Читать книгу Lo que aprendí del Mar - Mario Miret Lucio - Страница 16

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A mi amigo Carlos también le ha dejado la novia. Nos sentamos en un banco y le inunda la tristeza por las fosas nasales. Dice que quiere desahogarse conmigo porque yo sé lo que se siente, el muy cabrón, y lo peor de todo es que no podría estar más en lo cierto. Él habla y habla sobre su ex y a mí me vienen recuerdos que me hacen cosquillas en la garganta. No me imaginaba que pasaría el domingo sintiéndome el espejo de un amigo porque a los dos nos han pinchado las ruedas de la vida.

Hoy me he despertado con una buena resaca y en la ducha he llorado cerveza.

—Lo siento, Carlos —le digo—, hoy no estoy ni para aguantarme a mí mismo.

—Da igual, son todas iguales.

Pero a lo mejor el problema es que somos nosotros los que somos todos iguales. Sea como fuere, hoy no quería que me hablaran de exnovias porque en mi cabeza siento la culpa de quien bebe y aun así no olvida.

Hace poco he visto a una señora dar de comer a los gatos callejeros cerca de un edificio abandonado con forma de esqueleto y de repente el mundo me ha parecido un lugar mejor. Me he acercado a ella y le he dicho si la podía ayudar.

—No lo sé, chico, hay covid y no será bueno que nos aproximemos tanto.

—Entonces, al menos, déjeme que me siente y me quede mirándola.

—Será un placer —vuelve a decirme—, eso es exactamente lo que hacía mi difunto marido, ¡qué recuerdos más bonitos!

Y ahora vengo de estar sentado en un banco valorando los pequeños momentos que hacen de la vida un lugar maravilloso. A mí me ha dejado la Chica de los tirabuzones, a Carlos le han partido el corazón, los gatos ya no tienen hambre y, aunque me entren ganas de mandarlo todo a la mierda, hoy una señora ha vuelto a recordar lo feliz que le hacía su marido.

Lo que aprendí del Mar

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