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CAPÍTULO 5

Relación

5.1 El Cristo en ti es completamente humano y completamente divino. Al ser completamente divino, nada le es desconocido. Al ser completamente humano, todo se ha olvidado. Así es que comenzamos a reaprender lo conocido como el Uno que ya posee todo. Es esta unión de lo humano y lo divino la que anuncia la presencia del amor, mientras va desapareciendo todo lo que te ha causado miedo y dolor, y vuelves a reconocer lo que es el amor. Esta unión de lo humano y lo divino es aquello en lo que consiste tu propósito aquí, el único propósito digno de tu pensamiento.

5.2 Tú, que has llenado tu mente con divagaciones sin sentido y pensamientos que no piensan en nada que sea real, alégrate de que haya una manera de acabar con este caos. El mundo que ves es un caos y no se puede confiar en nada de lo que contiene, incluidos tus pensamientos. Por esta razón es necesario consagrarlos de nuevo y dedicarlos al único propósito digno de tu pensamiento: el propósito de la unión con tu verdadero Ser, Cristo en ti.

5.3 Ya lo he dicho antes: es sólo a través de la unión conmigo que aprendes, porque es sólo en unión conmigo que eres tu Ser. Ahora debemos expandir tu comprensión de la unión y de la relación, así como tu comprensión de mí.

5.4 La unión es imposible sin Dios. Dios es unión. ¿Acaso no parece esto lo mismo que decir que Dios es Amor? El amor es imposible sin unión. Lo mismo ocurre con la relación. Dios crea toda relación. Cuando piensas en la relación, piensas en una relación y después en otra. La que compartes con este amigo o con este otro, con tu esposo o esposa, con tu hijo, con el empresario para el que trabajas, con tu padre o tu madre. Al pensar en estos términos concretos, has perdido el significado de la relación sagrada. Las relaciones en sí son sagradas.

5.5 La relación existe independientemente de los detalles concretos de cada una de ellas. Esto es lo que te cuesta concebir y lo que tu corazón debe aprender de nuevo. Toda verdad es susceptible de generalización porque a la verdad no le interesa ninguna de las formas o de los datos concretos de vuestro mundo. Crees que la relación existe entre un cuerpo y otro, y mientras sigas creyendo que esto es así, no comprenderás ni las relaciones ni la unión, ni llegarás a reconocer qué es el amor.

5.6 La relación es lo que existe entre una cosa y otra. No es una cosa u otra cosa. No es una tercera cosa en el sentido de ser un tercer objeto; no obstante, sí que es algo separado, un tercer algo. Te das cuenta de que existe una relación entre tu mano y un lápiz cuando vas a apuntar algo, pero se trata de una relación que das por sentada hasta tal punto que te has olvidado de que existe. Toda verdad se encuentra en una relación, incluso en una tan sencilla como ésta. El lápiz no es real, ni tampoco lo es la mano que lo sostiene; sin embargo, la relación entre los dos es completamente real. “Cuando dos o más se unen” no es una exhortación a la unión de cuerpos. Es una declaración que describe lo verdaderamente real, la única realidad que existe. La unión es lo que es real, y lo que lleva a toda la creación a entonar un canto de alegría. Ninguna cosa existe sin otra. Causa y efecto son una misma cosa. Por lo tanto, una cosa no puede causar otra sin que sean una, o sin que estén unidas en verdad.

5.7 Ahora empezamos a pintarte un nuevo cuadro, un cuadro de cosas no vistas antes, si bien eran visibles para tu corazón, aunque no lo fueran para tus ojos. Tu corazón conoce el amor sin necesidad de verlo. Tú le das una forma y dices: “Amo a esta persona” o “Amo aquello”; sin embargo, sabes que el amor existe con independencia del objeto de tu afecto. El amor se aísla en un marco que no es de este mundo. Alzas objetos para capturarlo, para poner en un marco la visión del amor, y así decir: “Es esto”. Sin embargo, cuando ya has conseguido capturarlo y lo tienes colgado para que todo el mundo lo contemple, te das cuenta de que eso no es amor, en absoluto. Entonces empiezas a erigir tus defensas, las pruebas que puedes aducir para afirmar: “Sí, esto sí que es amor, y lo tengo aquí, colgado en la pared donde lo contemplo. Es mío, para poseerlo, conservarlo y atesorarlo. Mientras permanezca donde pueda verlo, para mí es real y estoy a salvo”.

5.8 “Ah” –piensas, cuando hallas el amor– “ahora mi corazón canta; ahora sé exactamente en qué consiste el amor”. Y asocias el amor que has encontrado con la persona en la que lo has encontrado, e inmediatamente buscas conservarlo. Hay millones de museos dedicados al amor, muchos más que altares. Sin embargo, vuestros museos no pueden conservar el amor. Os habéis convertido en coleccionistas, en vez de recolectores. Vuestro miedo se ha hecho tan enorme que, por seguridad, habéis coleccionado todo lo que lo podría combatir. Al igual que el marco de amor que cuelga en la pared, las colecciones que llenan vuestras estanterías, ya sean de ideas, de dinero o de objetos para contemplar, constituyen vuestros intentos desesperados de guardaros algo para vosotros, apartado de todo lo demás. Al aislar el amor, reconocisteis que no hay lugar para él aquí; pero luego procedisteis a aislaros vosotros mismos, así como todo lo demás que considerabais valioso. Edificáis vuestras entidades bancarias y vuestros museos como palacios a vuestro amor, y ya no veis los becerros de oro escondidos entre las paredes del palacio.

5.9 Esta compulsión por conservar las cosas no es sino vuestro afán de dejar una huella en el mundo, una huella que diga: “He acumulado mucho en mi tiempo aquí. Estas cosas que amo son lo que dejo al mundo, lo que transmito; declaran que yo estuve aquí”. Nuevamente, la idea es acertada, mas tan lamentablemente descarrilada que pone en ridículo aquello que sois. El amor efectivamente señala tu lugar; pero en la eternidad, no aquí. Lo que dejas atrás nunca es real.

5.10 El amor reunido es una celebración. El amor coleccionado es una parodia del amor. Es necesario reconocer y comprender esta diferencia, así como la compulsión de colocar el amor en un lugar apartado de lo demás, ya que si se comprenden, es posible dotar de sentido a estas compulsiones. Si se comprenden, pueden empezar a traer cordura a un mundo demente.

5.11 Aún no crees ni comprendes que las compulsiones que sientes son reales, y que no son ni buenas ni malas. Tus sentimientos en verdad proceden del amor; es la respuesta que les das la que está dirigida por el miedo. Incluso los sentimientos de destrucción y violencia proceden del amor. No eres malo, y no tienes sentimientos que puedan calificarse como malos. Sin embargo, estás equivocado en lo que respecta al significado de tus sentimientos, y en cómo éstos te traerán amor y te llevarán al amor.

5.12 Es en la comprensión de la relación que existe entre lo que sientes y lo que haces donde se aprenden las lecciones del amor. Cada sentimiento requiere que te entregues a una relación con él, porque es allí donde encontrarás el amor. En cada unión, en cada entrega, ahí es donde existe el amor. Cada unión, cada entrega va precedida de la suspensión del juicio. Donde haya juicio, no puede haber unión ni entrega que permita la comprensión. Aquello que juzgas permanece fuera de ti, y lo que permanece fuera de ti es lo que te llama a hacer lo que el amor te llamaría a no hacer. Lo que permanece fuera es todo lo que no se ha unido contigo. Lo que se ha unido a ti se vuelve real al unirse, y únicamente el amor es real.

5.13 ¿Ves la utilidad práctica de esta lección? ¿Qué terror puede provocar un impulso violento que, una vez unido al amor, se convierte en otra cosa? Un impulso violento puede significar muchas cosas, pero latente siempre en él se esconde un deseo irresistible de paz. La paz puede significar la destrucción de lo viejo, y el amor puede facilitar el auge y la caída de muchos ejércitos. ¿Qué ejércitos destructores sacudirán el mundo cuando se los lleve ante el amor?

5.14 Dentro de ti, el mundo entero está seguro, protegido y a salvo. No reina el terror ni acechan las pesadillas en la noche. Una vez más, te señalaré la diferencia entre lo que está dentro y lo que está fuera: dentro está todo aquello que se ha unido a ti. Fuera está todo aquello que quieres mantener separado. Dentro de ti se encuentran cada una de las relaciones que has tenido con algo. Fuera de ti se encuentra todo aquello que has mantenido separado, etiquetado, juzgado y coleccionado en tus estanterías.

5.15 En esto consisten los dos mundos, y nada más. Aquel que ves como real es el que mantienes fuera de ti, donde puedes contemplarlo con los ojos del cuerpo. Aquel que no ves y en el que no crees es el que no se puede ver mirando hacia fuera, y sin embargo éste es el que verdaderamente es real. Mirar hacia dentro y ver el mundo real requiere otra clase de visión: la visión de tu corazón, la visión del amor, la visión de Cristo en ti.

5.16 Te asomas desde la puerta de tu casa, y tanto si ves calles residenciales iluminadas por farolas, como si ves calles atestadas de basura y delincuencia, o campos sembrados, dices que ése es el mundo real. Es el mundo al que sales para ganarte la vida, para recibir tu educación, para encontrar pareja. Pero la casa en la que te encuentras, de una manera parecida a tu mundo interior, es donde vives la vida que tiene más sentido. Es donde se forman tus valores, donde se toman tus decisiones y donde te encuentras a salvo. La comparación no es en vano, ya que tu hogar está dentro de ti y es real, tan real como aparenta ser la casa que te has hecho dentro del mundo. Puedes decir que el mundo real está en algún lugar fuera de ti, al igual que imaginas que el mundo real está ahí fuera, al otro lado de tu puerta. Sin embargo, el hecho de afirmarlo no hace que sea cierto.

5.17 Es tu deseo permanente de relacionarte sólo con el mundo exterior el que hace que ese mundo siga existiendo. Y ello se debe a que no defines las relaciones como una unión. Aquello con lo que te unes se convierte en real. Al incorporarlo a tu Ser, lo conviertes en real porque lo haces uno con tu verdadero Ser. Ésta es la realidad. Todo aquello con lo que no te unes permanece fuera y es una ilusión, pues aquello que no es uno contigo, no existe.

5.18 De este modo, te conviertes en un cuerpo que se mueve por un mundo ilusorio en el que nada es real y nada ocurre en verdad. Este mundo ilusorio está repleto de cosas que te has dicho y te han enseñado que has de hacer, pero que no quieres hacer. Cuantas más cosas de ese estilo hay en tu vida, más pequeña se hace tu realidad. Todo aquello que se uniría a ti, para convertirse en parte del mundo real creado por ti, permanece fuera de tu alcance.

5.19 No hay nada en tu mundo que no pueda convertirse en sagrado a través de la relación contigo, porque eres la santidad personificada. Esto no lo sabes, únicamente porque llenas tu mente y dejas tu corazón vacío. Tu corazón se llena sólo a través de la relación, o unión. Un corazón lleno puede eclipsar una mente llena y dejarla sin espacio para pensamientos carentes de sentido, y con cabida sólo para lo que es verdaderamente real.

5.20 Ya se ha planteado el primer y único ejercicio para la mente que contiene este Curso: “Dedica tus pensamientos a la unión”. Cuando tu mente se llene de pensamientos sin sentido, cuando surja el resentimiento, cuando aparezca la preocupación, repite el pensamiento que viene a abrir tu corazón y despejar tu mente: “Dedico todo pensamiento a la unión”. Cada vez que necesites reemplazar pensamientos sin sentido, piensa en esto y repítelo, no una, sino cien veces al día si es necesario. No debes preocuparte por qué es lo que ha de ocupar el lugar de los pensamientos sin sentido, ya que tu corazón intercederá satisfaciendo su anhelo de unión en cuanto expreses la voluntad de permitir que lo haga.

5.21 Todavía no entiendes con qué fuerza te resistes a la unión que convertiría el infierno en cielo, la locura en paz. Todavía no comprendes tu capacidad de elegir qué es lo que haces real en tu creación del mundo. El único significado posible del libre albedrío es éste: qué eliges unir contigo y qué eliges dejar afuera.

5.22 Tu deseo de estar separado es el deseo más demente que has concebido. A tu anhelo de unión antepones este deseo de estar separado y solo. Toda tu resistencia a Dios está basada en esto. Crees que has elegido separarte de Dios para hacer las cosas por tu cuenta, y mientras anhelas regresar a Dios y al cielo que es tu hogar, no quieres reconocer que no puedes hacerlo solo. Así, has convertido la vida en una prueba, creyendo que puedes superarla o suspenderla por tus propios esfuerzos. Sin embargo, cuanto más te esfuerzas por hacerlo solo, más te das cuenta de la futilidad de tus esfuerzos, si bien no quieres reconocer que tus esfuerzos son fútiles. Te aferras al esfuerzo como si ése fuese el camino a Dios, sin querer creer que todo esfuerzo es en vano, o que existe una solución sencilla. Una solución sencilla dentro de tu mundo, una solución que no requiera ningún esfuerzo por tu parte, se considera de escaso valor. “El individuo” –razonas– “se hace a través de todo este esfuerzo y lucha, sin los cuales no llegaría a ser”. En esto tienes razón, pues al convertirte en un individuo, te niegas tu unión con todos los demás.

5.23 Todos tus esfuerzos por ser un individuo se centran en la vida de tu cuerpo, con la intención de mantener así el cuerpo separado. “La superación” es tu eslogan aquí, mientras luchas por superar toda la adversidad y los obstáculos que te impiden tener lo que crees que quieres tener. Ésta es tu definición de la vida, y mientras siga vigente, definirá aquello que ves como real. Te presenta miles de opciones entre las que has de elegir, no una, sino múltiples veces, hasta que llegas a creer que tu poder de elección es una fantasía y que en realidad eres impotente. Así que acotas lo que quieres y lo persigues con firme resolución, creyendo que la única opción que está bajo tu control es la de decidir a qué vas a dedicar tus esfuerzos para obtenerlo. Crees que si dejas de lado todo lo demás y te concentras en esta única opción, al final tendrás éxito. Ésta es la medida de la fe que tienes en tu propia capacidad de salir airoso en este mundo que has fabricado; y si al final triunfas, consideras que esa fe estuvo justificada. El coste no se examina ni se reconoce, y sin embargo, al dar fruto esa fe, el coste se hace patente. En vez de sentir que algo has ganado, ahora lucharás por superar una sensación de pérdida. ¿En qué te has equivocado?, te preguntarás. ¿Por qué no estás satisfecho con todo lo que has logrado?

5.24 Este “conseguir lo que quieres”, que es el motor de tu vida, resulta una y otra vez no ser lo que quieres cuando lo has logrado. Sin embargo, cuando esto ocurre, crees simplemente que has elegido mal, por lo que vuelves a elegir otra cosa y después otra, sin detenerte para darte cuenta de que eliges entre ilusiones. Te llevas una gran sorpresa al no encontrar la felicidad en lo que buscas. Sigues viviendo la vida como si fuese una prueba, empujándote a encadenar un logro después de otro, convencido de que el próximo –o el siguiente– será el que dé resultado.

5.25 ¡Menudo engaño es éste! Pues lo que no haya dado resultado en una ocasión, seguramente volverá a fallar. Detente ahora, y renuncia a lo que crees que quieres.

5.26 Detente ahora y observa la reacción que te producen estas palabras, la fuerza de tu resistencia. ¿Renunciar a lo que quieres? Sin duda esto es lo que esperabas que Dios te pidiera, y de lo que llevas toda la vida protegiéndote. ¿Por qué habrías de realizar este sacrificio? Entonces, ¿cuál sería el propósito de tu vida? Si lo que quieres es en realidad muy poco, ¿cómo se te puede pedir que renuncies a ello?

5.27 Es cierto que quieres poco, y sólo cuando te des cuenta de ello podrás proceder a tomar posesión de todo lo que es tuyo.

5.28 Con cada unión a la que te entregas, tu mundo real se agranda y disminuye lo que queda para aterrorizarte. Ésta es la única pérdida que la unión genera, y se trata de perder algo que era ilusorio. A medida que la unión comienza a parecerte más atractiva, empiezas a preguntarte cómo se produce. Debe de haber algún secreto que no conozcas. “¿Cuál es la diferencia” –te preguntas– “entre fijarte una meta y alcanzarla, y unirte con algo?”.

5.29 Estas dos cosas no tienen por qué ser distintas; lo son porque así lo decides, al elegir conseguir lo que quieres por ti mismo. Ésta es la única diferencia que hay entre la unión y la separación. Separación es todo aquello que percibes solo. Unión es todo aquello que me invitas a compartir y compartes con Dios. No puedes estar solo, ni sin tu Padre, mas tu invitación es necesaria para que tomes conciencia de esta presencia. Al igual que en su momento yo lo fui, eres a la vez humano y divino. Lo que tu yo humano ha olvidado, tu verdadero Ser lo conserva para ti, a la espera tan sólo de que le des la bienvenida para dártelo a conocer de nuevo.

5.30 A Dios lo conoces en las relaciones, pues éstas son lo único real aquí. A Dios no se lo puede ver en las ilusiones, ni pueden conocerlo quienes le temen. Todo temor es temor a las relaciones y, por ende, temor a Dios. Puedes aceptar el terror que reina en otra parte del mundo porque no sientes ninguna relación con él. Es sólo a través de las relaciones como las cosas se vuelven reales. Eres consciente de eso, por lo que procuras mantener alejado todo lo que aumentaría tu incomodidad y tu dolor si tuvieras relación con ello. En el hecho de pensar que una relación puede causar terror, incomodidad o dolor es donde estriba el error de tu manera de concebir las relaciones.

5.31 Crees que entrar en contacto con la violencia es tener relación con ella. No es así. Si lo fuera, estarías unido a todo aquello con lo que entrases en contacto y el mundo sería efectivamente el cielo, a medida que todo aquello que vieras fuera bendecido por tu santidad. Tu manera de moverte por el mundo sin relacionarte con él en absoluto es la causa de tu distanciamiento del cielo que el mundo podría ser.

5.32 Recuerda ahora un día maravilloso, porque cada uno de vosotros ha tenido por lo menos un día que constituyó una luz brillante en un mundo de oscuridad. Un día en el que el sol brilló en tu mundo y te sentiste parte de todo. Cada árbol y cada flor te daba la bienvenida. Parecía que cada gota de agua refrescaba tu alma, que cada brisa te llevaba al cielo. Parecía que cada sonrisa era para ti, y que tus pies apenas tocaban el suelo mullido por el que caminabas. Esto es lo que te espera cuando te unas con lo que ves. Esto es lo que te espera cuando dejes de juzgar al mundo, y al hacerlo te unas con todo y extiendas tu santidad por un mundo de pena, y así lo conviertas en un mundo de alegría.

Un curso de amor

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