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Libre como
el viento

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Nada me molesta más que habitar espacios donde mi libertad se vea amenazada. Desde chiquita odiaba la escuela porque sentía que pasar tantas horas escuchando a la maestra era un atentado rabioso a mis ganas de libertad. Recuerdo días de pleno invierno cuando buscaba cualquier excusa para salir de clase e irme al patio, solo para sentir que el viento me daba en la cara, me despeinaba y me levantaba la pollera del uniforme. Quería ser libre como el viento.

De más grande también me escapé de algún novio medio “cuida” que miraba feo que tuviera muchos amigos y que saliera sin él.

A lo largo de mi vida laboral, en cada uno de mis trabajos siempre tuvo más valor ejercer la libertad de crear nuevas alternativas y poder cuestionar las establecidas que la retribución económica que recibía.

Elegir la libertad como todo en la vida, también tiene sus costos. No es cómodo e incluso despierta envidia en algunas personas que reparan solo en los resultados y no ven los costos que pagaste por ella. Tomar un camino es dejar otros. Una y otra vez, soy de los lugares donde me siento libre. Ser libre es crear nuevos caminos y volar en ellos. Honrar mi propia libertad también implica respetar la libertad de los que me rodean, relacionarse desde la libertad es volverse a elegir cada día.

— MARIO

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