Читать книгу Saltar al buen vivir - Mario Massaccesi - Страница 24
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Tres son multitud
Hace más de 20 años, Roberto Mazzoni celebró su cumpleaños en un monoambiente de Buenos Aires. Estaba recién separado y extrañaba mucho a su hijo. De los veinte invitados solo fueron tres. Hubo regalos, abrazos, deseos de buenas nuevas, pero la gran mayoría pegó el faltazo. Roberto ofreció tragos y unos aperitivos para empezar la fiesta y el timbre nunca volvió a sonar. Luego llegó el tiempo de las pizzas y las empanadas, y seguían siendo tres invitados entretenidos y a pura charla. Sin embargo, Roberto estaba exultante. A la medianoche buscó la torta y se cantó el “feliz cumpleaños”.
Germán, uno de los invitados, tenía algunas dudas que lo desvelaban. Incluso preguntó varias veces en voz baja: ¿Realmente los habrá invitado? ¿Puede alguien estar tan feliz y con tanta comida de sobra? ¿No se dará cuenta de que si no fuera por nosotros tres no hubiera venido nadie? ¿Está feliz con este fracaso?
Justo cuando el cumpleañero apoyó la torta sobre la mesa y encendió las velas, Germán no aguantó más y le preguntó:
– Roberto, discúlpame, pero de los veinte invitados solo vinimos tres… Esto es un fracaso, ¿cómo puedes estar tan feliz?
Roberto lo miró con una placidez y una alegría en sus ojos que desorientó el peso de semejante imprudencia. Y le respondió enseguida:
– Somos los que tenemos que estar. El que no vino es porque consideró que este no era su lugar y está buenísimo que así sea. La libertad de elegir, amigo.
Pidió tres deseos en silencio y apagó las velas mientras Germán se quedó recalculando sus fríos cálculos. Uno disfrutaba de la calidad de su fiesta, el otro había estado enmarañado en pensamientos de sumas y restas. Hoy Germán sigue siendo muy amigo de Roberto y jura que esa noche aprendió a no controlar cuando hay algún convite. Los cumpleaños venideros de Germán fueron de una gran libertad porque Roberto le enseñó mucho con esa frase que hizo propia: “Somos los que tenemos que estar”.
¿Qué nos llevamos de la historia de Roberto?
Si nuestro compromiso es disfrutar el momento, lo haremos, más allá de lo que suceda. El compromiso de Roberto era celebrar la vida.
Siempre podemos elegir cómo nos paramos frente a una situación.
Roberto no controlaba cuántas personas asistían, disfrutaba su cumpleaños. En el control nos perdemos el momento presente.
Al abrirnos a la incertidumbre nos flexibilizamos, aceptamos el aquí y el ahora.
Cuando acepto la incertidumbre y me muevo en ella, puedo fluir, y en ese fluir también libero a los otros.
Cuando controlo lo que creo que “debe ser” me pierdo lo que sucede. Germán estaba más pendiente del timbre y de los cálculos que de disfrutar de la velada.
La fiesta era la misma: uno controlaba, el otro vivía el momento. El estado de ánimo de los dos amigos era bien distinto. Roberto estaba feliz, enfocado en su compromiso y Germán estaba insatisfecho, enfocado en lo que él creía que debía ser. ¿Quién dijo que tres personas es poco?
Luego de escuchar la historia de Roberto, te preguntamos:
¿Cómo vives tu vida?
¿Controlas que todo sea como “debe ser”?
¿Estás aferrado/a a tus certezas?
¿O en la libertad de aceptar lo que sucede aquí y ahora?