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Armadura Espiritual

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Vivimos en un mundo globalizado y como cristianos no podemos desconocer aquello que se evidencia en nuestra civilización, una humanidad que pretende alcanzarlo todo por medios humanos independientes de Dios. Lo vimos claramente en la Torre de Babel y de nuevo en las metrópolis de hoy, es una conducta humana innata que llevamos marcada en nuestra naturaleza.

Hoy estamos enfrentados a un mal mayor que la Torre de Babel, una sociedad que no solamente ha fabricado sus propios dioses, como lo hicieron muchas generaciones pasadas, sino que también ha utilizado el nombre de Jesús como objeto comercial utilizando el Evangelio como antorcha de prosperidad material.

Sin duda, se ha fabricado un falso Jesús. Es un mundo donde se oye mucho acerca de Él pero se ve muy poco del Señor en el corazón de las personas. Ser cristiano significa estar crucificado con Jesús, morir al pecado, a sí mismo y dar la vida entera por Dios, ser cristiano significa convertirse en otro Cristo.

Desde el momento mismo de nuestro Bautismo, hemos sido crucificados con Él; cuando recibimos la Primera Comunión, comenzamos a ser alimentados con el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, fortaleciendo en nosotros esa vida sobrenatural recibida en el sacramento del Bautismo. En la Confirmación, por medio de la imposición de manos del obispo, recibimos el Espíritu Santo en una forma extraordinaria y somos enviados por la Iglesia a cumplir con nuestra misión evangélica, a vivir nuestra vida de manera irreprochable para convertirnos en antorchas de esperanza y de salvación de muchas almas que Dios colocará cada día en nuestro camino, y seremos responsables de ellas ante el Tribunal de nuestro Señor Jesucristo al final de esta vida.

Somos como David con la roca que es Cristo, armados para derrotar los gigantes más grandes del infierno, la lucha es contra los espíritus caídos que viven en la eternidad fuera del tiempo y el espacio y aunque estamos viviendo esta lucha en el mundo material, en realidad es una batalla espiritual, porque se relaciona directa y estrictamente con la salvación eterna de toda la humanidad. El campo de batalla se encuentra dentro del reino invisible del mundo espiritual, en contra de los poderes del demonio. Así lo leemos en la carta de San Pablo a los Efesios 6, 12: "Porque no es nuestra lucha contra la sangre o la carne, sino contra los principados, las potestades, las dominaciones de este mundo de tinieblas, y contra los espíritus malignos que están en los aires".

La Iglesia militante en la tierra hace parte de una trinidad de Iglesias. Las tres como un único cuerpo y un sólo ejército que combaten unidos con un solo fin: la salvación de las almas. Esta trinidad está compuesta por:

•La Iglesia Triunfante del cielo,

•La Iglesia Sufriente del purgatorio,

•La Iglesia Militante en la tierra.

Un católico necesita reconocer la misión que Dios le ha encomendado, la inmensidad de su tarea y el poder de su Iglesia; de otra manera, será como un soldado dormido en medio de la batalla y perecerá durante su sueño.

Haber nacido como católico no es un accidente. Es una gracia de Dios ser exorcizado a través del sacramento del Bautismo, liberándonos del pecado original y de toda atadura de los antepasados. Ser leal a las Tradiciones Sagradas es encontrarse en un estado de obediencia que nos hace libres. El mal ha tratado, y tratará hasta el final de los tiempos, de dividir la Iglesia del Señor, y podemos observar en la Historia Sagrada que lo ha logrado en varias oportunidades, y algunas de estas divisiones, posiblemente perdurarán hasta los últimos días.

Jesús nos dio un ejemplo perfecto de obediencia a la Sagrada Tradición, permitiendo ser circuncidado en la carne al octavo día de su nacimiento, Él nos dijo: "No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos sino a darles su plenitud" (Mt 5, 17).

Darle plenitud a la Ley y los Profetas en este caso, fue el abolir la circuncisión de la carne y reemplazarla por la del corazón, pero esto ocurriría después de ser su pasión consumada, mientras tanto, obedeció a las tradiciones judaicas al cumplir con dicho requisito.

¡Católicos Despertad!

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