Читать книгу Lo que aprendí del Mar - Mario Miret Lucio - Страница 10

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«Y supe en seguida que no era magnífico.

Desde lo alto de la autopista

(con un asfalto resbaladizo lleno de hielo)

podía ver millas y millas».

BON IVER

No es mi verdadero nombre, pero Carlos está empeñado en llamarme así una y otra vez. Me ha cogido por banda y me ha dicho que necesito un alter ego para verter toda mi bilis en un papel en blanco. «Hazme caso, tío, no te pasaste toda tu adolescencia leyendo a Bukowski para no querer darle vida ahora a tu propio Hank Chinaski». Yo me he encogido de hombros y he suspirado:

—Así que desde este momento me llamo Martín, ¿no es así? —le he preguntado.

—Martín Herrainz, para ser más exactos. Un placer, yo soy Carlos. —Y los dos nos hemos puesto a reír mientras subíamos al tranvía camino a la Malvarrosa.

Tengo debilidad por los paseos marítimos. Me parece la perfecta línea divisoria entre un mundo que no quiere escapar de la rutina y otro que se cobija bajo el manto de un mar en calma que transmite la verdadera paz que necesito. Al llegar a la arena, he puesto Holocene de Bon Iver en el móvil, he sacado la libreta y me he sentado en la orilla a escribir versos míseros dedicados a los tirabuzones de las olas. Carlos, mientras, se ha dedicado a coquetear con dos chicas y, al acercarse con ellas, me ha presentado como Martín.

—Vaya, qué nombre más bonito —ha dicho una de ellas.

—No es real, pero escribo y necesito un sobrenombre, supongo.

—¿Escritor? Entonces seguro que estás enamorado.

Pero cualquiera que conociera a la Chica de los tirabuzones podría ser escritor o escritora. Ella es la línea divisoria de la que es imposible no enamorarse. Yo no he contestado a la pregunta y, al volver de nuevo hacia mi casa, he vuelto a escuchar Holocene, he cerrado los ojos y he recorrido con mis recuerdos el paseo marítimo del amor que guardo.

Es cierto que Martín no es mi verdadero nombre, pero no conozco sentimiento más real que el de mi línea divisoria.

Lo que aprendí del Mar

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