Читать книгу LS6 - Mario Crespo - Страница 7
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Para mí hay dos momentos clave en la historia de Gran Bretaña: la Revolución Industrial y el desvarío de Margaret Thatcher. Desde aquí se ha gestionado el mundo durante siglos. Un poder difícil de controlar sin cometer excesos. Shakespeare, Churchill, Lennon, hay muchos nombres importantes en la historia del Reino Unido. Las máscaras de los laboristas y el pecho descubierto de los torys hacen que el país, mientras funcione económicamente, no entre en guerras ideológicas intestinas (con la salvedad del problema irlandés), como sucede en los países latinos. La tranquilidad que eso aporta lo convierte en un marco perfecto para desarrollar el Plan. Se trata del lugar ideal para el establecimiento del liberalismo económico. Y de cualquier liberalismo. Pero hay algo más que lo hace especial. Algo que lo convierte en un sitio con magnetismo, con atracción. No sé si seré capaz de explicarlo con palabras; es una suerte de energía que emana de la humedad, de esta atmósfera tan envolvente que te hace... pensar.
Trasnochar con un vaso helado en la mano. Otro, por favor. Me imagino a la Thatcher excitada, atacada, pensando en que su idea ultraliberal estaba calando hondo en el mundo civilizado. Mojando los labios en Johnny Walker etiqueta negra. La regulación no funcionó. Se desprestigió el valor del dinero. Y nuestros ahorros. En París pagué seis euros por una cerveza pequeña. ¿Cuánto debería haber pagado por un BMW? Thatcher y Reagan dijeron que el estado no era la solución, sino el problema. Y dejaron que el mercado nos bajara los pantalones. La publicidad hizo el resto. Luego nos los bajamos nosotros mismos. Consiguieron mentalidades consumistas capaces de pagar un piso al triple de su precio. Veinticinco años después, los estados inyectaban dinero de los contribuyentes al sistema financiero. Y la Thatcher patas arriba, con la falda caída.
La Revolución Industrial, el abandono de las colonias, la apertura de fronteras en Europa. Las oleadas migratorias han dependido siempre de la demanda de mano de obra barata. Pakistaníes, indios, caribeños, africanos, polacos. La cosmópolis del país me fascina. Esto sí que es vivir en el mundo. Una torre de babel sin escaleras. Sabía poco de Inglaterra antes de venir aquí. De Gales, Escocia e Irlanda aún no sé nada. Lo único que conocía de Leeds era su estadio de fútbol: Elland Road. El fútbol da cultura. Aterricé en Londres con la excusa de aprender inglés y meses más tarde decidí que Leeds era igual. Bueno, parecido, pero más barato. Una especie de sucursal de condado. La capital de Yorkshire, un orgullo para los oriundos. No es fácil entender su acento, ni conocer las palabras dialectales que usan, pero aquí me he sentido siempre como en casa.