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MODELO PARA ARMAR

Quemarse mil veces

Ahora que saltó a su propia libertad puede sacarse la remera sin miedos, aceptar la mirada de los demás y hasta disfrutar de un partido de fútbol sin bufanda. Matías Lescano, 33 años, estuvo muchos años en su propio encierro: cubierto de ropa y lleno de vergüenza.

El 14 de mayo de 2001, cuando tenía 12 años, terminó con el 70 % de su cuerpo quemado por el incendio en su casa provocado por la expareja de su madre que a las 4:30 de la mañana prendió fuego todo. Matías se llevó la peor parte: le hicieron 69 cirugías.

Durante muchos años hizo todo lo posible para no ser visto. La vergüenza fue un encierro espantoso, la mirada ajena una persecución amenazante.

– ¿Cómo fueron esos años?

– ¡Qué no hice! El colegio fue una tortura porque iba con guantes especiales. El secundario lo hice en un técnico de varones para no tener compañeras mujeres y evitar los rechazos. En los veranos nunca me saqué la remera delante de nadie y jugaba al fútbol con pantalón largo y bufanda para tapar las heridas en las piernas y el cuello.

En su salto a ser un hombre libre ayudó mucho Denise, su pareja de hace 12 años. Ella lo ama y las marcas en el cuerpo nunca fueron un obstáculo. Sin embargo, Matías tardó más de tres años en sacarse la remera delante de ella y cuando al final se animó lo hacía con la luz baja.

– ¿Cómo fue el salto a tu libertad?

– Primero, generé confianza conmigo mismo. Un día entendí que no la estaba pasando bien. Siento mucha alegría y, al mismo tiempo, me pregunto por qué no lo hice antes. Me da rabia por todos los años que pensé que no iba a poder. El afuera no lo podemos cambiar, me siguen mirando igual, pero cambié yo respecto de esa mirada que antes me torturaba. Cuando me dicen “pobrecito” ya no me lastima, ni me duele como antes.

Matías se animó a vivir, a amar, a ser. Sin embargo, otro dolor lo estaba esperando en agosto de 2020, en plena pandemia. Denise rompió bolsa a los siete meses de embarazo y nacieron Franchesca y Valentina. Las bebés solo sobrevivieron dos días.

– ¿Qué aprendiste?

– Yo creía que el mayor dolor eran las heridas de mi cuerpo. Mis hijas vinieron a enseñarme que no, que hay otros dolores más fuertes. Prefiero quemarme mil veces más y pasar 20 años de sufrimiento, y recuperar a mis dos bebas.

¿Dónde vemos libertad en la historia de Matías?

Pudo ganarle a la vergüenza. El miedo a la opinión de otros nos quita libertad de mostrarnos y ser como somos.

Cuando nos falta la libertad lo sentimos, es como estar presos, aunque no haya barrotes en nuestra vida.

Cuando no somos libres, nos perdemos de explorar nuevos caminos. El no ejercer nuestra libertad nos quita posibilidades.

Cuando por fin nos animamos a ser libres y le tomamos el gusto, nos preguntamos: ¿por qué no lo hice antes? Es difícil ver a alguien lamentarse por ejercer su libertad, pero es común ver personas que al final de su vida se arrepienten de no haberla usado antes.

A veces quedamos presos por la magnitud que les damos a ciertos hechos y luego la vida nos demuestra que nos necesita libres y fuertes para otras circunstancias de mayor desafío.

Luego de leer la historia de Matías, te preguntamos:

¿Estás usando la libertad que te pertenece?

¿Te sientes preso/a en algún aspecto de tu vida?

¿De qué están formados los barrotes de tu celda?

¿Quién tiene la llave del candado que la cierra?

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