctico en Un curso de milagros” (A:I.4). También afirmaba:
Mientras que Un curso de milagros fue un curso de inversión del pensamiento y de entrenamiento mental, un curso que señaló la locura de la crisis de identidad e hizo tambalear el dominio del ego, el propósito de este curso es establecer tu identidad y poner fin a dicho dominio. (C:P.8)
Mari Perron creció en una familia de clase trabajadora en St. Paul, Minnesota (EE.UU.). Se licenció en Filología Inglesa en la Universidad de Minnesota, donde ya como estudiante adulta y madre de tres hijos, recibió el distinguido Premio Jean Keller-Bouvier por sus logros literarios. Católica practicante, sentía una fe profunda, y no le atraían otras formas de plantear la espiritualidad. “Quería escribir novelas de misterio, fumar cigarrillos y ser una intelectual”. Se describe a sí misma como una mujer “corriente”.
Fue a través de una relación de conexión profundamente personal con otras dos mujeres que se preparó el camino para la transmisión de Un curso de amor. (Del mismo modo, quienes conocen la historia de Un curso de milagros recordarán que fueron las palabras “Debe de haber otra manera”, pronunciadas por Bill Thetford, compañero profesional de Helen, en busca de una salida al conflicto entre ambos, y el asentimiento incondicional de Helen, las que señalaron los acontecimientos que llevaron a la transmisión a través de Helen). En 1993, Mari era una de las tres administradoras que dirigían un programa de estudios externo para adultos en el Departamento de Servicios de la Salud de la universidad. La naturaleza del trabajo exigía que hubiera una estrecha colaboración entre las tres mujeres: Mari, Mary y Julieanne. Casi al mismo tiempo, Julieanne y Mary descubrieron que ambas estaban embarazadas y que la fecha prevista para el nacimiento de sus hijos era casi la misma. Julieanne dio a luz un bebé sano. La bebé de Mary, Grace, tenía una grave malformación cardíaca. Cinco semanas después de su nacimiento, y tras múltiples intervenciones quirúrgicas, Grace murió. Aunque el fuerte contraste entre las situaciones de las dos mujeres fácilmente podría haber destrozado el grupo, no hizo sino estrechar su relación. A través de la vida y muerte de Grace, las tres mujeres se unieron en una búsqueda de sentido profundamente personal. Leyeron muchos libros espirituales. Todas vivieron experiencias significativas, que les aportaron profundos entendimientos. Y lo que es más importante, compartieron sus sentimientos y descubrimientos de forma activa con sus “hermanas espirituales”.
Una de las lecturas que compartieron sugería la posibilidad de que cada persona pudiera contactar con su “ángel”. Mari se mostró escéptica. Sin embargo, el 1 de mayo de 1995 decidió probar, y escribió entonces una pequeña carta. Su forma favorita de expresarse es a través de la escritura. Estaba “dispuesta a preguntar”, aunque no esperaba recibir respuesta. En sus propias palabras, esto es lo que ocurrió a continuación:
“Mi querido Ángel:
“Creo que te he sentido conmigo desde mi más temprana infancia, desde luego en mis momentos de mayor tormento, cuando me decías que yo era especial y una parte de mí te creía. Te doy las gracias. Esa voz que me decía que era especial me mantuvo viviendo tanto como me fue posible. Sintiendo tanto como podía sentir… Es esta parte de mí la que está dispuesta a creer que puedo hablar contigo. Es esta parte de mí la que dice que esto tiene sentido. ¿Hablarás conmigo?”
La respuesta fue inmediata: los dedos respondían y tecleaban las palabras casi antes de que los pensamientos apareciesen en mi mente… no oí una voz distinta de la mía. Pero sabía que las palabras no eran mías.
Huele la dulzura. Eres dulce. No intentes forzarlo, conseguirlo por fuerza de voluntad, simplemente deja que llegue. Está allí, en el medio, entre el pensamiento y el sentimiento. Respira. Siente tu corazón.
Así comenzaron a llegar mensajes de una voz que se identificaba como un ángel, cuyo nombre era “Paz”. Más tarde, Mari escribiría: “Ahora, miro hacia atrás, y pienso en lo simple que era esa comunicación. Casi infantil. Tan inocente…. Se dio por medio del acto de pedir”. En 1995, Mari, Mary y Julieanne decidieron compartir su historia con el mundo a través de la publicación de The Grace Trilogy (Hazelden, 1997; puede adquirirse en inglés como libro electrónico a través de Take Heart Publications). La experiencia de recibir mensajes del ángel Paz resultó ser un preludio, o tal vez un ejercicio previo a lo que iba a llegar.
Mari descubrió Un curso de milagros en 1996.
Leí un artículo de prensa sobre UCDM, que no lo señalaba como un libro que venía en la voz de Jesús. Al empezar a leerlo, lo seguía ignorando, y cuando me di cuenta no podía creerlo. Pero para entonces, ya no iba a dejar de leerlo, porque me parecía que todo lo que decía era la Verdad con V mayúscula… Después de un tiempo empecé a pensar que tal vez en verdad se trataba de Jesús.
Mari quedó cautivada. Aunque habitualmente era una lectora voraz de muchos libros, durante dos años, de forma casi exclusiva repetía la lectura de Un curso de milagros una y otra vez, centrándose, en particular, en el Texto (2). Bastante más de un año antes de que empezara a escuchar la voz, la preparación había comenzado. Según dice Mari:
Un curso de amor comenzó con un sueño que tuve en julio de 1997, y en el que escuché: “Ya no puedes seguir vendiendo tu mente por dinero. Tu mente ahora le pertenece a Dios”.
A esa experiencia le siguieron meses de profunda introspección. Al final, Mari se despidió de su trabajo y quedó a la espera, preparada… sin tener ni idea de para qué. Al cabo de nueve meses, y en una situación de gran incertidumbre económica, se planteó volver a trabajar. Sin embargo, una certeza intuitiva le decía una y otra vez que “tenía un trabajo que hacer para Dios”. Luego su amiga Mary compartió con ella un sueño en el que había visto “un nuevo curso de milagros”. A Mari le pareció que de alguna manera el sueño de Mary era un anuncio del trabajo que iba a llegar: un trabajo tan monumental que Mari había sido incapaz de aceptar las señales que ahora, mirando hacia atrás, en todo momento estaban apuntando hacia esta labor de escriba. Una semana después, el 1 de diciembre de 1998, Mari empezó a “oír” la voz.
En cuanto oí la voz familiar de Jesús, no como la recordaba de mi juventud o de la Biblia, sino como la recordaba de las muchas lecturas de Un curso de milagros, me sentí sobrecogida por la tarea que tenía por delante. Durante los tres años siguientes, me dediqué a recibir los tres libros que, juntos, transmiten este nuevo mensaje.
Refiriéndose a Mari, Jesús dijo: “La primera receptora de estas palabras puede ‘oírlas’ en forma de pensamientos. Ten presente que tiene pensamientos que ella no piensa” (D:12.7).
En 2001, Mari, junto con Dan Odegard, un amigo y antiguo agente literario, trabajó para sacar a la luz la primera edición de Un curso de amor, publicada por New World Library. Varias decisiones adoptadas en ese momento fueron revocadas después. Debido al litigio en curso relativo a los derechos de autor de Un curso de milagros, se eliminaron las referencias directas que señalaban a Un curso de amor como una continuación de Un curso de milagros. Más tarde, esas referencias se restablecieron. De igual manera, posteriormente se eliminó el subtítulo “El Curso completo”, porque llevaba a error, ya que la edición contenía únicamente el Libro I (El Curso).
Una vez publicado el libro, Mari no se sentía llamada a hacer algo concreto con él. “Me sentía llamada a estar en soledad, y esa fue la forma de vida que adopté durante la mayor parte de los dos años siguientes”. Así, desde fuera, puede parecer poco probable que Jesús eligiera a una persona como Mari para transmitir su mensaje monumental al mundo. Sin embargo, cuando la editorial New World Library decidió no editar los otros tomos, Mari no tardó en hacerlos accesibles por su cuenta.
Mari fue difundiendo los Tratados y los Diálogos. En 2003, mientras trabajaba en estos volúmenes, recibió un mensaje adicional: “El aprendizaje en el tiempo de Cristo”, de la misma manera que el resto del material. En él, se preveía la existencia en el futuro de grupos de diálogo, y su claro propósito era servir de ayuda tanto para las personas que estudiarían este Curso en grupo como para las que lo harían en soledad. Dicho mensaje se presenta en esta obra dividido en tres apartados –I, II y III-: precediendo al Curso, a los Tratados y a los Diálogos. Por otro lado, el texto titulado “Diálogo desvelado”, recibido por Mari en 2002, se presenta a continuación de los Diálogos.
Finalmente, cuando se agotó el denominado Curso completo, al dejar la editorial New World Library de imprimir nuevos ejemplares, Mari se dispuso a publicar por sí misma los tres tomos como serie coherente. Una vez más, mientras preparaba los textos, el día de San Valentín de 2006, recibió un nuevo mensaje, cuya intención evidente era la de servir de introducción a este Curso. Es el texto que se incluye en la presente edición como “Introducción”.
Incluso como editora, Mari no se inclinaba naturalmente a hacer campaña a favor de Un curso de amor, aunque se tomó muy en serio el mensaje de que “la única forma de ser quienes sois es compartir quienes sois” (C:31.17). Decidió que no sólo estaba dispuesta a pedir, a escuchar y a transcribir, sino también a compartir, y no sólo las bellas palabras reconfortantes de Jesús. Mari comparte su propia humanidad, sus retos y sus luchas como madre, su falta de recursos, los problemas de adicción en el seno de su familia, y una perspectiva sobre la sanación que no es una visión sentimental del amor ni de la vida. En su blog, en sus libros y en su abundante correspondencia privada, Mari habla de la aceptación que el amor puede traer a aquellos que tienen pasados “imperfectos” y de cómo “conocer y ser conocido” puede convidar a la justicia, la igualdad y la dignidad, además de a la paz.
En la primera impresión de los tres libros de este Curso, Mari escribió lo siguiente como prólogo:
En Un curso de amor, al igual que en Un curso de milagros, Jesús dice que el amor no se puede enseñar. Algo que no se puede enseñar es un misterio. Estos mensajes de Jesús son, al mismo tiempo, misterio y revelación de misterio.
En 1998, mientras leía Un curso de milagros y buscaba la llamada de mi propio corazón, oí una Voz que me decía que recibiría un nuevo curso de milagros. Es fácil imaginarse que mi función en este misterio –el hecho de que este curso de amor me llegara y se transmitiera a través de mí– planteaba una serie de dudas.
¿Cómo sucedía? ¿Qué hacía que esta guía fuera posible? ¿Qué sensaciones me producía? ¿Qué era lo que en realidad experimentaba?
Recibir a Jesús y su guía era fácil. Me encantaban la relación y el proceso por medio del cual yo escribía. Las palabras surgían desde dentro, más o menos como pensamientos que yo no pensaba. Este proceso de escritura duró tres años. Fue un trabajo sin esfuerzo, sin complejidad, asombroso.
Aun así, añadí un elemento de dificultad, que quiero compartir para que quien lea estas palabras no tenga que pasar por el mismo sufrimiento innecesario.
Dicha dificultad surgía cuando ya se había acabado la escritura del día. Era entonces cuando empezaba a pensar en ello, y al hacerlo me sentía abrumada. Mi mente se esforzaba por comprender lo que estaba ocurriendo, e incluso lo que se estaba diciendo, y le invadía una dolorosa frustración al no conseguirlo. Mi mente era incapaz de aceptar la novedosa experiencia. No la comprendía, era incapaz de explicarla, y tampoco tenía nada con qué compararla.
Mis sentimientos tampoco salieron mejor parados. En cuanto me apartaba del trabajo que estaba realizando, me sentía como un peón en un iceberg envuelto en la inmensidad. Me sentía rodeada de la fuerza más poderosa del universo, como si me encontrara en el ojo de un huracán.
Y sin embargo, allí estaba, sentada ante el escritorio, a un solo momento de la cena. Me resultaba difícil creer que seguía siendo capaz de comer. Al escuchar el sonido de la televisión o del teléfono, me encontraba de vuelta del iceberg en el espacio de un nanosegundo. El cambio de ambiente era tan fuerte que sentía que me mataría.
Así de extremo era el contraste entre la unión y la separación. Sabía que no podía seguir sintiendo la unión únicamente cuando estaba realizando el trabajo. No podía seguir sintiéndome abatida en cuanto paraba. Sabía que Jesús no me abandonaba cuando yo dejaba el escritorio, y sin embargo no me sentía capaz de extender mi conciencia de la unión mucho más allá de los límites físicos del mueble.
No por ello dejaba de intentarlo. Creía que si me esforzaba lo suficiente, podría aprender a hacerlo. Si tan sólo fuera capaz de alcanzar un entendimiento claro, de comprender definitivamente lo que estaba ocurriendo, entonces “lo conseguiría”. Podría “alcanzar” la unión. Persistía en simular que ésta era como otras experiencias de las que había aprendido y que había aprendido a reproducir, experiencias de las que siempre había tomado distancia, observándolas desde la perspectiva de una mente, o de un ser.
No fue por medio del esfuerzo de mi mente, sino a través de la quietud mental, como al final llegué a darme cuenta de que no era una cualidad milagrosa del “trabajo” lo que hacía que la unión fuera posible y la separación intolerable. La unión era lo que surgía de forma natural cuando se despejaban los obstáculos que me impedían experimentar la presencia del amor. Esto es lo que ocurría mientras recibía el Curso. La barrera de mis pensamientos separados se esfumaba y Jesús estaba conmigo sin ser “distinto de mí”. Estábamos en relación sin estar separados.
En la unión no hay un “yo” que da un paso atrás para observar la experiencia. Sin una consciencia (3) separada, no hay pensamiento. Sin pensamiento, hay unicidad del ser.
Al darme cuenta de esto, supe que podía experimentar la unicidad en la vida, que había tenido estas experiencias en el pasado, y que las sigo teniendo. Lo que pasa es que no eran experiencias de la mente pensante.
Sólo después de una experiencia así era cuando me llegaba la percepción consciente de que “algo había ocurrido”. Entonces pensaba: “Oh, Dios mío, eso ha sido inmenso. Quiero volver a tenerlo”. Y una vez más retomaba el trabajo de darme cuenta de que la unidad no era algo que podía “tener”, y que es quien soy cuando no estoy siendo “otra” para mí misma, cuando no estoy siendo separada.
Cuando pienso, estoy presente para esta “otra” que es el ser que creo que soy. “Ella” está ahí entre mis pensamientos, al igual que cualquier otra persona, cosa o situación que ocupa espacio en mi mente. No estoy a solas con Dios ni estoy en unidad.
Tener un “yo”, y todo lo que no es “yo”, es la manera de pensar. Éste no es el camino del corazón al que nos llama Jesús. Este Curso (Libro I) concluye diciendo: “No pienses” (C:32.4).
Pasar de la experiencia de la separación a la experiencia de la unión es experimentar el poder de Dios y la fuerza del amor. Es una experiencia impensable.
Jesús dice: “Empieza con esta idea: la de abrirte a la posibilidad de que una verdad nueva sea revelada a tu corazón, que espera. Sostén en tu corazón la idea de que mientras lees estas palabras –y cuando hayas terminado de leerlas– su veracidad te será revelada. Permite que tu corazón se abra a una nueva clase de prueba de lo que constituye la verdad” (C:7.23).
Este Curso es una revelación, y también lo es la nueva forma de conocimiento a la que invita. Al recibir el Curso, yo recibía revelación. Al pensar en ello, bloqueaba mi capacidad de reconocer lo que recibía.
Lector, lectora, estás a punto de recibir este Curso. Al abrir tu corazón para acogerlo, no confíes en tu mente para reconocer lo que recibes. Cuando cierres el libro y te pongas con el quehacer de tu vida diaria, no hagas como yo, no lo traigas a la mente. Sostenlo en el corazón. Permanece en la presencia del amor. No vuelvas a la separación. Haz todo lo que puedas para dejar de distanciarte de la vida. Empieza por el principio, por quien en verdad eres. No pienses demasiado. Deja que tu corazón te señale el camino.
Entonces verás que en el principio, y antes del principio, y antes del antes, sólo había amor.
Ser una primera receptora puede plantear dificultades. Tanto para Helen Schucman –cuya historia de cómo recibió Un curso de milagros es muy conocida– como para Mari Perron, su nueva condición no buscada les trajo una mezcla extraña de aislamiento, incertidumbre, e incluso notoriedad. ¿Y qué se suponía que tenían que hacer con el material, con sus vidas? No obstante, pese a experimentar episodios de conflicto interno, las dos protegieron con energía la integridad del texto, y sabían que habían recibido un insólito y precioso regalo.
Un curso de amor concede una enorme importancia a su predecesor, diciendo: “El mundo, como un estado de ser, como un todo, ha entrado en una etapa, debido en gran medida a Un curso de milagros, en la que está preparado para encontrarse en un estado mental milagroso. Esto lo ha conseguido ‘al amenazar al ego’ ” (C:P.5).
Un curso de amor está lejos de plantear una amenaza, por lo menos en su estilo. Jesús avanza de manera cuidadosa y metódica del Curso a los Tratados, y de ellos a los Diálogos, empleando la lógica, desarrollando ideas a veces radicales, y sin embargo hablando con delicadeza, y siempre al corazón. A diferencia de Un curso de milagros, este Curso presenta pocos ejercicios; prefiere ofrecer la experiencia de estar en la cumbre de la montaña en los “Cuarenta días y cuarenta noches”. Habla en igual medida a “ella” y a “él”, a las hermanas y a los hermanos, y valida con fuerza los caminos femeninos del saber. Revela un “Modo de María”, que existe en relación simbiótica con el “Modo de Jesús”, que ahora acaba. Hace hincapié en “ser quien eres” de un modo que no anula ni el yo personal ni el cuerpo. Revela cómo la forma humana se puede transformar en “el Ser elevado de la forma” y cómo un mundo ilusorio se transformará en “nuevo” —divino— a través de las relaciones y la unidad.
Como es lógico, quienes conocen Un curso de milagros en un principio quizás duden de la autenticidad de Un curso de amor; sin embargo, reconocerán su continuidad. Y aunque conocer Un curso de milagros ofrece una valiosa preparación y perspectiva, Un curso de amor se sostiene solo. Quienes respondan a su llamada encontrarán un tesoro, sean cuales fueren sus antecedentes religiosos o espirituales.
Con esta edición completa, Un curso de amor pone fin a su relativamente escaso realce. Desde su transcripción inicial, no se ha realizado ningún esfuerzo coordinado por promocionarlo. No obstante, se fue desarrollando un movimiento subterráneo de vivo interés, que incluyó traducciones a distintos idiomas. Ha llegado su momento porque ya son muchos los que anhelan la conectividad del corazón y están desbordantes de pasión por ser quienes realmente son.
Éste no es un libro espiritual corriente. “Algo distinto está pasando aquí” (D:12.5). Deja que te envuelva. Como dice Jesús hacia el final del Libro I:
Este Curso no requiere pensamiento ni esfuerzo. No exige un estudio prolongado, y los pocos ejercicios concretos que contiene no son obligatorios. Este Curso ha surtido efecto de distintas maneras que aún no comprendes y que no necesitas comprender. Estas palabras han entrado en tu corazón y han sellado la brecha entre tu mente y tu corazón. (C:32.4)
Este Curso habla como si estuviese escrito sólo para ti. Así fue. (D:Día 40.31)
1- Tal como se recibió, corregido únicamente por cuestiones menores de tipo ortotipográfico.
2- Un curso de milagros está compuesto por: una primera parte, conocida como el Texto, una segunda parte conocida como Libro de Ejercicios, un Manual para el Maestro y una Clarificación de Términos.
3- Cuando utilizamos la palabra “consciencia”, estamos traduciendo el vocablo inglés consciousness. Para el concepto de awareness usamos la expresión “percepción consciente”, o bien la palabra “conciencia” (sin la “s”).