Читать книгу ¡Católicos Despertad! - Marino Restrepo - Страница 11
El poder invisible de Dios
ОглавлениеNo hay mayor alegría en el cielo que ver una persona fiel a Dios en la tierra, que a pesar de no poder ver el mundo espiritual, está luchando perfectamente unido a Él en fe contra un enemigo invisible, con armas impalpables, al lado de fuerzas amigas incorpóreas que lo apoyan y en las cuales confía incondicionalmente.
Esto es magnífico porque es en un espectáculo de santidad que no podría lograrse fuera de la voluntad de Dios; es el milagro de la redención en Jesucristo, un don sobrenatural.
Aún el más pequeño hijo escogido de Dios en la tierra, si combate en perfecta obediencia a Jesucristo nuestro Señor, es capaz de defenderse del más grande de los gigantes del infierno. Es grande el poder dado al ejército de Dios contra las fuerzas de Satanás: "David con una piedra derrota a Goliat" (1 Sam 17, 48-52).
Si supiéramos un poco sobre el poder del ejército al que pertenecemos como cristianos, seríamos más fieles, valientes y felices. El mundo nos seduce de tal forma que nos hace perder la mayor parte del valioso tiempo de nuestra preciosa vida. Por supuesto, todo es parte de la estrategia del enemigo para agotar la fuerza de los hijos de Dios, haciéndonos ignorar los dones de nuestra fe.
Es triste ver una gran parte de la grandeza de Dios desconocida por los cristianos que deciden seguir los caminos del mundo, es decir, ver a Jesús nuevamente crucificado.
Encontrar nuestro lugar dentro del destino que Dios ha trazado, es descubrir lo más importante de nuestra vida: nuestra misión, que es creer que Dios todo lo sabe y todo lo puede.
Entonces, ¿a dónde nos lleva esto?. A comprender que abandonarnos en su Santa Voluntad nos dará la paz, esa certeza de estar bajo sus alas de amor y protección y que Él tiene un plan perfecto para nosotros.
Pero ¿abandonarnos a su voluntad?, ¿qué significa esto?, ¿cómo se logra?.
Es creer que Jesús es el Señor, confesando nuestra fe en Él, es aceptar los misterios de nuestra fe católica sin cuestionarlos y atrevernos a obedecerlos, a pesar de no entenderlos muchas veces; es seguir las enseñanzas del Evangelio como nuestra verdad absoluta y por la cual vivimos; es someternos a los Diez Mandamientos revelados a Moisés por Dios en el Monte Sinaí; es entender la doctrina como un mapa y una brújula con los que orientamos nuestra vida por este peregrinar del exilio terrenal; es aceptar que debemos llevar una vida piadosa libre de las prácticas del mundo y de la esclavitud de las pasiones desordenadas de la carne; es ser de Dios y no del demonio y el mundo.
Haber encontrado la fe católica de manera consciente es haber tenido una experiencia personal con Jesucristo, una renovación en la que todo el contenido de los tesoros de nuestra fe comienzan a tener un perfecto sentido para el alma y para el corazón, llevándonos a asumir una vida con Dios donde todo está relacionado con Él y es para su Gloria.
Descubrir el poder de la Iglesia Católica es hallar el verdadero tesoro, es reconocer que Dios está vivo entre nosotros caminando paso a paso a nuestro lado, enriqueciéndonos con los maravillosos dones que nos ha heredado por medio de su Santo Espíritu.
Enfrentar al enemigo es posible siendo fieles Dios, de lo contrario, nos derrotará con su astucia por estar aun sometidos a sus seducciones. Es cierto que siempre tendremos que luchar contra el pecado que anida en nosotros y que por mucho que luchemos contra éste, inevitablemente algunas veces perderemos la contienda y caeremos, es por ello que Jesús nos dejó el Sacramento de la Confesión para que logremos reconciliarnos lo antes posible y recuperemos nuestra fuerza espiritual. Tenemos que permanecer en vigilancia y alta disciplina.
Para entender este lenguaje de batalla espiritual es necesario primero asimilar bien lo que significa estar activo en ésta. De otra manera, se ingresa en un campo intelectual que solamente alcanzará una experiencia trivial, que es lo mas típico hoy en nuestra Iglesia. Es muy común encontrar un clero superficial, escéptico a la visión sobrenatural del Evangelio, pero perfectamente estructurado en la Doctrina, en la Ley que es la condición académica de su formación sacerdotal.