Читать книгу Un curso de amor - Mari Perron - Страница 14
ОглавлениеPreludio
P.1 Éste es un curso de milagros. Es un curso obligatorio. El momento de que lo tomes es ahora. Estás preparado y los milagros se necesitan.
P.2 Ora por todos aquellos que necesitan milagros. Orar es pedir. ¿Pero qué es lo que estás pidiendo? Ésta es la primera instrucción en este curso de milagros. Todos tienen necesidad de milagros. Éste es el primer paso en la preparación para los milagros: pedir que todos sean incluidos en lo que hacemos aquí. Al orar por todos aquellos que necesitan milagros, estás orando para que todos aprendan como tú aprendes; estás pidiendo que tu mente se vincule con todas las mentes. Estás pidiendo acabar con tu estado de separación y aprender en un estado de unidad. Éste es un reconocimiento básico de que ésta es la única manera en la que aprendes.
P.3 El ser separado, o el ego, no aprende. Aunque el ego haya estudiado muchos cursos y recibido muchas enseñanzas, no ha aprendido, sino que meramente se ha sentido amenazado. El espíritu no necesita un curso de milagros. Si el ego no puede aprender y el espíritu no necesita hacerlo, entonces, ¿para quién es este Curso, y todos los demás cursos como éste? Conocer nuestra verdadera identidad, la identidad del Ser que es capaz de aprender, es algo que todos deben hacer. ¿Puede el ego aprender esto? Nunca. ¿Lo necesita el espíritu? No. ¿Para quién, entonces, es este Curso?
P.4 Ésta es una pregunta básica a la que no se dio respuesta suficiente en Un curso de milagros. Si un curso de milagros no tiene ningún sentido para el ego y es innecesario para el espíritu, parecería no tener público en absoluto, en el caso de que éstos fueran los dos únicos estados existentes. Y como es imposible ser en parte espíritu y en parte ego, no tendría sentido suponer que habría un estado tal en el que podría tener lugar el aprendizaje.
P.5 El mundo, como un estado de ser, como un todo, ha entrado en una etapa, debido en gran medida a Un curso de milagros, en la que está preparado para encontrarse en un estado mental milagroso. Un curso de milagros abrió una puerta, al amenazar al ego. Todos aquellos que, con egos debilitados, pasaron por este mundo con la esperanza de dejar el ego atrás, con la meta de la mentalidad milagrosa, han despertado a los seres humanos a una nueva identidad. Han dado paso a una etapa de finalización de nuestra crisis de identidad. Desde que Jesús caminó sobre la Tierra, no ha habido un tiempo así en la humanidad.
P.6 ¿Qué es eso en ti que es capaz de aprender? ¿Qué es eso en ti que reconoce que el ego no es lo que tú eres? ¿Qué es eso en ti que reconoce tu espíritu? ¿Qué es eso en ti que se cierne entre dos mundos, el mundo del dominio del ego y el del espíritu? ¿Qué es lo que reconoce la diferencia? Cristo en ti.
P.7 Es fácil imaginar cómo el Cristo en ti difiere de tu ego, pero no es tan fácil reconocer cómo difiere del espíritu. Cristo en ti es aquello que es capaz de aprender en forma humana lo que significa ser un hijo de Dios. Cristo en ti es aquello capaz de hacer de puente entre los dos mundos. Esto es lo que quiere decir “la segunda venida de Cristo”.
P.8 El ego es lo que tú hiciste. Cristo es lo que Dios hizo. Tú extiendes aquello que crees que eres en el ego. Dios extiende aquello que Él es en Cristo. Para acabar con la necesidad de aprendizaje, debes saber quién eres y qué es lo que ello significa. Mientras que Un curso de milagros fue un curso de inversión del pensamiento y de entrenamiento mental, un curso que señaló la locura de la crisis de identidad e hizo tambalear el dominio del ego, el propósito de este curso es establecer tu identidad y poner fin a dicho dominio.
P.9 Hay todavía pocos que se atreven a creer en la gloria de quienes son, pocos que pueden dejar de lado la idea de que verse a la luz del pensamiento que de ellos tiene Dios en vez de a la luz del suyo propio, es arrogancia. Esto es sólo porque el ego no se ha ido todavía de forma definitiva. Haces bien al no desear la glorificación del ego en ningún sentido. Sabes que el ego no se puede glorificar, y que tú no querrías eso. Por eso, mientras el ego se mantenga, no puedes saber quién eres. La única gloria es de Dios y de Sus creaciones. Que tú estás entre las creaciones de Dios no puede debatirse. Por lo tanto, a ti se debe toda gloria. Toda gloria es tuya, y tus esfuerzos por protegerla del alcance del ego son valientes, pero innecesarios. El ego no puede reclamar la gloria que es tuya.
P.10 Muchos de vosotros deseáis ser “soldados de a pie”, para vivir tan sólo una vida buena sin reclamar la gloria, sin tener grandes ideas sobre vosotros. Es posible hacer mucho bien sin reconocer quiénes sois, pero entonces es imposible que seáis quienes sois, y vosotros sois la razón de ser del mundo. Tu reconocimiento de tu Ser y tu reconocimiento de tus hermanos y hermanas es la razón de ser del mundo. Detenerse antes de que esto se haya llevado a cabo, estando al alcance, es tan demencial como creer en el ego. Pregúntate qué es lo que te detiene. Aunque parezca que la elección que haces es humilde, todavía estás permitiéndole al ego decidir por ti. Esto no es humildad, sino miedo.
P.11 Las enseñanzas adicionales del Curso original estaban destinadas a transmutar el miedo en amor. Cuando piensas que sólo puedes llegar hasta un cierto punto, y no ir más allá, en tu aceptación de las enseñanzas del Curso y en la verdad de tu Ser tal como Dios te creó, estás renunciando al amor en favor del miedo. Tal vez estés haciendo que el mundo sea un lugar mejor, pero no lo estás aboliendo. Al aceptar hacer buenas obras y ser una buena persona, estás aceptando ocuparte de aquellos que están en el infierno, en vez de elegir el cielo. Aceptas lo que ves como posible y rechazas lo que percibes como imposible. Por tanto, te aferras a las leyes del hombre y rechazas las leyes de Dios. Reclamas tu naturaleza humana y rechazas tu naturaleza divina.
P.12 ¿Qué es este rechazo, sino un rechazo de tu Ser? ¿Qué es este rechazo, sino miedo, disfrazado de humildad? ¿Qué es este rechazo, sino rechazo de Dios? ¿Qué es esto, sino un rechazo de los milagros?
P.13 Tú, que has rechazado tu Ser, es posible que te sientas cada vez más agobiado. Aunque un arranque inicial de energía pueda haber seguido a tu lectura del Curso, o a tus descubrimientos de otras formas de la verdad, aunque incluso hayas experimentado lo que parecían ser milagros que te sucedían “a” ti, al seguir rechazando tu Ser, esta energía y estas experiencias que aligeraban tu corazón empezaron a retroceder y a parecer tan distantes e irreales como un espejismo. Lo único que conservas es una creencia en el esfuerzo y una lucha por ser bueno y por hacer el bien, una creencia que claramente demuestra que has rechazado quien eres.
P.14 Oh, Hijo de Dios, no tienes necesidad de esforzarte en absoluto; no tienes ninguna necesidad de estar agobiado, ni de llegar a sentirte cansado ni exhausto. Tú, que quieres realizar mucho bien en el mundo, date cuenta de que lo único que puede ser realizado eres tú. Estás aquí para despertar de tu sueño. Estás aquí, no para despertar al mismo mundo —un mundo que parece un poco más cuerdo que antes, pero que aún está gobernado por la locura, un mundo en el cual parece posible ayudar a unos pocos, pero desde luego no a todos—, sino para despertar a un mundo nuevo. Si el único cambio que ves en tu mundo es un poco menos de locura que antes, entonces no has despertado, sino que aún sigues atrapado en la pesadilla que ha hecho tu ego. Al elegir rechazarte a ti mismo, has elegido intentar que tenga sentido la pesadilla, en vez de despertar de ella. Esto nunca funcionará.
P.15 Al rechazar quien eres, demuestras que piensas que puedes creer en algo de la verdad, pero no en toda ella. Muchos de vosotros habéis aceptado, por ejemplo, que sois más que vuestro cuerpo, mientras mantenéis vuestra creencia en el cuerpo. Por lo tanto, os habéis confundido aún más al aceptar que sois dos seres: un ser egoico, representado por el cuerpo, y un ser espiritual, que representa para vosotros un mundo invisible en el que podéis creer, pero del que no participáis. Por lo tanto, habéis enfrentado el ego con el espíritu, dándole al ego un enemigo interno e invisible con el que batallar. Difícilmente éste fuera el propósito de ninguna de las enseñanzas de la verdad, que tienen como objetivo exactamente lo opuesto de esta situación que induce al conflicto. La verdad une. No divide. La verdad invita a la paz, no al conflicto. Una verdad parcial no sólo es imposible, sino que incluso es perjudicial. Porque tarde o temprano, en esta batalla desbalanceada, el ego vencerá. El espíritu, tal como lo has definido, es demasiado amorfo, demasiado falto de definición y credibilidad para ganar esta batalla contra lo que percibes como tu realidad.
P. 16 Tú, que te has acercado a la verdad para luego darle la espalda y negarte a verla, date la vuelta y mira una vez más. Has recorrido tu camino, y el fin del viaje está a la vista. Te encuentras junto al precipicio, con vistas a un nuevo mundo, que reluce con toda la belleza del cielo en una luz dorada, a una pequeña distancia. Cuando podrías haber contemplado esa vista, con un suspiro le diste la espalda y miraste atrás, buscando un mundo que te fuera familiar, y eligiéndolo. No ves que esta elección, incluso hecha con toda la buena intención de volver y cambiar algo, es aún una opción por el infierno, cuando podrías, en cambio, haber elegido el cielo. Sin embargo, sabes que elegir el cielo es el único camino verdadero para cambiar el mundo. Es el intercambio de un mundo por otro. Esto es lo que temes hacer. Tienes tanto miedo de dejar partir el mundo que has conocido que, a pesar de que es un mundo de conflictos, enfermedad y muerte, no lo intercambiarás, no renunciarás a él.
P.17 Mientras Dios sigue siendo desconocido para ti, y tú sigues siendo desconocido para tu Ser, así también el cielo se mantiene oculto. Por tanto, al darle la espalda al cielo, le das la espalda a tu Ser, y a Dios también. Tus buenas intenciones no vencerán al mundo ni pondrán fin al infierno. En toda la historia del mundo, muchos han hecho obras buenas, heroicas y en ocasiones milagrosas sin que el mundo dejara de ser un lugar de miseria y desesperación. ¿Qué es más arrogante: creer que tú solo puedes hacer lo que millones de otros seres no pudieron, o creer que tú, en unión con Dios, podrás hacerlo? ¿Qué tiene más sentido: que elijas intentar otra vez lo que otros han intentado y no han conseguido, o que elijas dejar atrás lo viejo y busques otro camino, un camino en el que tú te conviertes en lo realizado, y al realizarte, traes lo nuevo a la existencia?
P.18 ¿Cuál es la diferencia entre tus buenas intenciones y la unión de tu voluntad con la de Dios? La diferencia está en quién piensas tú que eres y quién sabe Dios que eres. Mientras esta diferencia se mantenga, no puedes compartir tu voluntad con Dios ni hacer lo que Dios ha designado que hagas. Quién piensas que eres revela la elección que has hecho. Es, o bien la elección de estar separado de Dios, o bien la elección de ser uno con Dios. Es la elección entre conocerte como siempre lo has hecho o conocer tu Ser como Dios te creó. Es la diferencia entre querer conocer a Dios ahora y querer esperar para conocer a Dios, hasta que hayas decidido que eres digno o hasta algún otro momento designado, como el de tu muerte.
P.19 ¿Qué son las buenas intenciones sino la elección de hacer lo que puedas, solo, por tu cuenta, a pesar de lo mucho que hay en contra? Ésta es la razón por la cual las buenas intenciones fracasan tan a menudo y por la cual, aun habiendo realizado grandes esfuerzos, el resultado rara vez parece haber valido la pena. No puedes ganar tu camino al cielo o a Dios con tu esfuerzo o con tus buenas intenciones. No puedes ganar, y nunca sentirás haber ganado, la designación de ser una persona de tanto valor que merezcas todo lo que Dios daría libremente. Abandona esa idea.
P.20 Has decidido que sabes cómo hacer buenas obras, pero que no sabes cómo hacer lo que Dios te pide. Piensas: “Si Dios me pidiera que construyera un puente, yo construiría un puente”, y esto probablemente sea cierto. Y sin embargo, no te conviertes en el puente. Rehúsas reconocer que el Cristo que hay en ti provee el puente por el cual sólo necesitas caminar para salvar la distancia entre el cielo y el infierno, entre tu ser separado y la unión con Dios, así como con todos tus hermanos y hermanas. Prefieres pensar que una buena acción aquí, un poco de caridad allí, es más importante. Prefieres abandonarte a ti mismo y ayudar a otros, sin darte cuenta de que no puedes ayudar a nadie sin antes ayudarte a ti mismo. Antepones los demás a ti mismo, porque ésta es la manera que eliges para abolir al ego y complacer a Dios. Esto no es diferente de la actitud de una buena madre que decide sacrificarse a sí misma por sus hijos, sin darse cuenta de que su sacrificio es no sólo innecesario, sino además indeseable.
P.21 Tus buenas intenciones ni complacen ni desagradan a Dios. Él simplemente espera que vuelvas al cielo, que aceptes tu derecho de nacimiento, que seas quien eres.
P.22 Otro motivo de fracaso se encuentra en el otro extremo del espectro: una fijación en el yo que parece generar un interés sin límite ni punto final. Si bien el perdón y la liberación de la culpa son necesarios, y si bien el reconocimiento de los dones y de aquello que conduce a la alegría es imprescindible, lo son sólo en la medida en que nos preparan para hacer una nueva elección. Un interés prolongado en uno mismo puede ser tan perjudicial como el altruismo de aquellos que intentan hacer buenas obras. En vez de conducir al conocimiento de Dios, el interés prolongado por uno mismo puede afianzar el ego aún más.
P.23 Los buscadores son otra categoría de aquellos que, ante el precipicio, actúan como si hubieran chocado contra un muro, en lugar de encontrarse ante un puente. Es precisamente el sitio en el que te detuviste, a donde debes regresar. Aquellos que continúan buscando pueden haber dejado enseñanzas del Curso, o de una u otra tradición espiritual o religión, para luego encontrar otra, y luego incluso otra. Para quienes están decididos a buscar, siempre hay algo más que buscar, pero aquellos que encuentran deben parar para darse cuenta de lo que han encontrado, y para darse cuenta de que ya no buscan más.
P.24 El Curso habla de paciencia infinita. Dios es paciente, pero el mundo no lo es. Dios es paciente porque Dios te ve sólo como eres. El Cristo que hay en ti es también tranquilo y siempre presente. Pero el debilitamiento que ha provocado en el ego cualquier aprendizaje que hayas hecho, ha dejado espacio para la fuerza, una fuerza que entra como por una pequeña rendija en la armadura de tu ego, una fuerza que crece y que se impacienta ante los retrasos. No es tu ego el que está impaciente por cambiar, pues tu ego está muy interesado en que las cosas permanezcan igual. Es, más bien, un espíritu de compasión que se tambalea ante el sinsentido de la miseria y el sufrimiento. Un espíritu que busca saber qué hacer; un espíritu que no cree en las respuestas que se le han dado.
P.25 La manera de vencer el dualismo que amenaza incluso al más astuto de los aprendices es a través del Cristo que hay en ti, a través de Aquel que sabe lo que es ser el hijo de Dios, así como también sabe lo que es caminar sobre la Tierra como un hijo del hombre. Éste no es quien te auxilia, como lo es el Espíritu Santo, sino que es tu identidad. Mientras que en su momento se recurrió al Espíritu Santo para cambiar tu percepción y distinguir lo falso de lo verdadero, lo que es apropiado ahora, en este tiempo de identificación de tu Ser indiviso, es tu reconocimiento del Cristo que hay en ti.
P.26 Hablemos de la familia de Dios, por el momento, en términos de la familia del hombre, en términos, en resumen, que reconocerás. Si bien en la familia del hombre hay muchas familias, se la llama una familia: la familia del hombre. Se la llama una especie: la especie humana. Dentro de esta familia del hombre, hay familias individuales, y entre ellas, ésa a la que llamas “tu” familia. Una familia tiene muchos miembros, pero se la llama una sola familia. Todos sus miembros descienden de los mismos ancestros, de la misma línea sanguínea. Dentro de la línea sanguínea, hay genes que portan rasgos y predisposiciones particulares. Un niño puede parecerse al hijo de otro pariente lejano, o a un pariente que vivió y murió muchos años antes. No ves nada extraño ni fuera de lugar en ello. Ésa es la naturaleza de la familia, como tú entiendes la familia. Y más allá de la naturaleza física de las familias, de las líneas sanguíneas y de los ancestros, lo que mantiene a la familia junta como unidad es el amor. La familia es, de hecho, el único lugar donde el amor incondicional se considera aceptable. Por tanto, sin importar cuán bueno se perciba a un niño, o cuán malo se perciba a otro, el amor de los padres por el hijo es el mismo. Un hijo o hija no se gana el amor que se le da, y esto también se ve como aceptable, e incluso “correcto”.
P.27 Obviamente, la naturaleza de Dios es diferente de la naturaleza del hombre. Dios no tiene forma física y no produce descendencia física. Sin embargo, Dios tiene un hijo, una criatura, una descendencia, que debe existir en alguna forma semejante al Padre. Dentro de la historia de la raza humana hay una historia sobre la venida del hijo de Dios, Jesucristo, que nació, se hizo hombre, murió y resucitó para vivir en alguna forma distinta de la humana. Aquellos que creen la historia han aceptado que Jesús era hijo de Dios antes de nacer, mientras estuvo en la Tierra, y después de morir y resucitar. Tanto si ésta es tu creencia como si no lo es, se acerca a la verdad en una forma que puedes entender. Jesús es simplemente el vivo ejemplo, la vida que demostró lo que significa ser hijo de Dios.
P.28 Así como hay una parte de ti que piensa que no eres digno y que estás hecho para sufrir y luchar, hay otra parte de ti que sabe que esto no es verdad. Haz memoria y recordarás que, desde la más temprana edad, has sabido que la vida no es como se supone que debería ser; que tú no eres como se supone que deberías ser. La parte de ti que se enfurece ante la injusticia, el dolor y el horror lo hace desde un lugar que no acepta, y que nunca aceptará, que así se supone que son las cosas, tanto para ti como para quienes caminan por este mundo contigo. Y sin embargo, tu historia, en la que tanto crees, te dirá que el mundo siempre ha sido así y que no hay escapatoria. En un mundo así, la pregunta no debería ser por qué tantos se quitan la vida, sino por qué lo hacen tan pocos.
P.29 Hay muchas formas de dolor y horror, desde la enfermedad física hasta la tortura, pasando por la pérdida del amor, y en medio de estos acontecimientos espantosos está la vida igualmente angustiosa de los que no tienen propósito, para quienes las horas pasan sin fin en el trabajo, lo cual es el coste de vuestra supervivencia aquí. Incluso aquellos que han estudiado mucho y que han aprendido las lecciones del Curso bien, dejan a un lado, desatendidos, su aprendizaje y sus enseñanzas mientras se ganan la vida, hasta que el polvo acumulado sobre el Curso lo oculta de su vista. Éste es el coste de volver atrás cuando el cielo estaba al alcance, el coste de continuar creyendo en las leyes del mundo que gobiernan la supervivencia del cuerpo. Éste es el camino de aquellos que saben que no es así como debería ser, pero que luego dudan de lo que saben. “¡Así ha sido siempre!”, gritan. Se lamentan de ver un único mundo real, mientras el cielo espera tan sólo un poco más allá de su voluntad de proseguir.
P.30 Eres la creación semejante a tu Padre, y la familia del hombre es semejante a la familia de Dios. Así como los niños crecen en tu “mundo real” y dejan sus familias, se separan de sus familias para comenzar sus “propias” vidas, así has hecho tú como parte de la familia de Dios. En la familia humana, la separación e independencia que llegan con la edad son vistas como el modo en que las cosas deben ser, y sin embargo un regreso a la “familia de origen” también es visto como natural. Los hijos se van por un tiempo, deseosos de afirmar su independencia, para luego volver. El regreso es símbolo de madurez, aceptación, y a menudo también de perdón.
P.31 ¿Qué significa creer en Dios? Reconoces que no puedes conocer a Dios del mismo modo en que conoces a otro ser humano, y sin embargo sigues buscando este tipo de conocimiento. Incluso con otro ser humano, saber qué representa, cuál es su verdad, qué reglas obedece, cómo piensa y cómo lo que piensa se alinea con lo que hace es la esencia de conocerlo. Dios te dio la Palabra para conocerlo a través de ella. Dios te dio la Palabra hecha carne como un ejemplo a través del cual vivir, un ejemplo de un Dios viviente. ¿Qué se necesita, más que esto? Buscas forma cuando ya tienes contenido. ¿Tiene esto algún sentido?
P.32 Lees lo que escriben los autores y sientes que conoces no sólo sus personajes, sino incluso a ellos mismos. Sin embargo, cuando te encuentras con un escritor cara a cara, rara vez puedes ver en él lo que viste en sus escritos. Cuando te encuentras con un escritor cara a cara, ves su forma. Cuando lees sus libros, ves su contenido. Cuando dejas de ver con los ojos del ego, dejas de ver forma y dejas de buscarla. Empiezas a ver contenido.
P.33 Contenido es todo lo que tienes de Dios. No hay forma que ver; sin embargo, en el contenido se revela la forma. Esto es ver de verdad. Porque el contenido es todo y la forma no es nada.
P.34 El contenido de Dios es amor. Jesús encarnó a Dios al encarnar al amor. Él vino a invertir el modo en que se pensaba en Dios, a acabar con la visión de Dios en términos humanos de venganza, castigo y juicio.
P.35 Jesús hizo esto no sólo al encarnar a Dios en forma humana, sino también al dar una imagen verdadera, y no falsa, del poder. Antes de la llegada de la palabra hecha carne, la encarnación, la única idea que la humanidad podía hacerse de un ser todopoderoso era la de un ser cuyo poder se asemejara a los poderosos que había entre ellos. Jesús se enfrentó de tal manera a aquellos que tenían esa clase de poder que lo mataron. Pero Jesús no abogó por un pueblo sin poder. Jesús enseñó el verdadero poder, el poder del amor, un poder demostrado por la resurrección.
P.36 Jesús, unido al Cristo que hay en ti, es quien puede enseñarte quién eres y cómo vivir como quien eres en un mundo nuevo. Él puede abrir el cielo para ti y llevarte a través de sus puertas, para intercambiar allí este mundo, al fin, por tu verdadero hogar. Pero no es tu cuerpo el que pasará por las puertas del cielo, ni son los ojos del cuerpo los que verán el nuevo mundo que contemplarás y llevarás contigo. Ver un mundo físico de dimensión, forma y alcance semejantes al antiguo, y esperar transportarlo de un lugar a otro, sería delirante. El nuevo mundo no tiene que ver con la forma, sino con el contenido. Un contenido que es tan transferible como las palabras de un escritor sobre una página.
P.37 ¿Cuántos no viajarían al cielo si pudieran subir a un autobús y ser transportados hasta allí? Y sin embargo, cada uno de vosotros tiene en su interior el poder de alcanzar el cielo. Conocer a tu Ser como quien realmente eres es lo único que te permitirá dejar de temer tu poder. Jesús aceptó su poder, y así trajo el poder del cielo a la tierra. Esto es lo que el Cristo que hay en ti puede enseñarte a hacer. Esto es mente milagrosa. Esto es amor.
P.38 Esto es unicidad. El Cristo que hay en ti enseña sólo en el sentido de impartir un conocimiento que ya tienes, y al que otra vez accedes al unirte con tu propio Ser real. Una vez realizado esto, tú te has realizado. Porque estás completo. Pero si tu unión con Cristo es el cumplimiento y la culminación de todas las lecciones, ¿quién es el que provee las lecciones? Jesús.
P.39 El Cristo que hay en ti es tu identidad compartida. Esta identidad compartida hizo que Jesús fuera uno con Cristo. Los dos nombres significan lo mismo, así como la unicidad es lo que siempre fue compartido, y siempre lo será. Eres eternamente uno con Cristo. La única manera en la que puedes identificar a Jesús de una forma distinta es relacionarlo con el Jesús que fue un hombre, el Jesús que existió en la historia. Éste es el mismo modo en el que eres capaz de verte a ti mismo: como un hombre o una mujer, como un ser que existe en un momento determinado de la historia. Esta naturaleza unidimensional –o en el mejor de los casos, tridimensional– de tu visión es la naturaleza del problema. Si no puedes verte a ti mismo “sino como” un hombre o una mujer que vive en un lugar concreto en un momento determinado, no puedes ver tu Ser. Por eso Jesús llega a ti otra vez, de una manera que puedas aceptar, para guiarte más allá de lo que puedes aceptar hasta lo que es verdadero.
P.40 Decirle a alguien, incluso a un niño pequeño, que una oruga se transforma en una mariposa es, aparentemente, increíble. Esto no hace, en absoluto, que sea menos verdadero. La mariposa, aunque algunos la perciban como más hermosa a la vista, es aún el mismo ser que la oruga. Ésta no dejó de existir; simplemente se transformó en lo que siempre fue. Por lo tanto, parecería que la mariposa es a la vez mariposa y oruga, dos cosas separadas que se convierten en una sola. Eres muy consciente del hecho de que si no pudieses ver la transformación llevada a cabo “con tus propios ojos”, no creerías que las dos criaturas aparentemente dispares fueran la misma. Alguien que te contara esta historia de transformación sin ser capaz de mostrarte pruebas que pudieras ver, sería acusado de inventar un cuento de hadas para entretenerte.
P.41 ¿Cuántos de vosotros veis la historia de vuestro propio ser en este mismo marco mental? Es un bonito cuento de hadas, un mito aceptable, pero mientras los ojos de tu cuerpo no puedan contemplar la prueba, se quedará en eso. Ésta es la locura de la pesadilla de la que eliges no despertar. Es como si hubieras dicho: “No abriré los ojos hasta que alguien me demuestre que éstos verán cuando los abra”. Te sientas en la oscuridad a la espera de pruebas que sólo tu propia luz dispersará.
P.42 Tu voluntad para aprender es evidente, o no estarías aquí. Se te ha dicho una y otra vez que una pequeña dosis de buena voluntad es todo lo que se necesita. ¿Por qué parece, entonces, que no has avanzado, o que has avanzado sólo un poquito, cuando tu voluntad es poderosa? Sólo porque no has vencido al ego. Aprendes, y luego permites que el ego venga y te quite todo lo que has aprendido, una y otra vez. Es ingenioso en sus formas de hacerte volver hacia atrás una y otra vez, hasta que sientes como si estuvieras entrando y saliendo de una puerta giratoria.
P.43 Eras tu Ser antes de que empezaras tu aprendizaje, y el ego no puede quitarte tu Ser, sino sólo ocultarlo. Por tanto, las enseñanzas que necesitas ahora son para ayudarte a separar el ego de tu Ser, para ayudarte a aprender a escuchar sólo una voz.
P.44 Esta vez adoptamos un enfoque directo, un enfoque que al principio parece dejar atrás el aprendizaje abstracto y los complejos mecanismos de la mente que tanto te traicionan. Nos separamos un paso del intelecto, el orgullo del ego, y enfocamos este aprendizaje final a través del reino del corazón. Ésta es la razón por la cual, para terminar con la confusión, llamamos a este curso Un curso de amor.