Читать книгу Lo que aprendí del Mar - Mario Miret Lucio - Страница 7
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ОглавлениеNo pude despedirme de mi madre. Cuando me sacan del colegio a los ocho años, es para llevarme a un edificio muy grande llamado tanatorio y decirme que ella se ha ido muy, muy lejos, y que si quiero volver a verla tendré que mirar al cielo. Recuerdo alzar la vista y encontrar una nube con forma de perro, pero a mi madre le gustaban más los gatos y eso me confundió todavía más.
Me viene a la memoria ahora, justo cuando se celebra el funeral del padre de Carlos y son pocos los que pueden despedirle debido al coronavirus. Sé que no tiene importancia la manera en que se diga adiós, o sí, no lo sé, creo que cada despedida debería ser importante y que a veces hay que soltarlo, gritar en voz alta, abrazar a un amigo. Pero ahora nada de eso es posible y, mientras se iba girando un fuerte viento de poniente, le he lanzado un beso al aire al coche fúnebre y he dejado caer un par de lágrimas que han quedado ocultas dentro de mi mascarilla.
No sé si el mundo es un lugar mejor, solo sé que, pese a todo, la vida es tan bella como para merecer ser vivida siempre. En el ambiente se respira la incertidumbre de una nueva semana que en nada comienza. Tampoco sé si esas personas que caminan con la cabeza gacha son conscientes de la pena o si nos hemos convertido en fantasmas de nuestro propio entorno.
He vuelto hace un rato a casa y me he abierto una cerveza en la terraza. A lo lejos, el mar me ha acompañado en mi tristeza. Allí arriba, una nube en forma de perro se ha ido transformando, poco a poco, en un gato.