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Alimento Espiritual

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¿Cuándo puede decirse que estamos listos para recibir alimento espiritual sólido? ¿Qué es alimento espiritual sólido?. Bien lo explica San Pablo en 1 Corintios 3, 1-3: "Por mi parte, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os dí a beber leche, no limento sólido, pues todavía no podíais soportarlo; ni siquiera ahora podéis, pues sois todavía carnales. Porque mientras haya entre vosotros envidias y discordias, ¿no continuáis siendo carnales y comportándoos a lo humano?".

El ser bautizado en Jesucristo como católico es estar crucificado con Él. Es haber sido liberado del pecado original y llamado a una vida de obediencia a Dios, diferente por ejemplo, a la de un pagano aparte del camino de toda filosofía o religión que no provenga de Dios. La razón es: la Eucaristía. Jesús no fue reconocido por los discípulos de Emaús a pesar de haber caminado un largo trecho con ellos, hasta que lo vieron en el momento de la partición del pan (Lc 24, 28-32), esta fue la primera revelación hecha a nosotros de Su presencia real en el Pan y en el Vino. Por lo tanto, cualquiera que a pesar de ser bautizado como católico, niegue que Jesús está vivo y presente en la Eucaristía, niega a Cristo, y no tendrá la conciencia necesaria para consumir el alimento sólido del Espíritu de Dios. Muchos cristianos enfrentarán a Jesús, el Divino Juez, con un alma muy débil, un alma que ha sido alimentada únicamente con leche espiritual, alimentación que no lo llevará directamente al cielo. Aunque salvada, está alma deberá purificarse en el Purgatorio antes de poder entrar a la plenitud de la gloria de Dios, así como se manifiesta en 1 Corintios 3, 13-15: "La obra de cada uno quedará al descubierto. Pues el día la pondrá de manifiesto, porque se revelará con fuego, y el fuego probará el valor de la obra de cada uno. Si la obra que uno edificó permanece, recibirá el premio, si su obra arde, sufrirá daño; sin embargo, él se salvará, pero como a través del fuego".

El alimento sólido es una gracia que sólo proviene de Dios. Él nos hará tan fuertes como sea necesario para soportar las presiones de la batalla en cualquier nivel de combate. Cuando un cristiano se prepara para recibir alimento sólido deberá asumir un compromiso incondicional de fidelidad a Dios, un caminar hacia la santificación.

Pasar de ser alimentado con leche a ser nutrido con alimento sólido, es hablando espiritualmente, como pasar de la adolescencia a ser adulto.

Es muy fácil identificar a un católico que no está recibiendo alimento sólido, por su comportamiento y actitudes ya que son débiles para enfrentar las pruebas de la vida y sobre todo, la incapacidad para defender la fe.

El llamado de Dios hoy y siempre es a mantener una fe sólida que conlleva a una verdadera conversión del corazón. Es la única forma de realizar la buena batalla del Evangelio. El ejército del enemigo del alma está afuera con todas sus armas sin desperdiciar un segundo para sacar provecho, empleando cuanta oportunidad podamos ofrecerle para devorarnos (1Pe 5, 8). Esta es la última batalla del bien contra el mal para las almas encarnadas en la tierra que aún caminan en el exilio.

Un católico que está armado, perfectamente capacitado para defender su vida, su misión, en fidelidad a Dios, será fortalecido por la Eucaristía y lo guiará a un alto nivel de vitalidad espiritual y el Espíritu Santo lo utilizará en campos de batalla muy exigentes. Entre más nos concentremos estratégicamente en nuestra vida diaria, más misiones recibiremos del Espíritu Santo y nuestra vida dará abundantes frutos, lograremos permanecer en perfecta paz y alegría, intimidando cualquier enemigo del alma que se atreva a interponerse en nuestro camino. Podremos darle tranquilidad y esperanza a los débiles, bendecir a toda la Iglesia Militante y generar gran gozo a los santos ángeles y a toda la corte celestial.

Estos son tiempos en los cuales un católico es llamado a ser fiel como nunca antes. La gente en general está sedienta de Dios pero aún no lo sabe. Buscan algo que no son capaces de describir o explicar. La razón es esta: nos estamos acercando como familia humana al final de los tiempos y cada alma en la tierra, sin importar la raza, nacionalidad, condición cultural o religiosa, cada uno sin excepción, está sintiendo un gran vacío interior que debe ser llenado. El mal está presto para atender dichas necesidades y pretenderá ocupar los vacíos disfrazándose de verdadera luz; es por esto que Jesús nos advierte de estos tiempos, diciéndonos que aparecerán muchos falsos profetas enseñando todo tipo de fábulas, filosofías e ideologías de la oscuridad (Mt 24, 3-14).

Podríamos dividir a los seres humanos en dos grupos: aquellos con un sentido espiritual de la vida y los de una vida muy racional y materialista.

Entre estos dos grupos es posible identificar una serie de ramificaciones: el grupo espiritual puede abarcar muchas dimensiones, ser espiritual no necesariamente significa conocer al Espíritu Santo, ya que puede incluir todo tipo de espiritualidades, el sólo hecho de que una persona tenga inclinaciones espirituales lo hace ya receptivo a ese mundo, el cual también abarca los estados del bien y el mal.

Hoy encontramos una abundante gama de espiritualidades como nunca antes. Toda posible filosofía, ideología, teosofía, paganismo, esoterismo, ocultismo, magia, ciencias humanas ateístas, están disponibles a través de todos los medios y en todos los mercados; incluyendo toda área posible de adivinación, encantamiento, sortilegios y la más amplia selección de tratados y antiguas prácticas satánicas, entre otras. Todas estas diferentes modalidades de espiritualidad las podríamos llamar "espiritualidad de las tinieblas".

La Iglesia Católica es poseedora de la gracia santificante que hemos recibido por intermedio de Jesucristo, somos el Pueblo de Dios, un pueblo que ha sido escogido para defender las almas del demonio. Cualquier otra forma de participar en los campos de batalla espiritual expondrá las almas a un territorio abierto totalmente vulnerable a la actividad de las fuerzas de la oscuridad, por carecer de la autoridad espiritual dada por Cristo a la Iglesia contra éstas fuerzas , Jesús le dio esta autoridad a la Iglesia a través de San Pedro y que se evidencia claramente en Mateo 16, 19: "Te daré las llaves del Reino de los Cielos; y todo lo que ates sobre la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates sobre la tierra quedará desatado en los cielos".

La obediencia estricta a la jerarquía de la Iglesia es fundamental en el servicio de los hijos de Dios. La primera prueba y la más grande de un católico es la capacidad de someterse a ésta a pesar de su condición humana imperfecta y de presentar las mismas debilidades y motivaciones a veces erróneas, y que logramos observar en el Evangelio en los propios apóstoles. Podemos ver a San Pablo muchos años después de que Jesús ascendió al cielo y mucho después del día de Pentecostés, llamándole la atención a San Pedro sobre el comportamiento que tenía hacia los gentiles en una oportunidad en que los amigos judíos de Santiago vinieron de Jerusalén hasta Antioquía a visitar a San Pedro y él se sintió avergonzado de ser visto con ellos (Gal 2, 11-21).

Este es simplemente uno de los muchos ejemplos que podemos citar para ilustrar claramente que servimos a Dios y no a los hombres, aunque lo estemos haciendo en la Iglesia a través de seres humanos. Debemos elevarnos por encima de nuestra humanidad con el propósito de alcanzar y superar los obstáculos que se presentan, y que en ocasiones nos convierten en piedra de tropiezo para los otros, todo gracias a nuestra miseria y limitaciones humanas.

Hay que estar bien preparados para obedecer todo lo que la Madre Iglesia ordena, principalmente a través de la autoridad del Papa, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos consagrados, así como por intermedio del testimonio de todos los fieles en los hechos concretos de su vida diaria. Es vital pasar esta prueba, ello generará en el creyente fiel un grado de fortaleza significante, donde las gracias de Dios comenzarán a fluir a través suyo para el beneficio de la lucha contra el mal, la que se logra por medio de la virtud de la humildad, siendo ésta el arma más grande dada por Dios a San Miguel Arcángel para derrotar a Satanás y todos sus ángeles rebeldes.

La segunda prueba vital es una entrega total a Dios, ser capaces de vivir solamente para Él; consagrar todos los aspectos de nuestra vida para la Gloria de Dios y no para la nuestra; someter todos los asuntos de nuestra existencia a la voluntad del Padre; entender que el camino de la santificación es logrado en una vida diaria simple donde somos fieles a los mandamientos de Dios y al Evangelio de Jesús. Lo anterior está relacionado con el primer mandamiento, meditemos sobre éste leyendo el Catecismo de la Iglesia Católica en el numeral 2084 y siguientes.

¡Católicos Despertad!

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